Contar una historia con foto

En la reverberación de estas chispas emergen las primeras fotografías, tan bellas, tan intangibles, desde la oscuridad de los días de nuestros abuelos.

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Walter Benjamin

EN LA ERA DE LA REPRODUCIBILIDAD…

Acaso en todo arte hay un afán de reproducibilidad, de mímesis y viralización, pero, en lo que respecta a la técnica, la fotografía ha supuesto una insólita crisis creativa en el sistema de representaciones y puesta en circulación de imágenes; tanto como en su momento el desarrollo técnico de la imprenta la había supuesto para la difusión del discurso escrito.

Ulrico Schmidl y Hans Staden fueron dos de los primeros cronistas que realizaron un registro narrativo del Paraguay, que, más tarde, con los grabados de Theodore de Bry o Levinus Hulsius, devendrían, a su vez, los primeros registros visuales de esta porción de mundo. Hasta que surgiera la fotografía, y aún cuando esta ya había aparecido, el Paraguay había sido representado en grabados y dibujos acuarelados de Demersay o Florian Paucke. Muchos de estos registros se produjeron en delay: entre la documentación escrita y la posterior transformación del relato en imagen no solo podrían pasar años, sino también distancias transoceánicas y miradas diferidas: por eso no es extraño el que, en muchos de esos grabados, los cuerpos, las arquitecturas y los paisajes representados puedan distar un tanto de las referencias reales que tenemos. Pero, claro, en toda escritura, en todo dibujo hay siempre un margen para la sobra.

Grabado y fotografía comparten algunos aspectos en cuanto a técnica, pero sobre todo en lo que respecta a los sistemas de reproducción. El grabado con fines documentales o editoriales (véanse por ejemplo las letras capitales o las ilustraciones de El Cabichuí) y el grabado moderno como arte están igualmente atravesados por estéticas diversas, muchas admirables. Como arte, se podría interpretar que la fotografía en Paraguay es un tanto reciente, pero acaso sea posible establecer una filiación entre esta y la fotografía documental, y situar ambas en una zona fronteriza.

PRIMEROS CLICKS

En su artículo Fotografías en Paraguay (1850-2011): Ciertos usos sociales, Lorenzo Zuccolillo indaga en la historia de la fotografía a nivel local y sugiere que «Las primeras representaciones fotográficas –o de base fotográfica– en Paraguay fueron en gran medida resultado de lo que podrían denominarse intereses representacionales complementarios». De base fotográfica porque algunas de estas imágenes fueron posteriormente litografiadas para su puesta en circulación; complementarias en tanto que en principio no valdrían en sí como objetos, sino como propaganda interna y externa, para la construcción de imaginarios sobre un país que había estado aislado y que buscaba una apertura internacional. Estos primeros fotógrafos, en su mayoría de procedencia extranjera, habían registrado espacios y personalidades de la sociedad asuncena; otros, con fines científicos o con el afán de documentar «curiosidades», habían fotografiado la fauna y la flora del país, así como individuos y comunidades indígenas.

En imágenes, la Guerra contra la Triple Alianza es recordada sobre todo en la pintura de Cándido López, pero fotógrafos europeos y argentinos también habían registrado la conflagración; y lo propio había ocurrido con la Guerra del Chaco, de la cual también existen registros audiovisuales.

Acaso uno de los fotógrafos más emblemáticos que ya han pasado por Paraguay sea Guido Boggiani. Artista y etnógrafo italiano, había no solo documentado sino re-presentado a los indígenas del Paraguay: posando ante la cámara en poses evidentemente sugeridas por el fotógrafo, frente a improvisados cicloramas, Boggiani había retratado no solo cuerpos, sino su propia fascinación por esa belleza otra de los indígenas chaqueños. Paradójicamente, Boggiani murió en Paraguay en condiciones ignoradas, y fue enterrado con su propia cámara en su último viaje al Chaco.

Hasta los años 80, en Paraguay la fotografía había tenido fundamentalmente usos documentales: ya fuera para el registro de acontecimientos oficiales o domésticos, ya fuera con fines periodísticos o científicos. Y quizás de esta naturaleza documental provenga parte de la potencia de la fotografía artística contemporánea del Paraguay.

ARTE Y FOTOGRAFÍA

No obstante, una fotografía nunca es la copia fiel de los hechos –como a veces nos quieren hacer creer–, así como una huella en la selva solo nos da una idea aproximada del animal o el vestigio de un templo solo permite conjeturar acerca de la civilización que lo edificó.

