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En 1992, Roa Bastos retomó el testigo de aquellas narraciones de los años sesenta, como Yasih rendih, de Antonio E. González, o "La mano en la tierra", de Josefina Plá, entre otras, y nos dedicó la Vigilia del Almirante, para rescatarse a sí mismo como novelista después de varios lustros inédito, y a la figura de Colón en aquella conmemoración del Quinto Centenario hoy ya olvidada (mejor dicho: sustituida por otro fasto semejante, los bicentenarios de las independencias).Desde entonces, han caminado por aquel pasado lejano de la época colonial autores como Esteban Cabañas o Luis Hernáez. Después de la caída de Stroessner se cuestiona la mitología histórica heredada y se pone en entredicho las versiones oficiales de un pasado más utilizado con fines políticos que como instrumento de reconocimiento nacional o examen analítico de la realidad. Ya no se trataba solamente de contemplar la incidencia en el presente de figuras del Paraguay independiente, como ocurría hasta 1995, con dos ejemplos estimables con Gaspar Rodríguez de Francia en Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos, y Bernardino Caballero, en Caballero, de Guido Rodríguez Alcalá; ahora es cuestión de buscar la raíz del país, el pasado más lejano y así rehumanizar a esas figuras cuyo nombre debería servir para algo más que para identificar una calle de Asunción o para adornar los libros escolares de Historia.
Cuando parecía que esta tendencia empezaba a dejar paso a otras, como la novelización del régimen de Stroessner o la narración del individualismo urbano, resulta que no era así. Quedaba un importante autor paraguayo por adentrarse en ella, Catalo Bogado, para rescatarnos una importante figura casi siempre mal valorada y acusada de atrocidades varias como fue Ruy Díaz de Melgarejo, con una novela titulada El impenitente Capitán Ruy Díaz de Melgarejo.
La obra es una revisión de esta figura histórica inserta en el marco de mil batallas y asuntos turbios de la Asunción del siglo XVI, construida por medio de un diálogo. Para ello, Melgarejo, cuando presiente que se encuentra próximo el fin de su paso por el mundo, llama a un escribano, Francisco Pérez de Burgos, para que dé constancia notarial de los acontecimientos vividos desde que decidiera embarcarse a América; para que refleje "la vida de un conquistador", y que se reparen los escamoteos históricos, porque "no siempre los escamoteos son para la corona", y así subsanar la visión demoníaca de su figura que quedará en las leyendas y en la historia. Melgarejo cuenta su trayectoria desde su infancia hasta su vida americana, con la fundación de Ciudad Real y Villarrica del Espíritu Santo, localidad que nos ha brindado a grandes escritores, entre ellos el propio Catalo Bogado, y haciendo recuento de todas las conspiraciones por el poder al detalle, así como su historia más íntima: las desventuras de Álvar Núñéz, Irala, Juan de Salazar o Martín Orué. Una historia rescatada y comentada, incluso con unos buenos apéndices dirigidos al lector conocedor o no de la historia. Y para qué la rescata? Para humanizar al personaje histórico. Melgarejo siente la necesidad de contar su versión de los acontecimientos históricos vividos y, como si conociera todas las visiones que de él han dado los historiadores, sitúa en un lugar privilegiado la suya. No duda en contradecir las crónicas o los informes heredados. Así, comenta que los Naufragios, de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, "no lo puede creer ni su abuela" y es "una de las más burdas apologías que he leído", porque los nativos son tan necios como cuenta el cronista; y de sus Comentarios, que son fraudulentos, y que su autor verdadero es Pedro Hernández. Sin embargo, él es partidario de Cabeza de Vaca con lo cual recrea toda su historia según él la vivió, aunque ello signifique contradecir todo lo que otros escribieron a lo largo de los años. Como es el caso de Ulrico Schmidl, un cronista de 1567 respetado, pero al que Melgarejo apoda como el "alemán de la pluma exagerada", porque habló de paz deseada por Domingo Martínez de Irala, lo que no es más que un fruto de la imaginación y del optimismo del alemán. Muy interesante es el cotejo de las historias paraguayas con la narración de Bogado, pero eso se lo dejamos al lector porque aquí no tenemos espacio suficiente.
