Del Amor

En inglés, desde la Europa sacudida por las jóvenes industrias y por las guerras y desde el pasado siglo XX; en castellano, desde aquí cerca y ahora mismo; y en griego, desde el luminoso y oscuro mar Egeo y desde la fresca Antigüedad clásica, aquí, oh ardientes lectoras, oh lectores apasionados, traemos tres visiones del amor, para que no se diga que en este Suplemento Cultural somos –¡jamás!– previsibles.

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UNO: EL GRAN SÍ

La gente cree que el Ulises no se lee, que se estudia. Tal vez porque no encaja realmente en nada que uno ya sepa cómo disfrutar, tal vez porque es como el idioma universalmente extranjero de una mente que lo empuña briosamente mientras naufraga, tal vez porque rompe con todo, con los conceptos y con la risa, con la guerra y con la borrachera, con la literatura y con la poesía y con la novela, tal vez porque no es nada con exactitud. Y justamente por eso que hay que leerlo siempre de nuevo, como se comienza el día, como lo desconocido, porque está lleno de vida. Por eso precisamente es que menos hay que estudiarlo y que más hay que leerlo. Muchas personas creen que son inteligentemente irónicas cuando dicen cosas como «Quién ha leído esto o aquello», y entre lo que suelen citar sale frecuentemente un «Quién ha leído el Ulises». La gran mayoría de las mentes no leudan bien (digamos) no solo por cortedad de sesos sino también de riñones (digamos), esto es, por miedo. Lee el Ulises como si todavía nadie lo conociera. Aquí, un fragmento de las páginas mojadas que guardan el indecente, el espléndido Gran Sí (como lo he titulado en este espacio) de Molly Bloom, que es tan bello que asusta.

EL GRAN SÍ

O and the sea the sea crimson sometimes like fire and the glorious sunsets and the figtrees in the Alameda gardens yes and all the queer little streets and the pink and blue and yellow houses and the rosegardens and the jessamine and geraniums and cactuses and Gibraltar as a girl where I was a Flower of the mountain yes when I put the rose in my hair like the Andalusian girls used or shall I wear a red yes and how he kissed me under the Moorish wall and I thought well as well him as another and then I asked him with my eyes to ask again yes and then he asked me would I yes to say yes my mountain flower and first I put my arms around him yes and drew him down to me so he could feel my breasts all perfume yes and his heart was going like mad and yes I said yes I will Yes.

«Oh y el mar el carmesí del mar a veces como el fuego y los gloriosos crepúsculos y las higueras en los jardines de la alameda sí y las extrañas callejuelas y las casas rosadas y azules y amarillas y los jardines de rosas y jazmines y los geranios y los cactus y Gibraltar donde yo fui una muchacha donde yo era una flor de la montaña sí cuando yo puse una rosa en mi cabello como lo hacían las chicas andaluzas o tal vez me pondré una roja sí y cómo él me besó bajo la pared morisca y yo pensé bueno tanto da él como otro y después y luego yo le pedí con los ojos que me lo preguntara de nuevo sí y luego él me preguntó si podría sí yo sí decir sí mi flor de montaña y primero yo lo rodeé con mis brazos sí y lo atraje sobre mí para que sintiera así mis senos todo perfume sí y su corazón saltaba como loco y yo sí dije sí quiero Sí». Fragmento del Monólogo de Molly Bloom en el Ulysses de James Joyce. (Versión en español de Montse Álvarez).

DOS: MEDIANOCHE

De su genio nos constan los asombros a lo largo de los milenios desde que nació y murió en su isla del Egeo entre el siglo VII y el VI antes de nuestra era. Los nombres de aquellos que la admiraron no serían más grandes si estuvieran grabados en letras de oro. Hölderlin, Leopardi –«In che peccai bambina, allor che ignara / Di misfatto è la vita…»–, John Donne, Catulo, Horacio, Baudelaire –«De la mâle Sapho, l’amante et le poète, / Plus belle que Vénus par ses mornes pâleurs!»–, Petrarca, Ovidio, Alceo, Ronsard, Byron, Dionisio de Halicarnaso. «Bella», «la bella Safo», la llamó el ilustre Plutarco, «la de las palabras de fuego». «Maravillosa», la llamó Estrabón, «sin rival entre las mujeres», pues ninguna otra tenía un ápice de su genio. Platón dijo: «No existen nueve musas, porque Safo es la décima». Solón leyó sus poemas y luego concluyó: «Ahora puedo morir». Nítido, feroz, implacable es su idioma poético; y también dulcísimo y cierto, y también, por eso mismo, más implacable aún. Hoy, aquí, un breve fragmento, libremente vertido a partir del cotejo de diversas versiones en francés y español (es decir, no traducido directamente del original griego), de Safo de Mitilene: el número XCIV.

FRAGMENTO 94

Se ha puesto ya la luna 

las Pléyades también 

Es medianoche, y va pasando el tiempo 

Y yo, ¡durmiendo sola!

Safo (Mitilene, Lesbos, circa 650-610 - ¿Léucade? 580 a. C.) (Versión en español, a partir de la edición francesa de Sapho et huit poétesses grecques, Alphonse Lemerre, 1909, de M. Álvarez).

TRES: ARS AMANDI

La obra poética de Antonio Cisneros se cuenta entre lo más importante de la producción literaria moderna y contemporánea en lengua española. Muerto recientemente, en el año 2012, deja unos cuantos libros obviamente tenaces e inoxidables. Cosa que, por más que se prodigue afablemente a tantos, en rigor no se puede decir casi de nadie. Porque, les guste o no que digamos aquí tan dura verdad a quienes duela y moleste, lo cierto es que no es frecuente nacer con ciertos saberes. Y que en el arte y en el amor solo cabe conquistar aquello que ya se posee. Porque es difícil hacer el amor. Pero se aprende.

TERCER MOVIMIENTO (AFFETTUOSSO)

Para hacer el amor debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha, 

tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra para hacer el amor.

Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos pero la arena gruesa es mejor todavía.

Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.

Poco reino es la cama para este buen amor.

Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera: que ningún valle o monte quede oculto y los amantes podrán holgarse en todos sus caminos.

La oscuridad no guarda el buen amor.

El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo y entonces la muchacha no verá el Dedo de Dios. Los cuerpos discretos pero nunca en reposo, los pulmones abiertos, las frases cortas.

Es difícil hacer el amor pero se aprende. 

Antonio Cisneros (Lima, 1942 - 2012).

montserrat.alvarez@abc.com.py

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