El Bosco: 2 preguntas a dos artistas

Jeronimus van Aken nació en una familia de pintores –su abuelo, Jan van Aken, su padre, Anthonius van Aken, y sus tres hermanos mayores eran pintores– alrededor de 1450 en la ciudad holandesa de Hertogenbosch, «el bosque ducal», en francés Bois-le-Duc y en castellano, algo desusado, Bolduque, capital septentrional del ducado de Brabante, en lo que son actualmente los Países Bajos. De Hertogenbosch, comúnmente llamada Den Bosch, tomó el nombre con el que firmaría algunas de sus obras. En vida, algunos lo consideraron loco, y otros, herético, pero Pieter Bruegel el Viejo se dejó influir por él, y Felipe II lo apreció tanto que debido a ese aprecio la más importante colección de obras del Bosco se conserva en España, en el Museo del Prado. El Bosco murió en los primeros días del mes de agosto de 1516, tal vez a consecuencia de una epidemia, se cree que de cólera, que asoló la ciudad ese verano.

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Hicimos dos preguntas –las mismas a ambos– intempestivamente, a quemarropa y por separado, sobre Jeronimus van Aken, a.K.a. Hyeronimus Bosch, a.K.a. El Bosco, a dos conocidos artistas paraguayos. Pasen y lean lo que respondieron.

SAMUEL ARAYA

Samuel Araya (World Fantasy Award 2015) ha expuesto en Asunción, Seattle, Rosario y Corrientes, ha publicado en los números 21 (2014) y 22 (2015) de Spectrum: The Best In Contemporary Fantastic Art, y ha hecho portadas tanto de libros como de discos para grupos musicales de Paraguay, Inglaterra y Noruega.

Tres placeres o pecados o delitos o fantasías o temores que te vienen a la mente cuando escuchas el nombre del Bosco.

No creo que sea un pecado, pero la obra del Bosco me convenció de que el infierno es un lugar de tremenda belleza y de que la creación del hombre es un ejercicio de un dios perverso e idiota. No tengo ningún temor tampoco, pero sí la fantasía de vestirme como uno de sus demonios en algún punto de mi vida.

La obra de Hyeronimus Bosch, El Bosco, o alguna de sus obras, ¿ha sido alguna vez parte de tu propia producción o de tu vida?

La obra de Bosch y la de Brueghel fueron el eje sobre el cual se construyeron en su mayoría mis juegos de infancia. Experimenté una fascinación religiosa por su obra desde el primer momento en que la vi, en unos tomos de una enciclopedia que se llamaba Ver para Saber, y que mamá tenía en la biblioteca familiar. Mi joven mente no veía pecados ni castigos en su obra, pero sí un deseo de contar historias fantásticas. De niño, me dedicaba a reconstruir el espíritu de su obra con Playmobils, G. I. Joes y cualquier otro juguete que tuviera a mano, y convertía la sala de la casa en un diorama inspirado en el triunfo de la muerte de Brueghel o en el infierno del Bosco. Todos los días era crear un mundo nuevo, complejo y delirante, que tenía que ser desmontado en su totalidad por orden del alto comando materno y paterno. Eventualmente, esto devino en mi vocación, que me hizo dedicarme a las artes visuales; el resto es histeria.

OTILIA HEIMAT

Otilia Heimat estudió Bellas artes en el Camberwell College of Arts, en Londres, y está trabajando en un proyecto de larga duración centrado en la exploración de la historia de Paraguay, parte del cual son sus dos estupendos blogs, uno en español y otro en inglés, en torno a las concubinas de los dictadores, así como su más reciente exposición en nuestro país, «Historia Natural. Los relatos de Otilia Heimat» (Asunción, Centro de Artes Visuales / Museo del Barro, mayo del 2016).

Tres placeres o pecados o delitos o fantasías o temores que te vienen a la mente cuando escuchas el nombre del Bosco.

El terror de la guerra. La vida desbordante. El poder de las imágenes.

La obra de Hyeronimus Bosch, El Bosco, o alguna de sus obras, ¿ha sido alguna vez parte de tu propia producción o de tu vida?

La primera obra del Bosco la vi cuando tenía quince años: el Jardín de las Delicias. Conocía un poco sobre el arte a través de los fascículos de la Editorial Rizzoli que se vendían en la librería Castelar –que ya no existe desde hace años–. Mi abuela me llevó con ella a España y fui al Prado. Fue brutal. Su obra me ha acompañado desde entonces, aunque no sea obvio.

* Cornelis Cort (grabador holandés): retrato de Jheronimus Bosch. Aparece en la colección de grabados Pictorum Aliquot Celebrium Germaniae Inferioris Effigies (Amberes, imprenta de Hieronymus Cock, 1572), con un epigrama en latín del escritor y pintor flamenco Dominicus Lampsonius, cuya traducción es: «¿Qué ven, Jheronimus Bosch, tus ojos atónitos? ¿Por qué esa palidez en el rostro? ¿Acaso has visto aparecer ante ti los fantasmas de Lemuria o los espectros voladores de Érebo? Se diría que para ti se han abierto las puertas del avaro Plutón y las moradas del Tártaro, viendo como tu diestra mano ha podido pintar tan bien todos los secretos del Averno».

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