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La expedición de Belgrano
Ante lo incierto del destino de la Corona española, en Buenos Aires se estableció el 25 de mayo de 1810, la Primera Junta que, conforme sus atribuciones, decidió enviar al interior una expedición militar para "propagar la revolución y proteger a sus partidarios", poniéndola al mando de Manuel Belgrano quien, basado en falsos informes favorables a la invasión del Cnel. Espínola y Peña al mando de 1.200 hombres, emprendió el 22 de septiembre de 1810 una marcha de más de 1.400 kilómetros hasta Asunción. Desde los más apartados lugares, los criollos paraguayos se congregaron en torno a Velasco, se reunieron unos 6.000 hombres que se alistaron en el grupo que haría las veces de un ejército profesional para detener al invasor.
En el primer enfrentamiento, ese 19 de enero, se produjo una gran confusión que desbandó el centro del ejército paraguayo, siendo perseguido por el enemigo, que llegó hasta el pueblo de Paraguarí, capturando y saqueando el cuartel general. Velasco con unos cuantos fieles huyó precipitadamente, perdiendo su archivo y equipaje. Y dejó a los criollos sin un jefe. Entonces se produjo una reacción inesperada y las fuerzas comandadas por Cavañas y Gamarra reaccionaron, atacando a los porteños que emprendieron la fuga.
El 9 de marzo de 1811 se produjo la batalla de Tacuary. Belgrano finalmente se rindió, conferenciando con los jefes criollos con quienes cuando capituló, arribaron a un acuerdo, pero Velasco no cumplió lo prometido en el armisticio manteniendo a los prisioneros en situación denigrante, enviándolos a Montevideo en condiciones humillantes y desmovilizando a la mayor parte de las tropas sin pago alguno.
Surge la conciencia nacional
Ya habíamos tenido en el Paraguay un antecedente libertario, cuando la revolución de los Comuneros, que tuvo varios brotes de sublevación. Uno en 1644/49, con la consigna de que debían primar los intereses del "común" acaudillado el pueblo por el obispo Bernardino de Cárdenas, franciscano. Otro, en 1717 cuando surge la señera figura de José de Antequera y Castro, quien fue luego ajusticiado en Lima. Enfrentándose los Comuneros contra Jesuitas, al mando de miles de indios armados, y Virreyes en los años 1724, 1733 y 1735, con una consigna que resuena inmortal: "Ni el Rey ni sus representantes pueden obrar arbitrariamente, en contra del derecho natural del hombre.
Así el pueblo puede analizar las decisiones del Monarca y acatarlas, pero no cumplirlas, si son contra sus derechos. La máxima autoridad es la del pueblo, o común, quien puede designar un gobernante, para que lo conduzca, pero que nunca está por encima de la voluntad popular". A raíz de lo sucedido en Paraguarí y Tacuary, los criollos tomaron conciencia de que solos vencieron al invasor. España con su gobierno real tambaleante no ofrecía garantías de seguridad alguna además, los privilegios de que eran objeto los Jesuitas, que conformaban un estado dentro de este estado, contando con la mano de obra gratuita de los indios, comerciando sus productos libres de impuestos, compitiendo de manera desigual con los criollos hizo que se agudizara un conflicto ya existente.
¿Vasallos de la Corte portuguesa?
Pero lo que aceleró el desenlace de la conjura fue que la Corte portuguesa, instalada en Río de Janeiro, donde llegaron huyendo de la invasión de Napoleón en 1807, con el rey Juan VI y su esposa, la infanta española Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII -a la sazón prisionero de Napoleón en el Castillo de Valançay del célebre sacerdote/diplomático Talleyrand- tenían intención de anexar el Paraguay al Brasil, aduciendo los derechos de la infanta sobre los territorios pertenecientes a la Corona española que ella ambicionaba al estar también su padre prisionero de Napoleón.
A un pedido de auxilio de Velasco, enviaron de comisionado al teniente Abreu, para sostenerlo frente a los revolucionarios; pero advertidos los patriotas, decidieron adelantar el golpe en gestación, que en un principio consistiría en dos columnas que avanzarían sobre Asunción, una al mando de Manuel Atanasio Cavañas desde las Cordilleras y la otra al mando de Fulgencio Yegros, que sublevaría gente en Itapúa.
