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Mientras, en Paraguay se dispersaba el sueño de la Revolución Comunera y la vida colonial continuaba su marcha. Relata Fulgencio Ricardo Moreno que hacia 1743 el edificio del Cabildo estaba a punto de desmoronarse y la vida de la capital era monótona. Este relato no deja de ser anecdótico frente a la creación del Virreinato del Río de la Plata, del que Paraguay formó parte hasta su independencia en 1811.
Mientras la capital estaba más preocupada en los problemas políticos, en el sur de la provincia se realizaban experimentos sin precedentes en la región. El primer astrónomo del Cono Sur, Buenaventura Suárez, escribía Lunario de un siglo.
EL SOBRINO DE GARAY Y CHOCOLATERO
Suárez nació el 14 de julio de 1679, según los registros bautismales de la catedral de Santa Fe, aunque la historia oficial jesuita da como fecha el 3 de setiembre. Fue hijo de Antonio Suárez y María Garay, sobrina de Juan de Garay, el explorador y gobernador del Río de la Plata y de Paraguay y fundador de Santa Fe y de la segunda Buenos Aires.
Ingresa a la Compañía de Jesús a los 15 años, en 1695, en la sede principal de Córdoba, lo que le permite explorar libremente, dentro de ese contexto, distintos campos del conocimiento, como astronomía y otras áreas de las ciencias naturales. El profesor Blas Servín, del Planetario Buenaventura Suárez, director del Centro Astronómico Bicentenario, señala que Suárez estaba muy limitado por los escasos recursos con que contaba en las reducciones y que pese a eso pudo realizar su obra intelectual. «El padre Suárez llegó a San Cosme como sacerdote en 1706, cuando la reducción contaba con unos 1.500 habitantes. Y como nunca estuvieron más de tres jesuitas juntos en dicha reducción, podemos deducir que fue ayudado por los propios indígenas guaraníes en el trabajo científico que realizó allí, incluyendo la observación y construcción artesanal de los instrumentos astronómicos», apunta Servín en la reimpresión facsimilar de Lunario de un siglo editada por la Secretaría Nacional de Turismo en 2011.
El padre Aldo Trento señala que Suárez se dedicó también a la fabricación de órganos y espejos, perfeccionó el arte de fabricar campanas para las iglesias, enseñó a los indios a dorar cálices en fuego y creó la primera fábrica de chocolate en la región del Paraná, como se sabe por las observaciones de fitología del santiagueño Juárez, que menciona que Suárez fabrica un buen chocolate con maní. Para Trento, en la vida astronómica de Suárez hay dos etapas: en la primera, de 1703 a 1739, compuso Lunario de un siglo; la segunda va de 1739 a su muerte, en 1750; en la primera solo recibió ayuda de sus superiores y de los indios (de los instrumentos que inventó y fabricó nos quedan pocas noticias), y en la segunda contó con aparatos traídos de Europa. También el profesor Servín sostiene que recién en 1745 obtuvo, tras solicitarlos durante seis años, instrumentos astronómicos de precisión para reemplazar sus antiguos objetos, entre ellos dos telescopios y dos relojes traídos de Inglaterra para montar un nuevo observatorio, lo que permitió instalar un «ojo gigante» por vez primera en tierras paraguayas.
EL CIENTÍFICO
Buenaventura Suárez es recordado, sobre todo, por Lunario de un siglo, obra que le llevó décadas de observaciones astronómicas meticulosas y pacientes. «Lunario de un siglo. Que comienza en enero del año de 1740, y acaba en diziembre del año de 1841, en que se comprenden ciento y un años cumplidos. Contiene los aspectos principales de Sol, y Luna, esto es las conjunciones, oposiciones y cuartos de la Luna con el Sol, según sus movimientos verdaderos, y de la noticia de los eclipses de ambos luminares que serán visibles por todo el siglo en estas misiones de la Compañía de Jesús en la provincia de Paraguay... Dánse al fin de él reglas para que cualquiera, sin matemática, sin aritmética, pueda formar de estos Lunarios de un siglo los de los años siguientes desde 1842 hasta 1903», dice la primera página.
