El Brasil y el Paraguay: vecinos desconocidos y distantes

La relación con el Brasil desde la perspectiva paraguaya ha sido siempre desconfiada y distante. La vieja relación colonial hispano-portuguesa siempre ríspida y conflictiva no logró zanjarse con el inicial Tratado de Tordesillas (1494) sino que se extendió a lo largo de los años hasta la independencia con su carga de tribulaciones y dudas. El tamaño geográfico de Brasil y su independencia tardía del reino de Portugal le dieron una perspectiva histórica-cultural diferente al resto de los países de la región.

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La independencia del Paraguay se hizo de la mano del Dr. Francia que hizo fuerte énfasis en el desarrollo de una política de aislamiento y de construcciones de fuertes para “detener las continuas invasiones de mamelucos y bandeirantes”. La lucha por la independencia del Paraguay no se hizo por lo tanto solo contra los españoles sino también contra el reino de Portugal que gobernaba en esos momentos en Brasil luego de la invasión napoleónica a esa nación ibérica. Esta circunstancia política condicionó siempre una lectura en clave nacionalista e independentista de un Brasil que devenido en República tuvo en la aciaga Guerra de la Triple Alianza una referencia nada marginal que acrecentó entre los paraguayos una visión negativa.

Los soldados de la futura república federativa del Brasil fueron en su mayoría negros que esclavizados enfrentaron a Paraguay para luego condicionar su status a la liberación como resultado de dicha guerra.

El trasfondo político cultural ha sido también un elemento no menor al considerar el punto de vista y la ración de Paraguay con el Brasil. La ocupación militar luego de una guerra calificada como “sin fin” por la revista The Economist marca con claridad otra vertiente de la mirada siempre de reojo y de desconfianza paraguayo-brasileña que ni las obras de desarrollo emprendidas en la segunda mitad del siglo XX lograron disipar.

Brasil: un articulador político interno

El llamado Puente de la Amistad (1965) que abrió el camino en el relacionamiento estratégico hacia el Este dejando a la Argentina que había apoyado el derrocamiento del dictador Alfredo Stroessner luego de la caída de Perón en 1955, marcaron una mirada nueva que se materializó en el desarrollo de un puerto cuyo nombre inicial a comienzos de los años sesenta del siglo XX llevaba la denominación del presidente paraguayo. Nuestro país rebautizó importantes avenidas con los nombres de Brasilia y de Kubitschek a los lados de la residencia presidencial como una metáfora de algo nuevo que se construía a partir de esta alianza estratégica que iba a tener su punto máximo en la construcción de la represa hidroeléctrica más grande del mundo: Itaipú. El discutido tratado (1973), primero, y la administración de la entidad, después, solo hicieron recordar que a pesar de los esfuerzos en conjunto, se iba a necesitar un difícil trance para construir avenidas de entendimiento y comprensión entre ambos países.

El desarrollo de la ciudad Presidente Stroessner como polo de desarrollo comercial merced a una concesión especial del Brasil hacia el Paraguay marcó una tónica en la relación política con este país llegando a mover en periodos importantes de finales del siglo pasado más de 10 mil millones de dólares anuales en ventas de productos electrónicos, perfumes, bebidas y otros de origen extranjero con impuestos altos en el Brasil. No es casualidad que con el golpe de Estado que derrocara a Alfredo Stroessner en febrero de 1989 ese país concediera un largo asilo político al dictador hasta su muerte en el 2008 y que arbitrara las recurrentes crisis políticas en la transición democrática como lo muestra el texto de Fernando Henrique Cardoso, presidente de ese país, en los sucesos de abril de 1996 que protagonizaron el finado comandante del ejército Lino Oviedo con el presidente Wasmosy con un tema de relacionamiento mutuo de Brasil con Paraguay: el segundo puente sobre el río Paraná a la altura de Ciudad Pdte. Franco.

