Cultura y desarrollo sostenible en la agenda de desarrollo pos-2015

La complejidad de la relación entre cultura y desarrollo está desplazando en parte el enfoque economicista en el debate contemporáneo. Paraguay participa activamente en este debate.

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(Resumen de la ponencia presentada en la Reunión de Alto Nivel sobre Cultura y Desarrollo Sostenible en la Agenda de Desarrollo Pos-2015 en la sede de la Organización de las Naciones Unidas, Nueva York, el lunes 5 de mayo de 2014)

El concepto de desarrollo ha experimentado diversas transformaciones y la relación entre cultura y desarrollo ha adquirido creciente complejidad. El enfoque economicista del desarrollo medido en términos de progreso material, que se volvió hegemónico, ve en algunos casos la cultura como obstáculo para implantar, en los países llamados «subdesarrollados», políticas y acciones tendientes a acelerar el ritmo del progreso y, en consecuencia, a homogeneizar las diferencias culturales. Las cosmovisiones ancestrales debían erradicarse; las instituciones, desintegrarse; y las relaciones socioculturales, quebrarse.

La defensa del crecimiento económico como motor del desarrollo se consolidó a mediados de la década de 1940. Su principal indicador, el producto interno bruto (PIB), suma muchas variables, expresadas en dinero, en el supuesto de que define el estado de una economía nacional. Este indicador «encierra muchas simplificaciones e ignora todo lo que no sea valorado económicamente, desconoce las condiciones sociales o ambientales (…). Su contabilidad es contradictoria, ya que, por ejemplo, si hay muchos enfermos y se gasta más dinero en medicinas y médicos, entonces el PIB aumenta». (E. Gudynas, blog: El PIB regresa al trono del desarrollo. 26.12.2013)

El «subdesarrollo» se relaciona con la subvaloración de lo propio, pues la imposición es tan fuerte (para definir lo que «tiene valor») que inhibe la acción. En tal sentido, hay una responsabilidad y una importante deuda de los países desarrollados y sus agencias, regidas por lógicas economicistas: nunca se generó tanta riqueza y nunca hubo tanta pobreza. Esta violencia simbólica marca el momento presente con una contradicción sin precedentes.

El modelo capitalista, tras las grandes crisis, está revisando sus políticas y generando intersticios. Desde la caída del fordismo, la diferencia interna también interesa al sistema. Los conceptos de desarrollo humano, de los años ochenta, y de desarrollo sostenible, de los noventa, abren espacio a la dimensión cultural y a su papel esencial en el desarrollo, como lo establece el Plan de Acción de Estocolmo de 1998 al afirmar que «el desarrollo sostenible y el auge de la cultura dependen mutuamente».

¿A QUÉ DESARROLLO APUNTAR?

–A un desarrollo que se base en las especificidades culturales e incluya la diferencia;

–A un desarrollo participativo, que contribuya a mejorar la calidad de vida, cumplir los sueños y aspiraciones individuales y colectivos y ampliar las oportunidades de creación y expresión plena de las capacidades humanas;

–A un desarrollo que utilice el potencial de la memoria y lo ponga al servicio de la creación y la producción de conocimiento;

–A un desarrollo que garantice la protección de los derechos culturales;

–A un desarrollo que genere prosperidad económica y social.

¿DE QUÉ CULTURA HABLAMOS?

La cultura es la propia sociedad en cuanto se expone a sí misma, se autoimagina y autoanaliza a través de metáforas y discursos, reflexión y poesía; su complejidad impide una definición cerrada y promueve el desarrollo de conceptos operativos. Sin embargo, tradicionalmente, en América Latina los alcances del término se han circunscrito a las Bellas Artes y el patrimonio histórico, acepciones demasiado acotadas, que exigen una noción más amplia de la cultura como sistema simbólico estrechamente articulado con el tecnológico y vinculado con las formas de organización social. Esta idea más amplia de cultura permite incluir, entre los derechos culturales, la identidad y la memoria, las creencias, los conceptos y las ideologías, los lenguajes, las costumbres y tradiciones, el patrimonio, etc. (Extraído del texto de la conferencia de Ticio Escobar, exministro de Cultura de Paraguay, en el Congreso Cultura y Desarrollo, Presidencia Española de la Unión Europea, Girona, mayo del 2010).

EN EL PARAGUAY

El Estado paraguayo está presente en el debate regional y mundial sobre cultura y desarrollo. La política cultural y el Plan Nacional de Cultura, que está en elaboración, se organizan en torno al concepto guaraní del tekoporã como eje. Teko es la manera de ser, de sentirse; porã es bello, bueno. Se refiere al bienestar con uno mismo, con los otros, con el ambiente; coincide con la propuesta del «buen vivir» resumida en el Sumak Kawsay: vivir en armonía, en equilibrio, respetando las diferencias y complementariedades y en estrecha relación con la naturaleza, no concebida como «banco» inagotable de recursos sino como la Madre tierra, a la que están indisolublemente ligados (R. Ramos, s/f: «Sumak Kawsay, Suma Qamaña, Teko pora, Vida buena. Una propuesta de la sabiduría indígena». Revista Misión).

La Constitución paraguaya reconoce el carácter pluricultural de nuestro país, lo establece oficialmente como bilingüe y garantiza los derechos de las comunidades indígenas. El Paraguay no llegará a cumplir los ODM fijados para el 2015 y es probable que esto se deba, en buena medida, al desconocimiento de la dimensión cultural en las políticas públicas, marcadas históricamente por la fuerte dependencia de un modelo de producción extractivo y por la mercantilización de la tierra, que no favorecieron la integración social ni el equilibrio ecológico, a lo cual se suma una herencia de procesos autoritarios que impusieron una visión unificada de la sociedad y condenaron la diferencia, situación que se va superando progresivamente.

¿CÓMO AVANZAR HACIA UN NUEVO PARADIGMA?

No será posible desplazar la perspectiva cuantitativa por la cualitativa, sino que habrá que buscar el reconocimiento recíproco y la complementariedad, a lo que contribuirán sustancialmente la incorporación de la memoria y las mediaciones culturales, momentos y procedimientos ineludibles para poner en relación sociedades, tecnologías y metodologías.

No se trata de poner «valor monetario» al impacto cultural de los proyectos de desarrollo, sino de elaborarlos a partir de la transversalidad de la dimensión cultural, ya que esta permea todos los sectores de la organización social.

El cambio de paradigma requiere construir nuevos instrumentos. El paradigma economicista instaló patrones (PIB, indicadores, datos «duros») útiles pero in suficientes. Es un desafío intelectual de altísimo nivel al que se suma, en los países de América Latina y el Caribe, el desafío regional de repensar la dinámica de las instancias de articulación regionales evitando los dos principales riegos: la burocratización y el funcionamiento por compartimentos estancos. Este cambio requiere, además, la adopción de fronteras porosas entre las plataformas y los programas regionales que abordan lo económico, lo social, lo ambiental y lo cultural.

(Nueva York, 5 de mayo del 2014)

Ministra de Cultura de Paraguay

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