Esto sugiere que Suárez intentó hacer una obra de divulgación científica; aparte de enviar sus trabajos a los expertos, el jesuita quería que su investigación sirviera a todos aquellos que no tenían conocimientos científicos ni formación matemática.
Lunario de un siglo fue publicada por vez primera en 1743, a decir del padre Clemente McNaspy, sacerdote jesuita, mientras para Servín la primera publicación data de 1744. La segunda edición fue en Lisboa en 1748, la tercera en Barcelona en 1752, la cuarta posiblemente en Quito en 1759 y la penúltima en Corrientes en 1856. En el siglo XX el Lunario ya estaba desfasado, así que no se volvió a imprimir. La última edición, una reimpresión facsimilar de la de 1748, se presentó en el 2011 y fue impulsada por la Secretaría Nacional de Turismo, la Secretaría Técnica de Planificación y la Agencia Española de Cooperación Internacional. La edición estuvo a cargo de Luis Lataza.
Suárez tuvo que fabricar sus instrumentos. «No pudiera haber hecho tales observaciones por falta de instrumentos (que no se traen de Europa a estas provincias por no florecer en ellas el estudio de las ciencias matemáticas) a no haber fabricado por mis manos los instrumentos necesarios para dichas observaciones, cuales son reloj de péndulo con los índices de minuto primero y segundos, cuadrante astronómico para reducir, igualar y ajustar el reloj a la hora verdadera del sol, dividiendo cada grado de minuto en minuto telescopio o anteojo de larga vista de solo dos vidrios convexos de varios graduaciones desde 8 hasta 23 pies», dice en la introducción de su obra.
Lunario de un siglo incluye la diferencia de tiempo entre San Cosme y Damián y ciudades europeas, americanas y asiáticas con impresionante precisión.
La historia oficial norteamericana sostiene que una carta de Benjamin Franklin a Peter Collison sobre experimentos con cometas eléctricos datada en 1752 y publicada en la Philosophical Transactions de la Real Sociedad Científica de Londres es la primera publicación científica del nuevo continente. Sin embargo, en esa misma publicación de la Royal Society de Londres, Philosophical Transactions, Suárez ya había publicado escritos astronómicos entre 1748 y 1749.
Además de astrónomo, Suárez fue geógrafo y matemático. Sus cálculos le permitieron elaborar tablas con la posición exacta de las treinta misiones jesuíticas del Paraguay, el primer mapa de la zona, globos terráqueos y celestes, un reloj solar, instrumentos de medición, un calendario y un herbario con las diversas especies de la región, y efectuar acertados pronósticos meteorológicos.
EL LEGADO
Uno de los mayores avances tecnocientíficos del 2012, según la revista Science, fue haber puesto el robot Curiosity en suelo marciano para evaluar si en algún momento fue posible la vida en el planeta rojo. Nuevas tecnologías y nuevos programas científicos han permitido el desarrollo de la astronomía contemporánea. Hoy se buscan exoplanetas similares a la Tierra y se exploran nuevos mundos, como Marte, para que a largo plazo los humanos puedan colonizarlos. Nuestras sondas de Voyager están llegando a los límites del Sistema Solar, evidenciando el logro de la civilización para traspasar fronteras.
En honor a Buenaventura Suárez, en Asunción se creó el Planetario que lleva su nombre, y el nombre de una calle del barrio Tembetary también lo homenajea. En San Cosme y Damián, el reloj solar que construyó sigue firme a pesar de los años. En el 2010 se inauguró el Centro de Interpretación Astronómica Buenaventura Suárez. En Argentina, en la provincia de San Luis, se encuentra el Observatorio Buenaventura Suárez, en la Universidad de La Punta.
El padre Buenaventura Suárez podría ser considerado uno de los primeros divulgadores de la ciencia en Sudamérica; pudo establecer diferencias respecto a otros religiosos, ya que él se ocupó de la astronomía y de la matemática, y representa un hito en la historia sudamericana por haber elaborado un lunario cuyas proyecciones se extienden más de un siglo y medio.
equintana@abc.com.py