El Efecto Werther: los imitadores de la muerte

Cuando en 1774 un precoz Goethe publicaba Las cuitas del joven Werther, ignoraba el impacto que tendría esta novela.

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«Ningún hecho es más prontamente transmisible por contagio que el suicidio»

Émile Durkheim (Le suicide, 1897).

La novela no solo propulsó a Goethe violentamente del anonimato a la fama sino que, convertida en bestseller, desencadenó la que sería después llamada «Fiebre de Werther»: la imitación, a lo largo y ancho de toda Europa, de los intereses, actitudes e indumentaria del personaje principal.

Pero lo que más inquietó a la sociedad de la época con respecto a esta novela fue el notable aumento del número de suicidios entre sus lectores, a imitación del final del joven Werther. Se dice que hubo cuando menos dos mil suicidas entre los primeros lectores de la obra. Algo que la convirtió en un macabro referente al que dos siglos más tarde, en 1974, el sociólogo David P. Philips se remitiría para hablar de la conducta mimética que se observa cuando la sobreexposición a la información sobre el suicidio de una persona famosa desencadena la imitación del mismo. (1)

Ante la oleada de suicidios por imitación que desató su obra, en las siguientes ediciones Goethe añadió la frase: «Sé un hombre, no sigas mi ejemplo» al comienzo del Werther.

LA FICCIÓN

Dos siglos antes de que en el XVIII apareciera la novela de Goethe a la cual el Efecto Werther deberá su nombre, se cree que el Romeo y Julieta de Shakespeare disparó una oleada similar de suicidios entre los desgraciados en amores. En nuestros días, tienen mucha repercusión las historias de ficción transmitidas por la televisión y el cine. (2) Los métodos utilizados en ellas por los suicidas pueden tener secuelas. Un estudio de Hawton et alter (1999) mostró un significativo aumento de suicidios por intoxicación con un fármaco analgésico en el Reino Unido tras la emisión de la muerte por este método de uno de los personajes de la serie Casualty. (3) Y no solo influyen en la población los suicidios: también las muertes dramáticas pueden causar una mezcla de excesiva preocupación e información insuficiente cuyos resultados aún están en debate, como Howe et alter señalaron en un estudio del 2003 que registró, tras la muerte de Alma, personaje de una telenovela de la cadena NHS, por cáncer de cuello uterino asintomático diagnosticado demasiado tarde, un alud de pedidos de citologías de cuello uterino de televidentes preocupadas. (4)

De más está decir que, dado el efecto que sus historias tienen en la población, conviene que los guionistas y productores de obras de ficción transmitan la información científica que respalda sus historias de manera eficaz y clara.

Pero no solo la ficción se imita. También la realidad.

LA REALIDAD

En efecto, aunque el suicidio es el resultado de un conjunto complejo de diversas causas, los estudios epidemiológicos revelan que, además de la ficción, también la imitación de una conducta real muy publicitada puede ser un detonante importante. Lo confirman estudios del sociólogo arriba citado, David Philips, y de otros investigadores. Los estudios, además, evidencian que la extensión de la epidemia de suicidios es directamente proporcional a la importancia que los medios de comunicación conceden al acto que origina las réplicas. (5) Ya en el 2003, tras analizar 42 reportes de prensa sobre suicidios, 29 de los cuales (el 69%) tenía evidente repercusión en suicidios por imitación, Gould et alter afirmaban que «no queda ninguna duda respecto a la validez de los efectos contagiosos del suicidio». (6) En consonancia con esto, la mayor parte de la bibliografía consultada sigue revelando que son los reportes de suicidios de celebridades los que más impacto tienen entre la población.

Precisamente por eso, cuando en 1994 la muerte del cantante Kurt Cobain fue anunciada en los medios de prensa, se esperaba un importante efecto en el número de suicidios. Este efecto, sin embargo, no se dio. En un estudio realizado en Seattle, lugar natal de Cobain, donde se esperaba la mayor repercusión Jobes, Berman et alter (1996) señalaron que, aunque hubo un aumento en las crisis suicidas en los meses posteriores a su muerte, los suicidios consumados no aumentaron. (7)

Se elaboraron numerosas hipótesis sobre los factores de esa ausencia de Efecto Werther: el método (disparo de escopeta en la cabeza, difícil de imitar), las teorías (que circulan aún) sobre la posibilidad de que fuera un asesinato y no un suicidio, la existencia previa de una depresión clínica en el cantante de la cual ya habían informado los medios de prensa… Pero la principal diferencia, señalan Niederkrotenthaler et alter, fue la cobertura que hicieron los medios de prensa del hecho. (8) En este caso, precisamente por miedo al Efecto Werther, se reportó la noticia con cautela y ofreciendo información suplementaria sobre la depresión (cuadro clínico que presentaba el cantante) y los recursos existentes para aquellos que estuvieran contemplando el suicidio. Se consiguió así que más personas afectas de depresión buscasen ayuda profesional, mediante lo que se denomina en la actualidad Efecto Papageno, en homenaje a la escena de La flauta mágica de Mozart en la que el personaje de Papageno decide suicidarse, pero es detenido por sus amigos, que le ofrecen alternativas a su sufrimiento. Este efecto beneficioso, totalmente opuesto al que normalmente se crea en estos casos, hace patente la importancia del tratamiento de la información. Porque, si no solo la ficción se imita, sino también la realidad, la realidad se difunde, sobre todo, por la prensa.