Podríamos afirmar que la sombra de Brasil sobre el Paraguay ha sido una constante a lo largo del desarrollo de la independencia y posterior desarrollo como república del país. A veces por imperio de circunstancias especiales y en otras como actor central en el desarrollo de la política interna nacional. No es casualidad que los presidentes de la transición democrática sean personas muy ligadas comercial o políticamente con el Brasil como el caso de Juan Carlos Wasmosy, el constructor civil más importante de la represa de Itaipú; Raúl Cubas Grau, un ingeniero educado en Brasil y también participante en la construcción de la presa; Luis González Macchi, hijo de un exministro de Stroessner cercano a los negocios con el vecino del Este, o Fernando Lugo Méndez, educado en seminarios católicos en Brasil y con atención médica recurrente por problemas de salud por parte de autoridades políticas de Paraná y del poder central de Brasilia. Esto sin contar a Luis María Argaña, abogado de la binacional Itaipú durante la dictadura, Lino Oviedo quien fue detenido en Brasil y luego liberado previa negociación política con Nicanor Duarte Frutos, quien lo autorizó a retornar al país luego de haber sido indiciado de estar tras el asesinato de Luis M. Argaña en 1999. La percepción es que políticamente nada se mueve sin que Brasil se encuentre por detrás de los acontecimientos políticos del Paraguay autoritario y/o democrático.

Una relación comercial intensa

En términos económicos casi el 80% del comercio exterior del país se hace con Brasil o través del mismo. En el país viven más de 400 mil brasileños que han sido estimulados en su radicación por ventajas en los precios de las propiedades y los bajos impuestos aplicados a la tierra y la exportación de los productos agrícolas. Este fenómeno nada menor ha hecho que la franja fronteriza con el Brasil se haya prolongado kilómetros territorio adentro del país hablándose de una “invasión cultural y comercial pacífica y constante” en varios medios de comunicación y en el discurso político. Los altos precios de la soja permitieron la creación de centros urbanos como Santa Rita convertidos en referencias de la pujanza económica que ha traído consigo el desarrollo de este renglón productivo del país que convierte al Paraguay en el cuarto exportador de la oleaginosa en el mundo. Acicateados por la demanda de proteínas para sus animales, la creciente economía China ha tenido un notable impacto en el desarrollo de este renglón económico generando a su paso no pocas crispaciones entre paraguayos y brasileños. Estos últimos han sido denominados “brasiguayos” generando a su paso interpretaciones que van desde planes de expansión de las fronteras brasileñas llamadas por algunos como “móviles” y parte de una política diplomática impulsada por la siempre temida cancillería de Itamaraty cuya connotación se la relaciona con los tiempos pre y pos independentistas.

Paraguay como espacio-tapón entre Argentina y Brasil ha tenido que convivir con estos dos países que territorial y poblacionalmente reflejan una gran distancia y brecha con una actitud de país pequeño agredido permanentemente por una guerra inconclusa que se la estimula desde una opinión pública que encuentra en algunos medios de comunicación una síntesis clara de cuestiones históricas, culturales, económicas y políticas que presentada de una forma apasionada no deja espacio, en ambos lados, para construir un relacionamiento más respetuoso, solidario y de crecimiento compartido.

En la opinión pública la pretensión imperial del Brasil hacia el Paraguay se encuentra bastante instalada en los “opinión-makers”, los que hacen que se tomen posturas que rayan el fanatismo o la abierta agresión. La negociación del tratado de Itaipú, la venta de energía no contratada a un precio menor y la venta obligada al Brasil de la energía no utilizada ha sido un factor central en la campaña a la presidencia de Fernando Lugo sobre lo que denominaron “soberanía energética” y que concluyó con una “concesión brasileña” de 240 millones de dólares anuales más a los 120 millones de la misma moneda en el año 2011. Esto coincidió con el pago del tratamiento médico por dolencia cancerígena del presidente Lugo en uno de los hospitales más caros de la región: el Sirio-Libanés de São Paulo. Esta circunstancia a todas luces incoherente, sin embargo, no tuvo ningún costo para el exmandatario en términos de popularidad. Se percibe que el Brasil debe dar más “por ser más grande” a su hermano menor y así se toma el apoyo a la construcción de una segunda línea de transmisión de energía eléctrica desde la frontera hasta una subestación ubicada frente a la capital paraguaya a un costo de 500 millones de dólares provenientes de los fondos de Convergencia del Mercosur (Focem) que busca equiparar desarrollo de la infraestructura ente los países miembros de este proyecto regional que nació con el Tratado de Asunción del 26 de marzo de 1991. Esta obra fundamental para el desarrollo del país estará concluida en el 2013.

