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Javier Rodríguez Alcalá (*)
Tautológico cuando no temerario- resultaría entonces el intento de resumir su aporte a la cultura paraguaya desde sus actividades de pintora grabadora y docente. Aproximarnos (en alguna medida) a una obra de tamaña sensibilidad tal vez equivalga (paradójicamente) a introducir con carácter descriptivo -que podría confundirse con impersonal- un cierto orden cronológico en su trayectoria.
Formación
Edith Jiménez inicia sus estudios de pintura con Jaime Bestard y frecuenta las actividades culturales del Ateneo Paraguayo. De Bestard (al que siempre consideró uno de sus dos maestros -el otro sería Livio Abramo), la artista habría de reinterpretar desde su original aproximación a la pintura, las posibilidades constructivas y expresivas del color, mismas que -adaptadas a los medios propios de otro lenguaje- las desarrollaría posteriormente en sus grabados.
Con posterioridad a varias colectivas, presenta en 1952 su primera muestra individual de pintura en el Galería Agustín Barrios, del Centro Cultural Paraguayo Americano. En 1953 participa de la II Bienal de Sao Paulo. En 1954 integra la muestra artenovista, si bien en origen y desarrollo posterior- su obra discurre por otros rumbos.
En 1956 asiste al curso de grabado que dictara en Asunción Livio Abramo, durante su primera visita a nuestro país y junto con otros artistas locales funda el taller Julián de la Herrería (actual taller de grabado Japari y Tilcara, del Centro de Estudios Brasileños)
En 1959 viaja a Sao Paulo con una beca del gobierno brasileño. En esa ciudad, asiste a los cursos de grabado de la Escuela de Artesanato del Museo de Arte Moderno -dirigida por Livio Abramo- y posteriormente a los del Estudo Gravura, coordinados por Abramo y Maria Bonomi.
A su regreso al Paraguay, en 1960, se hace cargo del taller de grabado de la Misión Cultural Brasileña, en donde desarrolla una extensa labor docente que encuentra interrupción sólo pocas semanas antes de su fallecimiento.
Distinciones e incidencia
Desde la década del 60, la incidencia de su obra en nuestro medio plástico resulta referencial. Ante la imposibilidad de un listado taxativo de su extensa trayectoria local e internacional, consignamos solo algunos datos: Su participación en la II, VI, VII, VIII, IX Bienal de Sao Paulo, en donde en dos oportunidades se le confiriere la Mención de Honor y la Plaqueta de Plata. En la edición XIII de esta bienal, en 1975, recibe el Gran Premio Internacional por su serie Alquimistas, siendo esta la más alta distinción otorgada a la fecha a un artista paraguayo. La XIV Bienal de Sao Paulo la distingue con una exposición en la Sala de Los Premiados.
Al margen de otros premios internacionales que obtuviera, Jiménez expuso en la IV Bienal Internacional de Tokio, en 1964; en la Sala del Grabado Latinoamericano de New York, en 1970; en la Muestra Internacional de Xilografía contemporánea de Florencia, en 1971; en la Trienal del Grabado, en Buenos Aires, en 1979; realizó también exposiciones en Alemania, Francia, España y numerosos países latinoamericanos.
En 1970 el Museo de Arte Moderno de New York incorpora a su acervo obra de Edith Jiménez; dos años mas tarde la Pinacoteca del Senado Federal de Brasilia incluye en su colección 28 de sus grabados y en 1978 la Biblioteca Nacional de París hace lo propio.
En 1997 recibe del gobierno brasileño la condecoración Orden de Río Branco. En el presente año, la comuna capitalina la distingue como Ciudadana Ilustre de Asunción.
Obra y aportes
Edith Jiménez dividió sus preocupaciones artísticas simultánea o alternadamente- entre la pintura y el grabado.
En la primera, destaca su sensibilidad cromática materializada en composiciones de gran economía formal: no necesariamente abstractas, sino mas importante- extremadamente sintéticas. (Consideramos oportuno señalar este aspecto el ubicar a la no-figuración como un caso particular de la síntesis, categoría más amplia esta última- debido a que cierta teoría, o mejor, cierta superstición, ligada a una interpretación evolutiva del arte, atribuye a la abstracción el carácter de estadio final en el desarrollo formal e histórico de la imagen).