A esto se uniría Roxas, levantándose en Corrientes. Estimaban para el 29 de mayo la ocupación de Asunción.
La conjura descubierta
Abreu llegó a Itapúa el 15 de abril, siendo detenido por Yegros durante 15 días. Por orden de Velasco debió dejarlo seguir, arribando a Asunción el 9 de mayo. Velasco solicitó al portugués se le proveyeran 200 hombres de caballería en las Misiones occidentales. En la mañana del 14 de mayo, el Síndico procurador Juan Antonio Fernández comentó a Vicente Ignacio Iturbe que el gobierno sabía de la existencia de una conspiración cuyo punto de encuentro era la casa de Juan Francisco Recalde.
Iturbe informó al comandante interino Pedro Juan Cavallero, quien decidió dar el golpe inmediatamente. Así, a las 8 de la noche del 14 se llevó a cabo una reunión crucial en la Casa de la Independencia. Embozados en sus capas salieron de allí sigilosamente Cavallero, Iturbe y Juan Bautista Rivarola, encabezando a los conjurados. Se dirigieron al Cuartel de la Plaza bajo el mando de Mauricio José Troche, de guardia esa noche, quien luego de gritar la consigna "Viva la Patria", secundado por los hombres bajo su mando, abrió las puertas a los complotados. El Cuartel de la Plaza se convirtió en eje de la naciente Revolución; pusieron en libertad a los presos políticos, se repartieron las armas y se despacharon al interior chasques que informaran a Cavañas y a Yegros del alzamiento. Fue redactada la nota que los revolucionarios enviarían a Velasco, la cual quedó terminada a media noche.
En los albores del 15 de Mayo
La intimación firmada por Pedro Juan Cavallero, quien asumió la jefatura del levantamiento armado, fue llevada al gobernador por Iturbe. En ella se exigía: 1) Que se entregase la plaza a los revolucionarios que se hallaban en el Cuartel. 2) Que se pusieran a disposición de los conjurados todas las armas existentes en el Parque de Guerra. 3).-Que les enviasen las llaves del Cabildo. Agregando que Velasco seguiría en el gobierno conjuntamente con dos diputados designados por la oficialidad.
El Gobernador no aceptó las condiciones, perfilándose una resistencia del gobierno cuando un grupo de miñones armados se dirigió al cuartel y lo cercaron; recibidos a tiros, se dispersaron de inmediato.
Por la razón o por la fuerza
Sacaron entonces los revolucionarios las tropas a la calle, colocaron seis cañones apuntando a la Casa de los Gobernadores, donde estaban congregados los leales a Velasco. El pueblo comenzó a reunirse en torno a los conjurados. Como el Gobernador no tomaba una decisión, y eran ya las 8 de la mañana, los oficiales amenazaron con iniciar el fuego de la artillería. Retornó Iturbe ante Velasco con un ultimátum. El Gobernador decidió entonces no derramar sangre inútilmente y aceptar las condiciones que le imponían. Una salva de 21 cañonazos anunció estruendosamente al pueblo el triunfo de la incruenta insurrección. En el transcurso de esa tarde, Rodríguez de Francia y Valeriano Cevallos, designados diputados por los oficiales de los cuarteles, prestaron juramento, quedando constituido el primer Triunvirato con el concurso de Velasco. Con la aparición de Francia en escena, la suerte estaba echada y durante su nefasta dictadura posterior, ejecutó a casi todos los próceres, estableciendo un régimen de terror y sadismo.
Nota del 20 de julio de 1811
Poco tiempo después, el Congreso General del 17 de junio de 1811, eligió el primer gobierno paraguayo, integrado así: Presidente: Fulgencio Yegros, vocales Pedro Juan Cavallero, Fernando de la Mora, José Gaspar de Francia y Francisco Javier Bogarín.
Se cree que fue De la Mora quien redactó la célebre nota remitida a la Junta de Buenos Aires, en la que el Paraguay sienta firmemente las bases de que no admitirá nunca más someterse al yugo de un amo. "La confederación de esta provincia con las demás de nuestra América, y principalmente con las que comprendía la demarcación del antiguo Virreinato, debía de ser de un interés más inmediato, más asequible y por lo mismo más natural, como de pueblos no sólo de un mismo origen, sino que por el enlace de particulares y recíprocos intereses, parecen destinados por la naturaleza misma a vivir y conservarse unidos." Continúa informando de sus firmes intenciones de permanecer independiente: "Este ha sido el modo como ella por sí misma, y a esfuerzos de su propia resolución, se ha constituido en libertad, y en el pleno goce de sus derechos, pero se engañaría cualquiera que llegase a imaginar que su intención había sido entregarse al arbitrio ajeno, y hacer dependiente su suerte de otra voluntad.
