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LAS ENORMES MINUCIAS
De la influencia que Chesterton tuvo sobre sus ideas, dejó constancia escrita el matemático y divulgador científico estadounidense Martin Gardner (1914-2010) en su póstumamente publicado libro de memorias Undiluted Hocus-Pocus (Princeton University Press, 2013, 233 pp.). Leemos allí:
«Un escritor británico que tuvo una enorme influencia en mi pensamiento fue Gilbert Keith Chesterton. Aunque no me convenció su poderosa retórica en defensa de Roma, releo su Ortodoxia siempre con placer. Considero El hombre que fue Jueves una obra maestra de la fantasía filosófica. Mi aprecio por la ficción de Chesterton en general, y en especial por la serie de los misterios del Padre Brown, queda patente en mi libro The Fantastic Fiction of Gilbert Chesterton. Por encima de todo, me encanta leer cualquier cosa escrita por él por su incesante emoción de maravilla y gratitud hacia Dios, y no tan solo por cosas tan complejas como él mismo, su mujer y el universo, sino por esas “enormes minucias” (como las llamó una vez) que son la lluvia, la luz del sol, las flores, los árboles, los colores, las estrellas, y aun las piedras, que “brillan a lo largo del camino / y son, y no pueden ser”, como dice su gran poema religioso “A Second Childhood”».
JUBILOSAMENTE REACCIONARIO
Y, saltando de continente, tras leer su (irrefutable) apunte acerca de que nuestro autor «exalta al hombre vulgar, al que cultiva su huerto y bebe cerveza en la taberna», encontramos que el escritor y académico francés André Maurois (1885-1967) dice, en su prólogo al William Blake (1935) de G. K. Chesterton, lo siguiente:
«Chesterton es reaccionario; es brillante, violenta y jubilosamente reaccionario, y alaba con una apasionada admiración las libertades de la Edad Media. Wells describe mundos fantásticos y logra, a fuerza de talento, que nos parezcan reales; Chesterton describe el mundo real y logra, a fuerza de talento, que nos parezca fantástico».
TU QUOQUE, HOUELLEBECQ?
También Michel Houellebecq, hablando, en El mapa y el territorio (Barcelona, Anagrama, 2011, 384 pp.), acerca de William Morris, se desvía para pensar en Chesterton:
«Chesterton rindió homenaje a William Morris en el Regreso de Don Quijote. Es una novela curiosa, en la que imagina una revolución basada en el retorno al artesanado y al cristianismo medieval que se extiende poco a poco por las islas británicas, suplantando a los demás movimientos obreros, socialista y marxista, y que conduce al abandono del sistema producción industrial en favor de comunidades artesanales y agrarias. Algo absolutamente inverosímil, tratado en una atmósfera de hadas, no muy alejado del Padre Brown. Creo que Chesterton puso en este libro muchas de sus convicciones personales».
EL CORAZÓN DEL CAOS
Sabido es que el profesor de literatura y erudito teórico canadiense de la comunicación, el profeta de la «galaxia Gutenberg» o la «aldea global» que proclamó que «el medio es el mensaje», se convirtió al cristianismo después de cenar con Chesterton una noche de 1936 en Cambridge. Hablo, claro, de Herbert Marshall McLuhan (1911-1980), que, en «Where Chesterton comes in», su prólogo al libro del crítico Hugh Kenner (1923-2003) Paradox in Chesterton (Londres, Sheed and Ward, 1947, 156 pp.), escribió lo siguiente:
«La relevancia contemporánea de Chesterton se debe a que su intuición metafísica del ser estuvo siempre al servicio de la búsqueda de un orden moral y político en el caos actual. Fue tomista por connaturalidad con el ser, no por estudio de Santo Tomás. Y, a diferencia de los neotomistas, su infalible sentido de la relevancia de la analogía del ser dirigió su mirada intelectual no a los escolásticos, sino al corazón del caos de nuestro tiempo».
NADA CIEGO
«Hay algo más terrible y maravilloso que ser devorado por un dragón; es ser un dragón», escribió Jorge Luis Borges en su artículo «Modos de Chesterton», publicado en el número de la revista Sur de julio de 1936 (es decir, poco después de la muerte de nuestro autor y escrito para conmemorarlo). «Hay algo más extraño que ser un dragón: ser un hombre. Esa intuición elemental, ese arrebato duradero de asombro (y de gratitud) informa todos los poemas de Chesterton».
TEOLOGÍA Y GEOMETRÍA
¿Hace falta decir que, por aleatorio, y por incompleto y breve, que se sepa este humilde, si bien selecto, muestrario, no podría admitir un atentado contra todo sentido «de teología y geometría» tan canallesco como la impensable ausencia de Ignatius Reilly? «Yo actuaré», escribe Ignatius, «como una especie de mentor y guía del movimiento, pues mis conocimientos, nada desdeñables, de la historia del mundo, la economía, la religión y la estrategia política constituirán una reserva, como si dijéramos, de la que esos individuos pueden extraer reglas de acción práctica. El propio Boecio jugó un papel bastante similar en la Roma degenerada. Como dijo Chesterton sobre él: “Sirvió así justamente a muchos cristianos como guía, filósofo y amigo; precisamente porque si bien su época era corrupta, él tenía una cultura completa”» (John Kennedy Toole: La conjura de los necios, Barcelona, Anagrama, 2010, 392 pp.).
PRINCE OF PARADOX
¿Será este, cómicamente, el XXI, el siglo de Chesterton, que fuera conservador ya para su época? Tal vez hay espíritus, como el de Chesterton o el de Ignatius J. Reilly, tan radicales y poéticos en su saber del pasado que su viviente pasión no puede traspirar sino futuro. Bien le sentaría al amor de Chesterton por la paradoja un posible reconocimiento de su condición de ultramoderno, por antimoderno.
juliansorel20@gmail.com