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–¿Cuál fue la motivación inicial para la creación del CPES?
–Nació con el propósito de impulsar el avance de las ciencias sociales modernas, después de la Segunda Guerra Mundial. Paraguay pasó por dos guerras muy devastadoras para sus instituciones, y no tenía, excepto en el campo del Derecho, un espacio académico adecuado para el desarrollo de las ciencias sociales. Por distintas circunstancias, nos insertamos en esa corriente y uno de los pilares de esa inserción y de los trabajos que se hicieron fue el Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, que inclusive generó otro proyecto que ha tenido una enorme resonancia y cuyos cincuenta años también se cumplen, que es la Revista Paraguaya de Sociología.
–¿Cómo fueron los primeros tiempos?
–Simplemente, dedicación. Dedicación al margen de nuestras ocupaciones normales, que para muchos eran del campo de la política, las asociaciones estudiantiles, la universidad. Y la voluntad de un grupo de jóvenes que querían hacer ciencias sociales. Algunos, más allá de la militancia estudiantil, política, etcétera, aspiraban a una carrera académica.
–¿Y cuál es el aporte de la sociología?
–El conocimiento de la realidad social, a los efectos de sustentar la generación de políticas públicas. Es entender qué pasa en la realidad para ver qué se puede hacer para sustentar y fortalecer lo que se considera beneficioso para el desarrollo de una nación, de una comunidad, y qué se debe hacer cuando surgen anomalías, eventos, prácticas, etcétera, que más bien erosionan la fortaleza o la capacidad creativa de una sociedad.
–Diez años después de establecerse la dictadura en Paraguay, fundan ustedes el CPES. ¿Cómo impactóla creación de una institución orientada a descifrar la realidad social en esos momentos difíciles para el país?
–En realidad, ya habíamos tenido, antes de la dictadura, iniciativas individuales, contactos con centros del exterior, algunos cercanos, como Argentina o Chile, que eran países democráticos y habían desarrollado las ciencias sociales de forma muy firme. Entonces, pudimos tener articulaciones que nos permitieron ir generando una mayor institucionalidad, que terminó con la fundación del CPES. Fue un acuerdo entre ocho o diez amigos de formar un lugar donde poder reunirnos, debatir sobre cuestiones que atañen a las Ciencias Sociales, escribir sobre esos problemas y fundar la revista al mismo tiempo.
–¿Ningún trabajo les dio problemas con el Gobierno?
–En cierta manera tuvimos algunas dificultades, pero en realidad la revista se consagró muy rápidamente a nivel internacional y colaboraron en ella investigadores de mucha talla de distintos países. Fue un momento de modernización de América Latina, en que también se conformaron instituciones de índole económica, pero con cobertura de las ciencias sociales, como Capal, Ilpes, el Centro de Demografía. La Revista recogió gran parte de esos trabajos, y, por supuesto, también les dio cobertura para seguir existiendo y convertirnos en una revista de alta calidad académica, que no tuvo ningún tipo de censura, sino que se publicaron en ella artículos de mucha fuerza, de mucha radicalidad, a veces, pero dentro de un marco, un lenguaje, un estilo académico importante.
–¿Cuál considera que ha sido el mayor aporte del CPES en estos cincuenta años?
–Primero, haber creado un espacio de reflexión social. En segundo término, haber conectado ese esfuerzo con lo más moderno del pensamiento social en América Latina. Y haber cubierto un porcentaje muy alto de la producción de estos cincuenta años. Justamente, es lo que hicimos ahora con motivo de la conmemoración de los cincuenta años: publicar todos los trabajos escritos por paraguayos y extranjeros sobre la realidad social paraguaya. Son diez tomos: la colección «Pasado y presente de la realidad social paraguaya».
–¿Qué contienen estos diez tomos?
–Escritos sobre Paraguay en los últimos cincuenta años, trabajos de ciencias políticas, demografía, etcétera. Y todos fueron publicados en la Revista Paraguaya de Sociología.
–¿Los planes para el futuro?
–Hoy vivimos una crisis muy profunda, tanto como la del 89, o más. Una enorme extensión de la sociedad nacional se está deshaciendo, desmoronando. La Iglesia de hoy no es en absoluto la de los noventa; las Fuerzas Armadas no son en absoluto lo que eran unas décadas atrás; los partidos políticos casi no tienen nada que ver en su estructura, su forma de acción, etcétera, con lo que eran hasta hace un tiempo relativamente próximo. Es una coyuntura de transición, una etapa en la que va muriendo la sociedad tradicional, sin que tengamos las condiciones ni la capacidad para crear nuevas instituciones. Hoy, las redes sociales son un elemento fundamental de ciudadanía, presión y cambio. La sociedad tiene más canales libres para expresarse y presionar. Hay nuevas condiciones que insinúan una nueva sociedad, una nueva organización, que es lo que hay que construir. Estamos en una coyuntura de transición y la pregunta es: ¿qué debe hacer en una coyuntura como esta una institución académica? Es el gran desafío que enfrentamos en este momento.
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