En tal caso nada más habría adelantado, ni reportado otro fruto de su sacrificio, que el cambiar una cadena por otras, y mudar de amo." Los patriotas de Mayo resolvieron definitivamente que el Paraguay fuese libre e independiente y se gobernase por sí mismo, no solo desde el punto de vista político: "...sino también para formar una sociedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igualdad".
Conclusión
Así nuestros pueblos lograron su Independencia dos siglos atrás de una manera curiosa. Levantados en armas para expulsar a los invasores ingleses primero, y repudiar al monarca impuesto por las armas napoleónicas, después; con la intención original de restituir al trono a Fernando VII, el pueblo sublevado de las colonias pronto recapacitó y llegó a la conclusión de que la libertad no llegaría por concesión real. La espada desenvainada para defender a un monarca soberano terminó convirtiendo a la antigua Provincia en República soberana. Cabe preguntarnos, releyendo la historia con conciencia crítica, por qué después de tantos años tan insignes postulados, enarbolados ya por los Comuneros, no llegaron a cristalizar y el país debió sufrir periodos de oscurantismo bajo siniestras dictaduras que no mataron las ideas, pero cortaron las cabezas de quienes las esgrimían.
La incultura fomentada, la corrupción, la falta de un plan logístico puesto en práctica de manera continua por los sucesivos gobiernos, con el objetivo de lograr encauzar el país hacia metas concretas, donde se pusieran en práctica los artículos enunciados en proclamas y Constituciones, dan como resultado esta sociedad donde imperan la violencia, la delincuencia, la inseguridad, la prepotencia, la descomposición moral y la crisis económica del pueblo paralela a las grandes fortunas que surgen de la nada. Flagelos que estoicamente debemos soportar cada día, preguntándonos hacia dónde nos conduce esta apremiante situación. Lo que hoy hace eclosión es el lógico producto de los errores que se han venido cometiendo desde nuestro remoto pasado. La insigne proclama de nuestros próceres, lanzada en aquel lejano 1811, no se hizo aún realidad en nuestra patria.
María Eugenia Garay
En el primer enfrentamiento, ese 19 de enero, se produjo una gran confusión que desbandó el centro del ejército paraguayo, siendo perseguido por el enemigo, que llegó hasta el pueblo de Paraguarí, capturando y saqueando el cuartel general. Velasco con unos cuantos fieles huyó precipitadamente, perdiendo su archivo y equipaje. Y dejó a los criollos sin un jefe. Entonces se produjo una reacción inesperada y las fuerzas comandadas por Cavañas y Gamarra reaccionaron, atacando a los porteños que emprendieron la fuga.
El 9 de marzo de 1811 se produjo la batalla de Tacuary. Belgrano finalmente se rindió, conferenciando con los jefes criollos con quienes cuando capituló, arribaron a un acuerdo, pero Velasco no cumplió lo prometido en el armisticio manteniendo a los prisioneros en situación denigrante, enviándolos a Montevideo en condiciones humillantes y desmovilizando a la mayor parte de las tropas sin pago alguno.
Surge la conciencia nacional
Ya habíamos tenido en el Paraguay un antecedente libertario, cuando la revolución de los Comuneros, que tuvo varios brotes de sublevación. Uno en 1644/49, con la consigna de que debían primar los intereses del "común" acaudillado el pueblo por el obispo Bernardino de Cárdenas, franciscano. Otro, en 1717 cuando surge la señera figura de José de Antequera y Castro, quien fue luego ajusticiado en Lima. Enfrentándose los Comuneros contra Jesuitas, al mando de miles de indios armados, y Virreyes en los años 1724, 1733 y 1735, con una consigna que resuena inmortal: "Ni el Rey ni sus representantes pueden obrar arbitrariamente, en contra del derecho natural del hombre.
