Diccionario de la Prensa Paraguaya, de Alcibiades González Delvalle

Entre las actividades de la Feria Internacional del Libro organizada por la Cámara del Libro de Asunción en el Centro de Convenciones Mariscal López, el miércoles el escritor y periodista Alcibiades González Delvalle presentó su Diccionario de la Prensa Paraguaya (Asunción, Servilibro, 2016, 263 pp.), que aquí nos comenta Beatriz G. de Bosio.

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El distinguido periodista, escritor, dramaturgo y columnista Alcibiades González Delvalle vuelve con este libro a la ocupación que verdaderamente le trajo grandes logros y muchos sinsabores, incluyendo la prisión en dos ocasiones estrictamente en razón de sus desafiantes escritos.

Y en este Diccionario de la prensa paraguaya vuelca toda su larga experiencia al tiempo que define los puntos principales del quehacer periodístico en nuestro país, pero respetando el apelativo de diccionario en cuanto a organización se refiere.

En el primer capítulo analiza sucintamente la historia de las publicaciones periódicas, necesariamente parcial, dada la gran diversidad y la carencia de colecciones de muchos de ellos. Reflejando sus aficiones personales, indica que el inicio de la prensa es la publicación de un periódico con un objetivo valioso, la esquiva Independencia Nacional. Se sabe que, cuando el autor presidía el primer sindicato de periodistas del Paraguay, se seleccionó como día del trabajador de prensa justamente la fecha de publicación del primer número de El Paraguayo Independiente.

El segundo capítulo refiere a los principales periódicos en orden alfabético y recorre desde ABC Color hasta Vanguardia, pasando por –entre otros– La Aurora, de Ildefonso Bermejo, los diferentes El Tiempo, el polémico El Heraldo, La Prensa, de Blas Garay, el longevo La Tribuna, de Eduardo Schaerer, y un periódico que en realidad era radio, Ñandutí. No deja de mencionar la audición diaria que le trajera tanta fama como denuestos y que tampoco era un periódico escrito: La Voz del Coloradismo.

Luego entrega su listado de principales periodistas a lo largo de los años. Y, nuevamente por orden alfabético, como corresponde a un diccionario, cita inicialmente a Benjamín Aceval y va pasando a otras encumbradas figuras como Fernando Cazenave, José Segundo Decoud, Blas Garay, Adolfo Riquelme, Santiago Leguizamón, Josefina Plá, Alfredo Seiferheld y Enrique Venancio Solano López, entre otros.

Una contribución interesante en cuanto a metodología la constituye el cuarto capítulo, sobre géneros periodísticos, donde describe e ilustra a sus lectores sobre alguna terminología corriente en el periodismo, citando la columna, el copete, define el papel del corresponsal, y aborda el tema de la crítica, la crónica, la entrevista, el editorial y la ética en el periodismo.

Por las limitaciones de espacio de la naturaleza de la obra, si bien el trabajo exigió una investigación y presenta una bibliografía selecta, no constituye un tratado sino más bien una obra de diseminación de conceptos muy oportunos e interesantes en momentos en que incluso se debate la supervivencia de la prensa escrita, si bien no parece haber cuestionamientos en materia radial y televisiva, aunque los avances tecnológicos puedan interferir.

De manera poco sorprendente por la organización, el último concepto con que se cierra la obra es un paraguayismo bastante extendido y frecuentemente citado: el zoquete, que, para el autor, consistió en la utilización de «la palabra en contra de los “opositores” que deseaban un cargo público; desde entonces, la prensa la usa para referirse a los funcionarios que acceden a un cargo sin merecerlo». Una investigación de González Delvalle, sin embargo, descubrió su primera utilización, también en sentido peyorativo, en un artículo de agosto de 1884 en El Heraldo, y se refiere «a aquellos que están dispuestos a hacer el sacrificio de su conciencia y de su dignidad por un zoquete de pan».

Dada la proliferación de carreras de periodismo en las también proliferantes universidades del Paraguay, esta contribución bibliográfica es oportuna y útil para encarrilar los cursos hacia un objetivo plausible. El periodismo en todo el mundo, aparte del reconocimiento de su papel preponderante en las democracias, ha sido blanco también de críticas justificadas porque prácticamente la tarea de comunicar se ha convertido en un anexo de la tarea de gobernar. Tanto que hoy, en América Latina, la búsqueda de la verdad –de por sí esquiva y voluble en materia política– se usa como excusa para desplegar persecuciones que se creían superadas.

Para el periodismo, también, ante la amenaza del crimen trasnacional, vale aquella expresión, atribuida a un capo mafioso colombiano, de «plata o plomo».

En nuestro propio país, tenemos que lamentar que la lista de mártires se haya incrementado no hace mucho en la porosa frontera brasileña.

Alcibiades González Delvalle, con esta oportuna publicación, ha vuelto una vez más a justificar el apelativo que le otorgaron los colegas: «el Maestro».

beagbosio@gmail.com

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