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El cambio del modelo napoleónico al modelo humboldtiano germánico de la universidad de investigación. Nuestra universidad ha permanecido en un modelo mixto escolástico-profesionalista de bajo nivel intelectual y técnico.
La nueva universidad privada y su modelo desarrollista están perdiendo la oportunidad de una renovación universitaria al responder sólo a algunas exigencias más rentables del mercado. Sus legados imperdonables son la ofensiva aberración académica que es el pago por hora al docente y la postergación de la gran misión universitaria que es la creación de conocimiento por medio de la investigación científica.
En los estatutos de la mayoría de las universidades públicas y privadas ampulosamente figuran los criterios misionales: docencia, investigación y extensión universitaria, pero precariamente se cumple la primera y olímpicamente se ignoran las últimas.
Las sociedades progresistas hoy se miden por el valor de su ciencia y por la capacidad de sus ciudadanos de generar nuevos conocimientos. La cultura se está desplazando del área humanística hacia una intelectualidad de argumentos filosóficos basados en las ciencias. Nuestro país es marginal de ese mundo por culpa de su universidad, que es incapaz de pensar y que se resiste tercamente a modernizarse. Su discurso es superficial y no supera la elaboración de inútiles programas curriculares, mientras el tiempo lo gastan en enfrentamientos por cuotas de poder.
En este contexto comparto el nerviosismo y uso de cierta violencia estudiantil ante otra de falta de interés en los verdaderos cambios que requiere la universidad. Sus autoridades restringen su acción a cuestiones no académicas relacionadas con el uso y abuso del poder. Así se entiende el criterio de aumentar las representaciones de estudiantes y no docentes, y sobrepoblar la ya hipertrófica Asamblea Universitaria, ese mamotreto seudodemocrático creado por el delirio colectivo de compartir el poder.
También me parece erróneo el criterio de desear la posibilidad de reelección indefinida de decanos y rectores porque revela la antigua y deletérea pasión gerontocrática de la Universidad Nacional de Asunción.
Es cierto que no debería privarse a la universidad de sus mejores valores, que en las grandes universidades del mundo permanecen en sus cargos por muchos años, pero lastimosamente estamos en el Paraguay. Acá los talentosos en los altos cargos no abundan, porque los sistemas de nombramientos no son meritocráticos. Y son las personas así elegidas quienes tienden a aferrarse indefinidamente a los cargos. Existen numerosos ejemplos en la triste historia de nuestra universidad.
Para cargos administrativos, como decano o rector, debería existir una alternancia razonable. Diferente es el profesor de alta producción científica que debería permanecer mientras sus logros académicos sean superiores a los de sus colegas más jóvenes. Rectores y decanos significativos pudieran seguir colaborando desde otras posiciones con su universidad. Podrían ocupar cargos relevantes políticos o empresariales. O gozar, si escriben y tienen algo original que decir, del poco fatigoso relato de sus memorias.
Este intento de reforma de estatutos en la UNA que auspiciosamente desatara la ira estudiantil nuevamente elude los principales problemas de la universidad, demostrando que las propias autoridades no desean realizar los verdaderos cambios.
No subestimemos las rebeliones estudiantiles. Sin ellas muchos cambios no serían posibles. En el siglo XX, las 2 grandes revoluciones, la de Córdoba y la del mayo francés coincidente con la revuelta en universidades norteamericanas, en la búsqueda de la autoexpresión, encontraron una nueva visión. En Córdoba, se pretendió transformar la universidad escolástica en una moderna, en el caso europeo y americano se reemplazó el currículo clásico por nuevas visiones culturales.
Lastimosamente en nuestro país, y este movimiento no es excepción, las rebeliones han sido carentes de ideas y netamente reaccionales: para evitar que la política criolla viole su libertad o como en este caso de los decanos y rectores indefinidos, para que acciones irresponsables de sus autoridades no la lleven a un deterioro aun mayor.
Creo que llegó el momento de repensar seriamente la universidad nacional, por las buenas o por las malas, y esto es responsabilidad no sólo de los estudiantes, sino de los escasos profesores interesados en los cambios, las autoridades educacionales del país y la sociedad en general.
Reivindicamos la protesta estudiantil como un mecanismo válido para iniciar los necesarios cambios.
