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Bartomeu Meliá
Dominique Temple
Las observaciones que desarrollaremos no conciernen solamente el patrimonio de una sociedad particular, sino lo que podemos considerar la memoria del futuro; hay que poner de relieve y revelar lo que desde los orígenes de la humanidad permanece intangible y primordial en todas las comunidades del mundo: las matrices de los valores humanos.
¿Por qué no hacerlo si a ello nos invita la tradición misma de los Guaraníes, quienes saben ordenar, no sólo las imágenes poéticas, sino los usos de las cosas más prosaicas de cada día, mediante intuiciones místicas de gran claridad y pureza? Pensemos, de entrada, en la figura de la tierra-sin-mal, en la que los Guaraníes han sabido concentrar, como en un diamante, todo el resplandor de una utopía y toda la densidad de lo real.
Resonancia de una cultura
Hablaremos mucho de los Guaraníes. Y es que en el Paraguay -donde nace y se despliega nuestra reflexión y estudio- todo es resonancia y eco de esa cultura. Por una parte los Guaraníes están todavía entre nosotros; son una sociedad viva de hombres y mujeres vivos. Pero está también la sociedad paraguaya, que, si bien desconcertada y confundida, busca a tientas como parte importante de su identidad la tradición guaraní, en la que sospecha sus más auténticas raíces y su fuente de inspiración. No es aventurado postular una continuidad entre el Guaraní antiguo, el Guaraní moderno y la sociedad paraguaya, y aun la latinoamericana.
Se engañaría, sin embargo, quien pensara que proponemos el renacimiento y restauración de un pensamiento arcaico, la utopía de un pasado; y se equivocaría todavía más el que imaginara que sugerimos una especie de folklorismo conservador, que quiere salvaguardar valores y prácticas llamadas tradicionales, pero separadas del sistema total al que dichos valores pertenecen, como sucede con aquellos paraguayos que han reducido el "jopói" -el don muto- a una práctica de regalos ocasionales, pero desligado de cualquier referencia a un sistema coherente de economía. Como se verá a lo largo de estas páginas, la economía de reciprocidad no es un sistema de intercambio; no se basa en el interés para sí, sino en el interés por el otro; es decir, su fundamento es el gesto, totalmente ignorado por la naturaleza, del don.
El otro en sí mismo
La justificación de un tal gesto -que para la economía occidental es de libre cambio es igualmente paradoja y una irracionalidad, puesto que lo que ella pretende es respetar las leyes de la naturaleza- es precisamente el hacer aparecer algo que puede ser llamado sobre-natural. El respeto al otro, el reconocimiento del otro, tiene esto de singular y admirable: que hace descubrir no solamente al otro en sí mismo, sino eso nuevo que, entre el otro y sí mismo, nace en cuanto humanidad. Y porque no está dentro de las cosas dadas y recibidas, y menos aún en las cosas intercambiadas, ese valor es el que constituye toda la diferencia entre la economía de intercambio y la economía de reciprocidad.
Pero, ¿por qué hablar de economía si se trata de producir valores humanos? Precisamente por eso; porque la reciprocidad de dones es la matriz de los valores humanos; ella induce y estimula inmediatamente una "producción económica", ya que para dar es necesario producir.
Organizando la producción
1.- Entre todas las preocupaciones del hombre, una de las primeras es la de vivir en esta tierra, y por lo tanto la de aprovechar los recurso naturales y repartir y su riqueza, con el fin de que desaparezcan el sufrimiento, la indigencia, el trabajo pesado y el dolor que trae la enfermedad. Es por ello que los hombres y mujeres de todos los tiempos intentan organizar la producción del mejor modo posible. Ahora bien, puesto que en la economía de reciprocidad el objetivo primero e inmediato es el bien del otro, la economía de reciprocidad destruye de modo inmediato la pobreza en el mundo. Ella es, pues, el principio universal al que uno puede referirse para presentar una alternativa a los sistemas de producción que están ordenados al crecimiento o al éxito de unos en detrimento de los otros; es decir, aquellos sistemas que crecen en favor de algunos mediante el crecimiento de la pobreza para otros, a veces -como en este final del siglo XX- en proporciones alarmantes e insoportables en perjuicio de los últimos.
La primera parte intentará mostrar el modo como la economía de reciprocidad era y es vivida por los Guaraníes hasta el punto de haber construido la figura e idea de la tierra sin mal -yvy marane'y- en la cual cifran tanto la teoría de sus valores como su práctica. El trabajo en común, en la forma llamada potiro, establece las condiciones que harán posible la economía de reciprocidad dentro de un sistema complejo y muy coherente a la vez. Una reflexión propiamente filosófica ayudará a ver en su conjunto y a sistematizar lo que los datos y experiencias históricas y antropológicas aportaron desde su campo específico.
Economía de reciprocidad
2.- Esta economía de reciprocidad nace de varias formas de reciprocidad, de las cuales una, que ciertamente no es la menor, pero que puede sorprender por su llamativa figura, es la reciprocidad de venganza.
