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Corresponde ahora referirse a la vida y obra de un compatriota ilustre, el profesor doctor don César Garay, que hizo de la norma del derecho su norma de vida.
No se resignó él a portar la cartulina universitaria que lo habilitaba para la función profesional, sino que, en consonancia con sus fuerzas morales y espirituales, procuró trascenderla. Era consciente de que su carrera debía significar algo más que una simple enunciación educativa; optó por hacer que sus cátedras estuvieran cargadas de contenido humano y, por descontado, humanista.
Uno de los postulados del movimiento pedagógico, social y cultural, estallado en la provincia argentina de Córdoba, el 15 de junio de 1918, fue el inaugurar la alianza del pensamiento con la propia existencia, del saber científico con las aspiraciones del pueblo, ascendido este a la condición de “único y verdadero patriciado”, según la bella expresión de Gabriel de Mazó, uno de sus líderes. En ese marco referencial actuó siempre César Garay, quien hizo de la pulcritud un emblema y de la medida, en cierto modo cartesiana, una noción vital, ajena a los esporádicos vientos de la politiquería criolla que a tantos ha confundido.
Y puede afirmarse que fue como su tío don Blas y su padre, el Gral. Eugenio Alejandrino, un republicano auténtico, sin aditamentos anilínicos, heredero, en el tiempo, del influjo krausista que aquí supieron instalar los pensadores vascos como el Dr. Ramón Zubizarreta y el Dr. Ramón Olascoaga, quienes inauguraron en nuestro país la orientación ética de las ciencias jurídicas, el primero, y de los estudios económicos, el segundo.
De esa herencia quiso, por imperio de su voluntad, ser destinatario César Garay, cuyo carisma en plenitud de la cátedra podría comparase al de don Francisco Giner de los Ríos, en España, que antepuso al quehacer de todos los días el deber ser hombre frente a las expectativas axiológicas que pudieran asediarlo. La evocación del mítico presidente de los argentinos Dr. Hipólito Yrigoyen sería oportuna para acompañar esta meditación.
El nombre de César Garay, que con justicia deberá presidir, en impredecible futuro, una de las aulas de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, no ha de estar ausente de la convocatoria estudiantil para el logro de una nueva reforma, esa que está urgiendo la inserción de nuestra patria en los avatares del mundo. También debe decirse que él, entre los que ya no están, puede constituirse en paradigma de la cultura jurídica, política y social, para que la retoma de la cuarta modernidad, detenida desde hace 58 años, pueda ser posible.
Y no se exagerará al afirmar que la memoria de César Garay, desde su navegación de altura hacia lo desconocido, hallará la ocasión de seguir dictando su magna e imperecedera lección, revestido de aquello que reclamaba la antigua consigna reformista: “La de continuar siendo, aun desde el recuerdo, un maestro de verdad, de belleza y de bien”.
(Del libro “Los Garay en la Cultura Paraguaya”, del Prof. Raúl Amaral, editado en mayo/2013 por la Casa Vasca en Asunción, bajo los auspicios de la Academia Paraguaya de la Historia).