Así el pueblo puede analizar las decisiones del Monarca y acatarlas, pero no cumplirlas, si son contra sus derechos. La máxima autoridad es la del pueblo, o común, quien puede designar un gobernante, para que lo conduzca, pero que nunca está por encima de la voluntad popular". A raíz de lo sucedido en Paraguarí y Tacuary, los criollos tomaron conciencia de que solos vencieron al invasor. España con su gobierno real tambaleante no ofrecía garantías de seguridad alguna además, los privilegios de que eran objeto los Jesuitas, que conformaban un estado dentro de este estado, contando con la mano de obra gratuita de los indios, comerciando sus productos libres de impuestos, compitiendo de manera desigual con los criollos hizo que se agudizara un conflicto ya existente.
¿Vasallos de la Corte portuguesa?
Pero lo que aceleró el desenlace de la conjura fue que la Corte portuguesa, instalada en Río de Janeiro, donde llegaron huyendo de la invasión de Napoleón en 1807, con el rey Juan VI y su esposa, la infanta española Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII -a la sazón prisionero de Napoleón en el Castillo de Valançay del célebre sacerdote/diplomático Talleyrand- tenían intención de anexar el Paraguay al Brasil, aduciendo los derechos de la infanta sobre los territorios pertenecientes a la Corona española que ella ambicionaba al estar también su padre prisionero de Napoleón.
A un pedido de auxilio de Velasco, enviaron de comisionado al teniente Abreu, para sostenerlo frente a los revolucionarios; pero advertidos los patriotas, decidieron adelantar el golpe en gestación, que en un principio consistiría en dos columnas que avanzarían sobre Asunción, una al mando de Manuel Atanasio Cavañas desde las Cordilleras y la otra al mando de Fulgencio Yegros, que sublevaría gente en Itapúa.
A esto se uniría Roxas, levantándose en Corrientes. Estimaban para el 29 de mayo la ocupación de Asunción.
La conjura descubierta
Abreu llegó a Itapúa el 15 de abril, siendo detenido por Yegros durante 15 días. Por orden de Velasco debió dejarlo seguir, arribando a Asunción el 9 de mayo. Velasco solicitó al portugués se le proveyeran 200 hombres de caballería en las Misiones occidentales. En la mañana del 14 de mayo, el Síndico procurador Juan Antonio Fernández comentó a Vicente Ignacio Iturbe que el gobierno sabía de la existencia de una conspiración cuyo punto de encuentro era la casa de Juan Francisco Recalde.
Iturbe informó al comandante interino Pedro Juan Cavallero, quien decidió dar el golpe inmediatamente. Así, a las 8 de la noche del 14 se llevó a cabo una reunión crucial en la Casa de la Independencia. Embozados en sus capas salieron de allí sigilosamente Cavallero, Iturbe y Juan Bautista Rivarola, encabezando a los conjurados. Se dirigieron al Cuartel de la Plaza bajo el mando de Mauricio José Troche, de guardia esa noche, quien luego de gritar la consigna "Viva la Patria", secundado por los hombres bajo su mando, abrió las puertas a los complotados. El Cuartel de la Plaza se convirtió en eje de la naciente Revolución; pusieron en libertad a los presos políticos, se repartieron las armas y se despacharon al interior chasques que informaran a Cavañas y a Yegros del alzamiento. Fue redactada la nota que los revolucionarios enviarían a Velasco, la cual quedó terminada a media noche.
En los albores del 15 de Mayo
La intimación firmada por Pedro Juan Cavallero, quien asumió la jefatura del levantamiento armado, fue llevada al gobernador por Iturbe. En ella se exigía: 1) Que se entregase la plaza a los revolucionarios que se hallaban en el Cuartel. 2) Que se pusieran a disposición de los conjurados todas las armas existentes en el Parque de Guerra. 3).-Que les enviasen las llaves del Cabildo. Agregando que Velasco seguiría en el gobierno conjuntamente con dos diputados designados por la oficialidad.
El Gobernador no aceptó las condiciones, perfilándose una resistencia del gobierno cuando un grupo de miñones armados se dirigió al cuartel y lo cercaron; recibidos a tiros, se dispersaron de inmediato.
