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En el bookshop (o la librería, en español) de un museo –que con frecuencia suele ser también cafetería, como el famoso Kubrick Bookshop and Café, del MoMA, por ejemplo–, el visitante puede leer un libro mientras escucha música y al mismo tiempo, si compra o consume algo, ayuda a la subsistencia del museo. El merchandising (aquí no entendido como mercadotecnia, sino en su acepción popular, de diseño y venta de objetos ligados a un producto, actividad, lugar o cualquier cosa que quiera promocionarse –en este caso, un museo–) da al visitante la opción de comprar, por ejemplo, un portacelular ilustrado con el logotipo del museo o de un espacio del museo que haya disfrutado, o con imágenes o leyendas de una exposición, conferencia o cualquier otra actividad del museo a la que haya asistido, con lo cual colabora con el centro cultural y a la vez adquiere algo que le será útil y que le recordará la experiencia vivida.
Lo ideal, a criterio de Vanni, es que cada museo destine mil metros cuadrados a bookshop y merchandising. Museos como el MoMA (Museum of Modern Art) de Nueva York, el Art Institute de Chicago o el Victoria and Albert Museum de Londres, afirma, recaudan tres millones y medio de dólares al año en este concepto.
Vanni representa las ideas hoy en boga de la «nueva museología» que se ha impuesto en Europa desde fines de los 80.