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PARAGUAYOS Y BOLIVIANOS
Representando a Paraguay se incluyen los cuentos: La excavación de Augusto Roa Bastos, El hombre del infierno de Hugo Rodríguez Alcalá, El abogado de Vicente Lamas, El aviso misterioso de Teresa Lamas Carísimo de Rodríguez Alcalá, Nostalgia de José S. Villarejo y El capitán de las sombras de Osvaldo González Real (ver texto completo en esta misma página).
Bolivia está representada por El pozo de Augusto Céspedes, Los patrulladores de Gastón Pacheco Bellot, ¡Indio bruto! de Raúl Leytón, Delirio de Armando Montenegro, ¡Que haya un solo sobreviviente! de Víctor Varas Reyes y Qhaya kutirimuy (Vuelva mañana) de Alberto Ostría.
GUERRAS JUSTAS E INJUSTAS
Los prologuistas señalan que Toda guerra es digna de repulsión. En su tiempo y espacio, y también allende los mismos, cada conflicto de éstos es un ultraje planetario, una mácula entre el pecho y la espalda de los hombres, aun de quienes no fueron tocados ni nada supieron de tal contienda. Hay guerras justas, sin embargo: aquéllas en las cuales un pueblo combate por la liberación de otro, o por liberarse él mismo del miedo al Poder que avergüenza y tortura.
Para los latinoamericanos, son un ejemplo las batallas de la Independencia política, donde nuestros padres emancipadores fueron hermanos de leche en la ejecución de un eminente sueño común. Esas no fueron, por desdicha, las coyunturas de la Guerra del Chaco, sufrida por Bolivia y el Paraguay de 1932 a 1935: hacía más de un siglo que los dos países habían conquistado su soberanía; respecto a ésta sobre el Chaco, naturalmente no repetiremos acá las virtudes y certezas argumentales que ambos esgrimieron. Es suficiente acordarse que historiadores, cartógrafos e investigadores, brillantes patriotas de generaciones intelectuales sucesivas, se quemaron las cejas, al Norte y al Este de la desértica región en disputa, para demostrar el dominio de sus patrias respectivas sobre ella.
LITERATURA PARAGUAYA
El estudio de Carlos Coello Villa sobre la literatura paraguaya de la Guerra del Chaco, es un estudio magnífico y profundo sobre el tema que ocupa unas sesenta páginas del volumen aludido. Coello Villa señala que Antes de que cesara el tronar de los cañones, a ambos lados de las trincheras, en cada una de nuestras naciones, e incluso fuera de ellas, se iba gestando una literatura sobre este acaecer nefasto.
Buena prueba de lo cual son los diarios de campaña, los poemarios y los libros de narración, breves y extensos, que se empezaron a publicar inmediatamente después de concluido el conflicto. Inclusive, antes. Tres novelas paraguayas -seguramente las primeras que se publicaron sobre el tema- circulaban entre la oficialidad guaraní que distraía los momentos de ocio con su lectura. Se trata de Bajo las botas de una bestia rubia (1933), Cruces de quebracho (1934) de Arnaldo Valdovinos (1908) y Ocho hombres (1934) de José S. Villarejo.
Aquí hay una llamada interesante de Coello Villa quien se lamenta no haber tenido acceso a las novelas de Valdovinos porque ellas no se hallaban en la biblioteca de la Universidad de Augsburgo, donde escribió este ensayo. De allí la importancia de que las obras de los autores paraguayos, por lo menos los más importantes, se encuentren presentes en las grandes bibliotecas.
PAÍS AISLADO
Después de hacer estas consideraciones generales, Coello Villa encara la literatura paraguaya sobre la Guerra del Chaco, haciendo un análisis minucioso de la poesía, el teatro y la narrativa, haciendo acopio de un rico material sobre el tema, tanto por su variedad como por el rigor de los criterios que observa en el momento de hacer el análisis de tales obras.
Incluso intenta una comparación entre ambas literaturas y afirma que La literatura boliviana de la Guerra del Chaco es marcadamente realista y hasta naturalista; nos parece que su homónima paraguaya trasciende, en muchos de sus relatos, el naturalismo y se inscribe en una línea más actual, de mayor carga fantástica e imaginativa, como se aprecia en El capitán de las sombras, El abogado, El aviso misterioso y El hombre del infierno.
COROLARIO
Así, internamente, la labor creativa tenía necesariamente que resentirse, como que se resintió. Los Heraldos de la literatura paraguaya tuvieron que hacer sonar sus arpas y trompetas desde afuera, hasta suscitar la atención y el interés de propios y extraños...
Los hijos de los que sobrevivieron a la guerra también fuimos y somos herederos de la angustia y del hondo dolor que sufrieron nuestras familias a causa de una guerra vana hasta la estulticia. A todos nos salpicó la sangre, la gloria o la vergüenza. Una generación de hombres de dos naciones hermanas se acrisoló en la fragua de la pólvora. En tres años de guerra se diezmó la población del Paraguay y de Bolivia.
Abonamos un campo estéril con la sangre de preciosas vidas e hicimos del Chaco un enorme camposanto en el que se confunden, hermanadas, toscas cruces de quebracho de circunstanciales enemigos. Tendríamos que cosechar, al menos, una enseñanza, pero de una vez y para siempre: nada resuelven el fuego de las armas ni la razón del más fuerte.