Fredi Casco

La consolidación de la fotografía como medio artístico en Paraguay es resultado de la preocupación de una serie de artistas que desde los años 70 han reflexionado sobre la misma, pero fundamentalmente se debe a los esfuerzos de Jesús Ruiz Nestosa en los 80; a los de la galería y editorial Fotosíntesis, de Fernando Allen; y a los aportes de Gabriela Zuccolillo y Javier Rodríguez Alcalá en los 90.

Pero acaso con El Ojo Salvaje la escena de la fotografía en Paraguay ha alcanzado su mayor efervescencia.

Periodista gráfico, Jorge Sáenz llegó al Paraguay –como han llegado muchos– solo de paso, pero terminó quedándose. Su gestión, tanto a través de diversos talleres coordinados por él, como de las primeras exposiciones de fotografía de autor (entre las que se puede citar ©LICK, del año 2007, con la incipiente Asociación de Fotógrafos El Ojo Salvaje), lo ha constituido en un formador de fotógrafos. Además de los diversos ensayos fotográficos que realizó a lo largo de los años 90, su contribución al fotoperiodismo también ha sido importante.

El Ojo Salvaje nace de un interés por la reflexión sobre la fotografía que se ha dado en estos espacios de trabajo, en talleres y exposiciones; una reflexión que ha obligado a preguntarse por la mirada, esa que se encuentra en un lugar tan difícil de precisar (no se sabe si en los ojos del soldadito que no tiene vergüenza ante la cámara, o en el ojo solitario del fotógrafo). Los ensayos y series fotográficas de artistas como Jorge Sáenz, Juan Carlos Meza o Javier Medina Verdolini parecen las proyecciones de esa mirada de vocación documental, pero con cierta torcedura, como si de un ojo bizco se tratara.

Pero, ¿dónde está puesto el click que separa una foto de la otra? ¿Cuál es del arte la frontera? Acaso como con las representaciones en grabado, es posible que siempre esté presente el fantasma de una estética para imponer su aura distanciadora. Para Ticio Escobar «Una fotografía conceptual o documental podrá adquirir un estatuto “artístico” según sea capaz de interpelar la mirada, desde sus propios contenidos narrativos y juegos formales, y según la posición particular que asuma».

Ya a finales de los 90 y principios del 2000, varios artistas visuales experimentaron con la fotografía, y produjeron obras de gran densidad estética y conceptual. Tal es el caso del Tótem (1998), de Claudia Casarino, de la Fotoperformance (2003), de Marcos Benítez, o de las diversas series producidas por Ricardo Migliorisi o Bettina Brizuela.

En los últimos años, la fotografía ha tenido su más intenso espacio en la galería Foto Monocromo, que mensualmente recibe a los visitantes con exposiciones y su ya tradicional sopa de pescado, de la mano de Simone Herdrich. Acaso sea sintomático que el último Premio Nacional de Bellas Artes haya sido otorgado a Javier Medina Verdolini, cuya serie Deconstrucciones registra las pequeñas catástrofes arquitectónicas que coexisten, a veces imperceptibles, con el ajetreo asunceno, guardando pequeños secretos, sombríos o luminosos. La obra de Fredi Casco ha estado circulando por diversos espacios a nivel internacional, y recientemente ha merecido una exposición de carácter retrospectivo titulada La fascination des las sirènes en la Maison de l’Amérique Latine, en París.

El Mes de la Fotografía va por su IV edición. Este año, El Ojo Salvaje ha otorgado el Premio Publicación, que contó con el apoyo de la Secretaría Nacional de Cultura, a Martín Crespo, por su libro Mondo Eusebio, en el que presenta fotografías que ha venido tomando de ese universo de congestiones e incongruencias que es la avenida Eusebio Ayala en Asunción; en estas fotos, que son documento de ese ir y venir incesante de la urbe, hay apariciones inquietantes.

La fotografía tiene siempre algún estatuto fantasmático; es, después de todo, la aparición de una persistencia: una imagen del pasado, pero también la de una imagen que es, después del click, suavemente otra. En el futuro de mi foto hay una pose frente al espejo; pero, junto a un muchacho despeinado que tembló con el flash, el paisaje es de una claridad que me borronea un poco, es un espejismo.

guyrapu@gmail.com

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