Consagración de la iglesia de Humaitá

Una muestra clara de los efectos del Patronato Nacional -herencia del Regio Patronato Indianola podemos encontrar en los actos oficiales celebrados en Humaitá el 5 de enero de 1861. En efecto, la intromisión del gobierno en los asuntos de la Iglesia hizo que Don Carlos nombrara a su santo protector, San Carlos Borromeo, como titular de dicho templo y ordenara al obispo Gregorio Urbieta que lo bendijera y consagrara solemnemente el día, mes y año por él establecidos.

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Para el viejo López y en especial para su hijo el brigadier Francisco Solano, las fortificaciones de Humaitá y con ellas su iglesia, constituían la niña de sus ojos en materia de aprestos bélicos, por lo tanto, la bendición y consagración de aquel templo debieron ser únicos; recordemos que la Catedral de Asunción, bendecida en 1845 por el obispo Basilio López, no llegó a contar con tal solemnidad, tampoco otras iglesias de su tiempo. Las obras de Humaitá, incluida su iglesia, fueron diseñadas y construidas por el arquitecto húngaro Francisco Wisner de Morgenstern durante el gobierno de Carlos Antonio López. Una curiosa y detallada crónica de aquellos actos oficiales quedó plasmada en una carta, al parecer inédita, escrita por uno de los convidados a dichas festividades. Transcribimos a continuación lo que al respecto señala “Pascual”, importante hombre público de su tiempo, a quien intentaremos identificarlo en el futuro, lo mismo al destinatario, “Lázaro”, residente entonces en Europa. Nos ahorramos comentarios sobre el rico contenido de la misiva, por respeto al limitado espacio con que contamos.

Querido Lázaro:

“Aquí todo es fiesta y alegría, excepción hecha de la muerte de doña Mónica Dolores Riera de Caminos, esposa de Luis, que ha sido muy sentida, sólo se habla de paseos y bailes. El 25 del mes pasado, como de costumbre celebróse el aniversario de nuestra Independencia y en el antiguo Palacio del Gobierno pronunciaron elocuentes discursos nuestros jóvenes amigos Mauricio Ramírez, Mateo Collar y Natalicio Talavera, después hubo espléndida revista de tropas de la guarnición y de noche un brillante sarao dado por sus Jefes y Oficiales. Unos días antes, el 15, festejamos la ordenación de los nuevos Presbíteros ciudadanos Martín S. Verón y José A. Benítez, ordenados por el obispo Urbieta. Pero todas esas fiestas no han sido más que la introducción de otra más importante de las cuales ya hacía tiempo se hablaba soto voce hasta que apareció (El Semanario), que como se sabe, redacta el aventurero de Bermejo, el siguiente °IGLESIA DE HUMAITA Está resuelta su bendición solemne el primer día del año, el gobierno, habiendo llegado a entender que hay mucha gente deseosa de festejar esto, ha determinado poner a la disposición del público el Vapor Nacional “Río Blanco”, el día 23 del actual para conducir pasajeros a aquel destino°. Deseoso de concurrir a esta fiesta, contagiado del universal entusiasmo arreglé mis asuntos pendientes, por saber que como otras a que he asistido duraría muchos días, hice algunas compras en los remates de Capdevila Hnos. y Soler y Jovellanos, dado el último de la casa de don Desiderio Arias, de mercaderías introducidas por el vapor “Ypora” y dejé mi negocio a cargo de Federico. En la Sastrería de Moreno, calle Atajo, me plancharon mi ropa, el frac inclusive, Oliver me hizo elegantes zapatos de charol, en la mercería Mr. Enry compré mis guantes, en lo de Mme. Valet mis corbatas y heme listo para el viaje.

El aviso de “El Semanario”, para quienes no conozcan nuestra costumbre, habrá parecido una invitación general, pero tú sabes cómo piensa el Supremo Gobierno sobre estas cosas, y qué delicado en estas cuestiones. Un Oficial iba a casa de los designados y en nombre del Presidente de la República y particularmente en el de Mme. Lynch, ofrecía sitio en el vapor para el paseo.

