¿Brujería, locura, o qué?

El espeluznante y trágico caso de la mujer mbya-guaraní torturada, vejada y quemada bajo sospecha de brujería suscita varias preguntas, opiniones e interpretaciones. Algunos simplemente dicen que «es así nomás»: los indígenas son salvajes por naturaleza. Otros piensan que es su cultura y que lo acontecido responde a sus rituales ancestrales. Otros pasan ya al aspecto jurídico. ¿Cómo juzgar? Se debate sobre el derecho consuetudinario y el derecho positivo. ¿Cuál debe prevalecer? ¿Es un caso interno de la comunidad y se puede aferrar exclusivamente al derecho consuetudinario, o debe intervenir también el Estado?

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¿Son nuevos los casos de brujería? ¿Han sucedido también en el pasado? En lo que se refiere a los pueblos indígenas, no hay mucha documentación al respecto, pero hay muchos documentos de casos y procesos registrados en países europeos y también en Estados Unidos. La brujería ha existido desde la antigüedad en Europa, África y Asia en diferentes formas y manifestaciones. El término «brujería» es muy amplio y abarca comúnmente dos clases de fenómenos: los que ocurren espontáneamente y son producidos involuntariamente por personas, incluyendo niños, que son portadoras de energías capaces de producir efectos extrasensoriales, como, por ejemplo, movimientos o ruptura de objetos, climas de euforia o tristeza, percepción de acontecimientos lejanos en el espacio o en el tiempo. Y los que ocurren con el concurso de la voluntad humana para lograr ciertos efectos positivos o negativos sobre determinadas personas, situaciones o ambientes. Es el caso bien conocido en Paraguay con el nombre de paje porã o paje vai.

Estos fenómenos, en ciertos periodos de la historia, especialmente entre 1550 y 1650, han sido asociados al pacto diabólico en países europeos; y para extirpar el maleficio se tenía que quemar a la persona. Es la tristemente famosa «caza de brujas», ya que las víctimas eran sobre todo mujeres, acusadas de brujería diabólica.

En 1657, la bula papal Pro Formandis prohibió estas prácticas salvajes y asesinas. Probablemente muchos habrán oído el caso de las brujas de Salem, pequeño pueblo de los Estados Unidos. Allá condenaron y ahorcaron a muchas personas tras los procesos de 1692 y 1693. El fenómeno surgió en un contexto social muy represivo, dominado por el miedo al diablo, por una estricta moral puritana y por prácticas religiosas fundamentalistas, y en el que las mujeres estaban al servicio de los varones. Los niños recibían una educación espartana, sin juegos ni esparcimientos. En este ambiente lúgubre, triste, opresivo y coartante surgió la histeria colectiva que culminó en acusaciones, procesos, declaraciones forzadas y ejecución de veinticinco personas, de las cuales dieciséis eran mujeres.

Esa histeria generalizada en una comunidad humana y afectivamente carenciada probablemente llegó a esos excesos de locura por el efecto de un hongo que había germinado inadvertidamente en sus campos, donde crecía el centeno que se utilizaba para la elaboración del pan cotidiano.

¿Qué pensar ahora del caso de los mbya, que quemaron viva a una mujer acusada de ejercer la brujería y generar enfermedades en la comunidad? Creo que lo sucedido no es un rasgo cultural tradicional de los mbya, y menos aún ritual. Por otra parte, los mbya poseen una visión muy espiritual del cosmos, de las personas y de todos los elementos de la naturaleza; es suficiente leer el libro Ayvu Rapyta, con materiales recopilados por León Cadogan, para disipar toda duda al respecto. Además, la búsqueda de la tierra sin mal, o sea, de la armonía, la paz, el bienestar y el «buen vivir», se conseguía mediante el nomadismo y no mediante la eliminación violenta de ningún miembro de la comunidad.

Los fenómenos sucedidos entre los mbya del departamento de San Pedro se dan en un clima marcado por la inseguridad, la carencia de una alimentación completa y la angustia por el futuro de los mismos pueblos. Se dan cuenta de que la floresta termina y de que con ella terminan los alimentos tradicionales, los remedios naturales, los cantos de los pájaros, el agua cristalina danzante entre las rocas de arroyos y cerros.

Se deberían analizar seriamente las condiciones psicosociosanitarias de la comunidad. ¿Qué comen? ¿Son alimentos sanos? ¿Algún agrotóxico podría estar contaminando el agua, la tierra, el aire y sus productos?

Antropólogo - josezanardini@hotmail.com

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