Al fin y al cabo, Melgarejo deambula por la nostalgia de su pasado sevillano, "lleno de aventuras y esperanzas" hasta llegar a un futuro esperado como conquistador. ¿Y por qué se embarcó en la aventura? También lo confiesa y manifiesta su contrición. Se mezcla el pasado y el presente, porque la memoria es frágil y huidiza; tiene poder para saltar en el tiempo e incluso para ejercer la fuerza del olvido. Por eso redacta la Memoria para "corregir mentiras y medias verdades"; para justificar sus actos y acabar con la incomprensión histórica hacia su figura. No es un testamento (estas últimas voluntades figuran en un apéndice al final de la narración): es un ajuste de cuentas con la historia.
Catalo Bogado ha optado por un lenguaje actual. Es una novela y no hay que hacer alardes lingüísticos que incluso no harían los especialistas en historia de la lengua española. De esa manera, el discurso se vuelve vehemente y con un contenido directo a la comprensión del lector. Para ello no duda en discurrir desde la gravedad al humor. Incluso el personaje se permite recurrir a la ironía para hablar de sí mismo y hasta del rey. O de su propio sobrino, Ruy Díaz de Guzmán, con el borrador de su historia del Río de la Plata que está preparando y piensa dedicar al duque de Medina Sidonia, lo cual permite datar de forma testimonial la creación de la obra de Ruy Díaz de Guzmán como mínimo entre 1595, fecha del testimonio de Melgarejo, y 1612, fecha de su publicación.
Ultrajes, asesinatos, conspiraciones, encarcelamientos, tragedias familiares, personales y colectivas toda una gama de suertes violentas que Melgarejo va narrado a su interlocutor para dibujar cómo era la vida de los aventureros que acababan en el espacio americano huyendo de un pasado y de un presente. Espíritus atolondrados, como el de Melgarejo, que fueron pilares fundamentales de los horrores de la conquista y de la formación política de un territorio manu militari. Y esa relación entre los poderes, terrenales y espirituales, con sus diferencias incluso, e incluso de parentescos familiares, la "yernocracia", como bautiza nuestro protagonista al régimen de Irala en referencia a los matrimonios de sus hijas, que dibujaron el sustrato americano. Virtudes, honras y traiciones puestas al descubierto por la confesión memorialística, aunque el propio Melgarejo nos advierte que también puede fallar por los efectos de la memoria y de la subjetividad. De hecho la estructura de la obra se rige por el recuerdo del narrador, sin que exista un orden cronológico, lineal o no: todo fluye conforme al recuerdo, aunque existan episodios que por su importancia o su narración bien estructurada dan un orden interno al discurso; un orden plenamente literario, lo cual puede ser contraproducente para quien acaba rendido a la circunstancia histórica y deja en un segundo lugar la literaria.
La novela extiende sus comentarios a cuestiones metaliterarias: hay incluso crítica literaria, y no sólo sobre teorías acerca del poder de la ficción y la memoria fragmentaria de Melgarejo, sino también sobre cuestiones concretas como la veracidad histórica. A ello responde Pedro Hernández a Melgarejo alegando que, la verdad, aun siendo sabrosa, "para la gente que está cómodamente en su casa, se vuelve insípida", por lo que él escribe para "europeos que se quedaron aguardando grandes noticias". De esa forma, las crónicas de conquista quedan legitimadas como ficciones, ante lo cual carecen de la veracidad necesaria para ser tenidas como fuentes históricas, al menos con plenitud. Y es que siempre hay que poner en entredicho las narraciones, históricas, ficticias o ensayísticas, aunque a veces vayan en detrimento de la fortaleza del discurso literario, como ocurre en las páginas sobre Felipe de Cáceres.
Catalo Bogado es uno de los grandes escritores paraguayos. Dejando al margen sus biografías de José Félix Bogado, Natalicio Talavera y Manuel Ortiz Guerrero, es autor de libros de cuentos inolvidables donde se mezcla el sentimiento humano con lo social y lo político, como en El amor de la memoria (1993) o Por amor y otros cuentos (1994). También ha mirado siempre hacia la actualidad para novelizarla, como en El fantasma de Ykua Bolaños (2006) con una mirada hacia la crueldad del acontecimiento. En el fondo, hace lo mismo en esta incursión histórica, porque no hay nada mejor que humanizar a un personaje denostado para revelar "esa pesadilla en marcha que es la historia", como dijo Nietzsche. El Impenitente contiene algunas de las mejores páginas de la narrativa histórica paraguaya y es una explicación que nos permite entender y acceder a la raíz de esa larga tradición de asonadas y golpes de Estado que han vestido su historia. Pero no esperemos en ella encontrar sólo sucesos históricos: hallaremos la conciencia de los protagonistas del pasado porque una novela es una novela, aunque trate de hilvanar testimonios, porque como bien dice el propio Melgarejo personaje de ficción, no es deseable que la memoria sea una perorata que sirva para montar la falsa historia oficial sobre la "conquista".