Ya a las 4 P.M. del 23, infinidad de personas de todo sexo y posiciones sociales llenaban el Puerto y desde la entrada del Puerto de piedra que está por construirse, en donde pronto se empezará a construir la Aduana de la Rivera, que tendrá la extensión una cuadra entera, en la calle Marte, hasta la Aduana, estaban colocados algunos batallones de Infantería y escuadrones de Caballería formando línea.

Don Carlos, con su encantadora hija Rafaela, acompañado de los Ministros y dignatarios apeábase a las 4 ½ del coche y se embarcaba con el Coronel Mayor de Plaza, Venancio López, después de haberse despedido de sus acompañantes en el “Tacuari” anclado frente al muelle de piedra. Nosotros subimos al pie del puerto en el muelle de madera en una de las lanchas falúas, tripuladas por marineros elegantemente vestidos, que iban cada uno al mando gentío en el puerto, los noté, las falúas la banda “Pyta” con su vestido rojo de un lado, la banda “Para° i” con el suyo, del otro y en el medio las de la caballería y de la artillería a quien por sus galones y adornos amarillos le dicen banda “Lua” y el maestro de música Dupuys, francés traído por F. S. López de Europa y los Sub Directores,. Sargentos Odriozola.

“Pyta”, Lid, “Para° i” Guerrero Cleto “Lua”. Los vapores designados al paseo estaban anclados en medio de la laguna. Además de la Cañonera “Tacuari” ya mencionada, en que iba don Carlos y su familia con su séquito, a saber: su esposa doña Juana Carrillo, sus hijas Inocencia y Rafaela; no pudieron no sé por qué causa asistir el Ministro Bruguez y González ni el Vice Presdente Sánchez; se veían los siguientes: “El Olimpo”, vapor muy lujoso en el que estaba el anciano Obispo Urbieta y el clero; al padre Maíz no lo vi, el “Río Blanco”, buque alta mar en que se embarcó tu seguro servidor y contenía la flor nata de la sociedad asuncena: doña Elisa Lynch con sus pequeños hijos, doña Prudencia Barrios con la hermosa Pancha Garmendia, doña Bernarda Peña de Barrios con sus hijas Bernardina, Consolación, Olivia y Dolores, doña Margarita Barrios de Valdovinos con su elegantísima hija Encarnación; doña Ana Peña de Velilla, acompañada de sus jóvenes hijas Asunción y Mercedes y algunas otras que ya no recuerdo, como no puedo recordar en este momento de los jóvenes sino a Carlos Saguier, Ramón Franco, Agustín Uribe, Eusebio Bedoya, Ramón Elourdy, Generao Escato, Natalicio Talavera que como picaflores revoloteaban alrededor de tantas jóvenes y hermosas niñas. El comandante del buque, Tte. Cabral que es la amabilidad personificada, no descansaba un momento en sus “atenciones con nosotros”.

Los vapores “Río Apa”, “Paraná”, “Mbotetey, “Jejui”, recuerdo a los comandantes Andrés Herreros del “Olimpo” y al capitán Meza del “Tacuari”, todos llenos de familiares entre los que nombraré la de don Manuel Otazú, las señoritas Carolina y Carmen Gill, don Vicente Urdapilleta con su esposa Juana Barrios, las señoritas Carmen, Asunción, Juana y Consolación, don Pablo Bedoya y su esposa doña Mercedes Aguilera con las señoritas Belén, Eudosia, Blasita, la hija Anita casada con Felipe Riera y su hijo el joven Pascual.

En el “Paranᔠse colocaron las mulatas de las rancherías de San Francisco con su bombo tocando, bailando y tomando cerveza inglesa y las bandas militares se instalaron en los diferentes vapores. No puedo describir lo alegre del trayecto; ya conoces mi predilección por el bello sexo y pues he nombrado las muchachas que nos acompañaban y sabrás que casi todas son hermosas y realzan sus bellezas con sus sencillos trajes y la del tocado con las frescas flores con que las adornan, porque sombreros, quien no lo sabe, no los usan sino Madame Lynch y doña Tomasa Bedoya de Fernández.