Paraguay es un país que ha tenido un valor estratégico para el Brasil, la represa hidroeléctrica cuyo tratado que le dio origen deberá ser renegociado en el 2023 es considerado clave para el desarrollo de sus industrias en São Paulo y mira con desconfianza cualquier intento de renegociación anterior a esa fecha aunque reconoce que una denuncia de Paraguay a la comunidad internacional de este “acuerdo leonino” podría afectar severamente al interés brasileño de ocupar un lugar de consideración entre las grandes potencias a nivel mundial. Eso explica las concesiones de Brasil hacia el Paraguay reseñadas en el párrafo precedente. Otros proyectos como la instalación de una empresa fundidora de aluminio, Rio Tinto Alcan, que consume una gran cantidad de energía ha vuelto a colocar en la discusión los mismos argumentos que definen la relación con el Brasil: desconfianza, dudas, desconocimientos y temores. A pesar de los viajes turísticos de paraguayos hacia el Brasil cíclicamente, no son muchos los graduados de universidades de ese país que permitan a su retorno conocer en mejor forma al vecino del Este.

La Universidad Nacional del Este (UNE) ha sido el único centro de altos estudios paraguayos que decidió crear en su estructura administrativa un lugar para pensar el relacionamiento con el Brasil en el ánimo de profundizar una relación más racional y menos emotiva.

No es tarea fácil observando el desarrollo de estas relaciones entre países y la tónica que adquirió no solo en Paraguay sino también en Brasil donde el nuestro es percibido en la opinión pública mayoritaria como un centro de fabricación y venta de productos falsificados o de cultivo y comercialización de drogas y de armas.

Lo concreto es que venimos de una relación distante a pesar de la larga frontera en común y quizás nada demuestre en mejor forma que este trabajo que aborda cómo dos medios escritos: el diario Última Hora y el ABC Color han reflejado la crisis política que culminó con la sustitución de Fernando Lugo vía juicio político el 22 de junio de 2012 y que llevó a la suspensión de Paraguay del Mercosur y Unasur, instituciones donde el Brasil tiene un rol central y protagónico.

Este trabajo de investigación ofrece una perspectiva de un hecho puntual, pero en verdad solo sirve para demostrar el trasfondo de una relación distante y desconfiada que tiene tantos años como de república contamos.

El Hito: La situación política generada a raíz de la destitución de Fernando Lugo de la presidencia de la república del Paraguay, y posterior suspensión del país del Mercosur.

Nuestro análisis toma como punto de corte el impasse político internacional generado a raíz del juicio político, destitución de Lugo, y asunción del vicepresidente Franco, consumado en la suspensión del Mercosur y la Unasur.

Consideramos este momento como una referencia importante, ya que se conjugan en un año (2012) cargado de momentos conflictivos en la relación con el Brasil y, con los demás socios del Mercosur. Con el primero, el recurrente tema de las tierras adquiridas por los denominados “brasiguayos” en la zona de frontera entre ambos países y la siempre tensión cíclica en torno a los términos del Tratado de Itaipú. Con el segundo, el ingreso de Venezuela al bloque regional.

En el caso político que nos ocupa, en un periodo no mayor a 72 horas el Paraguay aplica la figura constitucional del juicio político, destituyendo al entonces presidente Fernando Lugo. Sobre las motivaciones del juicio mucho se ha hablado, si bien lo importante, respecto a los acontecimientos seguidos en las relaciones internacionales, tiene que ver con la forma antes que con el fondo. Los países socios del Mercosur y un número de miembros de la Unasur, asociados por una afinidad ideológica, y tal vez por un temor al precedente que pueda establecer la aplicación de dicha figura constitucional, deciden suspender, sin derecho a la defensa, al Paraguay de ambos bloques hasta los próximos comicios generales.

