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Dentro de solo tres días, un milenario universo de leyendas, cuentos, fantasmagorías poblará la imaginación al llegar la Nochebuena el miércoles, y luego la Navidad. Y en ese vasto y heterogéneo cortejo mitológico de seres asombrosos, deslumbrantes y aterradores de los más diversos orígenes culturales e históricos, dos forman el anverso y el reverso de una dualidad que es la del Bien y el Mal: San Nicolás (o Papá Noel, o Santa Claus, llámeselo como se prefiera), es uno; y el otro es su doble inverso, su alter ego oscuro, su gemelo maligno, su sombra demoniaca: el Krampus. Engendro del rico acervo del folclore noreuropeo, el Krampus carga, como San Nicolás, un saco (o, a veces, una cesta) al hombro, pero mientras el primero lo trae lleno y se lo lleva vacío, porque lo trae con regalos para los niños buenos que reparte esa noche, el segundo lo trae vacío y se lo lleva lleno: lleno de niños que se han portado mal durante ese año.
El Krampus, antigua deidad germánica precristiana cuyo nombre proviene del primitivo vocablo alto alemán «krampen», que significa «garra», tiene la apariencia cuasihumana y semibestial de un sátiro pagano o un demonio cristiano: está cubierto de oscuro pelo tupido y revuelto, le salen dos largos cuernos de la frente, sus piernas son patas de macho cabrío, tiene un salvaje rabo de chivo y una perversamente roja y larga lengua, y sus ojos febriles y ardientes queman con la mirada extraviada y demencial de un poseso. El horrible Krampus deja su cueva para llegar a las ciudades de las regiones noreuropeas y alpinas y comenzar a merodear en las calles desde el último mes del año agonizante: el Krampus comienza su loca y cruel cacería la víspera del día de San Nicolás, es decir, el 5 de diciembre, en busca de los malvados a los que atrapará y encerrará en su saco para llevárselos al Infierno.
En la antigüedad, los pobladores de las aldeas de los Alpes, en especial en las zonas de Austria y de Hungría, al acercarse el final del otoño, se vestían con pieles de animales, se pintaban las caras de negro frotándolas con carbón y se reunían en torno a las hogueras para tratar de asustar a los temibles demonios del invierno. Esta costumbre fue perseguida por la Iglesia católica, y la Inquisición castigó con la muerte a quien se disfrazara de demonio, por lo cual la del Krampus se volvió una tradición clandestina (lo cual la debió hacer aún más siniestra si cabe, por cierto) hasta el siglo XVII; siglo en el cual, por el habitual fenómeno del sincretismo entre la tradición pagana precristiana y la religión oficial, el Krampus pasó a servir a San Nicolás como encargado de impartir castigo a los que lo merecieran, cristianizándose así el mito.
No siempre con el nombre de Krampus (por ejemplo, se llama Schmutzli en Suiza, Bartel en la zona del Rin, Hans Muff en las zonas del norte de Alemania, Pelzebock o Pelznickel en las zonas del sur del mismo país, Gumphilken en Silesia, etcétera), el Krampus, desde la antigüedad, ha azotado a Alemania, Suiza, Croacia, el Tirol, el norte de Italia y Eslovenia, entre otras regiones y países. Hoy ya no se limita a esas regiones del viejo continente, sino que invade el mundo: hoy atormenta con su macabra cacería a los moradores de todos los rincones del mundo contemporáneo debido a la atracción que desde hace unos años siente la cultura actual por la riqueza artística, literaria, histórica e iconográfica de este mito arcaico: dicho en otras palabras, el Krampus está de moda. Ha inspirado, por tomar ejemplos muy difundidos, una película estadounidense de animación con stop-motion, «Krampus», del 2013; el octavo episodio de la tercera temporada de la serie de televisión «Grimm», llamado «Twelve Days of Krampus», de diciembre del 2013; una película de terror, también del 2013: «Krampus, the Christmas Devil», dirigida por Jason Hull (y el arcaico demonio del frío inspirará además, se dice, otras dos películas estadounidenses: «Krampus», que será dirigida por Michael Dougherty y cuyo estreno se prevé que será en este inminente 2015, y «Anti-Claus», que Kevin Smith dirigirá y probablemente hará la competencia al segundo largometraje de Dougherty.); un libro publicado este año: «El verdadero origen del Krampus» (Barcelona, Biblok Book Export, 2014, 126 pp.), de Lara Hopler; una banda italiana de folk metal (o de alternative metal), Krampus, formada en el 2010 y cuya singular apología del Krampus, titulada «Nuestra declaración», «Our Declaration», empieza así: «El Krampus, el demonio del invierno, ha sobrevivido a la represión de los dioses modernos» («Krampus, the winter demon, has survived the repression of the modern gods»), entre otras expresiones del interés de la cultura actual en el Krampus.
El Krampus, la cara oscura, el doble maligno, el gemelo lúgubre de San Nicolás, es una de las más misteriosas, más propiamente artísticas, y simbólicamente más ricas figuras mitológicas de entre las muchas criaturas de las diversas tradiciones universales de Navidad. Saber, belleza y alegría para ti y para los tuyos en estas fiestas de fin de año, oh mitológica, preocupada y cavilosa lectora, oh lector de pronto reflexivo, fantasioso y tal vez intranquilo: que diciembre transcurra y termine felizmente, sin que se te haya acercado este oscuro Demonio de la Navidad arcaica. ¡Felices fiestas!
«El Krampus espanta hoy ya a todo el mundo contemporáneo debido a la fascinación de la cultura actual por su riqueza artística, literaria, histórica e iconográfica»
«El Krampus, la cara oscura, el doble maligno, el gemelo lúgubre de San Nicolás, es una de las figuras simbólicamente más ricas de las diversas tradiciones navideñas del mundo»
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