Iban caminando los vapores a larga distancia unos de otros, el “Río Blanco”, es una vieja carreta y no debía adelantarse de ninguna manera los que venían atrás, a nosotros sin embargo muy corto el tiempo, porque después de animada conversación, empezamos a jugar los naipes, el “burro”, el “carimbo”, etc, etc. interrumpiendo el juego únicamente cuando venían a servirnos ricas masas, cervezas inglesas y Oporto. Yo tuve el honor de hacer dos partidas de ajedrez con Madame Lynch, que es muy aficionada a él, como supondrás nada estuvo más lejos de mi ánimo que el pensamiento de ganar a tan poderosa señora. Al entrar la noche fueron iluminados los buques con infinidad de faroles marinos que daban magnífica luz y cierto que producían mágico efecto reverberando en el río las lejanas luces de tantos vapores, que lanzaban por otro lado manantiales de chispas doradas por sus chimeneas.

Subieron mesas sobre cubiertas, en las cuales, los mozos de servicio que eran soldados con quienes diputamos sus mozos de cámara que presentaron dulces, masas y ricos chocolates, fiambres, asados y vinos tampoco faltaron y la noche la pasamos alegres, sin que nadie cerrara los ojos hasta llegar por la mañana siguiente a las diez, poco más o menos frente a Humaitá. Poco podíamos ver de la encantada fortaleza desde los navíos en que íbamos, pues nos la ocultaba un monte de naranjos y el bajo parapeto y las líneas de las montañas era lo único que se destacaba en el lejano horizonte.

En toda la costa, desde las baterías de Humaitá, hasta la de Curupayty, al suroeste, unos 200 cañones, la mayor parte de 32, algunos de los cuales, sin embargo, habían sido de 80, 68 y 40 y de las casasmatas y de la batería (a prueba de bombas) cerca del Cuartel General, empezaron a hacer salvas y a los 21 cañonazos de saludo, contestaron otros tantos los vapores.

Había que taparse los oídos por causa del horrorismo estruendo que se prolongó por un ahora, durante la cual los inmensos nubarrones blancos del polvo cubrían el horizonte envolviéndonos completamente. Mientras tenía lugar este cañoneo, don Carlos había bajado a tierra, siendo recibido por su hijo, el Brigadier General don Francisco Solano López, los Jefes y autoridades. Un Oficial subió a bordo del “Río Blanco” a ofrecernos casas en Humaitá, en donde, en inmensos solares se habían preparado camas y catres para toda la concurrencia, sin embargo preferimos quedarnos a bordo por ser más cómodo y divertido. Bajamos a tierra, siendo recibidos por un enorme gentío con bandas de música y después de almorzar, la Infantería ejecutó ejercicio de juego en la Plaza de Armas, al costado de la iglesia nueva millares de cohetes y bombas cruzaron el aire en todas direcciones con gran peligro de las casas y depósitos de pólvoras, peligro que se prevenía colocando sobre los techos de los edificios, soldados con ponchos mojados listos para cualquier evento. Hasta las 11 y ½ de la noche no nos retiramos a bordo y sólo entonces pudimos descansar y dormir tranquilamente.

El día 30 al amanecer se pusieron en movimiento las siguientes armas: la artillería rodada, precedida de su brillante y numerosa banda de música y toda la artillería pesada que se colocaron en sus respectivas baterías. A las 7 el “Olimpo” salió con destino a Corrientes para invitar al Gobernador, Presbítero Doctor Don José R. Rolón. A la tarde, el Mariscal (sic) puso a nuestra disposición caballos y coches (había como seis de los últimos) en los cuales dimos unas vueltas por aquella población, admirando las quintas llenas de flores que se encontraban en el fondo de cada batería, cosa bastante extraña por ser el terreno de Humaitá llano y pantanoso, de arcilla porosa y que a cada lluvia se convertía en laguna.

Asistimos al juego de la “cucaña”, causándonos mucha admiración la subida al árbol de un indio llamado José a quien un león domesticado traído por unos hombres al bajar el Río Bermejo en la chata “Cuningan” seguía como un gato, ganó el premio un soldado de infantería. A pesar de ser tan numerosa la concurrencia, hubo mucho orden y era de admirar la disciplina de los soldados. De noche tuvieron éstos bailes y vimos las populares galopas, cielo, cielito, golondriana, palomita, montonero, etc. etc. Para cada batallón habían en medio del salón de baile una bordaleza de vino, de la cual sacaba uno la cantidad que quería tomar, sin que nadie se excediera.