La venganza presenta en sí una dificultad muy grande. De hecho, se constituye en un
imaginario paradójico de la conciencia ética, puesto que es la reciprocidad misma la que es la matriz del sujeto, de la conciencia ética, cualquiera que sea el medio que ella utiliza: la hospitalidad, la alianza, el don, o la venganza... El medio que utilice repercute sobre el valor, enmarcándolo en un imaginario particular, sea éste el prestigio, el honor...
En la segunda parte, se analizan los datos históricos y antropológicos de que disponemos sobre la venganza y la antropofagia entre los Tupinamba y los Guaraníes, para desembocar, como ya se hizo en la primera parte, en una reflexión filosófica sobre los fundamentos y el sentido de la venganza y de la antropofagia dentro de un sistema de reciprocidad; en otros términos, cuál es el sentido de la reciprocidad negativa, de la cual la antropofagia es acabada metáfora y práctica.
3.- La dificultad de comprender un sistema económico a partir del valor humano da origen a una serie de quid-pro-quo, de confusiones y malentendidos, que se viene produciendo desde el mismísimo primer contacto de Colón con los indios de América, de tal manera que el descubridor ya desde el primer día se hace su encubridor2.
El encubrimiento de América se reproducirá como hongo venenoso cada vez que los europeos -y quienes se inscriben en su economía, vengan de donde vinieren- desembarquen en la más mísera o la más rica playa de este continente, sea que toquen la costa del Brasil o entrando por el Río de la Plata, lleguen al Paraguay.
¿Habrá sido el manto encubridor tan opaco y tan extenso que haga imposible que la luz
original surja por algún resquicio o fisura? Como en el mito de los Aché-Guayakí, ¿la olla de la noche habrás tragado todos los colores del día, impidiendo cualquier nuevo amanecer?.
Hubo, sin embargo, en la historia ensayos de comprensión recíproca, como si el sistema guaraní pudiera esclarecer el nuevo pensamiento que irrumpía en el horizonte y aun imponerle su propia luz. Fue el caso de los jesuitas que vieron confirmados los principios de la caridad y de la comunión cristiana primitiva en el modo de vida de los Guaraníes. En el mismo momento en que los jesuitas pensaban convertir a los Guaraníes eran convertidos por los Guaraníes, ya que éstos evangelizaban el pensamiento cristiano occidental en un aspecto fundamental, como era el hacer surgir el ser a partir del don. De ahí vino esa especie de vida anticolonial en el seno de la misma colonia, lo que a la larga no podía durar, mientras la conversión no fuera más englobante.
Destrucción y desestructuración
Este tipo de reflexiones ocupan la tercera parte. La historia de la destrucción de América, se confunde en gran parte con la desestructuración de su sistema de reciprocidad, destrucción que no solo alcanza el sistema económico sino el político, el cultural y el religioso.
Que hubiera alguna experiencia en que la economía indígena fue mantenida, como parece haber sucedido en las Reducciones jesuíticas, muestra con dramatismo, dado el frustrante desenlace que tuvieron, lo precario de las alternativas parciales y localmente reducidas.
Y aun sí, flotan en el aire ilusiones y dudas cuando se trata de saber hasta qué punto y cuán profundamente el quid-pro-quo de sistemas está definitivamente instalado en el Paraguay -y mutatis mutandis en toda América Latina- que ha visto la derrota, en primer lugar, de los Guaraníes como tales, y después de los Guaraníes de las Reducciones, pérdida y ruina que se prolonga hasta hoy en los campesinos.
Pero entramos ya en otro tema que sería motivo de nuevas reflexiones y estudios para los cuales se encontrarán en estas páginas apenas el esbozo y algunos datos básicos.
Dominique Temple
¿Por qué no hacerlo si a ello nos invita la tradición misma de los Guaraníes, quienes saben ordenar, no sólo las imágenes poéticas, sino los usos de las cosas más prosaicas de cada día, mediante intuiciones místicas de gran claridad y pureza? Pensemos, de entrada, en la figura de la tierra-sin-mal, en la que los Guaraníes han sabido concentrar, como en un diamante, todo el resplandor de una utopía y toda la densidad de lo real.
Resonancia de una cultura
Se engañaría, sin embargo, quien pensara que proponemos el renacimiento y restauración de un pensamiento arcaico, la utopía de un pasado; y se equivocaría todavía más el que imaginara que sugerimos una especie de folklorismo conservador, que quiere salvaguardar valores y prácticas llamadas tradicionales, pero separadas del sistema total al que dichos valores pertenecen, como sucede con aquellos paraguayos que han reducido el "jopói" -el don muto- a una práctica de regalos ocasionales, pero desligado de cualquier referencia a un sistema coherente de economía. Como se verá a lo largo de estas páginas, la economía de reciprocidad no es un sistema de intercambio; no se basa en el interés para sí, sino en el interés por el otro; es decir, su fundamento es el gesto, totalmente ignorado por la naturaleza, del don.
La justificación de un tal gesto -que para la economía occidental es de libre cambio es igualmente paradoja y una irracionalidad, puesto que lo que ella pretende es respetar las leyes de la naturaleza- es precisamente el hacer aparecer algo que puede ser llamado sobre-natural. El respeto al otro, el reconocimiento del otro, tiene esto de singular y admirable: que hace descubrir no solamente al otro en sí mismo, sino eso nuevo que, entre el otro y sí mismo, nace en cuanto humanidad. Y porque no está dentro de las cosas dadas y recibidas, y menos aún en las cosas intercambiadas, ese valor es el que constituye toda la diferencia entre la economía de intercambio y la economía de reciprocidad.
Pero, ¿por qué hablar de economía si se trata de producir valores humanos? Precisamente por eso; porque la reciprocidad de dones es la matriz de los valores humanos; ella induce y estimula inmediatamente una "producción económica", ya que para dar es necesario producir.
Organizando la producción
1.- Entre todas las preocupaciones del hombre, una de las primeras es la de vivir en esta tierra, y por lo tanto la de aprovechar los recurso naturales y repartir y su riqueza, con el fin de que desaparezcan el sufrimiento, la indigencia, el trabajo pesado y el dolor que trae la enfermedad. Es por ello que los hombres y mujeres de todos los tiempos intentan organizar la producción del mejor modo posible. Ahora bien, puesto que en la economía de reciprocidad el objetivo primero e inmediato es el bien del otro, la economía de reciprocidad destruye de modo inmediato la pobreza en el mundo. Ella es, pues, el principio universal al que uno puede referirse para presentar una alternativa a los sistemas de producción que están ordenados al crecimiento o al éxito de unos en detrimento de los otros; es decir, aquellos sistemas que crecen en favor de algunos mediante el crecimiento de la pobreza para otros, a veces -como en este final del siglo XX- en proporciones alarmantes e insoportables en perjuicio de los últimos.
La primera parte intentará mostrar el modo como la economía de reciprocidad era y es vivida por los Guaraníes hasta el punto de haber construido la figura e idea de la tierra sin mal -yvy marane'y- en la cual cifran tanto la teoría de sus valores como su práctica. El trabajo en común, en la forma llamada potiro, establece las condiciones que harán posible la economía de reciprocidad dentro de un sistema complejo y muy coherente a la vez. Una reflexión propiamente filosófica ayudará a ver en su conjunto y a sistematizar lo que los datos y experiencias históricas y antropológicas aportaron desde su campo específico.
2.- Esta economía de reciprocidad nace de varias formas de reciprocidad, de las cuales una, que ciertamente no es la menor, pero que puede sorprender por su llamativa figura, es la reciprocidad de venganza.
La venganza presenta en sí una dificultad muy grande. De hecho, se constituye en un
imaginario paradójico de la conciencia ética, puesto que es la reciprocidad misma la que es la matriz del sujeto, de la conciencia ética, cualquiera que sea el medio que ella utiliza: la hospitalidad, la alianza, el don, o la venganza... El medio que utilice repercute sobre el valor, enmarcándolo en un imaginario particular, sea éste el prestigio, el honor...
En la segunda parte, se analizan los datos históricos y antropológicos de que disponemos sobre la venganza y la antropofagia entre los Tupinamba y los Guaraníes, para desembocar, como ya se hizo en la primera parte, en una reflexión filosófica sobre los fundamentos y el sentido de la venganza y de la antropofagia dentro de un sistema de reciprocidad; en otros términos, cuál es el sentido de la reciprocidad negativa, de la cual la antropofagia es acabada metáfora y práctica.
El encubrimiento de América se reproducirá como hongo venenoso cada vez que los europeos -y quienes se inscriben en su economía, vengan de donde vinieren- desembarquen en la más mísera o la más rica playa de este continente, sea que toquen la costa del Brasil o entrando por el Río de la Plata, lleguen al Paraguay.
¿Habrá sido el manto encubridor tan opaco y tan extenso que haga imposible que la luz
original surja por algún resquicio o fisura? Como en el mito de los Aché-Guayakí, ¿la olla de la noche habrás tragado todos los colores del día, impidiendo cualquier nuevo amanecer?.
Destrucción y desestructuración
Este tipo de reflexiones ocupan la tercera parte. La historia de la destrucción de América, se confunde en gran parte con la desestructuración de su sistema de reciprocidad, destrucción que no solo alcanza el sistema económico sino el político, el cultural y el religioso.
Que hubiera alguna experiencia en que la economía indígena fue mantenida, como parece haber sucedido en las Reducciones jesuíticas, muestra con dramatismo, dado el frustrante desenlace que tuvieron, lo precario de las alternativas parciales y localmente reducidas.
Y aun sí, flotan en el aire ilusiones y dudas cuando se trata de saber hasta qué punto y cuán profundamente el quid-pro-quo de sistemas está definitivamente instalado en el Paraguay -y mutatis mutandis en toda América Latina- que ha visto la derrota, en primer lugar, de los Guaraníes como tales, y después de los Guaraníes de las Reducciones, pérdida y ruina que se prolonga hasta hoy en los campesinos.
Pero entramos ya en otro tema que sería motivo de nuevas reflexiones y estudios para los cuales se encontrarán en estas páginas apenas el esbozo y algunos datos básicos.