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No era poca cosa para un país como el Paraguay, que habría proscripto el verbo por años de autoritarismo y por los cercanos 35 años de dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), en donde los intentos de micrófono abierto en Radio Ñandutí habían costado el cierre de la emisora y permanentes citaciones a la policía de su director. El gran desafío, primero, de Radio Libre y, luego, de uno de sus programas era cómo lograr que los temas importantes se hicieran parte del debate ciudadano y que, al mismo tiempo, permitieran comprender de manera amena, dinámica y ágil la trascendencia de los temas en la vida de los oyentes activos y que agitara la reacción de los “pasivos”, entendiendo por ellos a aquellos que no participan directamente del debate. Era importante iniciar con una toma de posiciones en torno a tres temas relevantes de actualidad, luego de la presentación del programa que, inicialmente, se emitía en horario vespertino (15:00 a 18:00) y luego en tiempo matutino hasta la actualidad (8:00 a 11:00). El espacio se inicia con tres temas abordados en tres minutos que permiten una ubicación temporal sobre los tópicos escogidos por la producción y el conductor, sobre los cuales existe una clara toma de posición personal sobre los puntos escogidos. Casi siempre son temas económicos, políticos y sociales.
Posterior a eso se lanza una pregunta disparadora que cruza generalmente los temas más trascendentes del día o que estarán en la agenda de la semana. Se explica el alcance temático de la esta y por qué la interrogante permite orientar el debate sin limitarlo exclusivamente al ámbito directamente escogido. Así, por ejemplo, ante la crisis política de junio del 2012 que acabó con la presidencia de Fernando Lugo luego de un juicio político impulsado por el Congreso paraguayo, la pregunta disparadora era: ¿Institucionalmente la respuesta a la crisis política era de contenido político o jurídico? Queríamos que el análisis ciudadano pudiera abarcar una mirada al artículo constitucional que permite el juicio político al presidente de la República por, entre otras cosas, “mal desempeño en sus funciones”, pero deseábamos alcanzar en el análisis el procedimiento llevado a cabo por el Congreso, la oportunidad de este, la explicación social como trasfondo de la crisis, la respuesta jurídica a un caso político, las limitaciones de legitimidad del Congreso ante un hecho de este tipo, la irresponsabilidad del jefe del Ejecutivo para abordar con rigor el manejo de la crisis que impulsó el juicio y de otros casos anteriores; en fin, una mirada histórica de otros casos similares en transición y una visión comparada sobre sucesos como el caso del juicio político al expresidente brasileño Fernando Collor de Mello.
El programa tuvo un pico de audiencia enorme a través de las llamadas en los tres números telefónicos de cabina, y los mensajes en el celular de la emisora y en las redes sociales (Facebook y Twitter), en los que las miradas a veces apasionadas y otras vistas con mesura por una audiencia diversa pero generalmente con muy buena preparación intelectual permitieron que el programa se convirtiera en un recurso pedagógico notable, en un momento de crispación nacional. Sumado a eso, me ha tocado tener que responder en el aire al llamado de emisoras internacionales interesadas en saber en torno al proceso, que sirvieron además para reforzar la comprensión sobre el tema desde una perspectiva foránea que, a veces, servía de justificación y, otras veces, de pretexto para entender mejor la complejidad de la situación.
SOSTENER LA DIVERSIDAD DEMOCRÁTICA
Uno de los grandes desafíos en programas de este tipo es no dejarse llevar por algún participante con gran capacidad retórica o con un histrionismo que termina por apabullar la visión de otros oyentes, y para eso es importante que el conductor esté atento a los detalles de cada una de las explicaciones para solicitar aclaraciones, corregir a veces o enderezar el debate hacia donde la pregunta disparadora había sugerido. Por lo general, algunos participantes le dan mucho color al programa, pero desalientan otras voces que pudieran enriquecer notablemente el análisis de los hechos. El peor escenario para estos programas es que el conductor se solace con la cantidad de participantes en detrimento de la comprensión real de los temas abordados.
Es importante un nivel de autoridad en la conducción que impida los desbordes o que el debate se centre solo entre dos o más participantes, con lo cual se agota el tiempo y las posibilidades de otras personas que pudieran enriquecer notablemente el mismo. A veces, la tentación del conductor es entrar en polémica con alguien y desbordarse en una agitación verbal que suele conducir a un intercambio de agravios que no reporta absolutamente nada a la comprensión temática del programa. El personaje-conductor termina imponiéndose sobre el tema y solaza a un sector de su audiencia que se siente identificada con la personalidad del mismo y, más especialmente, con el vocabulario vulgar que utiliza para capturar la atención de la audiencia.
El lenguaje permite decir más cosas que la restringida afirmación de vulgaridad que domina a varios conductores y que son tomadas como ejemplo por jóvenes radialistas que creen que eso demuestra popularidad y, es más, muestra el carácter democrático de la emisora. Mi percepción es contraria a esto. Creo que se puede hacer buena radio sin caer en los excesos y, en especial, en los epítetos calumniosos, que finalmente demuestran el escaso espacio que existe para las ideas y para el ejercicio de un periodismo responsable que valore la libertad de expresión y que la nutra de recursos que permitan el desarrollo de una democracia diversa, amplia y robusta.