El día siguiente 31 de diciembre, llegaron los correntinos, siendo saludados con los acostumbrados 21 cañonazos. El Padre vino acompañado de muchos caballeros, entre ellos el Ministro Don Luis Garrido, el ex presidente de la Cámara Don Antonio de Vivar, el Coronel Don Antonio Virasoro, el Jefe de la Plaza Don Wenceslao Martínez, el presidente del Convento de la Merced y algunas distinguidas señoritas correntinas, entre las que descollaban la señorita Isabel Cano, cuyos encantos realzaban el traje de luto que llevaba con mucha elegancia. Tocó nuestra banda el himno argentino, el cual en medio de entusiastas vivas contestaba la orquesta de huéspedes con el himno nacional paraguayo.

Muy solo correntinos y paraguayos formaban una sola familia, hablando el mismo idioma y quedaron nuestros vecinos tan prendados de las niñas asunceñas que no pocos, al concluir al fiesta, las siguieron a la capital. Todo este día lo pasamos paseando entretenidamente con nuestros huéspedes en visitar los cuarteles, el gran hospital, los depósitos de armas y asistiendo a las luminarias, de tarde hubo vísperas cantadas en una capilla de campo construida en el atrio de la Iglesia: gran parte del público quedó en ella velando, cantando himnos religiosos durante toda la noche.

El “Río Apa” trajo muchas familias de la Villa del Pilar y todos asistimos a extrañas pruebas gimnásticas ejecutadas por los soldados en cuerda floja y tirante, con saltos mortales y contorciones musculares. Al anunciar el nuevo día del año de 1861, nos arreglamos con nuestros mejores trajes. Mister Henry que cobraba al Presidente dos pesos por cabeza nos peinó y bajamos a asistir a la solemne bendición de la Iglesia. Únicamente entonces pudimos admirar el hermosos templo: pintado por fuera con colores pomposos, cimentado sobre una magnífica explanada y a cierta distancia de la ribera, su fachada principal mira hacia el oeste, tiene esta fachada muchas puertas que dan acceso a un magnífica corredor; sobre los arcos de las primeras puertas hay una figura triangular en relieve, cuyas puntas tocan con los extremos laterales del templo, tres preciosas y elegantes torres coronan la fabrica en cuyo medio centro está colocado un reloj.

Conforme se entra se ven tres naves divididas por pilares, al pie de uno de los cuales mirando hacia el centro hay siempre una imagen de escultura, de madera, del tamaño natural, perfectamente modelada, además del altar en forma de una media naranja hay cuatro retablos, dos de ellos hechos por artistas paraguayos. Las campanas no están colocadas en su lugar, según dicen algunos, por la defectuosa construcción de la torre, por su desmesurado tamaño, según otros. Muchas partes de los ornamentos y reliquias sagradas han sido embarcadas en el puerto de Coratey y sacado de los templos de las Misiones.

Alrededor de la Iglesia hay una balaustrada de fuertes cadenas de media vara de gruesas que rodean un hermoso jardín lleno de flores. Es el templo de Humaitá un magnífico edificio y por su construcción sólida y de buen gusto mostrará a las generaciones venideras el arte y la laboriosidad del pueblo paraguayo. Bendijo la Iglesia el Obispo Urbieta, sucesor del Obispo López, siendo padrino del acto el Brigadier General Don Francisco Solano López, y el Presbítero Justo Román pronunció un hermoso discurso, lleno de bríos y de patriotismo. Por la tarde, hubo juego de sortija, para lo cual se había erigido un hermosos arco de triunfo; mientras el general reunía en su casa particular a un banquete al Gobernador de Corrientes y altos Jefes y Oficiales.

De noche, en un salón improvisado, en la Plaza de Armas, formando el cuerpo de hojas secas y el techo de lienzo blanco, tapizado con géneros rojos, tuvo lugar el primer baile. Asistieron a él en uniforme de gran parada los oficiales, los militares, los particulares de frac y las damas con blancos trajes de ocasión, estaba espléndido aquello, no retirándose los invitados sino a la madrugada para vestirse y peinarse para asistir en un nunca visto espectáculo. Dos de enero de 1861, el Presidente en su coche recorre la línea formada por 10 a 12 hombres, se apea colocándose en la puerta principal del Cuartel General, sobre la Plaza de Armas y desfilan entonces el ejército por delante de él en la siguiente formación: el batallón de artillería pesada, dos compañías de ...ifleros, 11 batallones de infantería ligera, 5 escuadrones de artillería volante, la escuadra, digo la escolta del General, 14 escuadrones de artillería, mitad lanceros y mitad tiradores.

