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Un fantasma ridiculizado
... Hasta que el ministro americano mister Hiram B. Otis empieza a estropear los mejores trucos terroríficos de Simon. ¿Puede ocurrirle algo más desesperante a un fantasma que intentar, sin suerte, espantar a los nuevos inquilinos del castillo con una de sus actuaciones favoritas en su papel de Daniel el Mudo o el suicidio de un Esqueleto? Esa interpretación le había valido un gran efecto en más de una ocasión.
Simón no solamente fracasa con el ministro americano. Los hijos gemelos del señor se burlan de él tendiéndole una cuerda para que tropiece y caiga. Afligido, avergonzado y triste, encuentra consuelo en Virginia, una niña que se interesa en su vida pasada y acepta ayudarlo a encontrar en la muerte la paz que no encuentra.
Lo que a mí me interesa es subrayar la manera en que Wilde pone boca para abajo el género literario del terror, sin entrar en la vulgaridad, obviamente. Le bastan al autor de El retrato de Dorian Gray cuatro o cinco ideas para echar a concebir el humor dentro del terror. Su descubrimiento literario pone en jaque hasta al mismo miedo. Si Dios puede ser ridiculizado, por qué no un un pobre fantasma que no tiene lágrimas ni fe. Queda probado, en este cuento, que la palabra es harto maleable, y puede provocar en los sentimientos del lector, cambios anímicos de distinta naturaleza. Oscar Wilde ha tratado el asunto con profesionalismo. A partir de su descubrimiento, queda probado que no hay caso literario que no pueda cerrarse magistralmente.
Prefacio de Oscar Wilde
El artista es el creador de las cosas bellas.
Revelar el arte y ocultar al artista es el fin del arte. El crítico es el que puede traducir de otra manera o en un nuevo material su impresión sobre las cosas bellas. La más elevada, así como la más baja forma de crítica es una especie de autobiografía. Los que encuentran feas significaciones en las cosas hermosas están corrompidos sin ser encantadores, lo cual es un defecto. Los que encuentran bellas intenciones en las cosas bellas son los cultos. A ellos les queda la esperanza. Existen los elegidos para quienes las cosas bellas significan únicamente belleza. Un libro no es nunca moral o inmoral. Está bien o mal escrito. Eso es todo.
La aversión del siglo diecinueve por el Realismo es la rabia de Calibán al ver su propia cara en el espejo. La aversión del siglo diecinueve por el Romanticismo es la rabia de Calibán al no ver su propia cara en el espejo.
La vida moral del hombre forma parte del tema del artista; pero la moralidad del arte consiste en el perfecto uso de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Incluso las cosas ciertas pueden ser probadas.
Ningún artista tiene simpatías éticas. En un artista, una simpatía ética constituye un imperdonable amaneramiento de estilo.
Ningún artista es nunca morboso. El artista puede expresarlo todo. Pensamiento y lenguaje son para el artista materiales de un arte.
Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico.
Desde el punto de vista del sentimiento, el trabajo de un actor. Todo arte es a la vez superficie y símbolo. Los que quieren comprender el símbolo, corren también su riesgo. Es al espectador, y no a la vida, a quien refleja realmente el arte.
La diversidad de opiniones sobre una obra de arte demuestra que la obra es nueva, compleja y vital. Cuando los críticos discrepan, el artista está de acuerdo consigo mismo.
Podemos perdonar a un hombre haber hecho una cosa útil siempre que no la admire. La única disculpa que tiene el hacer una cosa inútil es que uno la admire intensamente.
Todo arte es completamente inútil.
Oscar Wilde
Breve reseña biogrAfica del autor
Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde nació el 16 de octubre de 1854, en Dublín, y falleció el 30 de noviembre de 1900. Reconocido novelista, por su única novela El retrato de Dorian Gray (1891), poeta, autor de originales obras de teatro y crítico literario, Oscar Wilde vivió una existencia apartada de los cánones de una puritana sociedad victoriana, aunque en prisión se arrepintió de su estilo de vida, según se desprende de una carta extensa que publicó. No se puede, al hacer una reseña de este genial escritor, dejar de mencionar que una amistad íntima mantenida con lord Alfred Douglas le valió dos años de trabajos forzados en el presidio. La pacata sociedad victoriana y el escandalizado padre de Alfred Douglas, el marqués de Queensberry, lo condenaron por ser homosexual. De extraordinario talento, escribió obras teatrales como El abanico de lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895).
En la cárcel escribió De profundis (1895), que generó desconcierto porque en la obra el escritor condenaba su pasado sentimental, aunque sin llegar a convencer del todo a algunos críticos que calificaron a De profundis como una carta valiosa por sus conceptos y reflexiones, aunque hipócrita. La balada de la cárcel de Reading (1898), es un gran poema que fue compuesto al poco tiempo de salir de prisión. La obra es un paisaje torturado, vehemente y al mismo tiempo bello de los seres humanos que sobreviven desesperadamente en las prisiones.
Otras obras suyas son El príncipe feliz (1888), La casa de las granadas ( 892) y El crimen de lord Arthur Saville (1891).
Se volvió católico poco antes de morir.