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AP: Gran parte de las imágenes de Joy Division nos llegaron a través de tu cámara, fue así que llegamos a ver lo que había ocurrido allá en Manchester hace ya 35 años. ¿Qué recuerdas de esa época?
KC: Cuando comencé a trabajar para la NME (la conocida revista de música inglesa New Musical Express), lo hacía para el día a día. Era imposible pensar en aquel momento que sería algo que duraría para siempre, para mí era una sección más que llenar en la revista donde trabajaba. Ninguno de nosotros pudo haber previsto lo que iba a suceder. A veces pienso que si hubiésemos sabido que iba a ser un periodo tan corto el de esta banda, hubiese tomado más fotos. Pero si hubiera hecho eso, no hubiese llegado a ser tan interesante o emocionante. El misterio alrededor de Joy Division es que no hay mucho material de ellos.
AP: Su música era muy oscura y tus fotos de alguna manera hicieron alusión a eso…
KC: En esa época era muy joven y no estaba tan atraído por las fotografías de rock. Estudié a grandes fotógrafos del retrato como Bill Brandt y Diane Arbus. Para mí, la idea era capturar su sonido en una imagen, creo que eso genera más intriga. Cuando miras la serie de Joy Division en el puente con nieve, puedes adivinar cómo van a sonar y saber si te van a gustar. Esas fotos tienen mucho espacio, pensé que eso capturaba su sonido. Era su propia imagen del rock. No tiene nada parecido a una foto de rock n roll típica donde las personas van de frente. Ni siquiera pensé que la NME llegaría a usar esas imágenes porque no eran rockeras.
AP: ¿Durante la era del punk hubo algún elemento que haya capturado tu atención?
KC: The Clash, Sex Pistols y Buzzcocks tienen algo en común con los galeses Manic Street Preachers, fue lo que más tarde me llamó la atención en ellos. Como yo estudié fotografía y diseño gráfico, siempre me interesaron los stencils que la gente hace en sus remeras, sus mensajes, sus influencias fuera de la música. Creo que gran parte de los músicos son unidimensionales, pero si de alguna manera abrazan el arte y la cultura fuera de su mundo, pueden crear mucho más interés.
AP: ¿Puedes contarnos un poco sobre tu trabajo con la revista NME?
KC: Tuve mi primera publicación en la revista en julio de 1977 y trabajé con ellos hasta fines de los noventa, cuando quisieron cambiar la política de derecho de autor, básicamente querían apropiarse de nuestros derechos. Por ejemplo, si hubiera hecho las fotos de Joy Division o Sex Pistols bajo sus términos y condiciones, hubiera tenido que entregarles mi material y hoy en día no lo tendríamos porque probablemente lo habrían perdido.
AP: Por la manera en que veo tu trabajo, al final de cuentas, pareces tener más bien el papel de un documentalista que el de un fotógrafo…
KC: No estaba pensando en ir construyendo un archivo hasta que apareció The Smiths. De repente surgió toda una nueva ola de bandas y me encontré fotografiando todo lo que ocurría en la ciudad para continuar con la historia. El árbol genealógico de Manchester es muy curioso. Cuando hice el libro Manchester tuve cuatro escritores contando diferentes periodos de tiempo, tiene una narrativa bastante fluida y es como que uno puede ir leyendo también las imágenes. La historia se cuenta sola. También estuve en la época de la discoteca Haçienda. Pero me mudé a Londres cuando comenzaba a sonar el acid house, que fue cuando se volvió más conocida. Pero volvía los fines de semana para ver jugar al Manchester City, iba a la Haçienda y volvía a casa los domingos. Soy un observador.
AP: Trabajaste con bandas como The Smiths, New Order, Oasis, donde podríamos decir que hay dos temas o sujetos principales: Morrissey y Johnny Marr, Bernard Sumner y Peter Hook, Liam y Noel Gallagher… ¿cómo manejas eso en tu trabajo?
KC: Me parece que en realidad ayuda bastante eso de tener dos sujetos principales. Yo no me involucro en sus vidas personales, nunca tomé un lado u otro, no me gusta ser el mejor amigo de nadie. Estoy ahí para fotografiarlos. Por ejemplo, para fotografiar a los Gallaghers empezarían muy duros, en poses, después Liam le diría algo a Noel, y Noel le diría algo a Liam, y se pondrían a empujarse uno a otro y comenzaría la pelea… pero bueno, es lo que pasa por llevar a tu hermano a todos lados contigo… (Risas).
AP: En una parte de la introducción de tu libro de The Smiths dice que «Kevin Cummins fue el hombre correcto en el momento correcto en el lugar correcto». ¿Qué piensas de eso?
KC: Sí, lo fui… pero también había otros dos millones de personas en Manchester. Puedo decir que eso no hubiera ocurrido sin todo el trabajo duro que realicé. Cuando comencé, me tocaba la cobertura de shows en vivo para la NME y para hacer eso tenía que ir al lugar del concierto, tomar las fotos, estar sobrio porque tenía que conducir hasta un lugar en las afueras de Manchester donde hacía el procesamiento e impresión durante la noche, esperar que se sequen, volver conduciendo a la ciudad y enviar todo a tiempo por el correo del tren a Londres. Era un trabajo de una noche de diez horas, por muy poca paga. A eso tenía que descontar el material que yo utilizaba. Muchas personas hubieran dejado el trabajo. De alguna manera sentí que era un trabajo importante el que estaba realizando y al mismo tiempo me estaba estableciendo, fueron dándome más tapas y me pidieron más trabajos. Así que después de un tiempo, comenzó a mejorar.
AP: Sos oriundo de Manchester. ¿Me puedes explicar por qué los mancunianos sienten un orgullo desmedido por ser de esa ciudad?
KC: Sí, eso es un hecho. En mi libro Manchester hay una cita del escritor y músico de jazz George Melly que dice que el concierto que dio en mi ciudad en los años cincuenta fue la más difícil de todas sus presentaciones: «Si te fue bien en Manchester, te irá bien en el resto del mundo». Además, los mancunianos nunca perdonamos a la familia real por establecerse en Londres y convertirla en la capital de Inglaterra… ¡debería haber sido Manchester!