El continuo e infinito universo de Yoko Ono en Quito

De Fluxus, Yoko Ono y las sencillas instrucciones para jugar los juegos del arte y de la vida nos habla desde Ecuador el escritor paraguayo Miguel Ángel Méndez en este artículo sobre la primera gran retrospectiva de la artista conceptual japonesa, actualmente expuesta en el Centro Cultural Metropolitano de Quito.

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La exposición de la viuda del recordado Beatle, recientemente inaugurada en la ciudad de Quito, despierta el interés no solamente de los quiteños, sino también de un paraguayo –otro más– fanático de aquellos cuatro, pero principalmente apasionado de la propuesta artística del grupo Fluxus. Desde Ecuador, este aporte para una aproximación a la obra de la artista japonesa.

Demasiada gente relaciona a Yoko Ono con el malogrado Beatle. Lo cierto es que la nipona ya tenía un nombre hecho y derecho en el mundo del arte, casi más importante que el del mismo Lennon, cuando es este el que asiste a una exposición de ella y queda fascinado con una instalación de ella.

Ono, en ese entonces, era la representante más importante de un grupo artístico que estaba horadando los cimientos del arte pop del siglo XX (artes plásticas, sonido y video) de manera casi más trascendental que el famoso cuarteto británico, allá por los lejanos años 60 del siglo pasado: Fluxus.

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Fluxus fue un colectivo de artistas conceptuales –algunos de los cuales provenían de Japón, otros de Estados Unidos y otros más de Europa (Alemania, Francia, etc.)– que con revolucionarias concepciones acerca del espacio, el sonido y la sociedad misma, transformó la escena mundial aportando una visión sociológica renovada e integrada a la obra a través de sus happenings y videoinstalaciones; manifestaciones artísticas popularizadas en el siglo pasado, de las cuales el grupo fue precursor.

Para explicarlo de manera simple, si con el orinal de Marcel Duchamp lo cotidiano emerge en el arte, con Fluxus la operación se invierte: el arte se descompone infinitamente en sus diferentes elementos hasta diluirse en una resignificación de lo cotidiano, como es el caso de una escalera que sube hasta un techo del cual cuelga un isopor con la palabra «sí» (instalación que enamoró a John), unas instrucciones para pasar una mano a través de una tela, o un mapa del orbe que invita a estampar la palabra «Paz» sobre él.

Ono ha aportado al arte una metodología minimalista en la concepción y elaboración de ideas artísticas-sociológicas complejas, vinculadas a la defensa de los derechos humanos, la naturaleza, la paz y la no-violencia.

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En la muestra inaugurada el pasado 23 de junio en el Centro Cultural Metropolitano de Quito se recogen más de cincuenta obras que en cinco salones en dos pisos recrean los diferentes momentos de esta gran mujer que en la actualidad cuenta con ochenta y cinco años.

El arte de Ono, altamente resistido en sus orígenes debido a su fuerte compromiso político, no está exento de este en la exposición en cuestión; en ella se encuentra un salón cedido a la visibilización de narraciones autobiográficas de mujeres violentadas, bajo el nombre «Resurgiendo».

En otro de los espacios que integran la muestra participan más de una decena de artistas ecuatorianos y latinoamericanos que tienen como idea conductora la importancia del agua.

El nombre del grupo artístico de Ono originalmente, en latín, significa «flujo», y alude a la concepción, compartida por sus integrantes, de que en realidad no existe una separación cierta entre el artista, su obra y el espectador; sino que entre los tres se teje un invisible entramado que emerge a partir de la deconstrucción de los escenarios habituales del arte. El artista y la persona que participa de la obra, como es el caso manifiesto de la última instalación con la cual se cierra la exposición: una sala titulada «Sueña», en la cual, al ingresar, unx se encuentra con la proyección en blanco y negro –casi a oscuras– de unas nalgas caminando; luego, al terminar de entrar a la habitación y virar la vista hacia atrás, se encuentra unx con un antiguo teléfono amarillo sobre el cual cuelga el cartel «Escultura Parlante para el Ecuador», y debajo del que se puede leer un cartel que indica que en cuanto suene el aparato será la propia Yoko quien llame para hablar directamente con la persona que al azar se encuentre ahí.

Aunque parezca complicado de entender, como otras corrientes artísticas que apelan a una deconstrucción del relato cotidiano establecido (el Dadaísmo, por ejemplo), el concepto de Fluxus y por lo tanto de Ono –por esa desestructuración a la cual apela– es así, sencillo, directo, sin demasiadas vueltas en la propuesta de sus ideas, como lo son las instrucciones que pueblan los salones, como lo son los juegos de la vida, como lo es la existencia misma.

Un verdadero lujo que de nuevo una capital latinoamericana integre el circuito internacional de exhibición de esta gran artista mundial hasta el 26 de setiembre.

miguelmendezpereira1975@gmail.com

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