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Cuando decimos que la razón es la inteligencia misma en su faz cuestionadora y crítica, le estamos asignando a ella la noble tarea de teorizar y, por lo mismo, de crear una imagen del mundo y de la vida. Pero cuando la razón, como única fuerza que conoce sus límites, resulta suplantada por la propaganda a que son proclives los totalitarismos y, en general las estructuras alienantes que imperan en una sociedad y en una época, la imagen del hombre resulta la un ser alienado y cosificado incapaz de recuperarse en un acto de reflexión.
En nuestro país, gran parte de su historia cívica ha estado signada por autoritarismos ejercidos por caudillos o por autócratas, casi siempre reacios a la vida del pensamiento y la cultura. El caso es que, sin crítica, es decir, sin rigor y experimentación -tal como señala Octavio Paz- no hay ciencia, ni arte, ni literatura. Sin ella no hay sociedad sana.
Hérib Campos Cervera (senior) fue un alto ejemplo del hombre que supo mantenerse fiel a dos premisas fundamentales: al espíritu crítico y a la defensa apasionada de la libertad.
Para espigar la nutriente de su pensamiento tendríamos que rememorar a aquella generación del 900 de la cual fue componente, al tiempo de subrayar hechos que, de puro sabidos, muchas veces los olvidamos. Así, el novecentimo que, en el concepto de uno de sus grandes estudiosos, el maestro y polígrafo Raúl Amaral, fue un movimiento intelectual cuyo ideario estuvo sustentado en la literatura y la historia. El novecentismo -nos dice Amaral- ha querido ser o significar la renovación de modos de vida, de sistemas de orientación intelectual y, por sobre todo, un método distinto de enfocar los desencuentros de la historia, latentes aún a treinta años de terminada la Guerra contra la Triple Alianza.
El medio más propicio a su formación fue el Colegio Nacional de la Capital fundado en 1877. Allí dictaron cátedra hombres ilustres como Zubizarreta, Olascoaga, Jordán, Bienes y Girón, Valdivia, Fernández, Cristóbal Campos.
Gualberto Cardús Huerta señaló que su generación estaba formada por los nacidos entres 1870 y 1880, en tanto que OLeary le dio el calificativo de generación del Novecientos.
España y Francia imprimen huellas profundas en la estructuración cultural de esa época.
Para aquellos jóvenes, la prosa fue un instrumento fundamental para un pensamiento crítico. Al menos, esa era la intención. A su vez, el poema, un cauce de subjetivismo que se resentía las más de las veces, de un romanticismo extemporáneo.
Conocidos son los exponentes de esa generación: Arsenio López Decoud, Cecilio Báez, Manuel Domínguez, Fulgencio R. Moreno, Manuel Gondra, Blas Garay, Eligio Ayala, Juan E. OLeary, Ignacio A. Pane... hombres de copiosas lecturas transparentadas en escritos periodísticos, en el libro, la cátedra, la polémica.
En el concepto de Hugo Rodríguez Alcalá, aparecen los primeros escritores cabales de la literatura paraguaya. Su talento y fuerte personalidad les permiten realizar una suerte de sincretismo ideológico y estilístico. Así se explica la síntesis de influencias de autores dispares y de direcciones de pensamiento a veces antagónicas. Romanticismo y naturalismo en la literatura; racionalismo, positivismo, materialismo y espiritualismo en materia de ideas.
Una notable querella generacional se suscitará el 17 de octubre de 1902 entre el Dr. Cecilio Báez indiscutido maestro y propulsor de modernidad y Juan E. OLeary, hasta entonces su discípulo, que en el concepto del maestro Amaral constituirá un quiebre generacional sin aparentes consecuencias iniciales pero ya latente.
A partir de aquel tiempo la división entre dos épocas se hizo más evidente, ya que Báez daba por supuesto que podía realizarse un proceso histórico con abstracción del pueblo y sus inevitables mitos. OLeary, por su parte, intuye lo contrario, nos dice Amaral. He aquí el nudo de la cuestión derivada más tarde a otros campos e interpretaciones, alejados de sus verdaderos orígenes.
En materia de poesía casi todos los hombres del 900 la cultivaron, pero muy pocos fueron, en rigor, poetas.
Tres poetas son considerados unánimemente como los mejores de aquella época: Alejandro Guanes, Eloy Fariña Núñez, Juan E. OLeary, quien merece especial atención por haber escrito uno de los más celebrados poemas del Paraguay: ¡Salvaje!.