José Vicente Peiró Barco
Cuando parecía que esta tendencia empezaba a dejar paso a otras, como la novelización del régimen de Stroessner o la narración del individualismo urbano, resulta que no era así. Quedaba un importante autor paraguayo por adentrarse en ella, Catalo Bogado, para rescatarnos una importante figura casi siempre mal valorada y acusada de atrocidades varias como fue Ruy Díaz de Melgarejo, con una novela titulada El impenitente Capitán Ruy Díaz de Melgarejo.
La obra es una revisión de esta figura histórica inserta en el marco de mil batallas y asuntos turbios de la Asunción del siglo XVI, construida por medio de un diálogo. Para ello, Melgarejo, cuando presiente que se encuentra próximo el fin de su paso por el mundo, llama a un escribano, Francisco Pérez de Burgos, para que dé constancia notarial de los acontecimientos vividos desde que decidiera embarcarse a América; para que refleje "la vida de un conquistador", y que se reparen los escamoteos históricos, porque "no siempre los escamoteos son para la corona", y así subsanar la visión demoníaca de su figura que quedará en las leyendas y en la historia. Melgarejo cuenta su trayectoria desde su infancia hasta su vida americana, con la fundación de Ciudad Real y Villarrica del Espíritu Santo, localidad que nos ha brindado a grandes escritores, entre ellos el propio Catalo Bogado, y haciendo recuento de todas las conspiraciones por el poder al detalle, así como su historia más íntima: las desventuras de Álvar Núñéz, Irala, Juan de Salazar o Martín Orué. Una historia rescatada y comentada, incluso con unos buenos apéndices dirigidos al lector conocedor o no de la historia. Y para qué la rescata? Para humanizar al personaje histórico. Melgarejo siente la necesidad de contar su versión de los acontecimientos históricos vividos y, como si conociera todas las visiones que de él han dado los historiadores, sitúa en un lugar privilegiado la suya. No duda en contradecir las crónicas o los informes heredados. Así, comenta que los Naufragios, de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, "no lo puede creer ni su abuela" y es "una de las más burdas apologías que he leído", porque los nativos son tan necios como cuenta el cronista; y de sus Comentarios, que son fraudulentos, y que su autor verdadero es Pedro Hernández. Sin embargo, él es partidario de Cabeza de Vaca con lo cual recrea toda su historia según él la vivió, aunque ello signifique contradecir todo lo que otros escribieron a lo largo de los años. Como es el caso de Ulrico Schmidl, un cronista de 1567 respetado, pero al que Melgarejo apoda como el "alemán de la pluma exagerada", porque habló de paz deseada por Domingo Martínez de Irala, lo que no es más que un fruto de la imaginación y del optimismo del alemán. Muy interesante es el cotejo de las historias paraguayas con la narración de Bogado, pero eso se lo dejamos al lector porque aquí no tenemos espacio suficiente.
Al fin y al cabo, Melgarejo deambula por la nostalgia de su pasado sevillano, "lleno de aventuras y esperanzas" hasta llegar a un futuro esperado como conquistador. ¿Y por qué se embarcó en la aventura? También lo confiesa y manifiesta su contrición. Se mezcla el pasado y el presente, porque la memoria es frágil y huidiza; tiene poder para saltar en el tiempo e incluso para ejercer la fuerza del olvido. Por eso redacta la Memoria para "corregir mentiras y medias verdades"; para justificar sus actos y acabar con la incomprensión histórica hacia su figura. No es un testamento (estas últimas voluntades figuran en un apéndice al final de la narración): es un ajuste de cuentas con la historia.
