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Anoche fuimos a celebrar el Día de los Enamorados. Hicimos reserva en El Cupido Flechado y cuando llegamos no sabían nada de nuestra reserva. Pasé vergüenza durante media hora frente a las nueve parejas que fueron a celebrar con nosotros esta fecha tan íntima.
Resulta que escribieron mal mi apellido, suele pasar. Aclaramos el malentendido y conseguimos ubicarnos. La mesa tampoco era la mejor ubicada, pero en fin, al menos no estaba tan cerca del baño. Me atrevo a decir que en una mesa donde normalmente entrarían catorce, nos enzoquetaron a los veinte, pero bueno, era una noche para cenar pegados, codo a codo, cara a cara, cachete con cachete.
El menú era único. Igual para todos. El mozo tuvo mucho trabajo anotando los gustos personales de cada uno, ya que la entrada eran unos voulauvent hojaldrados con relleno de palmito y roquefort en salsa de camarones, sobre espejo de reducción de pétalos y vino tinto con semillas de lino y amapola.
Fue todo un tema, una quería sin roquefort; otra, con relleno pero sin masa (no come harina porque produce adicción, pero toma doce espressos por día); otro quería sin pétalo porque dice que sólo las vacas comen flores; otro, sin salsa de vino porque está dejando el alcohol al fin; otra no come semilla porque se le pega todo por el intestino; otra quería doble roquefort porque o si no, no tiene gusto, y uno altote no come pescado y tiene alergia al camarón.
Entre las diez parejas había tres Lauras, las tres con balayage y blusa en tono nude, y al mozo se le armó un quilombo.
El plato principal era salmón rosado a la manteca negra con alcaparras y salsa teriyaki, torre de vegetales al vapor y áspic de arroz al curry con pasas y piñones. Dos querían sin alcaparras, una, sin manteca negra por racista, tres pidieron lomito porque no comen pescado y solo una quería los benditos vegetales al vapor. El resto pidió puré de papas o papas fritas.
Una pareja se peleó porque justo tocaron la música que a la mujer le dedicaba su ex. Como el cantante a ella nomás luego le miraba, su marido pensó que era a propósito y se levantó para irse. Su amiga le siguió raudamente para atajarle, el mozo pensó que ella, la amiga, era su esposa y le dijo, intentando calmar los ánimos: «¿Su marido no quiere un trago de cortesía?» Para qué luego. Ahí la esposa, que venía detrás, armó el escándalo, pero de show estamos hablando: «¿Se puede saber por qué el mozo cree que vos sos su esposa eh?» Y se sentó upa en el regazo del marido de ella, o sea de su marido, el suyo propio.
El cantante se fue a otra mesa y los de esa mesa le abuchearon. Se vivieron momentos de tensión. Salieron al estacionamiento a aclarar todo y había niños mirando. «¿Quién en su sano juicio trae criaturas a cenar en el Día de los Enamorados?», le dijo una de las Lauras a una señora que estaba con su hija. «¿De dónde carancho querés que saque niñera hoy, tarada?», le dijo la señora y la nena le derramó a mi amiga gaseosa por su blusa nude.
El postre era volcán de chocolate pero llegó reventado. No aguantó el calor, parece. Una quería poner más fuerte el aire porque tenía calor con su bijou cargadísima y sus siete kilos de base de maquillaje y la otra, que estaba medio en bola, tenía frío. El mozo subía y bajaba la temperatura. Al cantante le echaban de cada mesa porque no se podía hablar de él. El postre faltó todo, porque la otra opción era dulce de mamón y ese nadie elegía, y no alcanzó el volcán.
Llovió, los que reservaron en el patio entraron al salón, quedando todos bastante más apretados. Los mozos no podían pasar entre mesa y mesa y todos hacíamos tocorré de la comida ajena para que le llegue al dueño, pero a veces con peaje. Si estaba mal, veníiiiiiiiiia de nuevo, pero la mitad nomás ya. No perdonan los perros el peaje. La cocina colapsó. Superó su capacidad a pesar de que era todo con reserva.
Se sortearon hermosos premios. Un premio era una noche en un motel y la señora que ganó se ofendió, dijo que ella es una dama y que no piensa ir a donde su marido lleva a sus capillitas. Se volvió a sortear y ganó una soltera que había ido a cenar sola para superar su miedo a la soledad. Demasiado mucho lloró, un mozo le compadeció y le llevó al motel.
Nadie venía a traernos la cuenta y ya nos queríamos ir. Se fue la luz. Menos mal había velas a patadas. Pero hacía calor. Muy rico todo pero yo quería sin alcaparras y con queso rallado y me vino al revés. También trajeron mal la cuenta. Encima nos cobraron el trago de cortesía porque aceptamos he’i. Quilombo armó el altote que no come pescado.
Es que además nos cobraron cubiertos. Mi amigo le bajó que si hubiera sabido, traía cubiertos de su casa. Una señora de la mesa de al lado, que más que al lado al final es como que estaba sobre nuestra mesa, quiso explicarle que le llaman cubiertos al pan con patecitos, pero no hubo caso, «Eso no entra en la cabeza de nadie y si vamos a jugar así, voy a llamarle propina a la piña con que le voy a dejar sin dientes a este mozo pelotudo», repetía y repetía mi amigo mientras le ponían oxígeno porque comió un camarón pensando que era champiñón.
Lo que les quiero decir es que festejen todo na ya del diez al dieciocho de febrero o qué, en vez de arrejuntarse todo mal el catorce en cualquier lado y plaguearse en todas las redes sociales el quince. Señores y señoras dueños y dueñas de locales gastronómicos, el catorce de febrero llueve, todos los años, sí o sí, es un clásico, métanse ya en la cabeza eso.
A los ñembo enamorados les digo: Organícense. Divide y triunfarás. Lunes vayan ya los de Capricornio, martes Acuario, miércoles Piscis, sigue los días con Aries, Géminis, Cáncer y Leo. Algo así. Pero vean bien ya. No se plagueen cada quince de febrero, aburre. Y por favor no le feliciten a todo el mundo. Feliciten a esa persona de la que están enamorados y punto. Menos polución saludística.
valentinacallado777@gmail.com