Dos historias de guerra

Hoy la Máquina del Tiempo nos lleva de viaje un siglo atrás, a noviembre de 1918.

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Este mes se conmemora el centenario luctuoso de Apollinaire, muerto dos días antes de la firma del armisticio que puso fin a la Gran Guerra en noviembre de 1918. El retrato que su amigo Giorgio de Chirico tituló «premonitorio» se reveló al fin siniestro.

El primer gran conflicto tecnológicamente moderno del siglo XX condenó a miles de sobrevivientes a pasar en agonía el resto de su existencia, reducidos a despojos. Henry Tonks no desvió la vista ante ellos.

En el Centenario del Armisticio de 1918, recordamos estas dos historias de guerra.

Henry Tonks, ojo de cirujano

Cuando el cirujano Henry Tonks, nacido en Warwickshire en 1862, vio el daño causado a los seres humanos por las armas modernas –«hombres quemados y troceados como bestias»–, decidió ayudar a los soldados con heridas faciales, sensible a la importancia de reconstruir sus rostros arruinados, no solo por necesidad de funcionar (comer, respirar, hablar), sino también porque volverse irreconocibles para los suyos y para sí mismos, sentirse transformados en monstruos, despertar terror en su entorno, era la herida más grave. Cirujano y dibujante, intentó aliviar el sufrimiento físico y mental de los heridos, y lo retrató. Del Hospital de Hill Hall, Essex, donde estaba trabajando en 1914, se trasladó al frente, a Francia. Entre los bocetos a carboncillo que allí, en Arc-en-Berrois, trazó destaca su famoso retrato de un herido al que se administraba una solución salina, por el estertor nítido, gesto tortuoso y convulso, metáfora del fin de las esperanzas.

Terminada la guerra, Tonks dibujó a los pacientes del Queen Mary’s Hospital en retratos al pastel que parecen imposibles fuera del infierno o de una pesadilla. Retratos como los de Gunner Wilkins, soldado del Real Cuerpo de Artillería, de Deeks, del Real Regimiento de Su Majestad de Lancaster, herido en julio de 1916 a los 25 años, de Burbridge, del Vigésimo Regimiento Real de Fusileros herido en octubre de 1916 y operado tres veces antes de ser dado de baja en 1918, y de muchos otros. Gárgolas rotas, seres alejados de la sociedad por el horror de su trágica condición, pero siempre personas, pese a todo.

Tonks fue nombrado pintor de guerra oficial en 1918. Como cirujano, su deber sin duda era reparar hasta lo irreparable, pero como artista su único compromiso fue con la verdad.

Pintar el futuro

Hace un siglo, en noviembre de 1918, dos días antes de la firma del armisticio que puso fin a la guerra, murió el poeta Wilhelm Albert Wlodzimierz Apolinary de Kostrowicki, más conocido como Guillaume Apollinaire, o Apollinaire, sin más. Su muerte parece anunciada simbólicamente en un óleo, conservado en el Museo Nacional de Arte Moderno del Centro Georges Pompidou, en París, en el que su amigo Giorgio de Chirico lo representa como Orfeo, un busto clásico, marmóreo, con unas gafas de sol que insinúan ceguera, semejantes a negras cuencas vacías. A su espalda, como si fuera la sombra que proyecta, la reconocible silueta de Apollinaire lleva, sobre el fondo oscuro de la sien izquierda, dibujado el blanco círculo de un objetivo.

La sien izquierda de Apollinaire recibió, en efecto, un balazo dos años después. Aunque De Chirico no podía saberlo aún, por algún motivo tituló «Retrato premonitorio de Guillaume Apollinaire» ese cuadro. Pintado, por otra parte, en la primavera de 1914, cuando aún no se había declarado la guerra, cosa que ocurriría ese verano, en agosto.

Apollinaire murió poco después de recibir el balazo, en 1918, por la «gripe española» que contrajo en el frente, y se ha especulado que un posible factor de tal desenlace fue su salud quebrantada por aquella herida en la sien de la que nunca se recuperó.

Nacido en Roma, Apollinaire se alistó como voluntario cuando estalló el conflicto y así fue a encontrarse con esa bala, como si lo hubiese estado esperando desde antes de nacer (1).

De Chirico también murió, como Apollinaire, en noviembre, hace cuarenta años (1978). El cuadro del que hablamos hoy pertenece a su «período metafísico». Se dice que fue Apollinaire quien –como crítico de arte, en ocasión de una exposición de 1913 en el Salón de Otoño de París– bautizó como «metafísicas» las obras del pintor griego que al retratarlo, como en una visión inesperada de las leyes secretas del destino y la muerte, pintó, sin saberlo, su final.

Notas

(1) National Portrait Gallery, Londres: «Henry Tonks: Studies of the Artist». En línea: https://www.npg.org.uk/whatson/display/2014/henry-tonks-studies-of-the-artist.php

(2) Montserrat Álvarez: «Arte y tragedia: las premoniciones», El Suplemento Cultural, domingo 11 de febrero del 2018.

crononauta700@gmail.com

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