Qué Nación tan poderosa el Paraguay... ¿Habrá ejército Americano tan poderoso que podrá vencer a tan gallarda y valiente tropa, sin que extraña circunstancia lo ayuda? Todavía palpita con vehemencia mi corazón al pensar en esa parada, que puedo sin jactancia comparar a las que nos ha hecho ver Napoleón, en París; y no puedo sin íntima satisfacción en la paz de los corazones, porque cuán terrible serán, en qué profundo luto se verían envueltas millares de familias, si la guerra sembrara sus estragos en las filas de aquellos lozanos y robustos jóvenes.

A las 5 de la tarde salió el “Olimpo” llevando a los huéspedes correntinos, cuyo gobernador abrazó llorando a nuestro Obispo y a las 7 partió con el “Tacuari” el Presidente de la República. Aquella noche hubo nuevamente ejercicios de juego, máscara y fuegos artificiales, el General López improvisó una cena a que concurrieron varias familias de la Capital, desde entonces pasamos todas las noches bailando, el día 3 el General dio un banquete al Obispo y familiares y demás sacerdotes y el 5 tuvo lugar la consagración del nuevo templo*. Ya estaba tan cansado el enfermo y anciano Obispo que tuvo que retirarse después de la ceremonia dejando la prédica hecha en guaraní para que todos lo entendiesen a cargo del Presbítero Daniel Sosa, luego siguió un banquete en el Cuartel General, abundando brindis al Presidente, al General, al Ejército Paraguayo y al Paraguay, por la tarde hubo maniobras de la Caballería y Escuadrones de Artillería volante pero sin piezas, mandadas por el mismo Brigadier. No puedo ya extenderme más sin repetir las mismas cosas, mencionaré únicamente una comida íntima que nos ofreció Andrés Herreros y fue muy amena, tuvimos que pedir a López que nos diese permiso de volver, porque de no ser así hubiera resultado interminable aquel paseo y también teníamos interés en asistir a la colocación de los primeros rieles de nuestro Ferro Carril que debía tener lugar en esos días y cuyo acto habían los ingenieros prometido solemnizar, habiendo algunas invitaciones; la señorita Rafaela López estaba designada para dar el primer martillazo.

Volví rendido y cansado a los 8 días, y de venida tuvimos aún ocasión de bajar en la Villa del Pilar, en la Villa Franca y Villeta, llegando a Asunción a las 8 a.m. después de un fuerte ventarrón y tormenta que nos sorprendió en el último momento. Sólo hoy puedo descansar, te escribo esto en el Hotel de Don Francisco “Anguya” calle de la Oliva esquina a la de 15 de Agosto donde los mozos acostumbramos a reunirnos y que tiene fama por su rico pan francés, casado con Doña Nicolasa Díaz. En esta casa se da el pan grande a cuartillo; se comprende este precio bajo, pues introduce su harina en barricas directamente de Norte América y ya de introducir, te diré como acostumbro hacerlo, que en el mes de diciembre se importaron mercaderías por valor de 11.635 cobrando de derechos 8.508: 6 y 5 cuartillos; de la exportación mencionaré 6.990 arrobas de tabaco. 11 mil 878 arrobas de curupay y 524.000 cigarros. El floreciente estado de nuestro comercio explica la baratura de la vida y porqué una familia compuesta de cuatro individuos y sus seis esclavos puede vivir con doce reales diarios. Tía Eugenia ha estado enferma, pero la activa asistencia de los médicos Rubén Velilla, Skiner, Stewart y Rhin la ha salvado: a propósito viene que te de contesto a tu pregunta anterior: los cirujanos paraguayos son Valdéz, Roa, Estigarribia, Cirilo Solalinde, Emeterio Román y Cándido Téllez.

No quiero cerrar esta ya demasiada larga carta sin comunicarte que el amigo Jerónimo Pereira trabajará desde el 15 de febrero como corredor de mercaderías en la calle Independencia, casa de Don Ramón Quintana. Espero pronto noticias tuyas y hasta tanto te saluda tu amigo”

Pascual
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