Catalo Bogado ha optado por un lenguaje actual. Es una novela y no hay que hacer alardes lingüísticos que incluso no harían los especialistas en historia de la lengua española. De esa manera, el discurso se vuelve vehemente y con un contenido directo a la comprensión del lector. Para ello no duda en discurrir desde la gravedad al humor. Incluso el personaje se permite recurrir a la ironía para hablar de sí mismo y hasta del rey. O de su propio sobrino, Ruy Díaz de Guzmán, con el borrador de su historia del Río de la Plata que está preparando y piensa dedicar al duque de Medina Sidonia, lo cual permite datar de forma testimonial la creación de la obra de Ruy Díaz de Guzmán como mínimo entre 1595, fecha del testimonio de Melgarejo, y 1612, fecha de su publicación.
Ultrajes, asesinatos, conspiraciones, encarcelamientos, tragedias familiares, personales y colectivas toda una gama de suertes violentas que Melgarejo va narrado a su interlocutor para dibujar cómo era la vida de los aventureros que acababan en el espacio americano huyendo de un pasado y de un presente. Espíritus atolondrados, como el de Melgarejo, que fueron pilares fundamentales de los horrores de la conquista y de la formación política de un territorio manu militari. Y esa relación entre los poderes, terrenales y espirituales, con sus diferencias incluso, e incluso de parentescos familiares, la "yernocracia", como bautiza nuestro protagonista al régimen de Irala en referencia a los matrimonios de sus hijas, que dibujaron el sustrato americano. Virtudes, honras y traiciones puestas al descubierto por la confesión memorialística, aunque el propio Melgarejo nos advierte que también puede fallar por los efectos de la memoria y de la subjetividad. De hecho la estructura de la obra se rige por el recuerdo del narrador, sin que exista un orden cronológico, lineal o no: todo fluye conforme al recuerdo, aunque existan episodios que por su importancia o su narración bien estructurada dan un orden interno al discurso; un orden plenamente literario, lo cual puede ser contraproducente para quien acaba rendido a la circunstancia histórica y deja en un segundo lugar la literaria.
La novela extiende sus comentarios a cuestiones metaliterarias: hay incluso crítica literaria, y no sólo sobre teorías acerca del poder de la ficción y la memoria fragmentaria de Melgarejo, sino también sobre cuestiones concretas como la veracidad histórica. A ello responde Pedro Hernández a Melgarejo alegando que, la verdad, aun siendo sabrosa, "para la gente que está cómodamente en su casa, se vuelve insípida", por lo que él escribe para "europeos que se quedaron aguardando grandes noticias". De esa forma, las crónicas de conquista quedan legitimadas como ficciones, ante lo cual carecen de la veracidad necesaria para ser tenidas como fuentes históricas, al menos con plenitud. Y es que siempre hay que poner en entredicho las narraciones, históricas, ficticias o ensayísticas, aunque a veces vayan en detrimento de la fortaleza del discurso literario, como ocurre en las páginas sobre Felipe de Cáceres.
Catalo Bogado es uno de los grandes escritores paraguayos. Dejando al margen sus biografías de José Félix Bogado, Natalicio Talavera y Manuel Ortiz Guerrero, es autor de libros de cuentos inolvidables donde se mezcla el sentimiento humano con lo social y lo político, como en El amor de la memoria (1993) o Por amor y otros cuentos (1994). También ha mirado siempre hacia la actualidad para novelizarla, como en El fantasma de Ykua Bolaños (2006) con una mirada hacia la crueldad del acontecimiento. En el fondo, hace lo mismo en esta incursión histórica, porque no hay nada mejor que humanizar a un personaje denostado para revelar "esa pesadilla en marcha que es la historia", como dijo Nietzsche. El Impenitente contiene algunas de las mejores páginas de la narrativa histórica paraguaya y es una explicación que nos permite entender y acceder a la raíz de esa larga tradición de asonadas y golpes de Estado que han vestido su historia. Pero no esperemos en ella encontrar sólo sucesos históricos: hallaremos la conciencia de los protagonistas del pasado porque una novela es una novela, aunque trate de hilvanar testimonios, porque como bien dice el propio Melgarejo personaje de ficción, no es deseable que la memoria sea una perorata que sirva para montar la falsa historia oficial sobre la "conquista".
José Vicente Peiró Barco