Un número reducido de poemas todos compuestos antes de 1910 dieron celebridad a Guanes: Las Leyendas, El Domingo de Pascua y una traducción de Ulalume elogiada por Manuel Domínguez. Pero en rigor Guanes es el poeta de Las Leyendas, en versos de innovadora musicalidad. Cantó el caserón, de sus antecesores al tiempo de rememorar la tragedia nacional viva aún en la memoria como lo fue la Guerra de la Triple Alianza.
Eloy Fariña Núñez publica en 1911 su famoso Canto secular en celebración del primer centenario de la independencia de nuestro país Fariña Núñez según propio testimonio se propuso encerrar al Paraguay en su Canto de ahí la extensión del poema dividido en 40 partes.
El Canto Secular de verso blanco, al decir de Hugo Rodríguez Alcalá Por sus felices hallazgos, por el noble sentimiento de amor patrio que los inspira, garantiza el recuerdo del poeta. Trató de encerrar al Paraguay en su Canto en su primer centenario. Después de más de medio siglo, todavía está allí, el Paraguay, preso entre los versos blancos.
A su vez el poema Salvaje de Juan E. OLeary lo ubica entre los poetas representativos del 900. Salvador Rueda elogió el poema. Me ha impresionado vivamente como si fuese una figura real, el Salvaje, puesto en pie para siempre por OLeary.
Tales, los poetas representativos de ese período histórico. Me he detenido, quizá, morosamente en estos hombres del 900, cuya vigencia en alguna medida persiste, pese a tiempos tan diferentes como los que vive nuestro país no tanto por razones cronológicas como por una marcada decadencia cívica, que se traduce en la ausencia de una calidad de pensamiento y de una ética viva.
De ahí que, recordarlos cuando la ocasión impone es un acto de justicia, más aún, teniendo en cuenta nuestra flaca memoria histórica, proclive siempre a olvidos imperdonables.
Digno de todo elogio es por ello, el denuedo, la persistencia y el fervor que ha puesto Luis María Martínez en este trabajo de compilación de escritos y poesías dispersas y hasta desconocidas de Hérib Campos Cervera (padre).
Los escritos de Campos Cervera, en especial sus artículos periodísticos, se caracterizan por su tono polémico de fuerte voltaje pasional, un buen empleo de los verbos y su soltura expresiva. Pero lo que más aún conmueve, es la valentía de su crítica que no se detiene ante el poderoso de turno en la vida política del país, ni ante los desaciertos de los partidos tradicionales. Tampoco escapan a su crítica los propios amigos cuando cree necesario señalar lamentables errores o le impulsa el afán de hacer pulcros distingos encaminados a establecer apreciaciones justas.
Sirva de ejemplo, este fragmento de un escrito aparecido en el diario El Tiempo:
Inmensa ha sido la labor periodística del Dr. Cecilio Báez que duró nada menos que veinte años.
Al dejar la pluma del luchador, el Dr. Báez se hizo político, llegó a ser Presidente de la República y Ministro de Relaciones Exteriores.
Ha sido muy combatido porque el doctor Báez llegó al poder en una época dificilísima a raíz de desórdenes profundos. Él, y el doctor Domínguez son los ciudadanos más ilustres de este país.
Los jóvenes que me leen dirán que no; dirán que el más alto de todos es Manuel Gondra.
A mí no me importa que esté caído para decir la verdad. No tengo interés en adular porque escribo con independencia.
Manuel Gondra es un caballero adorable, pero no tiene como el doctor Báez veinte años de periodismo en su haber y otros veinte de profesorado.
El doctor Báez ha publicado libros y Manuel Gondra no ha publicado ni folletos. Está inédito.
Como político no hizo nada sino suprimir el cuerpo diplomático siendo el jefe de la cartera de Relaciones Exteriores. Yo considero una gran desgracia su caída por la inmensa fe que me inspiraba, por el cariño que le tenía y le tengo y porque a causa de ella la juventud se ha retirado de las luchas democráticas. Tal vez sea un bien.
Los jóvenes deben estudiar primero, deben encumbrarse por sí mismos sin que A o B los eleve.
Don Manuel Gondra ha sido el primero en dar el ejemplo. En su juventud estudió y cuando su edad y conocimiento se lo permitieron se lanzó a la política.
Probablemente se anticipó a su tiempo. Está visto que Gondra fue tal vez el hombre del porvenir, pero no el del presente. Tuvo muchos amigos insignificantes y esto es lo que más me ha mortificado, lo que no le he perdonado. Los insignificantes son sumisos e incondicionales, endiosan sin pensar sus actos. Estos amigos pequeños le dispensaban todo al maestro y el maestro se pasó los meses y los años rodeado de fetiches sin escribir un artículo...
