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El 7 de abril del año en curso se cumple el centenario de nacimiento del político (colorado del Mopoco –Movimiento Popular Colorado– y de la ANR-ER (1) –Asociación Nacional Republicana en el Exilio y la Resistencia–), músico («Che jazmín» es su composición más popular, aunque también hizo «La canción del demócrata») y escritor (de poesías y ensayos) Epifanio Méndez Fleitas.
Me gustaría comentar brevemente dos fragmentos que pertenecen a dos libros de Epifanio (auto) editados en el exilio, y que han caído en mis manos milagrosamente.
Uno de ellos es Diagnosis paraguaya (año 1965, 542 pp., sin editorial ni lugar de edición). Voluminoso y rico documento de una época escrito en forma dialogada, empieza con un banquete –teniendo entre ceja y ceja los diálogos platónicos como modelo explícito– en «la capital de la proscripción», Posadas, pero en este caso se trata de un banquete político con visos conspiratorios. En su mayor parte, los contertulios son políticos colorados exiliados por la sevicia de Stroessner, no solo gente del Mopoco sino también de otros partidos, febreristas, incluso comunistas como Teodoro S. Mongelós. Y entre ellos son recibidos con alborozo dos «agentes encubiertos» llegados de Asunción con noticias actualizadas de los horrores stronistas. El libro salta así entre disquisiciones históricas y políticas mechando formatos de distinto género, cartas, fotos, testimonios orales, denuncias, fluctuando todo el tiempo entre el ensayo, la autobiografía, el chisme, la sátira, el panfleto y el anecdotario.
Sobre Diagnosis se puede divagar tanto, y acerca de tantos temas; es una mina riquísima de datos históricos del exilio del período stronista, pero me limitaré en esta circunstancia solo a un leitmotiv –a mi manera de ver– de todo el libro: la duplicidad. A medio siglo de su publicación, desde nuestro presente siempre caótico e inatrapable, nos hace retintín este tema que hemos clasificado como duplicidad. En medio del asado y el vino, las anécdotas se entrecruzan como lanzaderas agudas y fascinantes para el lector actual. Comparando, por ejemplo, a Stroessner con Natalicio, con Morínigo y aun con el arquitecto Romero Pereira, claramente el itapuense es considerado una figura singular: el primer totalitario de la historia paraguaya. Stroessner, «discípulo de Polemarcos» (para quien justicia es beneficiar a los amigos y perjudicar a los enemigos), se lo define en un momento dado, entre el tereré de la siesta y el vino nocturno de sus charlas de exiliados nostálgicos de democracia y saturados de patriotismo. Comentan que todos los colorados, los de la junta de gobierno títere, incluso los funcionarios públicos, asumen indefectiblemente una actitud ambigua hacia Stroessner: en privado lo llenan de insultos y descalificaciones, y en público lo elogian desvergonzadamente. No solo el blando Juan Ramón Chaves de la Junta de Gobierno del partido colorado títere, sino hasta el «inteligente» Edgar L. Ynsfrán. Todos piensan que no durará (moraleja de la historia: ¿Stroessner duró demasiado debido a este defecto de carácter del político paraguayo?). Leemos anonadados en cierto momento que esta virtud ciudadana, la duplicidad, que usada moderadamente es fundamental para la convivencia y la cortesía urbana, en exceso, como una droga, diseña el estilo stronista «tova mokõi» (doble cara) esgrimido contra el advenedizo Stroessner. Pero la duplicidad también se daba en este y en sus alabarderos más cercanos. Un ejemplo de tantos que nos cuenta el libro, en su siempre amena forma dialogada, es para desternillarse de risa loca: el autocalificado «Campeón del Anticomunismo» en realidad está rodeado de servidores comunistas. ¡Y ahí les largo la retahíla de comunistas-stronistas que Caballero (alias ficticio que le da Epifanio en el libro para proteger a este militar en complot dialogístico) nos lanza como novedad! Además de la sección anticomunista de Artemio Campos Alum (2), oficial y alimentada por el Geist de Alianza para el Progreso, había una secretaría de informaciones (y pyraguereadas jefes) del comunista Ranulfo Britos París (a quien se ve en la famosa foto de la primavera democrática de 1946 junto a Creydt), hombre de confianza de Edgar L., doble agente de Kennedy y de Krushev. También estaba Raúl Lanás, bolche morrocotudo, consejero económico privado del mismísimo tirano Stroessner y de su séquito. El bolche Raimundi, torturador de presos demócratas. El panadero Fernández, estalinista y jerarca sindical de la CPT fiel al Rubio.
El otro libro es doble. En realidad, son sendas conferencias preparadas para ser leídas en Ginebra y Estados Unidos en algún encuentro que al parecer nunca se materializó, y que terminaron, por la premura y la paranoia de la censura, siendo compiladas en una misma edición.
