Borges y su ama de llaves

Ante los ojos de los lectores, los grandes escritores adquieren una imagen desmedida o distorsionada, a veces.

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El escritor no siempre suele ser lo que aparenta en sus obras.

En el libro El otro Borges & Fani, que lleva el sello editorial de la Universidad del Norte, el inefable Armando Almada Roche acerca una realidad un tanto cruda –por así decirlo– en torno al célebre poeta argentino.

Para saber sobre el creador en su condición de hombre cotidiano hay que tomar el texto y adentrarse en las confesiones de Epifanía Úveda de Robledo (Fani), el ama de llaves de Jorge Luis Borges.

Ella, según se desprende de lo leído, da a conocer algunas verdades de primera mano –como acostumbra decirse– sobre él y su madre, doña Leonor Acevedo.

Armando Almada Roche cuenta que la amistad con Epifanía data del 10 de marzo de 1976, fecha de la primera entrevista que le hiciera al poeta.

La mujer, una correntina que hablaba el idioma guaraní –como Roche–, aceptó contarle sus recuerdos a principios de 1998 y gran parte de 1999.

Desde luego, muchos escritores y periodistas de distintas partes del mundo, sabedores de que aquella señora que había cuidado a Borges por casi cuarenta años conocía el lado cotidiano y lo que como enorme e influyente figura pública guardaba de los curiosos, le habían propuesto escribir sus memorias.

Fani se muestra como una mujer sencilla, tímida, que prefiere la paz, la cocina, el cuidado de las plantas y la soledad. Presenta a Borges como un ser humano que le hacía muchas confidencias tras haberle tomado una gran confianza.

El autor de El Aleph le había dicho, imprevistamente, en una oportunidad: “Lo que yo escribo no vale nada, Fani. Todo lo que he escrito, todo, no pasa de ser borradores. No sé por qué dicen que soy un genio; pero, ¿qué puedo hacer? Uno se acostumbra y es como una fuerza que le anima. ¿Qué le queda a uno de la vida?”.

Era un ser de carne y huesos simplemente. Y ella era su enfermera, la que se encargaba de guardar en una especie de cofre las condecoraciones que recibía, la que cuidaba de Beppo, el casi ilustre gato.

Confiesa: “Otra de las cosas que le encantaba era tomar baños de inmersión, aún en invierno. Yo le ponía el agua a una temperatura adecuada en la bañera, agregaba algunas sales y lo ayudaba a meterse en la tina”.

El escritor íntimo aparece en este libro.

Y también el carácter de doña Leonor, que ejerció mucha influencia sobre su hijo.

¿Cómo era él con las mujeres? Fani parecía saberlo, según se desprende de la lectura del texto.

Recuerda melancólicamente: “Aparte de los ocasionales visitantes, el señor mataba su soledad jugando con Beppo, el gato albino de mi hija Stella Maris, que luego pasó a manos de mi nieto José Manuel y después a las suyas”.

Hay un logrado acercamiento a la simple condición humana de Borges en el libro.

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