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La trama que envuelve al Endoso lírico es sin duda apasionante y, como toda fábula surgida de la amorosa fantasía popular, casi imposible de contradecir incluso con documentos que se creen por ser legítimos serían eficaces. Más todavía cuando estas fantasías son alimentadas por los muchos investigadores que no investigan y, por la repetición, las dan por incuestionables.
Por alguna razón, la vida y las obras de Ortiz Guerrero se han convertido en fuentes inagotables para la fantasía popular, y así lo han dotado de una fama que otros artistas, a pesar de que buscaron con talento y afano, no pudieron lograr y rodaron con sus supuestas virtudes intelectuales superiores hacia el abismo del olvido, sin dejar tras sí más que el mínimo rumor que da la caída de una hoja en otoño.
Para ir adentrándonos en el tema, vamos a recordar que para organizar el estudio de un evento histórico con cierta rigurosidad es fundamental ubicar los hechos en un marco cronológicamente bien ajustado, pues “nadie se muere en la víspera” ni mortal alguno es ubicuo para hallarse en más de un sitio. A solo efecto de ubicarnos, vamos a recordar que Manú –como le decían a Ortiz Guerrero– llegó a Asunción a inicios del año 1914 para proseguir su estudios en el Colegio Nacional de la Capital. En 1915, el mencionado centro de educación organiza un concurso de poesía para homenajear al poeta uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, quien se encontraba de visita; sobre este evento, génesis de la fama de Ortiz Guerrero, Facundo Recalde recuerda:
“Cuatro fuimos los premiados: Fausto Jiménez Pecci, Justo Pastor Sosa, Ortiz Guerrero y yo. Ortiz Guerrero gana el concurso y recibe de las manos del Dr. Bruno Guggiari, Alejandro Guanes y Juan E. O’Leary el primer premio, testimoniado con un ejemplar del libro de Gualberto Cardús Huerta Arado, pluma y espada. Luego, ese mismo año, con las publicaciones de sus poemas Loca, Ofrendaria y Aromas en la revista Letras, le llega la nueva y definitiva consagración y, al mismo tiempo, comienza sus largas vigilias en aras de su ideal”.
En efecto, tenemos en nuestra mano la edición de octubre de 1915 de la revista Letras y allí encontramos el poema Ofrendaria sin la dedicatoria “a Alselmita” como suele aparecer hoy en algunas de las muchas ediciones y reediciones. Desde ya, hubiera sido atrozmente inapropiado que un joven veinteañero dedicara un poema que empieza con: “Perdona señora” a una muchacha de 19 años, edad de Anselmita en aquel año. Endoso lírico, el soneto que se trata de relacionar con Ofrendaria, en su primera edición del autor, tampoco está dedicado a alguien en especial y data de 1928.
A esta altura es importante recordar que en aquellos años (1928) Alselmita Heyn vivía en La Paz. En 1920 se había casado con Benjamín Mujía, hijo de un diplomático boliviano. La pregunta que debemos hacernos es, sin entrar a juzgar si el billete de 50 pesos era lo suficientemente amplio para albergar un soneto escrito a pluma, tinta y papel secante, ¿por qué Alselmita esperó 13 años para enviar su “pago” de 50 pesos o por qué Ortiz Guerrero aguardó esos años para devolver el billete con el soneto?
Como dijimos al comienzo, los mitos que adornan la vida del poeta guaireño son muchos, pero hoy, en esta página, nos hemos referido, de la manera más breve posible, al que flota como aureola sobre el Endoso lírico, soneto que más allá de las leyendas que las adornan, es un verdadero himno a la dignidad del artista.
Endoso lírico
No todo en este mundo es mercancía.
Ni tampoco el dinero es el blasón
Mejor pulido por la cortesía
Para la ufanía de la corrección.
Sobre la torre de mi bizarría
Sin mancha flota el lírico pendón:
Como ebrio de azul, hago poesía,
Pero honrado es mi pan, como varón.
Devuélvole el billete a usted precioso
Con mi firma de insolvente por endoso:
Sométalo a ley de conversión.
Que, a pesar de juzgarme un indigente,
Yo llevo un Potosí de oro viviente
Que pesa como un mundo: el corazón.