La pintura de la artista, precisamente, recorre ese territorio limítrofe que se extiende entre lo referencial-figurativo y la intensa emotividad derivada del puro cromatismo.
En ejercicio del grabado, desde una queda y productiva constancia, propia de su investigación plástica y aun de su propia vida, podríamos decir- las diversas series que produjera la artista desde la década del 60 en adelante constituyen referentes insoslayables e incluso anticipatorios- de la imagen gráfica local posterior.
Por ejemplo, Edith Jiménez propone las primeras abstracciones xilográficas locales, en 1960, en obras de filiación informal, realizadas en blanco y negro. Allí re-interpreta y desplaza al lenguaje gráfico la fuerte gestualidad del action painting, mediante violentas incisiones de la gubia en la matriz.
Al margen de sus logros formales, también se verifica esta sensibilidad anticipatoria en su grabado cuando realiza impresiones con matrices múltiples (a finales de los años sesenta), que se constata en sus series Viento, Botella Mágica, Puzzle, Alquimistas, de entre otras.
En su serie Troncos (entre 1967 y 1970) plantea las posibilidades expresivas de la impresión del objeto encontrado vale decir, el uso de objetos como matriz.
Durante los 80 y 90, la artista propone reunir los valores de tono y textura en sus estampas coloridas. Esta búsqueda corre pareja a un mayor grado de síntesis de los elementos que componen sus estampaciones (en general, motivos vegetales que remiten a una fuerte sensualidad).
En los trabajos de estos años aparecen reinterpretados algunos elementos similares a los de su trabajo previo en blanco y negro, pero ahora se dan en el contexto de un cromatismo cuya intensidad desbordante dificulta cualquier posible reducción del significante al análisis de su estructura formal-compositiva. En estas series de grabados el color y la textura adquieren protagonismo preponderante.
En tiempos más recientes, Edith Jiménez se dedicaría casi con exclusividad a la pintura, en el transcurso de demorados fines de semana aregüeños en la Villa Silvia, casa familiar que la acogiera desde la infancia.
En contradicción a lo que al inicio proponíamos, deseamos cerrar estas líneas con una reflexión de la grabadora brasileña Maria Bonomi : Edith Jiménez es una incansable garimpeira del poder de metamorfosis del arte. Sin alardes, calma y constante, un ejemplo de oficio, una maestra que sobre todo sabe escuchar y reproducir lo que le llega de adentro y de afuera. Ella actuó profundamente en la epopeya de Livio Abramo y por consiguiente en el desarrollo del arte latinoamericano. Como él, caracteriza a su solitario grabado una valiente búsqueda de lo permanentemente inefable, resistiendo a las modas pasajeras y a las fosforescencias mercadológicas contemporáneas. Edith Jiménez es un ejemplo para las generaciones jóvenes de artistas y de público que no hacen concesiones en este difícil continente.
(*) Miembro de la sección paraguaya de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA).
Formación
Edith Jiménez inicia sus estudios de pintura con Jaime Bestard y frecuenta las actividades culturales del Ateneo Paraguayo. De Bestard (al que siempre consideró uno de sus dos maestros -el otro sería Livio Abramo), la artista habría de reinterpretar desde su original aproximación a la pintura, las posibilidades constructivas y expresivas del color, mismas que -adaptadas a los medios propios de otro lenguaje- las desarrollaría posteriormente en sus grabados.
Con posterioridad a varias colectivas, presenta en 1952 su primera muestra individual de pintura en el Galería Agustín Barrios, del Centro Cultural Paraguayo Americano. En 1953 participa de la II Bienal de Sao Paulo. En 1954 integra la muestra artenovista, si bien en origen y desarrollo posterior- su obra discurre por otros rumbos.
