Cañones y acorazados: la campaña de Humaitá

Dentro del núcleo de investigaciones sobre la Guerra de la Triple Alianza más vigoroso de nuestra época, esta obra entabla un diálogo entre los nuevos aportes y rescata testimonios muchas veces dejados de lado por la historiografía tradicional, escribe Carlos Gómez Florentín –máster en Ciencias Políticas por la Universidad de Nueva York y doctorado en Historia por la Stony Brook University– sobre Cañones y acorazados (Asunción, Tiempo de Historia, 2019) de Eduardo Nakayama, que ya se encuentra en librerías.

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La obra de Eduardo Nakayama, de primera importancia para retornar al conflicto más importante de la historia de Paraguay, aporta una mirada fresca que busca atravesar los filtros establecidos por la repetición y la memorialización granítica de la guerra y consigue revisar escenarios alternativos planteados en los tiempos previos al conflicto que pudieron haber dirigido a Paraguay a un horizonte pacífico, lo que, lastimosamente, no fue posible.

De la misma manera que revisa los procesos de decisión que llevaron a la guerra en Paraguay, Nakayama explora escenarios similares en la región en los cuales Francisco Solano López depositó sus mayores expectativas de construir alianzas y rebatir lo que pareció desde el principio una victoria cuesta arriba, improbable frente a sus dos poderosos vecinos unidos.

Nakayama trabaja múltiples archivos en varios países para instalar una preocupación por conocer la guerra desde la perspectiva de Paraguay, en el contexto de tres grandes líneas de contribución sobre la guerra que provienen de Brasilia, en la obra de Francisco Doratioto; Estados Unidos, en la obra de Thomas Whigham; y Rio Grande do Sul, en la contribución de Mario Maestri, con quien trabajó el autor y que representa el núcleo emergente de investigaciones sobre la guerra más vigoroso de nuestra época. En este sentido, hace un esfuerzo valorable por poner en diálogo los nuevos aportes de investigadores que trabajan la guerra, de la misma manera que recupera testimonios antiguos muchas veces dejados de lado por la historiografía tradicional en los países que participaron del conflicto.

Es de destacar la mirada registrada al nivel micro de las campañas ofensivas y defensivas de Paraguay, muchas veces olvidada, especialmente entre los aportes de investigadores nacionales. En este sentido, Nakayama retoma una historia propiamente bélica del conflicto, algo últimamente dejado de lado por la historia actual y en la misma línea hace contribuciones a la revisión de los manejos diplomáticos previos al conflicto y ocurridos durante el mismo.

El análisis del valor de la tecnología en el contexto de la guerra en el capítulo tres ayuda al entendimiento de las dinámicas bélicas y pone la Guerra de la Triple Alianza en el contexto de la evolución de la tecnología bélica mundial. De esta manera puede verse como muchos saltos tecnológicos probados en Europa tuvieron un peso decisivo en la guerra sudamericana. Los reportes recuperados sobre la compra de armas revelan los esfuerzos del gobierno paraguayo para contar con recursos militares para la confrontación; especialmente iluminantes resultan las peripecias de funcionarios del gobierno paraguayo por Europa buscando las armas más avanzadas, así como los límites que experimentaron tanto por motivos de financiación como por la acción de diplomáticos de otros países.

También es destacable el aporte relativo a la fabricación de armamentos «made in Paraguay» registrado por el autor. La descripción refleja los esfuerzos previos por consolidar una industria local de armamentos que pudiera dotar a Paraguay de elementos de defensa propios. Además de resaltar la emergente industria bélica local, Nakayama hace referencia al uso de otras tecnologías adaptadas para los fines de la guerra. Entre estas, destaca el uso de la prensa como herramienta de propaganda militar que energizaba a los combatientes paraguayos durante el transcurso de la guerra.