Algunos ejemplos como Rush Limbaugh, en EE.UU., donde la militancia política agresiva transmitida por una red de emisoras que encuentra que el talk show es no solo popular, sino refleja en gran parte la decepción ciudadana en torno a los políticos y a la política en verdad, en el fondo el estilo empobrece notablemente la democracia y, sin percibirlo, quizás justifican modelos autoritarios de gobierno y de relación. Algunos conductores de radio se han vuelto populares porque han sido capaces de insultar en público a un legislador de cuestionable capacidad para el ejercicio de su cargo, pero no ha buceado mar adentro para comprender el porqué de la crisis de representatividad en nuestras democracias latinoamericanas, que generalmente requieren una mirada más seria sobre la educación, la inequidad, la pobreza, la corrupción u otros elementos sociales o económicos que finalmente marcan claramente las razones de la baja calidad de representación de nuestros congresos y de los presidentes que escogemos.
El conductor radial alguna vez conocido como el “bastonero” no solo debe marcar el compás, sino establecer con el paso el ritmo democrático más útil a la sociedad, que permita reconocer un problema y ser abordado por otros actores políticos activos o pasivos.
“Contrapoder” decidió sacar un libro denominado RADIO-GRAFÍA DE UN PAÍS EN CRISIS (2004), que resume varios temas abordados durante el programa a lo largo de un año y que se presentó como un aporte novedoso al debate político paraguayo, tan necesitado de argumentación y razonamiento. El libro, patrocinado por la Fundación Konrad Adenauer, tuvo un gran éxito editorial y hoy se encuentra con edición agotada. Resumía, en el mismo ritmo del programa radial, textos en los que el conductor emitía una idea u opinión y la misma era contrastada, confrontada o criticada por los oyentes, pero con una articulación dinámica que abordaba visiones y perfiles novedosos en torno a cuestiones de seguridad, educación, salud, juventud, criminalidad, etc.
Varios de estos argumentos fueron utilizados durante la campaña política del 2003-2008 y, luego de ser presentado en el Aula Magna de la Universidad Católica, sirvió además para demostrar la importancia de la radio en el rescate de la palabra, en el fuego del verbo que permite la creación y en la trascendencia de las ideas en democracia.
VOLVER AL PODER DE LA PALABRA
Las nuevas tecnologías han supuesto un notable empobrecimiento del lenguaje, al punto de que algunas universidades hoy no otorgan títulos a personas que no sean capaces de expresar en palabras lo aprendido durante un ciclo de enseñanza. Otras están redescubriendo la retórica, que había sido una de las primeras cátedras en las nacientes universidades europeas del siglo XI, y estoy convencido de que la radio puede jugar un papel provocador, agitador y encauzador de la recuperación del lenguaje y, con ello, el enriquecimiento de la democracia. Radio Libre ha insistido notablemente sobre este punto desde su creación en 1997 y ha buscado diferentes mecanismos para entusiasmar a los jóvenes con los programas de debate en amplitud modulada. Los esfuerzos continúan y continuarán, porque estamos convencidos de que la democracia requiere hoy de la fuerza de las ideas que permitan innovar, crear y superar paradigmas que hoy se muestran obsoletos, para resolver varias cuestiones de crisis humanas.
Requerimos, además, de conductores radiales para programas de este tipo, con una capacidad cultural mucho mayor y un universo educativo que le permita no solo ser retratista, sino, por sobre todo, exégeta o intérprete de los tiempos que nos tocan vivir. La triple crisis de identidad, valores y destino requiere de una radio con ideas y una conducción inteligente que permita al oyente saber no solo lo que les pasa, sino por qué pasan las cosas. No es solo una cuestión de forma, sino, por sobre todo, es un desafío de fondo. La idea de que las radios que hablan de esto son aburridas, no tienen oyentes y terminan fracasando, en realidad, es una profunda crítica hacia la calidad de los formatos y a la capacidad de conducción de varios temas que, como tales, necesitan de conductores con inteligencia y, por sobre todo, cultura.
Además, necesitamos conductores de radio con una gran capacidad de relacionar temas. Hoy, la interconectividad y la visión de trabajo en redes constituyen toda una lógica en los nuevos medios, y presuponen a la radio y sus conductores aplicar los mismos principios a la elaboración de programas y, en especial, a la presentación y conducción de los mismos. Hoy debemos saber tanto de música como de política, de cambios financieros como de calentamiento global, debemos hacer honor a la expresión aquella que decía: “soy humano, por lo tanto nada de esta Tierra me debe ser extraño”. Curiosidad y, por sobre todo, interés en temas transversales constituyen desafíos vigentes y actuales para los conductores de radio.
www.benjaminfernandezbogado.wordpress.com