(El Tiempo, 26-VI-1911)
Su ensayo sobre Rafael Barrett es una pieza admirable por el agudo sentido crítico que se percibe en él, como por la evocación tan viva y colmada de afecto hacía el gran pensador desaparecido a temprana edad.
Hérib Campos Cervera era hijo del profesor y periodista español Cristóbal Campos y Sánchez.
Nació en Asunción en 1879. Un hecho trágico empaña prontamente su existencia; a los 10 años, su padre muere trágicamente en 1889 en el lugar denominado: Manorá. Cristóbal Campos vivía en la Quinta de Manorá con su familia y algunos peones encargados de limpiar los terrenos para una precaria labor agrícola. Regresaba generalmente al anochecer corriendo a tranco de caballo el largo camino, tal como lo consigna Josefina Plá en su libro: El Espíritu de Fuego.
Temperamento combativo -dice Luis María Martínez-, dirigía un diario donde fustiga y era fustigado que le crea enemigos, en una época proclive a trágicos desenlaces. Una noche, mientras regresaba a su quinta, el Dr. Campos es asesinado en circunstancias nunca aclaradas. Quedaron así siete huérfanos y el octavo en camino.
Hérib Campos Cervera cursó sus estudios en Asunción y, fiel a su vocación de hombre de letras, se hizo periodista, publicando sus escritos en diarios de Asunción y en la Revista del Instituto Paraguayo. En 1910 funda el diario La Verdad, al tiempo que colabora con otros periódicos y en la Revista Crónica.
En el año 1912 embarcóse para Europa -consigna Carlos R. Centurión- y desde Madrid y París envió colaboraciones de crítica de arte y urbanismo...
Se sabe que murió y está sepultado en Madrid, afirma Raúl Amaral. Era el año 1922. Tenía 43 años.
Luis María Martínez, gran poeta y ensayista de subidos méritos, desde aquellos sus primeros poemarios como Armadura fluvial, Clarea el alba, Perpetuamente alondra y luego El libro de letanías, como también sus compilaciones poéticas: El trino soterrado y Poesía social del Paraguay hasta su reciente libro: Periodista Inoportuno, agrega hoy a ellos, esta magnífica compilación de la obra del gran escritor y poeta Hérib Campos Cervera. Contó para ello -así lo reconoce su autor- con la colaboración de Nabel Felipe Estruc, como también con la de don Raúl Amaral, toda una labor digna de encomio en que resplandece su alma de artista y hombre de pensamiento.
Jorge Báez Roa
En nuestro país, gran parte de su historia cívica ha estado signada por autoritarismos ejercidos por caudillos o por autócratas, casi siempre reacios a la vida del pensamiento y la cultura. El caso es que, sin crítica, es decir, sin rigor y experimentación -tal como señala Octavio Paz- no hay ciencia, ni arte, ni literatura. Sin ella no hay sociedad sana.
Hérib Campos Cervera (senior) fue un alto ejemplo del hombre que supo mantenerse fiel a dos premisas fundamentales: al espíritu crítico y a la defensa apasionada de la libertad.
Para espigar la nutriente de su pensamiento tendríamos que rememorar a aquella generación del 900 de la cual fue componente, al tiempo de subrayar hechos que, de puro sabidos, muchas veces los olvidamos. Así, el novecentimo que, en el concepto de uno de sus grandes estudiosos, el maestro y polígrafo Raúl Amaral, fue un movimiento intelectual cuyo ideario estuvo sustentado en la literatura y la historia. El novecentismo -nos dice Amaral- ha querido ser o significar la renovación de modos de vida, de sistemas de orientación intelectual y, por sobre todo, un método distinto de enfocar los desencuentros de la historia, latentes aún a treinta años de terminada la Guerra contra la Triple Alianza.
El medio más propicio a su formación fue el Colegio Nacional de la Capital fundado en 1877. Allí dictaron cátedra hombres ilustres como Zubizarreta, Olascoaga, Jordán, Bienes y Girón, Valdivia, Fernández, Cristóbal Campos.
Gualberto Cardús Huerta señaló que su generación estaba formada por los nacidos entres 1870 y 1880, en tanto que OLeary le dio el calificativo de generación del Novecientos.
España y Francia imprimen huellas profundas en la estructuración cultural de esa época.
Para aquellos jóvenes, la prosa fue un instrumento fundamental para un pensamiento crítico. Al menos, esa era la intención. A su vez, el poema, un cauce de subjetivismo que se resentía las más de las veces, de un romanticismo extemporáneo.
