Causas y consecuencias de la Guerra del 70

Un primero de marzo como hoy, pero de 1870, el mariscal Francisco Solano López moría en combate contra las tropas brasileñas en Cerro Corá y terminaba la Guerra contra la Triple Alianza. El abogado e investigador Alberto Alderete, autor de Las causas de la guerra de la Triple Alianza (Asunción, Arandurá, 2014), analiza en este artículo los factores que desencadenaron la «Guerra Grande» y las consecuencias del conflicto, que llegan hasta nosotros

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Se ha dicho que la guerra de la Triple Alianza fue causada por la política provocativa del mariscal Francisco Solano López. Otros han sostenido que fue tramada pacientemente por la diplomacia inglesa y que Argentina y Brasil la hacían no por sus propios motivos sino por encargo de esta. Sin embargo, ni la diplomacia podía detener ni evitar la guerra, ni Argentina y Brasil actuaban por cuenta de Inglaterra, sino por cuenta propia y por motivos internos. A esto último hay que agregarle la complicidad y el financiamiento de la guerra por parte de la banca y el comercio de Inglaterra.

La guerra causó, en lo económico, la interrupción abrupta de la evolución independiente del país hacia la civilización capitalista industrial dirigida por el Estado, en base a todas las conquistas del progreso europeo, para reemplazarla por la súbita asimilación al capital financiero de Europa en calidad de misérrima semicolonia. Esto sin contar la mutilación de su territorio y el exterminio del setenta y cinco por ciento de su población. Este es el momento de inflexión histórica que dio origen al modelo de país que tenemos hasta hoy: un país empobrecido, productor y exportador de materia prima e importador de bienes industriales, con un gobierno políticamente dependiente de las potencias actuales.

LAS CAUSAS INTERNAS DE LA ARGENTINA

La causa que impulsó a la oligarquía portuaria y comercial porteña representada por Bartolomé Mitre a traer la guerra al Paraguay no fue externa, sino interna: el propósito de imponer la organización de la Argentina en función de los intereses de la oligarquía estanciera, portuaria y comercial porteña de la provincia de Buenos Aires. Durante todo el siglo XIX, hasta 1880, año en que Buenos Aires es derrotada militar y políticamente, la Argentina estuvo profundamente dividida entre el gobierno de Buenos Aires y la totalidad de las provincias interiores y el litoral. Las trece provincias interiores y el litoral argentino se insurreccionaron contra el gobierno de Buenos Aires organizándose en la Confederación Argentina, con capital en Paraná, cuyos líderes eran Justo José de Urquiza, Felipe Varela y José Vicente Peñaloza, entre otros, que tenían estrechos vínculos políticos con el Paraguay, al igual que con el Partido Blanco del Uruguay, versión oriental del federalismo argentino.

En 1861, el ejército federal argentino es derrotado militarmente en la batalla de Pavón, cerca de Rosario, por la deserción de Urquiza, y la Confederación Argentina se disuelve, para luego ser destruida definitivamente con el fusilamiento masivo de los montoneros del Interior. Pero para que la victoria de Buenos Aires sobre las provincias interiores y el litoral fuera completa, era necesario eliminar a otro enemigo, el Paraguay, que reunía, contra la oligarquía porteña y su gobierno, todos los antagonismos de los productores del litoral y las provincias interiores, pero sin la debilidad de estas ni la posibilidad de acuerdos de aquellos. La impotencia histórica de sus luchas se debía a que, si bien eran justas, no tenían un proyecto de desarrollo económico y político superior al de la oligarquía porteña, lo que sí tenía el Paraguay, un país política y económicamente soberano y en un proceso que avanzaba hacia el desarrollo industrial autónomo. De ahí el peligro mortal que Mitre veía en el Paraguay. La guerra contra el Paraguay sería, por lo tanto, la continuación lógica y la última etapa de la guerra de la provincia de Buenos Aires contra el resto de la nación argentina, en un doble sentido. Porque la potencia económica del Estado paraguayo chocaba desde los más remotos tiempos con el monopolio aduanero y portuario de Buenos Aires, dificultando su dominio indisputado sobre todo el litoral, y porque constituía un foco constante de atracción y reagrupamiento para las derrotadas provincias interiores, incluso para los claudicantes estancieros del interior.