El tratamiento que asigna al estudio de la fortaleza de Humaitá constituye el resultado de largas estancias en archivos regionales para alcanzar una descripción acabada en la historiografía actual. Los aportes sobre sus características se complementan con la experiencia de vida en la fortaleza para incorporar las vivencias de los soldados que pasaron por ahí. Y, como logro del gobierno de los López, la fortaleza de Humaitá representa la visión más ambiciosa de un ejército que experimentaba la amenaza permanente a su integridad territorial frente a sus poderosos vecinos.

El relato de la campaña de Humaitá es iluminador en maneras poco registradas por la historiografía de la guerra. Los detalles de los combates, las persecuciones fluviales, los enfrentamientos a campo abierto, son testimonios de una guerra transformadora para la región, lo que puede verse tanto desde la perspectiva de los oficiales en posición de tomar decisiones como desde la óptica de los soldados que seguían órdenes. La cotidianidad bélica resulta reveladora para recuperar la experiencia del frente de batalla de aquellos difíciles años.

Por último, Nakayama hace un necesario retorno a la guerra para recuperar dos caras de una historia trágica: por un lado, recupera el legado de heroísmo registrado durante la guerra a partir de reflexiones de observadores internacionales; por otro, retorna a los procesos de San Fernando identificando los picos de bajeza humana igualmente registrados por actores paraguayos durante la guerra. Entre estos extremos, la campaña de Humaitá es un paso necesario para conocer la experiencia bélica de Paraguay. A partir de este trabajo, el autor propone estudiar con mayor detalle las otras campañas bélicas de la guerra, la de Pykysyry y las de las Cordilleras, para alcanzar un mayor conocimiento de la experiencia de guerra en futuras investigaciones de historiadores locales e internacionales.

Eduardo Nakayama

Cañones y acorazados: la campaña de Humaitá (1866-1868) en la Guerra de la Triple Alianza

Asunción, Editorial Tiempo de Historia, 2019.

La Batalla de Tuyutí en el arte: López y Methfessel

Durante la Campaña de Humaitá (1866-1868), o Campaña del Cuadrilátero, tercera fase de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), el 24 de mayo de 1866 se desató una de las más sangrientas batallas nunca libradas en Suramérica: la Batalla de Tuyutí. Este escenario fue llevado al arte por el pintor suizo Adolf Methfessel, que documentó in situ la Guerra de la Triple Alianza, y por el pintor argentino Cándido López, que militó en un ejército pero que pintó la guerra desde todos los puntos de vista de todos los soldados de todos los ejércitos que pelearon en ella.

Adolph Methfessel nació en Berna el 12 de mayo de 1836. Pintor, dibujante, arquitecto paisajista y litógrafo, algunos de sus óleos y acuarelas integran la colección del Museo de Bellas Artes de su ciudad natal. Hacia 1860 llegó a Buenos Aires, donde se vinculó con un grupo de científicos europeos convocados por Sarmiento para promover el desarrollo de las ciencias naturales y exactas en Argentina. En el Museo de La Plata hay varias obras suyas. Durante la Guerra de la Triple Alianza, dibujó los lugares de combate, pintó acuarelas de los episodios bélicos e hizo planos y croquis de las batallas. Dejó, así, un conjunto de gran valor histórico.

Cándido López, también conocido como el «Manco de Curupayty», es el artista que al final de su vida se dedicó a pintar con la mano izquierda esa batalla en la cual había perdido la derecha. Pintor, fotógrafo, soldado y zapatero, nació en Buenos Aires en 1840. Militó en las filas aliadas durante la Guerra de la Triple Alianza; terminada esta, la pintó hasta su muerte, en 1902.

Para leer más sobre estos dos artistas, ver los artículos «Un suizo en Tuyutí» (El Suplemento Cultural de Abc Color, domingo 29 de mayo del 2016), de Julián Sorel, y «Cándido López, pintor de todos» (El Suplemento Cultural de Abc Color, 24 de septiembre del 2016), de Montserrat Álvarez. (Crononauta).

camoraga@gmail.com

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