Dibujo indígena contemporáneo del Paraguay

Exposición de dibujos de indígenas ishir, nivaklé y guaraní del Chaco paraguayo. Los dibujos nivaklé y guaraní, realizados durante el año 2007, fueron colectados por Verena Regher en el contexto de un proyecto de promoción de la cultura indígena a partir de sus valores expresivos. Los dibujos ishir fueron colectados por Ticio Escobar entre 1990 y 2003 y pertenecen al acervo de Arte Indígena del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro. También forma parte de esta colección un lote de dibujos nivaklé reunidos por Miguel Chase Sardi, durante la década de los años 70.

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El trazo incompleto

Exento de los cánones estéticos occidentales, el dibujo indígena transita libremente ámbitos diferentes, traspasando líneas divisorias y poniendo en jaque los órdenes y las clasificaciones. Lo que caracteriza el arte indígena –lo que nosotros llamamos “arte indígena”– es justamente su descarado desconocimiento de categorías que encasillan los géneros y los estilos. Que encasillan el arte, en última instancia. El dibujo indígena trastorna el régimen de las oposiciones binarias entre lo real y lo imaginado, lo decorativo y lo expresivo, lo gráfico y lo plástico, lo plano y lo bidimensional. Y esta fecunda promiscuidad obedece a razones diversas. No solo se debe a una tradición cultural diferente a la marcada por las Bellas Artes, sino al hecho mismo de que lo artístico –lo que para nosotros es artístico– corresponde a una matriz híbrida, nutrida de fuerzas diversas, abierta a sentidos plurales y desarrollada mediante prácticas múltiples.

Esta indiferenciación de lo estético –que cruza diversos momentos del cuerpo social– involucra un universo de significaciones inestables y acentúa las mixturas entre ámbitos y principios que la teoría tradicional del arte separa (lo gráfico y lo plástico, las bellas artes y las artes aplicadas, la línea y el volumen, el fondo y la forma, etc.). La amalgama de géneros, técnicas, medios y estilos también se encuentra empujada por la superficie de inscripción y los materiales: por ejemplo, los diseños de las pinturas corporales ishir, los esgrafiados de los mates payaguá y las calabazas y maracas avá, los pirograbados de las figuras en madera aché y los diseños de la cerámica de los chiriguano o los ayoreo, se basan en el trazo y la línea ciertamente, pero lo hacen condicionados por la conformación y los latidos de la piel humana, los bultos pulidos o irregulares de los objetos, las oquedades y relieves de una superficie que gira sobre sí y deviene masa. El hecho mismo de que los perfiles del diseño se encuentren rellenados con otros colores, o que el trazo adquiera una materialidad pictórica, introducen vacilaciones en el concepto mismo del dibujo, basado en el predominio de la línea y el contorno. ¿Puede hablarse de “dibujo” en el caso de los patrones de la cestería mbyá o los motivos de los tapices en lana nivaklé? O bien, ¿puede hablarse de línea para nombrar el diseño exacto de las antiguas vasijas guaraní, puro perfil resumido y vibrante, límite tenso que define y enmarca la forma?

Estas cuestiones alcanzan un nuevo sentido hoy, cuando la crítica de la modernidad saluda las mixturas de los géneros, habilita un espacio para la promiscuidad de las formas del arte y cuestiona la autonomía formal de lo estético. El término dibujo no designa ya un terreno exclusivo y separado, tajantemente definido por el mínimo surco o la incisión de una raya. Y el propio arte ha perdido la pretensión de que sean sus espacios soberanos, independientes de lo que sucede extramuros: libres de los discursos históricos y sociales que irrumpen desde la intemperie y la confusión, más allá del alcance de la forma. Esta situación hace que deba mirarse el dibujo indígena con otros ojos. También por eso resulta importante esta muestra: la línea ya no significa un linde sellado, sino una marca fluctuante: el vestigio que permite distinguir adentros y afueras intercambiables en sus puestos. Y el dibujo de los indígenas es experto en trazar umbrales abiertos a todos los vientos de la historia, a todos los pasos de una existencia atribulada, a todos los empujes de creencias intensas y sueños obstinados. La línea abierta. El volumen inconcluso. El trazo provisorio, efímero, sujeto a las borraduras del sudor o de la lluvia. O del olvido.