LAS CAUSAS INTERNAS DEL IMPERIO DEL BRASIL

El Imperio del Brasil consideraba que el Paraguay ponía en peligro su soberanía sobre Río Grande del Sur, pues, para llegar al mismo, la única vía que tenía era el río Paraguay, para lo cual tenía que pasar por el territorio de este. En virtud de una doctrina de seguridad nacional, Carlos A. López condicionaba la firma de un tratado de libre navegación del río, a la firma de un tratado de límites que reconociera una parte de Matto Grosso del Sur como territorio paraguayo, a lo que el Imperio del Brasil se oponía terminantemente. Por otro lado, Río Grande del Sur ya se había independizado de Brasil de 1835 a 1845 por medio de una revolución republicana, por lo que temía una desmembración territorial.

En 1850, don Carlos A. López escribía a Tomás Guido, luego plenipotenciario de Urquiza ante Paraguay, que «La codicia brasileña para dominar desiertos hará inevitable la guerra más o menos tarde, y el Paraguay tendrá que aceptarla». Los conflictos entre el Paraguay y el Brasil en torno a esas cuestiones eran de larga data y precedieron a Francisco Solano López. No los creó él. A su muerte, don Carlos A. López no había solucionado ninguno de estos graves conflictos, que empeoraron con el correr del tiempo, estallando en sus manos.

La segunda causa que llevó al Imperio del Brasil a la guerra fue su necesidad de expansión territorial a expensas de sus vecinos, como solución alternativa ante la negativa de su clase dominante a abandonar su sistema anacrónico de producción agrícola, en especial de caña de azúcar y de café, basado en el trabajo esclavo. La tercera fue la pretensión, muy propia de la política de don Pedro II, de alejar peligros e imponer su dominio en el Río de la Plata, para lo cual el Paraguay era un estorbo, pues, aunque pequeño, era grande cuando se aliaba con las fuerzas políticas y sociales de la región. El imperio del Brasil no encontraba otra solución que la desaparición, para siempre, del gobierno lopizta y del modelo de Estado soberano y potente en el que se basaba.

COMIENZAN A TEJERSE LAS ALIANZAS PARA LA GUERRA

El general Bartolomé Mitre envía a su emisario, José Mármol, a Río de Janeiro, se reúne con el emperador Pedro II el 14 de abril de 1864 y, varias veces, con el ministro de relaciones exteriores brasileño, João Pedro Dias Vieira. Llegan informaciones al gobierno paraguayo de que las verdaderas tratativas eran sobre una alianza argentina y brasileña para una política conjunta en el Río de la Plata y suprimir el papel del Paraguay en dicha región. López escribió al agente paraguayo en Buenos Aires: «El carácter y verdadera misión del Señor Saraiva en el Río de la Plata es poco pacífica. Según corren las cosas, hemos de tardar en ver la conjunta intervención armada del Brasil y de la República Argentina en los negocios intestinos de la Oriental. Se dice que esa misma liga ha de llegar hasta aquí... apoyando las pretensiones por la fuerza».

El 6 de junio de 1864, el ministro José Berges escribe a Cándido Bareiro, representante paraguayo ante Francia e Inglaterra: «Esta combinación entre Argentina y el Imperio del Brasil es atentatoria a la independencia de nuestro país. Al menos no tenemos dudas de que piensan atentar contra nuestra integridad territorial». Berges, dando como «inevitable el caso de recurrir a la guerra, después de haber agotado todos los recursos de la diplomacia», dio instrucciones a Bareiro para que hiciera gestiones y recogiera informaciones en Europa a fin de que «el gobierno paraguayo no apareciera en Europa desempeñando el rol de una quijotada política o de un injusto invasor».

EL PRIMER ESLABÓN DE LA GUERRA: EL TRATADO SECRETO

Del 16 al 18 de junio de 1864, en el cuartel general de Venancio Flores, en Puntas del Rosario, Uruguay, se realiza una reunión para firmar un protocolo de bases para la pacificación del Uruguay, pero también, al margen de dichos asuntos, se reúnen Rufino de Ellizalde, ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aires, José Antonio Saraiva, emisario del Imperio en el Río de la Plata, y Venancio Flores, caudillo oriental, y pactan la conformación de una triple alianza para llevar la guerra al Paraguay. Para conseguir que el gobierno del Uruguay entrara en este acuerdo, resolvieron derrocar al gobierno blanco de Atanasio Aguirre y poner en su reemplazo al General Venancio Flores.