Mayo 2005.
acubilla@institutodepatologia.com.py
(*) Este texto fue leído por el doctor Antonio Cubilla en el Congreso Nacional con motivo de los más recientes problemas estudiantiles.
La nueva universidad privada y su modelo desarrollista están perdiendo la oportunidad de una renovación universitaria al responder sólo a algunas exigencias más rentables del mercado. Sus legados imperdonables son la ofensiva aberración académica que es el pago por hora al docente y la postergación de la gran misión universitaria que es la creación de conocimiento por medio de la investigación científica.
En los estatutos de la mayoría de las universidades públicas y privadas ampulosamente figuran los criterios misionales: docencia, investigación y extensión universitaria, pero precariamente se cumple la primera y olímpicamente se ignoran las últimas.
Las sociedades progresistas hoy se miden por el valor de su ciencia y por la capacidad de sus ciudadanos de generar nuevos conocimientos. La cultura se está desplazando del área humanística hacia una intelectualidad de argumentos filosóficos basados en las ciencias. Nuestro país es marginal de ese mundo por culpa de su universidad, que es incapaz de pensar y que se resiste tercamente a modernizarse. Su discurso es superficial y no supera la elaboración de inútiles programas curriculares, mientras el tiempo lo gastan en enfrentamientos por cuotas de poder.
En este contexto comparto el nerviosismo y uso de cierta violencia estudiantil ante otra de falta de interés en los verdaderos cambios que requiere la universidad. Sus autoridades restringen su acción a cuestiones no académicas relacionadas con el uso y abuso del poder. Así se entiende el criterio de aumentar las representaciones de estudiantes y no docentes, y sobrepoblar la ya hipertrófica Asamblea Universitaria, ese mamotreto seudodemocrático creado por el delirio colectivo de compartir el poder.
También me parece erróneo el criterio de desear la posibilidad de reelección indefinida de decanos y rectores porque revela la antigua y deletérea pasión gerontocrática de la Universidad Nacional de Asunción.
Es cierto que no debería privarse a la universidad de sus mejores valores, que en las grandes universidades del mundo permanecen en sus cargos por muchos años, pero lastimosamente estamos en el Paraguay. Acá los talentosos en los altos cargos no abundan, porque los sistemas de nombramientos no son meritocráticos. Y son las personas así elegidas quienes tienden a aferrarse indefinidamente a los cargos. Existen numerosos ejemplos en la triste historia de nuestra universidad.
Para cargos administrativos, como decano o rector, debería existir una alternancia razonable. Diferente es el profesor de alta producción científica que debería permanecer mientras sus logros académicos sean superiores a los de sus colegas más jóvenes. Rectores y decanos significativos pudieran seguir colaborando desde otras posiciones con su universidad. Podrían ocupar cargos relevantes políticos o empresariales. O gozar, si escriben y tienen algo original que decir, del poco fatigoso relato de sus memorias.
Este intento de reforma de estatutos en la UNA que auspiciosamente desatara la ira estudiantil nuevamente elude los principales problemas de la universidad, demostrando que las propias autoridades no desean realizar los verdaderos cambios.
No subestimemos las rebeliones estudiantiles. Sin ellas muchos cambios no serían posibles. En el siglo XX, las 2 grandes revoluciones, la de Córdoba y la del mayo francés coincidente con la revuelta en universidades norteamericanas, en la búsqueda de la autoexpresión, encontraron una nueva visión. En Córdoba, se pretendió transformar la universidad escolástica en una moderna, en el caso europeo y americano se reemplazó el currículo clásico por nuevas visiones culturales.
Lastimosamente en nuestro país, y este movimiento no es excepción, las rebeliones han sido carentes de ideas y netamente reaccionales: para evitar que la política criolla viole su libertad o como en este caso de los decanos y rectores indefinidos, para que acciones irresponsables de sus autoridades no la lleven a un deterioro aun mayor.
Creo que llegó el momento de repensar seriamente la universidad nacional, por las buenas o por las malas, y esto es responsabilidad no sólo de los estudiantes, sino de los escasos profesores interesados en los cambios, las autoridades educacionales del país y la sociedad en general.
Reivindicamos la protesta estudiantil como un mecanismo válido para iniciar los necesarios cambios.
Mayo 2005.
acubilla@institutodepatologia.com.py
(*) Este texto fue leído por el doctor Antonio Cubilla en el Congreso Nacional con motivo de los más recientes problemas estudiantiles.