Lo que hoy se llama la dimensión performativa del arte contemporáneo –es decir, la posibilidad o el anhelo que tienen sus formas de volverse sobre la realidad y actuar sobre ella– resulta un viejo expediente del arte indígena, volcado siempre sobre los fenómenos sociales, naturales y sobrenaturales que ocurren fuera del círculo aurático. Una línea puede ser la expresión de una idea, el anuncio de un signo hermético o el principio de un lance mágico. Pero también es un dispositivo formal: una manera de aliviar ese mundo inhóspito que constriñe el paisaje humano agregándole belleza.

Al incorporar técnicas, como el lápiz y la birome, y soportes como el papel, esta muestra remite a las situaciones de transculturación y aculturación que condicionan la práctica actual del dibujo indígena, como, en general, todas sus manifestaciones expresivas. La enseñanza evangelizadora y la intervención de antropólogos y estudiosos, así como la injerencia de procesos de escolarización y la presión del mercado, interfieren el trazado de la línea, el sentido propio del espacio y el vacío, la percepción de los colores y la luz, de las texturas y proporciones. Este hecho debería llevarnos a afirmar una vez más el derecho de los pueblos diferentes a participar de los programas que comprometen la transmisión y la recreación de sus formas culturales. La autogestión de sus mecanismos educativos y formadores puede cautelar la libertad de la expresión aun en situaciones transculturativas intensas. La imagen ya no será la misma, pero podrá seguir siendo propia.

Hoy, aparecen casos notables de dibujos emergentes, como los del ishir Ogwa o los de los nivaklé y los guarayo que trabajan en Cayim o Clim (Chaco Central) . Ellos revelan la posibilidad con que cuentan diversas culturas para renovar los contornos de la realidad: para delinear sus formas de acuerdo a los desafíos nuevos que propone o impone la historia y sobre la base de una memoria obstinada en cautelar el enigma de la línea.

DIBUJO NIVAKLÉ/GUARANÍ

Osvaldo Pitoe

Indígena guaraní, nacido en 1963 en Pedro P. Peña, Gran Chaco, Paraguay; vive en Cayin o Clim, ubicado en la misma zona. Como dibujante es autodidacta. En 1998 ganó un concurso promovido por el Proyecto “Artesanía Indígena”, impulsado por la promotora cultural Verena Regehr y desde entonces se dedica a este medio, utilizando, como los otros dibujantes de Cayin o Clim, bolígrafos de tinta negra sobre papel blanco. “En un tiempo sin trabajo”, dice, “advierto que se puede ganar algo dibujando. Dibujando no me quedo aburrido, dibujando pienso mucho y recuerdo mi niñez al lado del río. Con eso puedo mantener a mi familia. Y además, me encanta”.

Jorge Carema

Indígena guaraní, nació en 1966 en Pedro P. Peña, Chaco paraguayo. Vive en Cayin o Clim, aldea situada en la misma región. Se dedica a la pesca y trabaja como jornalero agricultor. Aprendió el dibujo en forma autodidacta. “No podemos olvidar nuestra historia y nuestra cultura”, dice, a pesar de que las técnicas de su expresión constituyen innovaciones transculturales recientes. Sus dibujos representan cosmovisiones, experiencias comunitarias e historias hasta ahora no escritas por los propios indígenas, de modo que constituyen no sólo piezas de indudable valor estético, sino testimonios de una cultura que tuvo que readaptar su producción de imágenes a los desafíos de la modernización.

Ausque Eurides Gómez

Indígena nivaklé. Nació en Filadelfia, Chaco paraguayo, en 1977. Vive en Cayin o Clim. Sus dibujos están influenciados por los relatos de su abuelo Toya’a, un gran chamán, que le indujo a no olvidar las tradiciones de su pueblo. Aprendió a dibujar con su padrastro, Jorge Carema. “Dibujo acerca de cómo vivieron nuestros antepasados y también de cómo vivimos hoy en Cayin o Clim. Dibujar me da ánimo”, dice. Para la cosmovisión nivaklé existe una fuerte unidad entre el presente y el pasado; por lo tanto sus dibujos no representan acontecimientos vinculados de manera secuencial, sino sucesos que cruzan temporalidades diversas: las figuras de la memoria coexisten en el mismo plano con imágenes de hechos ocurridos actualmente.

