Cargando...
El libro del 2018 es un cómic. Con sus juegos de historias dentro de otras historias y sus personajes complejos y cruzados, este voluminoso relato, Lo que más me gusta son los monstruos (Reservoir Books, 2018), es opíparo festín cuyo lanzamiento en español –había aparecido ya en las listas internacionales más importantes del 2017– lo convierte en la revelación del año que se despide. Narra la historia, ambientada en el Chicago de fines de la década de 1960 –el mismo Chicago en el que se crió la autora– de Karen Reyes, extraña e inteligente niña-lobo de diez años que decide investigar el misterio que rodea el asesinato de su vecina Anka. Y narra también otras historias, entre ellas la de una pasión, la pasión de Karen por el terror y su iconografía, pasión que nos revelan los dibujos y escritos de su diario, conectados con toda una suculenta galería de personajes delirantes, del ventrílocuo de peculiares hábitos y manías al singular baterista de jazz, pasando por el casero mafioso.
Durante una década, Emil Ferris (Chicago, 1962), aquejada, a causa de un virus, de parálisis de la mano derecha y de la cintura para abajo, forjó esta, su primera novela gráfica, cuatrocientas páginas de banquete, catedral tenazmente levantada en vulgares hojas de cuaderno de colegio con millones de trazos de bolígrafo obsesivamente amontonados unos sobre otros en nubes de ruido y caos que acaban cobrando volúmenes sólidos y claros contornos hasta tornarse prodigio edificado con banales y baratos materiales.
Así, a través del diario de esta niña-lobo, niña-detective, que vive con sus amadas revistas pulp, su mujeriego hermano, su madre enferma de cáncer y sus películas de terror de serie B, se despliega un thriller fantástico con pinceladas de relato autobiográfico por el que desfilan el racismo, el acoso, la marginalidad, la censura social, el lesbianismo...
En esta historia, los monstruos buenos no necesariamente son las personas normales. Los monstruos buenos son las fabulosas criaturas de la literatura fantástica y la cultura popular, como Drácula o el Hombre Lobo, pero también esos «seres cuya naturaleza es diferente» y que «tienen que luchar en un mundo que condena la diferencia». Seres que «nos muestran –sigue Ferris– el rostro de una lucha extrema». Los verdaderos monstruos, por el contrario, los del mundo real, los malos, son aquellos que desprecian y marginan, que acusan y odian a quienes consideran inferiores solo porque son distintos.
El de Emil Ferris ha sido el debut en novela gráfica más aplastante de las últimas décadas. De desdichas antiguas pero nunca olvidadas, porque el mundo real las repite y renueva cada día, nace esta historia bella al punto de haber convertido en reina indiscutida del cómic actual a esta mujer de 56 años que pisa por primera vez el terreno para romper por completo con la narrativa secuencial, para desabotonarla y desencorbatarla en un estallido de libertad que cubre los renglones del supuesto cuaderno infantil con dibujos de una riqueza y maestría apabullantes hechos a punta de bolígrafo Bic. Por esta apología de los monstruos y brutalmente honesta crítica a la normalidad monstruosa, que el gran Chris Ware ha llamado «asombrosa», Art Spiegelman la ha definido como «una de las mejores dibujantes de nuestra era» y todos los grandes del noveno arte aplauden su brillo. Con este primer libro, Ferris ya ha entrado en la historia.
Emil Ferris
Lo que más me gusta son los monstruos
Traducción de Montse Meneses Vilar
Reservoir Books, 2018
416 pp.
montserrat.alvarez@abc.com.py