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Noone, trabajando de manera intensa para aprovechar al máximo el tiempo del cual disponía, montó “Loner” con el Ballet Clásico y Moderno Municipal de Asunción. El espectáculo contó con el apoyo de las entidades que se acaban de mencionar, más la Embajada de Gran Bretaña en Paraguay y la Asociación de Amigos del Ballet.
SOBRE LA OBRA
Thomas Noone, refiriéndose a su obra, dijo que “Somos solitarios y, a pesar de estar con otros, por elección o por circunstancias, terminamos solos”, tema que de por sí ya estaba insinuado en el título de la pieza coreográfica: “Loner” (solitario). Para la realización de esta obra, Noone se inspiró, en parte, en la ópera de Henry Purcell: “Dido y Eneas”, recurrió a su música, además de otras composiciones musicales de autores tales como Gianfranco Pappalardo y Barry Guy. La ópera de Purcell hace referencia a las relaciones amorosas de Dido y Eneas, tal como las relata Virgilio en “La Eneida”.
Eneas, príncipe troyano, después de abandonar Troya ocupada y arrasada por los griegos, llega a las costas italianas donde funda Lavinium, en homenaje a su mujer Lavinia, y que más tarde sus descendientes llamaron Roma. Dido, por su parte, hija de un rey de Tiro, decide huir del despotismo de su hermano Pigmalión y se traslada a África donde funda Cartago. Es aquí donde se convierte en amante de Eneas, pero al abandonar éste la ciudad, para regresar con los suyos, Dido resuelve suicidarse arrojándose a una hoguera.
PUESTA EN ESCENA
Lastimosamente, quizá por razones presupuestarias, el espectáculo duró muy poco tiempo en el escenario del auditorio del Banco Central del Paraguay.
La presencia de Noone nos permitió relacionarnos con lo más reciente de la danza contemporánea, con todo su despojamiento, donde el sentido dramático de la “historia” no proviene de ningún gesto subjetivo de los intérpretes, sino de la propia estructura de la obra y las composiciones espaciales que van trazando los bailarines casi siempre con un riguroso sentido geométrico, ya sea por la ubicación de ellos mismos o bien por la forma en que se contraponen ellos con los reducidos elementos escenográficos.
En realidad la escenografía está limitada a muy pocos elementos. Comienza con un cubo blanco que se recorta en medio de la oscuridad, contrastando con la cámara negra del escenario y realzado por una luz cenital. El bailarín protagonista está en su interior. Al romperse el cubo, se convierte de nuevo en una figura geométrica en el suelo, blanco sobre negro.
Otro elemento que se utiliza, pero con mucha discreción, son sillas que son dispuestas, por los propios bailarines, con total simetría. No se puede dejar de mencionar el diseño de las luces, obra de Jaume Ortiz y un vestuario sin exageraciones ni estridencias que acompaña la austeridad con que fue concebida la obra.
Resulta gratificante ver al Ballet Clásico y Moderno Municipal responder con tanto profesionalismo a las propuestas de un coreógrafo como Noone y, sobre todo, a las exigencias de una obra tan contemporánea como es esta. Era fácil percibir que dicho grupo, de pronto, casi sorpresivamente, estaba realizando un aporte notable al ambiente coreográfico local. Por último habría que agradecer a todas las instituciones españolas (la Embajada, el “Salazar”, la AECI, etcétera), y perdón si queda alguna en el tintero, por este esfuerzo que han hecho para permitir que un coreógrafo de tanta importancia, con ideas tan claras y renovadoras, haya podido trabajar un tiempo, no importa que haya sido breve, para dejar una pieza coreográfica que, sólo con el paso del tiempo, terminaremos por valorarla en su justa dimensión.
Thomas Noone, refiriéndose a su obra, dijo que “Somos solitarios y, a pesar de estar con otros, por elección o por circunstancias, terminamos solos”, tema que de por sí ya estaba insinuado en el título de la pieza coreográfica: “Loner” (solitario). Para la realización de esta obra, Noone se inspiró, en parte, en la ópera de Henry Purcell: “Dido y Eneas”, recurrió a su música, además de otras composiciones musicales de autores tales como Gianfranco Pappalardo y Barry Guy. La ópera de Purcell hace referencia a las relaciones amorosas de Dido y Eneas, tal como las relata Virgilio en “La Eneida”.
Eneas, príncipe troyano, después de abandonar Troya ocupada y arrasada por los griegos, llega a las costas italianas donde funda Lavinium, en homenaje a su mujer Lavinia, y que más tarde sus descendientes llamaron Roma. Dido, por su parte, hija de un rey de Tiro, decide huir del despotismo de su hermano Pigmalión y se traslada a África donde funda Cartago. Es aquí donde se convierte en amante de Eneas, pero al abandonar éste la ciudad, para regresar con los suyos, Dido resuelve suicidarse arrojándose a una hoguera.
Lastimosamente, quizá por razones presupuestarias, el espectáculo duró muy poco tiempo en el escenario del auditorio del Banco Central del Paraguay.
La presencia de Noone nos permitió relacionarnos con lo más reciente de la danza contemporánea, con todo su despojamiento, donde el sentido dramático de la “historia” no proviene de ningún gesto subjetivo de los intérpretes, sino de la propia estructura de la obra y las composiciones espaciales que van trazando los bailarines casi siempre con un riguroso sentido geométrico, ya sea por la ubicación de ellos mismos o bien por la forma en que se contraponen ellos con los reducidos elementos escenográficos.
En realidad la escenografía está limitada a muy pocos elementos. Comienza con un cubo blanco que se recorta en medio de la oscuridad, contrastando con la cámara negra del escenario y realzado por una luz cenital. El bailarín protagonista está en su interior. Al romperse el cubo, se convierte de nuevo en una figura geométrica en el suelo, blanco sobre negro.
Otro elemento que se utiliza, pero con mucha discreción, son sillas que son dispuestas, por los propios bailarines, con total simetría. No se puede dejar de mencionar el diseño de las luces, obra de Jaume Ortiz y un vestuario sin exageraciones ni estridencias que acompaña la austeridad con que fue concebida la obra.