El imperio de la magia

El azar es gravitante. Pero no un azar gratuito, sino estimulado por tabúes, «cábulas», sueños, oraciones, «ojeos», números determinados, días aciagos o faustos, etcétera.

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Estas oscuras influencias se extienden a los más variados aspectos de la vida. «En el Paraguay –dice Carvalho Neto– las poblaciones folklóricas viven bajo el imperio de la magia, del pensamiento prelógico mágico levybruhliano, del pensamiento autístico de Bleuler, de la “omnipotencia de las ideas” freudiana» (Paulo de Carvalho Neto, Folklore del Paraguay. Sistemática analítica, Quito, Editorial Universitaria, 1961).

En un documentado capítulo de su obra sobre el folclore paraguayo, Carvalho Neto ofrece un resumen de las distintas modalidades que asume ese universo mágico bajo el cual vivimos. La lista que ofrece el autor es muy larga. Y conste que fue confeccionada sólo de manera demostrativa, casi improvisada, como una suerte de desafío a profundizar en esta senda sugerente.

Ramiro Domínguez, en un breve pero penetrante ensayo sobre las creencias populares en el contexto de la religiosidad paraguaya, concluye que el campesino actual se debate entre los universos cristiano y guaraní. En la frontera entre ambos surgen diversas formas de hibridismo y de sincretismo. «Muy asido a las formas culturales de su profesión de fe cristiana y más atado al pensamiento mágico y al código atávico del “ava” guaraní»; quemando una vela al santo mientras deja su tributo de ofrenda a karai pyhare (el señor de la noche). Cumpliendo piadosas promesas y “rogativas” mientras por esquema de refuerzo apela a todas las formas de «paje», jeharu, kurundu (talismán), «ojeo» o tupichua (distintas alusiones a hechizos y rituales» (Ramiro Domínguez, «Creencias populares en el contexto de la religiosidad paraguaya», en La religiosidad popular paraguaya. Aproximación a los valores del pueblo, recopilación de ponencias al III Seminario de Historia sobre la religiosidad popular paraguaya, Asunción, Ediciones Loyola, 1981).

Una pluma de kavure’i (lechuza pequeña) es mucho más eficiente para ciertos trámites amorosos que el asedio mejor organizado. Esto tiene su explicación. Cadogan explica que una lechuza, (urukure’a) perteneciente a la familia del kavure’i (lechuza pequeña), surgió del caos simultáneamente con Ñamandu, cuando este descendió al jardín del Edén para engendrar al futuro padre de la raza. En otros grupos guaraníes, este pájaro fue el primero creado por el dios sol. De modo que es para tomarlo muy en serio.

Helio Vera: En busca del hueso perdido. Tratado de Paraguayología, Asunción, RP Ediciones, 1990, 242 pp.

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