LA PRENSA

Y de ahí la importancia de formar a los comunicadores en el conocimiento de la naturaleza social del fenómeno del suicidio, de su capacidad de propagación y de su componente imitativo, plasmado en ejemplos concretos (como el de Ivy Li, cantante cuyo fin desató una oleada de imitación entre la población más vulnerable de Taiwan, según el estudio realizado por Chen et alter en el 2009). (9)

El suicidio es tema periodístico, sea por la notoriedad de quien lo comete, sea por lo peculiar del método. No se puede evitar esto porque, sencillamente, no se debe; es derecho de la población conocer lo que le atañe, y derecho de los medios de prensa difundir lo que consideren pertinente. Pero el tratamiento de la información puede aumentar o reducir el riesgo de contagio. Muchas experiencias confirman la importancia de los comunicadores en los brotes de suicidio por imitación. (10) De ahí que haya conductas –sensacionalismo, sobreexposición, idealización– que se deben evitar al dar la noticia de un suicidio, o de la muerte de una figura pública (también esta puede crear un clima favorable al suicidio para la población en riesgo, como sucedió con la muerte de lady Diana Spencer, caso analizado por Hawton et alter en el año 2000. [11])

Los periodistas se encuentran a veces ante personas en situación de crisis, como Mohamed Alanssi, el informante del FBI que se prendió fuego ante la Casa Blanca tras haber dado, semanas antes, claros indicios de depresión e ideas suicidas en entrevistas concedidas a un periódico local. (12) El reportero que lo entrevistó admitió que Alanssi había hablado más de una vez de la posibilidad de suicidarse, pero que no lo había tomado en serio hasta que llamó, momentos antes de inmolarse. Conocer los factores de riesgo (consumo de sustancias, enfermedades terminales, patologías mentales) y los signos que puede presentar un suicida en potencia, así como los recursos disponibles a nivel local (sitios web, teléfonos y centros de ayuda psicológica) para ofrecerlos tanto al potencial suicida como a su entorno y al público en general, y los teléfonos de ayuda en su país ante casos de peligro de suicidio cercano, es parte de la labor de informar responsablemente.

NOTAS

(1) D. P. Philips: «The Influence of Suggestion on Sui cide: Substantive and Theoretical Implications of the Werther Effect», en: American Sociological Review, 1974, vol. 39, nº 3, pp. 340-354.

(2) M. Gould y D. Shaffer: «The impact of suicide in television movies: evidence of imitation», en New England Journal of Medicine, 315, septiembre de 1986, pp. 690-694.

(3) K. Hawton, S. Simkin, J. Deeks et alt.: «Effects of a drug over dose in a television drama on presentations to hospital for self-poisoning: Time series and questionnaire study», en: The British Medical Journal, 318, abril de 1999, pp. 972-977.

(4) A. Howe, V. Owen-Smith y J. Richardson: «The impact of a television soap opera on the NHS Cervical Screening Programme in the North West of England», en Journal of Public Health Medicine, vol. 24, nº 4, diciembre del 2002, pp. 299-304.

(5) J. Mercy, M. Kresnow, P. W. O’Carroll et alt.: «Is Suicide Conta gious? A Study of the Relation between Ex posure to the Suicidal Behavior of Others and Nearly Lethal Suicide Attempts», en: American Journal of Epide miology, vol. 154, nº 2, julio del 2001, pp. 120-127.

(6) M. Gould, P. Jamieson y D. Romer: «Media con tagion and suicide among the young», en: American Behavioral Scientist, vol. 46, nº 9, mayo del 2003, pp. 1269-1284.

(7) D. A. Jobes, A. L. Berman, P. W. O’Carroll et alt.: «The Kurt Cobain Suicide Crisis: Perspectives from Research, Public Health, and the News Media», en: Suicide and Life-Threatening Behavior, vol. 26, nº 3, otoño de 1996, pp. 260-271.

(8) T. Niederkrotenthaler, M. Voracek, A. Herberth et al.: «Role of media reports in completed and prevented suicide. Werther v. Papageno effects», en: The British Journal of Psychiatry, vol. 197, nº 3, agosto del 2010, pp. 234-243.

(9) Chen, Tsai et alt.: «Effect of media reporting of the suicide of a singer in Taiwan: the case of Ivy Li», en Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology, vol. 45, nº 3, marzo del 2010, pp. 363-369.

(10) E. Etzersdorfer y G. Sonneck: «Preventing suici de by influencing the mass-media reporting. The Viennese experience, 1980-1996», en: Archives of Suicide Research, vol. 4, nº 1, 1998, pp. 67-74. P. O’Carroll, L. Potter et alt.: «Suicide contagion and the reporting of suicide: Recommenda tions from a national workshop», en: Morbidity & Mortality Weekly Report, 43, 22 de abril de 1994, pp. 9-17. Andy Ho: «When cases of suicide make the news here», en: The Straits Times, 26 de octubre de 2003. I. M. Wasserman: «Imitation and suicide: A re examination of the Werther effect», en: American Sociological Review, vol. 49, nº 3, 1984, pp. 427-436.

(11) K. Hawton, L. Harriss, S. Simkin et alt.: «Effect of death of Diana, Princess of Wales on suicide and deliberate self-harm», en The British Journal of Psychiatry, vol. 177, nº 5, noviembre del 2000, pp. 463-466.

(12) M. Block: «Yemeni protestor claimed to be FBI informant». Del programa de radio de A. Silverman (productor ejecutivo) All Things Considered del 16 de noviembre del 2004. Washington, DC: National Public Ra dio.

* Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU)

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