Las dos partes de este segundo libro (año 1983, ediciones Desterrado Yo’a, 218 pp.) son: I. Marxismo teórico y utópico (es la más larga, va hasta la página 188 y está fechada en San José, California, Estados Unidos, el 31 de diciembre de 1983. En una suerte de introito explicativo, titulado «Condenado a hablar solo», escribe el autor: «EE.UU., país donde resido como refugiado político»), y II. Estructura del neocolonialismo en el Paraguay (fechado: «En el destierro, junio de 1983»). Fue publicado por Epifanio dos años antes de su muerte, acaecida en Buenos Aires.
En este libro de tapa roja, que llamé doble, pues contiene dos obras temáticamente autónomas, la primera parte, como dice su título, es una lectura de lo que es el marxismo para él. Ya vislumbramos su desconfianza anticomunista en la famosa Declaración de Corrientes, donde el Mopoco rechaza el régimen de Fidel Castro. Y a Oscar Creydt (3) lo llama «Hitler rojo» (cierto, es el llamado «Caballero» quien hace esa aseveración, pero el libro al final es de su autoría, y en este caso usa procedimientos literarios para contar hechos reales), francotirador, ciertamente, del stronismo, pero también de muchos de sus opositores y víctimas, como Carlos Pastore y Epifanio, además de Rafael Franco.
Me gustaría en estas notas resaltar su visión pionera del neocolonialismo, que para él estaba dirigido por las empresas transnacionales (sobre todo, norteamericano-brasileñas) en nuestro país. Es llamativo que esta visión coincida con tesis de libros recientemente lanzados, como el de Cecilia Vuyk Subimperialismo brasileño y dependencia del Paraguay (Asunción, Cultura y Participación, 2014), desde posiciones diametralmente opuestas a la de Epifanio, como se ve que es el enfoque marxista latinoamericano de esta autora.
Tanto su visión desencantada de las ilusiones del marxismo como su denuncia del neocolonialismo son, para su época, posturas singulares. Pues en los sesenta, con el triunfo de la revolución cubana, todas las informaciones de los crímenes del estalinismo que, tras el deshielo, hubieran podido llegar, aunque tardíamente, a Latinoamérica, quedaron nuevamente tapadas. Sin embargo, Epifanio no dudó, asumió esta insegura posición ideológica de rechazo al marxismo a pesar de las constantes peleas entre los opositores a Stroessner, que sostenían que oponerse al stronismo era oponerse al imperio estadounidense que lo respaldaba. La oposición antiimperialista, que estaba representada principalmente por el comunismo, quería a toda costa dividir las posturas políticas en dos, dicotomía a la que nada parecía poderse sustraer. La tercera vía de un demócrata no marxista, como se consideraba Epifanio a sí mismo, lo convertía, según esta lógica esquiza, inmediatamente en un imperialista, en la medida en que Stroessner era un títere del Pentágono, como soldado de plomo bobo en la guerra fría.
Bueno, salgo de la digresión y la constante esquizofrenia del perseguido político en tiempo de Stroessner, y caigo en el fragmento –en donde Epifanio sobresale como todo un maestro de la sospecha– de I. Marxismo teórico y utópico que les quería mostrar. Epifanio, ciertamente asumido antimarxista (4) –repito, posición antipopular por entonces en Latinoamérica para un intelectual–, no vaciló sin embargo en denunciar la nueva faceta del imperialismo, el neocolonialismo de las empresas trasnacionales. El fragmento esclarecedor para mí es aquel que trata brevemente de Eligio Ayala y su muerte prematura en 1930. Hete aquí que Epifanio rechaza la versión tradicional, impuesta por la desidia investigativa, de la «muerte pasional» del presidente liberal. Eso de que un presidente ande saltando murallas para saciarse con la mujer de otro ciudadano no encaja mucho dentro de la lógica. Epifanio incluso desvaloriza el libro de Arturo Bray –que también acepta este bulo– y cree más en la teoría –fantástica a priori– del atentado. Considera la muerte de Eligio Ayala un enigma al nivel de la muerte de Kennedy. Que nadie lo haya investigado es otra prueba más a su favor. Y la prueba principal para devanar la madeja del atentado la extrae de las últimas palabras de Ayala a su médico personal, el doctor Masi: «Me recibieron balazos». Es claro, para él no fue ningún marido cornudo, sino un complot bien montado, la causa de la muerte del presidente liberal. Y los autores intelectuales son, para Epifanio, las empresas transnacionales, pues, a pesar de su liberalismo tout court, Eligio quiso montar un Banco Central –lo que no llegó a completar por su prematura muerte– para proteger el patrimonio nacional de la voracidad del neocolonialismo empresarial. En suma, el lector de Pitigrilli (Viriato Díaz Pérez le había mandado a su casa de Villa Aurelia un ejemplar de Cocaína –novela de la cual Fassbinder, por cierto, hizo un guión, pensando filmarla alguna vez–, que tiene escenas locas en Brasil) fue una de las primeras víctimas del neocolonialismo, esa droga contemporánea que ha viciado todos los recovecos de la economía del tercer mundo.