Aprovechando tal situación, los socios “activos” del Mercosur –Brasil, Argentina y Uruguay- deciden el ingreso de Venezuela. Con ello se completa el atropello al Paraguay. Sin capacidad de defensa, suspendido e ignorado de forma arbitraria, incluyendo en su ausencia una nueva silla en la mesa.

A ojos del Paraguay, la inclusión de Venezuela pasa a ser el motivo de todo el espectáculo. Y es que el Paraguay es el único en no aprobar el ingreso del país caribeño por considerar que no cumple con la cláusula democrática ratificada. Las coincidencias de la vida hacen que la suspensión del Paraguay por los demás miembros del bloque se base en el mismo argumento.

Toda esta trama vivida en un proceso de 30 días cambia el escenario de las relaciones del Paraguay con sus socios del Mercosur. Trae a colación una vieja alianza, con los mismos protagonistas, que hacia 1870 también se había cosido en contra del Paraguay.

El Paraguay en el Mercosur pareciera tener tres posibles caminos. La aceptación del nuevo socio y escenario, lo cual implicaría un golpe fulminante a la soberanía y la dignidad nacional, el condicionamiento de retroceso de lo acordado en Mendoza y Brasilia por parte de los demás socios para el retorno con el nuevo gobierno, o la salida del Paraguay del bloque.

El escenario para la negociación no será fácil. Arrogantes nuestros socios de bloque no cederán y se impone el riesgo de congelación de la situación tal cual, si de algo sirve, para no salir. Romper el bloque sería un fracaso de todos. En todo caso ya hay más de un herido.

Los términos de la relación

Cuando preguntaron al ex primer ministro canadiense Brian Maulroney (1984-1993) cómo era la convivencia diaria con su vecino del sur: los EE.UU.0, el político respondió que era “como dormir con un elefante todos los días”. Esta frase ilustra suficientemente la manera cómo dos naciones con fronteras e intereses comunes pero de dimensiones económicas y políticas distintas lidian cotidianamente graficando los niveles de tensión y de conflictos que surgen en ese tipo de naciones parecidas al caso nuestro, pero con matices por supuesto, a las que repetidamente se dan entre paraguayos y brasileños. La ausencia de un mecanismo regional sólido le ha privado a que estas asimetrías puedan ser conjugadas en espacios de desarrollo mutuo y no percibidas como zonas de acumulación y ejercicio de poder como pareciera percibirse en la relación del Brasil con el Paraguay por un lado y la pertinaz recriminación paraguaya de una guerra que aún no ha concluido. Así una recurrente manera de tender al tutelaje del primero sobre el segundo en una versión cuasi colonialista que es permanentemente criticada en el discurso público incluso brasileño pero que sin embargo en la acción cotidiana se reproduce de forma injusta y repetida hacia el Paraguay, no facilita encontrar visiones maduras que produzcan el animus societatis tendiente al desarrollo y la prosperidad de la región.

Nuestro país en su visión del conflicto desatado en el cambio de gobierno no solo puso en tela de juicio el proyecto de integración regional sino que también colocó un punto de interrogación sobre la verdadera capacidad del Brasil en ejercer el compromiso que su dimensión económica y sus debilidades sociales puedan darle en el campo político un espacio de ejercicio de capacidad mayor que la que probó ejercer en el caso del conflicto de Honduras primero y de Paraguay después.

La crisis política de nuestro país es un verdadero parteaguas en el dificultoso trance de la integración subregional al punto de proyectar hacia el exterior la imagen de un proyecto muy débil en términos institucionales y vacío de contenido cultural de sus ciudadanos. La proyección que la prensa hace del conflicto nos demuestra cuán lejano está el escenario de comprensión y de respeto a la soberanía e individualidad de las naciones. La reproducción de las noticias y la manera de presentarlas dice mucho sobre la necesidad de construir espacios de comprensión y de conocimiento entre los connacionales de ambos países que permita huir de los tópicos recurrentes con que ha sido abordada no solo la crisis política última sino otros varios temas que hacen parte de esta relación recurrentemente subrayada como asimétrica.

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