Esto lo confirmó el propio José Antonio Saraiva cuando reveló, muchos años después, en 1884: «…Dichas alianzas se realizaron el día en que el Ministro Brasileño y el Argentino conferenciaron con Flores en las Puntas del Rosario y no en el día en que Octaviano y yo, como Ministro de Estado, firmamos el Pacto». Con «el Pacto», Saraiva se refiere al Tratado Secreto.

Este pacto de la triple alianza fue acordado nueve meses antes de la declaración de guerra por el Congreso Paraguayo a la República Argentina, cinco antes de la captura del buque «Marqués de Olinda» y diez antes de que el ejército paraguayo ocupara el territorio de Corrientes, lo que demuestra que la decisión de la guerra contra el Paraguay fue muy anterior a aquellos hechos. La conjura se desarrollaba mediante alianzas que López veía, impotente.

EL SEGUNDO ESLABÓN: LA TOMA DEL GOBIERNO DEL URUGUAY

El gobierno uruguayo pide una ayuda urgente al Paraguay ante el ultimátum del Brasil, que amenaza con una intervención militar. El ministro oriental responde con admirable dignidad al ultimátum imperial en una nota el 9 de agosto de 1864: «No son aceptables los términos que se ha permitido Vuestra Excelencia al dirigirse al gobierno de la República, ni es aceptable la conminación (…) Por esto es que he recibido la orden de su Excelencia el Presidente de la República de devolver a V. E. por inaceptable la nota ultimátum que ha dirigido al gobierno. Ella no puede permanecer en los archivos orientales».

El Imperio del Brasil invade militarmente el territorio de la banda oriental, lo bombardea y lo sitia por agua y tierra, sin previa declaración de guerra. El 15 de febrero de 1865, sitiada Montevideo por las fuerzas del Imperio del Brasil, Atanasio Aguirre, presidente de la República, entrega el mandato a Tomás Villalba, presidente del Senado, quien horas más tarde entrega el gobierno a los invasores, que a su vez se lo dan a Venancio flores. La Triple Alianza se completa con otro elemento, el apoyo de la banca y el comercio de Inglaterra. Ya está lista la alianza, y su primera acción, la imposición de Flores en el gobierno, es un éxito. Ahora solo resta buscar los motivos, esperar a que ocurran o, si no existiesen, inventarlos, para que la alianza secreta caiga sobre el Paraguay.

EL ÚLTIMO ESLABÓN: LA CREACIÓN DE LOS MOTIVOS Y LA OFICIALIZACIÓN DE LA GUERRA

El 1° de mayo de 1865, al caer la tarde, en la casa particular de Bartolomé Mitre se firma el pacto acordado en Puntas del Rosario, denominándolo Tratado Secreto de la Triple Alianza. El Tratado establece que «la guerra no es contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno». En realidad, con lo que los aliados querían acabar era con el gobierno independiente y soberano del Paraguay, fuese quien fuese el hombre que lo desempeñase, y no solo con el de su entonces presidente, Francisco Solano López.

FIN DE UNA ETAPA Y COMIENZO DE OTRA

El 1° de marzo de 1870 mueren en el campo de batalla el presidente y el vicepresidente del Paraguay al frente de su «ejército» de doscientos hombres hambrientos y en su mayoría armados solo con sable y lanza. Después del exterminio del setenta y cinco por ciento de la población, vendría la destrucción de las bases productivas y el saqueo físico y financiero, civilizador e inacabable.

La consecuencia de la guerra sería la destrucción de un proceso de desarrollo industrial y capitalista autónomo y su reemplazo por la súbita asimilación del Paraguay al capital financiero europeo en calidad de país dependiente. La pequeñez del mercado interno, obstáculo para el desarrollo capitalista, podía ser superada con la ampliación del comercio exterior y del mercado en una confederación de países, programa que se planteaba en el siglo XIX en la región.

CONCLUSIÓN

La Guerra de la Triple Alianza no fue una respuesta a la beligerancia de López, sino un hecho anterior, pacientemente planificado, del que el Paraguay era víctima. Las necesidades de la política interior de la oligarquía porteña y las necesidades de expansión territorial y el temor al desmembramiento territorial del Brasil, con la complicidad y el apoyo de la banca y el comercio de Inglaterra, se aliaron para arrasar la independencia, la tierra y la población del Paraguay, poniendo fin al primer y único intento de evolución independiente hacia el capitalismo industrial que América Latina ha conocido hasta hoy.

albertoalderete@hotmail.com

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