NOTAS
(1) Oposición Nacional Republicana en el Exilio y la Resistencia (ANR-ER): facción del Partido Colorado en el exilio que representa a los remanentes de la corriente pro-peronista del partido que fueron expulsados en 1956, destituido de su líder, Epifanio Méndez Fleitas. Fundada en 1973, existía como agrupación cercana al Movimiento Popular Colorado (Mopoco), pero rompió con ese movimiento en 1977 debido a su oposición a pertenecer al Acuerdo Nacional. Su fortuna disminuyó después de que Méndez Fleitas fue forzado a un segundo exilio en Estados Unidos en 1978. Su nuevo dirigente, Miguel Ángel Aquino, fue electo líder del Senado tras el derrocamiento del presidente Alfredo Stroessner en febrero de 1989.
(Fuente: C. Kolinski, A. Nickson, Historical Dictionary of Paraguay, 2° edición revisada, corregida y aumentada, Metuchen/London, The Scarecrow Press, 1993, pp. 43-44.)
(2) La contraparte nacional de Thierry fue el siniestro doctor Antonio Campos Alum, único director de la DNAT durante toda su existencia. Campos Alum fue el principal cerebro de la contrainteligencia del régimen de Stroessner. Al inicio contó con el apoyo del jefe de la III Sección del II Departamento del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, mayor José Butlerov, que había participado en la incursión militar a Fram en marzo de 1955. Hombre culto, discreto, de perfil bajo, que nunca desplegó actividad política ni tuvo visibilidad pública, Campos Alum sirvió de enlace clave del régimen con la CIA y el FBI de Estados Unidos. Recibió entrenamiento en Estados Unidos por primera vez entre julio y septiembre de 1957. Bajo la etiqueta de «lucha anticomunista», estableció una red extensiva de informantes de la Policía. Campos Alum duraría en el cargo de director de «la Técnica» durante todo el transcurso del stronismo, y hasta después. Increíblemente, solo al descubrir el Archivo del Terror el 22 de diciembre de 1992 –casi cuatro años después del derrocamiento de Stroessner–, el Gobierno del presidente Rodríguez mandó clausurar la DNAT. Desde ese momento, Campos Alum estuvo prófugo, buscado por la justicia por crímenes de lesa humanidad. Aun así, pudo mantener su libertad en el país hasta su deceso natural, a los 92 años, el 13 de febrero de 2012, en las afueras de Asunción
(Fuente: Andrew Nickson, La Guerra Fría y el Paraguay, Asunción, 2014, p. 43.)
(3) Óscar Adalberto Federico Creydt Abelenda (San Miguel, Misiones, 1907-Buenos Aires, 1987). De abuelo alemán (rico hacendado) y madre paraguaya, pasa su niñez en Hamburgo. Presidente de la Federación de Estudiantes del Paraguay (1923). Se doctora en Leyes en la facultad de Derecho de la UNA, con la tesis «El derecho de expulsión ante el derecho internacional, constitucional, administrativo y penal». Miembro del Consejo de Obreros y Estudiantes (1929). En 1929 es deportado a Argentina. Desde el exilio, financia el periódico anarquista La Palabra. Adhiere al comunismo; entre 1931-1932 publica en la revista Claridad artículos autocríticos condenando sus propios enlaces con anarquistas y nacionalistas. Es uno de los dirigentes de la insurrección en Encarnación (1931) y, con otros de ellos, ingresa al PCP. Secretario General del PCP (1935). Secretario General del PC de Paraguay (1946-1948, 1953-1965). Durante la guerra civil de 1947, permanece en Asunción en la clandestinidad y mantiene frecuentes reuniones con oficiales de la Marina y dirigentes obreros. En 1952 viaja por primera vez a la URSS. Desde Buenos Aires, con otros dirigentes comunistas, decide emprender la lucha armada contra Stroessner y lanza «Vencer o morir» (agosto de 1959), manifiesto que llama a formar guerrillas. El fracaso de las guerrillas causa una ola de críticas a la conducción de Creydt, una escisión en el PCP y la formación del Partido Comunista Leninista Paraguayo. En 1965 hace su segundo viaje a la URSS, y visita China, Vietnam y Cuba. Es expulsado del PCP (julio de 1965). Desde 1965 hasta su muerte vivió en la clandestinidad, entre Buenos Aires y Montevideo. Autor de Formación histórica de la nación paraguaya (Asunción, 2007). ¡Nunca aprendió a hablar guaraní!
(Fuente: Lazar Jeifets y Víctor Jeifets: América Latina en la Internacional Comunista, 1919-1943. Diccionario Biográfico, Santiago de Chile, Ariadna Ediciones, 2015, 1680 pp.)
(4) Recordemos que, después de la muerte de Méndez Fleitas, se publicó un libro que recopila documentos que revelan el apoyo del gobierno estadounidense a la consolidación del régimen de Stroessner. En particular, estos documentos muestran cómo Estados Unidos ayudaron a la caída del rival de Stroessner, Epifanio Méndez Fleitas, principalmente por sus estrechos vínculos con Juan Perón, y su presunto comunismo.
(Ver: Alfredo M. Seiferheld, José Luis de Tone, El asilo de Perón y la caída de Epifanio Méndez: una visión documental norteamericana, Asunción, Editorial Histórica, Serie Documentos para la historia, 1988, 237 pp.)
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