Conocidos son los exponentes de esa generación: Arsenio López Decoud, Cecilio Báez, Manuel Domínguez, Fulgencio R. Moreno, Manuel Gondra, Blas Garay, Eligio Ayala, Juan E. OLeary, Ignacio A. Pane... hombres de copiosas lecturas transparentadas en escritos periodísticos, en el libro, la cátedra, la polémica.
En el concepto de Hugo Rodríguez Alcalá, aparecen los primeros escritores cabales de la literatura paraguaya. Su talento y fuerte personalidad les permiten realizar una suerte de sincretismo ideológico y estilístico. Así se explica la síntesis de influencias de autores dispares y de direcciones de pensamiento a veces antagónicas. Romanticismo y naturalismo en la literatura; racionalismo, positivismo, materialismo y espiritualismo en materia de ideas.
Una notable querella generacional se suscitará el 17 de octubre de 1902 entre el Dr. Cecilio Báez indiscutido maestro y propulsor de modernidad y Juan E. OLeary, hasta entonces su discípulo, que en el concepto del maestro Amaral constituirá un quiebre generacional sin aparentes consecuencias iniciales pero ya latente.
A partir de aquel tiempo la división entre dos épocas se hizo más evidente, ya que Báez daba por supuesto que podía realizarse un proceso histórico con abstracción del pueblo y sus inevitables mitos. OLeary, por su parte, intuye lo contrario, nos dice Amaral. He aquí el nudo de la cuestión derivada más tarde a otros campos e interpretaciones, alejados de sus verdaderos orígenes.
En materia de poesía casi todos los hombres del 900 la cultivaron, pero muy pocos fueron, en rigor, poetas.
Tres poetas son considerados unánimemente como los mejores de aquella época: Alejandro Guanes, Eloy Fariña Núñez, Juan E. OLeary, quien merece especial atención por haber escrito uno de los más celebrados poemas del Paraguay: ¡Salvaje!.
Un número reducido de poemas todos compuestos antes de 1910 dieron celebridad a Guanes: Las Leyendas, El Domingo de Pascua y una traducción de Ulalume elogiada por Manuel Domínguez. Pero en rigor Guanes es el poeta de Las Leyendas, en versos de innovadora musicalidad. Cantó el caserón, de sus antecesores al tiempo de rememorar la tragedia nacional viva aún en la memoria como lo fue la Guerra de la Triple Alianza.
Eloy Fariña Núñez publica en 1911 su famoso Canto secular en celebración del primer centenario de la independencia de nuestro país Fariña Núñez según propio testimonio se propuso encerrar al Paraguay en su Canto de ahí la extensión del poema dividido en 40 partes.
El Canto Secular de verso blanco, al decir de Hugo Rodríguez Alcalá Por sus felices hallazgos, por el noble sentimiento de amor patrio que los inspira, garantiza el recuerdo del poeta. Trató de encerrar al Paraguay en su Canto en su primer centenario. Después de más de medio siglo, todavía está allí, el Paraguay, preso entre los versos blancos.
A su vez el poema Salvaje de Juan E. OLeary lo ubica entre los poetas representativos del 900. Salvador Rueda elogió el poema. Me ha impresionado vivamente como si fuese una figura real, el Salvaje, puesto en pie para siempre por OLeary.
Tales, los poetas representativos de ese período histórico. Me he detenido, quizá, morosamente en estos hombres del 900, cuya vigencia en alguna medida persiste, pese a tiempos tan diferentes como los que vive nuestro país no tanto por razones cronológicas como por una marcada decadencia cívica, que se traduce en la ausencia de una calidad de pensamiento y de una ética viva.
De ahí que, recordarlos cuando la ocasión impone es un acto de justicia, más aún, teniendo en cuenta nuestra flaca memoria histórica, proclive siempre a olvidos imperdonables.
Digno de todo elogio es por ello, el denuedo, la persistencia y el fervor que ha puesto Luis María Martínez en este trabajo de compilación de escritos y poesías dispersas y hasta desconocidas de Hérib Campos Cervera (padre).
Los escritos de Campos Cervera, en especial sus artículos periodísticos, se caracterizan por su tono polémico de fuerte voltaje pasional, un buen empleo de los verbos y su soltura expresiva. Pero lo que más aún conmueve, es la valentía de su crítica que no se detiene ante el poderoso de turno en la vida política del país, ni ante los desaciertos de los partidos tradicionales. Tampoco escapan a su crítica los propios amigos cuando cree necesario señalar lamentables errores o le impulsa el afán de hacer pulcros distingos encaminados a establecer apreciaciones justas.
