El Bueno de Nicolau

El escritor paranaense Wilson Bueno (1949-2010) dejó también su marca en el periodismo con Nicolau, la mítica revista que editó durante las décadas de 1980 y 1990 y que, además de agitar como pocas la escena literaria brasileña, cruzó las fronteras de su país de origen.

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Ahora que se ha cumplido un cuarto de siglo de la publicación de su Mar Paraguayo –del que acaba de aparecer en Nueva York una versión en frenglish a cargo de la escritora Erín Moran, reseñada en esta misma edición del Suplemento Cultural por el poeta Cristino Bogado–, aprovechamos para recordar que Wilson Bueno también dejó su impronta en el periodismo. Sobre todo con Nicolau, revista cultural hoy mítica que el poeta paranaense editó durante siete años, en las décadas de 1980 y 1990, y que agitó como pocas la escena literaria y cultural brasileña, ganó diversos premios, fue leída en varios países del mundo y alcanzó a tener enormes tiradas y miles de suscriptores. Publicada por la Secretaria de Estado de Cultura del Paraná, Nicolau nació en 1987 y fue editada por Wilson Bueno hasta 1994. Ya desde su primer año, Nicolau empezó a hacer ruido con un equipo notable de colaboradores locales de peso, como Paulo Leminski, Domingos Pellegrini, Jamil Snege, Manoel Carlos Karam, Valencio Xavier y Solda, entre otros.

Nicolau entró en circulación en julio de 1987. En su primer número, el editor advertía a los lectores que no «pretendía ser una publicación al servicio de tendencias, grupos, escuelas ni facciones». No: Nicolau sería «El espejo y la síntesis del trabajo de nuestros creadores», continuaba Wilson Bueno, «el registro vivo, inquieto y perturbador del tiempo en el que vivimos».

Con una tirada que llegó a alcanzar los ciento cincuenta mil ejemplares y con originales ensayos sobre diversos temas –estudios teóricos de literatura, análisis históricos, artículos acerca de la historia de las narrativas de ficción, etcétera–, Nicolau no solo era distribuido en todo Brasil sino que además llegaba a otros países, como Alemania, Italia, Estados Unidos y Francia. El primer premio que recibió Nicolau le fue otorgado en su mismo año de creación por la Asociación Paulista de Críticos de Arte (APCA), que lo consideró el Mejor Vehículo de Divulgación Cultural de Brasil de 1987. A fines de los ochenta, la APCA le daría a Nicolau otro premio, ahora al mejor vehículo cultural de toda la década. El entonces presidente de la Asociación, Henrique Alves, dijo entonces que aquella había sido «la década de Nicolau».

En 1988, la Unión Brasileña de Escritores concedió a Wilson Bueno el Premio al Mérito Cultural que, según declaró Bueno, fue posible por su trabajo en Nicolau. En 1994, con un jurado de intelectuales de diversos países, la International Writters Association le otorgó a Nicolau el premio IWA.

Como suele suceder –y algunos lo sabemos bien, ¡ay!, por experiencia propia, y semejante a la de Nicolau, en otros tiempos y lugares, que de Paraná a Asunción hay poca distancia–, Wilson Bueno y el aguerrido equipo de Nicolau se ganaron enemigos sin proponérselo. Lo recordaba en un artículo de hace tres años el poeta Rodrigo García Lopes, que trabajó en la revista (escribiendo artículos con su nombre verdadero y también con varios seudónimos): «En las primeras semanas empecé a percibir que Nicolau y su equipo eran el blanco de la envidia de numerosas personas del medio literario y artístico paranaense. Gente que insistía en “denunciarnos” al secretario René Dotti por nuestro “elitismo” (¡cuando llegábamos incluso a ser didácticos!). O por la supuesta existencia de un “grupo” excluyente, cuando en realidad estábamos abriendo el abanico, ampliando la pluralidad de voces y miradas. Creo que el hecho de que el equipo defendiera con uñas y dientes la autonomía y la osadía de Nicolau también fue incomodando al poder. Éramos independientes, ambiciosos, creativos. Wilson Bueno y todo el equipo sufrían mucha presión. Presión política, institucional, ideológica…» (1).

El ocaso de Nicolau llegó a principios de 1995. El secretario de Cultura del gobierno, al parecer influido por las citadas y típicas envidias del ambiente literario y cultural, intentó interferir, y en la edición número 55 Bueno y su equipo, agotadas todas las tentativas y posibilidades de negociación, se despidieron con el último Nicolau editado por Wilson Bueno, que trajo en sus páginas, entre otras cosas, la última entrevista concedida por Jorge Luis Borges –Borges conversa allí con el ensayista Clark M. Zlotchew sobre las diferencias entre el tango y la milonga, «música valiente» esta última a su juicio, y sobre Oscar Wilde, y sobre el amor y la etimología–, un memorable texto de Luis Fernando Verissimo sobre el humor (en el que Verissimo nos recuerda que no es cierto que el hombre sea el único animal que ríe, puesto que también se ríe la hiena, solo que la hiena, apunta él, carece de sentido del humor), unos episodios callejeros del pasado remoto en la calle más conocida de la capital paranaense recogidos por el historiador Ruy Wachowicz… Ya sin el brillo, la originalidad, el arrojo y las demás cualidades que hicieron de esta revista una leyenda del periodismo cultural brasileño, Nicolau sobrevivió durante cinco ediciones más, hasta su número final, que apareció en 1998.

En su prólogo a Bolero’s Bar, Paulo Leminski escribió sobre la prosa de Wilson Bueno: «Lo suyo fue siempre un estado limítrofe entre la poesía y la prosa, entre el registro de la realidad y un alto voltaje de metáforas e imágenes, de resonancias líricas, una “twilight zone”. Un texto, que un día llamé “andrógino”: el masculino de la prosa y el femenino de la poesía desembocando en el mismo delta».

Notas 

(1) Rodrigo Garcia Lopes: «Com quantos paus se fazia um Nicolau», en: Candido, Jornal da Biblioteca Pública do Paraná, nº 34, mayo del 2014.

juliansorel20@gmail.com

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