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Dos retratos
En esta página vemos dos retratos de Domingo Faustino Sarmiento: un dibujo y una litografía.
La litografía va impresa en las guardas –antes de que, desde el siglo XX, la convención dominante sea poner la correspondiente fotografía en la contratapa o la solapa– del Facundo, editado en Santiago de Chile, en la Imprenta del Progreso, en 1845. Es obra del pintor, grabador y litógrafo francés Narcise Edmond Joseph Desmadryl, nacido en Lille en 1801 y muerto en su país natal en 1890. Su familia tenía en París una afamada imprenta de grabados. Llegado a Santiago en 1853, fundó en Chile su propio taller.
El dibujo, a tinta y grafito sobre papel, aunque tiene su propio carácter, se parece mucho a la litografía. Es obra del artista argentino Ignacio Baz (San Miguel de Tucumán, circa 1826-1887), un discípulo del pintor Carlos Morel (Buenos Aires, 1813-1894) que dejó un Álbum con retratos, a lápiz la mayoría, de personajes ilustres del siglo XIX de Argentina y otros países de la región. En la esquina inferior derecha, como se observa con esfuerzo (la tinta está ya muy pálida, incluso en el original, conservado en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires), hay una leyenda escrita a pluma: «Santiago, 1850».
Un fantasma
El retrato de Baz a grafito y tinta muestra a Sarmiento con el aspecto que tenía a fines de la década de 1840. El mismo aspecto registra el retrato litográfico de Desmadryl impreso en la edición del Facundo de 1845. El lector puede observar las diferencias de estilo y técnica y las variaciones en los detalles. En la litografía, Sarmiento sostiene un libro con la mano izquierda, cuyos dedos y uñas vemos, mientras que en el dibujo Baz esfuma los brazos antes de alcanzar los codos. La corbata negra que Sarmiento lleva en aquella no está en este. Baz viste a Sarmiento con un modelo de levita de solapas más anchas que el litografiado por Desmadryl. Sarmiento lleva la levita cerrada hasta arriba en el dibujo de Baz, y en la litografía de Desmadryl la lleva abierta. La mirada es más alerta en el dibujo, y más reflexiva en la litografía. Esta muestra el chaleco, y aquél, no. Etcétera.
En cuanto a las semejanzas, son demasiado numerosas para que la lectura de su lista no sea molesta, y demasiado evidentes para que no sea superflua. Caben dos posibles explicaciones. Una, que Baz no haya dibujado a Sarmiento, sino la litografía, cinco años más antigua que su dibujo, de Desmadryl. Y otra, que ni Baz ni Desmadryl, para trazar estas sombras o reflejos de Sarmiento, lo hayan tenido como modelo a él, sino a otro reflejo u otra sombra; algún daguerrotipo, por ejemplo, hoy desaparecido.
Si se piensa por un instante en sus consecuencias sobre la materia que inferimos detrás de cuanto llamamos «huellas», en la cualidad espectral que infiltraría en los orígenes y la contextura misma de lo corpóreo, la segunda hipótesis es la más extraña.