DIBUJO ISHIR

Emilio Aquino

Tomáraho, afiliado al clan posháraha. Nació en Pitiantuta en 1945. Su nombre ishir es Opserse. Ejerció el cargo de cacique de la comunidad de Péishiota (Potrerito). Es un buen conocedor de la cultura ishir y un narrador minucioso y severo de sus mitos. Vive en María Elena, Alto Paraguay.

Daniel Aquino

Es uno de los hijos de Emilio, su nombre tomáraho es Wulud, pertenece al clan posháraha. Nació en 1971.

Gregorio Arce

Era uno de los pocos ishir conocido más por su nombre indígena, Wylky, que por su apelativo oficial paraguayo. Era chamán de la categoría “de los confines de la tierra.” Nació en Puerto Casado en 1935 y ejerció brevemente el cacicazgo como sucesor de Emilio Aquino. Cuando una epidemia acabó con toda su familia, Wylky se internó en el bosque y cantó hasta que la sangre le brotó de la boca y perdió la voz casi totalmente. A pesar de su garganta quebrada y sus melancolías, poseía una personalidad delicada y gentil. Falleció en 2005.

Ogwa Balbuena Flores

De nombre Ogwa, ebytoso y perteneciente al clan posháraha, nació en 1937 en Puerto Caballo, en las cercanías de Bahía Negra. Es uno de los mejores difusores de la cultura chamacoco, tanto por su sabiduría y su erudición cuanto por su destreza como dibujante y su dominio del castellano y el guaraní, idiomas que maneja con fluidez notable. Iniciado en Puerto Diana a los 12 años, trabajó desde 1959 hasta 1969 como traductor de la Biblia para la Misión A Nuevas Tribus. Este oficio extraño a su historia y sus convicciones le llevó a un conocimiento sistemático de la lengua castellana y el credo cristiano; pero lo hizo sin menoscabo de sus certezas y sus saberes propios. Dejó la comunidad ishir, y actualmente, vive con su familia en Itá Anguá, Nueva Colombia. Se mantiene vendiendo en Asunción sus dibujos y las esculturas en madera que realiza con un hijo suyo.

Bruno Barrás

Nacido ebytoso y tahorn en 1947, Bruno encarna uno de los modelos de la estrategia de convivencia -de sobrevivencia- que han desarrollado los ishir en sus contactos con la sociedad nacional. Prestigioso cacique de la comunidad de Puerto 14 de Mayo, Karcha Balut, Bruno se mueve con suma habilidad y esmerado tacto en el mundo del blanco. Habla con agilidad seis idiomas y posee tanto un extenso conocimiento de la cultura de su pueblo, en la cual fue iniciado en 1960, como una detallada información acerca de los paraguayos, sus códigos, principios y debilidades, que sabe asumir con agudeza y considerar con mirada magnánima.

Luciano Martínez

De nombre tomáraho Tybygyd y filiación clánica tahorn, Luciano nació en 1952. Vive en María Elena, en donde trabaja en pequeños cultivos y changas varias y ejerce los oficios de chamán astral.

Feliciano Rodríguez

Perteneciente al clan tymáraha y llamado Túkule, nació en Puerto Casado en 1951. Fue cacique de los tomáraho durante el histórico traslado de su pueblo desde su asentamiento en los obrajes tanineros de San Carlos hasta Puerto Esperanza. Es artesano (confecciona atuendos plumarios), cazador de iguanas, cuyas pieles vende en Bahía Negra, agricultor y jornalero.

Bruno Sánchez Vera

Llamado Tamusía por los tomáraho, y afiliado por los ellos al clan posháraha, nació en Puerto Sastre en 1941. Trabajó la chacra en María Elena. Confeccionaba atuendos plumarios destacados por su manufactura y calidad estética. Falleció en 2007.

Neri Sánchez

Tomáraho. Nació en 1985. Pertenece al clan dyshykymser. Es artesano (confecciona flechas y arcos) y ayudaba a su abuelo, Bruno Sánchez, en los trabajos de la chacra. Fue iniciado en la comunidad de María Elena en 1998.

Pedro Vera

Su nombre es Mbochána, pero se lo conoce por Peíto. Es kytymáraha. Nació en 1964. Fue el cacique de la comunidad tomáraho de María Elena; está considerado un buen gestor y un abogado eficiente de los intereses de su pueblo ante las autoridades nacionales (ha conseguido la titulación de las tierras comunitarias).

TICIO ESCOBAR
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