Sirva de ejemplo, este fragmento de un escrito aparecido en el diario El Tiempo:
Inmensa ha sido la labor periodística del Dr. Cecilio Báez que duró nada menos que veinte años.
Al dejar la pluma del luchador, el Dr. Báez se hizo político, llegó a ser Presidente de la República y Ministro de Relaciones Exteriores.
Ha sido muy combatido porque el doctor Báez llegó al poder en una época dificilísima a raíz de desórdenes profundos. Él, y el doctor Domínguez son los ciudadanos más ilustres de este país.
Los jóvenes que me leen dirán que no; dirán que el más alto de todos es Manuel Gondra.
A mí no me importa que esté caído para decir la verdad. No tengo interés en adular porque escribo con independencia.
Manuel Gondra es un caballero adorable, pero no tiene como el doctor Báez veinte años de periodismo en su haber y otros veinte de profesorado.
El doctor Báez ha publicado libros y Manuel Gondra no ha publicado ni folletos. Está inédito.
Como político no hizo nada sino suprimir el cuerpo diplomático siendo el jefe de la cartera de Relaciones Exteriores. Yo considero una gran desgracia su caída por la inmensa fe que me inspiraba, por el cariño que le tenía y le tengo y porque a causa de ella la juventud se ha retirado de las luchas democráticas. Tal vez sea un bien.
Los jóvenes deben estudiar primero, deben encumbrarse por sí mismos sin que A o B los eleve.
Don Manuel Gondra ha sido el primero en dar el ejemplo. En su juventud estudió y cuando su edad y conocimiento se lo permitieron se lanzó a la política.
Probablemente se anticipó a su tiempo. Está visto que Gondra fue tal vez el hombre del porvenir, pero no el del presente. Tuvo muchos amigos insignificantes y esto es lo que más me ha mortificado, lo que no le he perdonado. Los insignificantes son sumisos e incondicionales, endiosan sin pensar sus actos. Estos amigos pequeños le dispensaban todo al maestro y el maestro se pasó los meses y los años rodeado de fetiches sin escribir un artículo...
(El Tiempo, 26-VI-1911)
Su ensayo sobre Rafael Barrett es una pieza admirable por el agudo sentido crítico que se percibe en él, como por la evocación tan viva y colmada de afecto hacía el gran pensador desaparecido a temprana edad.
Hérib Campos Cervera era hijo del profesor y periodista español Cristóbal Campos y Sánchez.
Nació en Asunción en 1879. Un hecho trágico empaña prontamente su existencia; a los 10 años, su padre muere trágicamente en 1889 en el lugar denominado: Manorá. Cristóbal Campos vivía en la Quinta de Manorá con su familia y algunos peones encargados de limpiar los terrenos para una precaria labor agrícola. Regresaba generalmente al anochecer corriendo a tranco de caballo el largo camino, tal como lo consigna Josefina Plá en su libro: El Espíritu de Fuego.
Temperamento combativo -dice Luis María Martínez-, dirigía un diario donde fustiga y era fustigado que le crea enemigos, en una época proclive a trágicos desenlaces. Una noche, mientras regresaba a su quinta, el Dr. Campos es asesinado en circunstancias nunca aclaradas. Quedaron así siete huérfanos y el octavo en camino.
Hérib Campos Cervera cursó sus estudios en Asunción y, fiel a su vocación de hombre de letras, se hizo periodista, publicando sus escritos en diarios de Asunción y en la Revista del Instituto Paraguayo. En 1910 funda el diario La Verdad, al tiempo que colabora con otros periódicos y en la Revista Crónica.
En el año 1912 embarcóse para Europa -consigna Carlos R. Centurión- y desde Madrid y París envió colaboraciones de crítica de arte y urbanismo...
Se sabe que murió y está sepultado en Madrid, afirma Raúl Amaral. Era el año 1922. Tenía 43 años.
Luis María Martínez, gran poeta y ensayista de subidos méritos, desde aquellos sus primeros poemarios como Armadura fluvial, Clarea el alba, Perpetuamente alondra y luego El libro de letanías, como también sus compilaciones poéticas: El trino soterrado y Poesía social del Paraguay hasta su reciente libro: Periodista Inoportuno, agrega hoy a ellos, esta magnífica compilación de la obra del gran escritor y poeta Hérib Campos Cervera. Contó para ello -así lo reconoce su autor- con la colaboración de Nabel Felipe Estruc, como también con la de don Raúl Amaral, toda una labor digna de encomio en que resplandece su alma de artista y hombre de pensamiento.
Jorge Báez Roa