Por la razón o por la fuerza
Sacaron entonces los revolucionarios las tropas a la calle, colocaron seis cañones apuntando a la Casa de los Gobernadores, donde estaban congregados los leales a Velasco. El pueblo comenzó a reunirse en torno a los conjurados. Como el Gobernador no tomaba una decisión, y eran ya las 8 de la mañana, los oficiales amenazaron con iniciar el fuego de la artillería. Retornó Iturbe ante Velasco con un ultimátum. El Gobernador decidió entonces no derramar sangre inútilmente y aceptar las condiciones que le imponían. Una salva de 21 cañonazos anunció estruendosamente al pueblo el triunfo de la incruenta insurrección. En el transcurso de esa tarde, Rodríguez de Francia y Valeriano Cevallos, designados diputados por los oficiales de los cuarteles, prestaron juramento, quedando constituido el primer Triunvirato con el concurso de Velasco. Con la aparición de Francia en escena, la suerte estaba echada y durante su nefasta dictadura posterior, ejecutó a casi todos los próceres, estableciendo un régimen de terror y sadismo.
Nota del 20 de julio de 1811
Poco tiempo después, el Congreso General del 17 de junio de 1811, eligió el primer gobierno paraguayo, integrado así: Presidente: Fulgencio Yegros, vocales Pedro Juan Cavallero, Fernando de la Mora, José Gaspar de Francia y Francisco Javier Bogarín.
Se cree que fue De la Mora quien redactó la célebre nota remitida a la Junta de Buenos Aires, en la que el Paraguay sienta firmemente las bases de que no admitirá nunca más someterse al yugo de un amo. "La confederación de esta provincia con las demás de nuestra América, y principalmente con las que comprendía la demarcación del antiguo Virreinato, debía de ser de un interés más inmediato, más asequible y por lo mismo más natural, como de pueblos no sólo de un mismo origen, sino que por el enlace de particulares y recíprocos intereses, parecen destinados por la naturaleza misma a vivir y conservarse unidos." Continúa informando de sus firmes intenciones de permanecer independiente: "Este ha sido el modo como ella por sí misma, y a esfuerzos de su propia resolución, se ha constituido en libertad, y en el pleno goce de sus derechos, pero se engañaría cualquiera que llegase a imaginar que su intención había sido entregarse al arbitrio ajeno, y hacer dependiente su suerte de otra voluntad.
En tal caso nada más habría adelantado, ni reportado otro fruto de su sacrificio, que el cambiar una cadena por otras, y mudar de amo." Los patriotas de Mayo resolvieron definitivamente que el Paraguay fuese libre e independiente y se gobernase por sí mismo, no solo desde el punto de vista político: "...sino también para formar una sociedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igualdad".
Conclusión
Así nuestros pueblos lograron su Independencia dos siglos atrás de una manera curiosa. Levantados en armas para expulsar a los invasores ingleses primero, y repudiar al monarca impuesto por las armas napoleónicas, después; con la intención original de restituir al trono a Fernando VII, el pueblo sublevado de las colonias pronto recapacitó y llegó a la conclusión de que la libertad no llegaría por concesión real. La espada desenvainada para defender a un monarca soberano terminó convirtiendo a la antigua Provincia en República soberana. Cabe preguntarnos, releyendo la historia con conciencia crítica, por qué después de tantos años tan insignes postulados, enarbolados ya por los Comuneros, no llegaron a cristalizar y el país debió sufrir periodos de oscurantismo bajo siniestras dictaduras que no mataron las ideas, pero cortaron las cabezas de quienes las esgrimían.
La incultura fomentada, la corrupción, la falta de un plan logístico puesto en práctica de manera continua por los sucesivos gobiernos, con el objetivo de lograr encauzar el país hacia metas concretas, donde se pusieran en práctica los artículos enunciados en proclamas y Constituciones, dan como resultado esta sociedad donde imperan la violencia, la delincuencia, la inseguridad, la prepotencia, la descomposición moral y la crisis económica del pueblo paralela a las grandes fortunas que surgen de la nada. Flagelos que estoicamente debemos soportar cada día, preguntándonos hacia dónde nos conduce esta apremiante situación. Lo que hoy hace eclosión es el lógico producto de los errores que se han venido cometiendo desde nuestro remoto pasado. La insigne proclama de nuestros próceres, lanzada en aquel lejano 1811, no se hizo aún realidad en nuestra patria.
María Eugenia Garay