En 1956 asiste al curso de grabado que dictara en Asunción Livio Abramo, durante su primera visita a nuestro país y junto con otros artistas locales funda el taller Julián de la Herrería (actual taller de grabado Japari y Tilcara, del Centro de Estudios Brasileños)
En 1959 viaja a Sao Paulo con una beca del gobierno brasileño. En esa ciudad, asiste a los cursos de grabado de la Escuela de Artesanato del Museo de Arte Moderno -dirigida por Livio Abramo- y posteriormente a los del Estudo Gravura, coordinados por Abramo y Maria Bonomi.
A su regreso al Paraguay, en 1960, se hace cargo del taller de grabado de la Misión Cultural Brasileña, en donde desarrolla una extensa labor docente que encuentra interrupción sólo pocas semanas antes de su fallecimiento.
Distinciones e incidencia
Al margen de otros premios internacionales que obtuviera, Jiménez expuso en la IV Bienal Internacional de Tokio, en 1964; en la Sala del Grabado Latinoamericano de New York, en 1970; en la Muestra Internacional de Xilografía contemporánea de Florencia, en 1971; en la Trienal del Grabado, en Buenos Aires, en 1979; realizó también exposiciones en Alemania, Francia, España y numerosos países latinoamericanos.
En 1970 el Museo de Arte Moderno de New York incorpora a su acervo obra de Edith Jiménez; dos años mas tarde la Pinacoteca del Senado Federal de Brasilia incluye en su colección 28 de sus grabados y en 1978 la Biblioteca Nacional de París hace lo propio.
En 1997 recibe del gobierno brasileño la condecoración Orden de Río Branco. En el presente año, la comuna capitalina la distingue como Ciudadana Ilustre de Asunción.
Obra y aportes
Edith Jiménez dividió sus preocupaciones artísticas simultánea o alternadamente- entre la pintura y el grabado.
La pintura de la artista, precisamente, recorre ese territorio limítrofe que se extiende entre lo referencial-figurativo y la intensa emotividad derivada del puro cromatismo.
En ejercicio del grabado, desde una queda y productiva constancia, propia de su investigación plástica y aun de su propia vida, podríamos decir- las diversas series que produjera la artista desde la década del 60 en adelante constituyen referentes insoslayables e incluso anticipatorios- de la imagen gráfica local posterior.
Por ejemplo, Edith Jiménez propone las primeras abstracciones xilográficas locales, en 1960, en obras de filiación informal, realizadas en blanco y negro. Allí re-interpreta y desplaza al lenguaje gráfico la fuerte gestualidad del action painting, mediante violentas incisiones de la gubia en la matriz.
Al margen de sus logros formales, también se verifica esta sensibilidad anticipatoria en su grabado cuando realiza impresiones con matrices múltiples (a finales de los años sesenta), que se constata en sus series Viento, Botella Mágica, Puzzle, Alquimistas, de entre otras.
En su serie Troncos (entre 1967 y 1970) plantea las posibilidades expresivas de la impresión del objeto encontrado vale decir, el uso de objetos como matriz.
Durante los 80 y 90, la artista propone reunir los valores de tono y textura en sus estampas coloridas. Esta búsqueda corre pareja a un mayor grado de síntesis de los elementos que componen sus estampaciones (en general, motivos vegetales que remiten a una fuerte sensualidad).
En tiempos más recientes, Edith Jiménez se dedicaría casi con exclusividad a la pintura, en el transcurso de demorados fines de semana aregüeños en la Villa Silvia, casa familiar que la acogiera desde la infancia.
En contradicción a lo que al inicio proponíamos, deseamos cerrar estas líneas con una reflexión de la grabadora brasileña Maria Bonomi : Edith Jiménez es una incansable garimpeira del poder de metamorfosis del arte. Sin alardes, calma y constante, un ejemplo de oficio, una maestra que sobre todo sabe escuchar y reproducir lo que le llega de adentro y de afuera. Ella actuó profundamente en la epopeya de Livio Abramo y por consiguiente en el desarrollo del arte latinoamericano. Como él, caracteriza a su solitario grabado una valiente búsqueda de lo permanentemente inefable, resistiendo a las modas pasajeras y a las fosforescencias mercadológicas contemporáneas. Edith Jiménez es un ejemplo para las generaciones jóvenes de artistas y de público que no hacen concesiones en este difícil continente.
(*) Miembro de la sección paraguaya de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA).