El discreto desencanto de Nadine Gordimer

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LAS LETRAS AFRICANAS

Desde la segunda mitad del siglo XX, y en parte por la difusión masiva que acompaña a los premios Nobel, ya que han recibido sendos Nobel en las últimas décadas cuatro escritores africanos –el nigeriano Wole Soyinka (1934) en 1986, el egipcio Naguib Mahfuz (1911-2006) en 1988 y los surafricanos Nadine Gordimer (1923-2014), en 1991, y John Maxwell Coetzee (1940), en el 2003– la literatura escrita de África se ha vuelto bastante conocida globalmente. Una literatura escrita en un continente en el que se hablan más de mil lenguas. Una literatura muy joven, de un siglo y medio de edad. Una literatura heredera de la tradición oral y de la escritura de los colonizadores que con frecuencia, en mayor o menor grado, subvierte, con la expresividad de la primera, su idioma de escritura. Una literatura poscolonial para una modernidad inconclusa. Una literatura en construcción por los escritores que viven (en) la lengua adoptada animándola con el ritmo del malinké –como el francés de Ahmadou Kourouma (1927-2003), cuyo poético nombre, «Ahmadou», por cierto, en malinké significa «guerrero»–, el lingala, el bobangi, el swahili, el kikongo –como en la obra de Sony Lab’ou Tansi (1947-1995)–, el yoruba –como en el caso del citado Akinwande Oluwole «Wole» Soyinka–, el kikuyu –Ngugi wa Thiongo (1938)–, etcétera. De tal gesta, literaria y más que literaria, dan cuenta voces como las del ya mencionado congoleño Sony Lab’ou Tansi, que, «ante la verdad preestablecida sobre la cual nosotros, poetas, estamos autorizados a mearnos», quiere «que ninguna faceta de la realidad humana se vea empujada bajo el silencio de la Historia». «He nacido», añade Sony Lab’ou Tansi, «para contar esa parte de la Historia que lleva cuatro siglos sin comer». Este lazo de la literatura africana y la historia fecundó, por cierto, temas como, por ejemplo, el de la dictadura (caso en esto semejante, dicho sea de paso, al latinoamericano): La vie et demie (1979), de Lab’ou Tansi, En attendant le vote des bêtes sauvages (1998), de Ahmadou Kourouma, etcétera, reflejan los mecanismos de funcionamiento y los efectos de los poderes políticos pos independentistas, sus excesos, las formas de su violencia, su secreta voluntad de destrucción.

Pero en todo hay excepciones. Pese a lo combativo de su actividad, a juicio de la propia Nadine Gordimer no parece haber ese tipo de fuerza subversiva en su lengua literaria; así, declara a Alberto Lati para Letras Libres en el 2010: «Si de algo me arrepiento, si algo me avergüenza, es que nunca aprendí una de nuestras nueve lenguas africanas», y añade: «Mi tradición literaria es completamente europea».

MEJOR HOY QUE MAÑANA

Con el apartheid, tratado con sutileza y perseverancia, como telón de fondo de sus ficciones, la surafricana Nadine Gordimer ha fabulado fenómenos recurrentes en la historia –el dominio colonial, la violencia en las relaciones interpersonales y en la política, las diversas figuras del poder y su incidencia en la subjetividad y en la vida, las incertidumbres de la existencia y, en fin, la presencia, a veces notoria, a veces tenue, del mal en la experiencia humana–. Nacida en Springs, provincia de Gauteng, el 20 de noviembre de 1923 en una familia judía de inmigrantes, hija de un relojero de Lituania y de una londinense, Gordimer publicó su primer libro, Cara a cara (Face to Face, relatos), en 1949, muchos más después (como las novelas Historia de mi hijo, La hija de Burger y El desaparecido mundo burgués, o los ensayos La libertad de un escritor y El gesto esencial), y el último, Mejor hoy que mañana (No Time Like the Present), en el 2012.

No Time Like the Present es el retrato de una pareja de antiguos militantes antiapartheid, el químico blanco Steve y la abogada negra Jabuille, casados pese a la prohibición impuesta en su momento por la política surafricana de segregación racial, de su vida en un barrio de Johannesburgo desde la década de 1990 hasta fines del 2009 y de su decepción al ver cómo, ya en la Suráfrica democrática, ya abolido el apartheid, sus viejos compañeros de lucha son seducidos por ofertas de poder y dinero mientras la desigualdad social sigue creciendo hasta volverse aun peor de lo que era en sus antiguos tiempos de lucha y de protesta.

EL POSTRER DESENCANTO

En su discurso de aceptación del Nobel, Nadine Gordimer dijo que «el escritor, sus temas, sus personajes, se van formando por las presiones y distorsiones de la sociedad, como la vida del pescador es determinada por el poder y la fuerza del mar». En una entrevista con Michael Skafidas, en noviembre pasado, anunció que se retiraba de la literatura y que sentía esa, su última novela, No Time Like the Present, como una conclusión («feels like a conclusion», dijo literalmente). Al cabo de una vida de escribir obras consideradas gritos contra las arbitrariedades del poder y contra la segregación racial, dejó, con esa novela que puso fin a su escritura y, lógicamente, poco tiempo después, a su existencia, el insidioso, discreto retrato de un mundo en el que se ha instalado definitivamente el desencanto. Hace hoy una semana, el pasado domingo 13 de julio, Nadine Gordimer murió en su casa de Johannesburgo mientras, por rara coincidencia, su colega el escritor y también activista político, y el primero de los cuatro Nobel de literatura africanos (ella fue la tercera), Wole Soyinka, nacido el 13 de julio del año 1934, celebraba su octogésimo cumpleaños. O Fortuna Imperatrix Mundii.

Juliansorel20@gmail.com

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