Aún te espero, de Fernando Pistilli

En este viaje sin retorno posible que es la literatura he tenido la suerte de conocer y tratar a muchos escritores, y en todos me apoyé y de todos aprendí lo esencial: escribir es soledad, determinación, constancia, amor por la palabra. A ella le debo muchos amigos, y Fernando Pistilli Miranda ocupa entre ellos un lugar de privilegio.

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Hombre de corazón grande, versátil y generoso, infatigable agitador cultural, al que no cometeré ahora la torpeza de presentar a cuantos hoy le acompañan y conocen en muchos casos mejor que yo, Fernando Pistilli, el tertuliano ameno, el catador insaciable de puros y de versos, es ante todo escritor de una pieza y, por encima de todo y de todos, poeta cabal, con siete libros publicados, y alguno más en el telar, que permiten situar rápidamente a don Fernando en ese poco transitado lugar que ocupan los poetas que tienen algo que decir, y haciéndolo con aparente sencillez dejan en sus versos continuas muestras de talento. Cuantos le conocen, que son muchos, saben bien que no exagero, aunque siempre tendría la disculpa que merece el que se deja llevar por el afecto sin límites, que es mi caso, aunque no sea el caso. Resumiendo: Fernando es grande, y yo soy un tipo afortunado por estar hoy aquí con ustedes en funciones de osado introductor.

Aún te espero es una antología de su obra hasta la fecha, publicada recientemente en España por Ediciones Vitruvio en su colección Baños del Carmen, y que ha sido presentada en este mes de junio en Madrid y Sevilla. Se recogen en ella de forma cronológica un total de siete libros y 133 poemas, incluidos los cuatro inéditos finales, que el autor nos ofrece bajo el sugerente título de Fragmentos de Arturo. Estamos, pues, ante una muestra amplia y ancha que permite conocer la voz poética de nuestro autor: clara, directa, limpia, y con ese punto de temblor bien llevado que acompaña a la evocación de lo vivido, lo añorado y, por qué no decirlo, lo perdido.

En su primer libro, De mi / nuestra transición, que vio la luz en 1994, un joven inconformista y rebelde nos habla de conspiraciones, banderas, conquistas y traiciones. Desahogo existencial que busca en el poema su expresión mejor para un país que avanza, con compañeros de lucha, y tomo ahora prestada la voz del poeta, que se perdieron / entre el murmullo de la gente / en aquellas esquinas y bares / en artículos y fotos archivadas / en la siesta cansina e inmemorial. Primera entrega a la imprenta, en la que ya aparece otro eje sustantivo y motivador: la familia, su entorno y sus postrimerías. Concluye este primer libro con unos versos luminosos que cierran el poema dedicado al líder sudafricano que logró poner a su país en los mapas: Quisiera Mandela saludarte / y unir mi nación a tu baile.

Solamente un año después publica su segundo libro: La soledad, título tomado de uno de sus poemas, y en el que el desencuentro amoroso es protagonista junto a la ciudad, los amigos, familiares de paso y los contradictorios sentimientos que dejan en el poeta la época navideña. Mención especial merece el largo y desazonador poema que dedica a su buen amigo Antonio Carmona, Cien años, y en el que el lector tropieza ya con un primer verso que es un aviso a navegantes: Das vuelta y te das cuenta que estás solo. Y a partir de ahí, un patio vacío de butacas como metáfora surrealista del mundo, una pantalla blanca gigante, una música extraña y una sorpresa final para que todo empiece de nuevo. Frente a este largo poema de corte surrealista e inquietante contrapongo los apenas ocho versos de Esta noche, que tanto gusta recitar Fernando Pistilli cuando está en buena compañía.

Tercer libro: En la piel. Aquí encontrará el lector el magnífico poema Aún te espero, que da título a la antología, y que viene acompañado por muchos otros escritos, en efecto, a flor de piel con piel. Poemas táctiles y sugerentes en los que prima la añoranza y duele la carne. Pero la vida sigue, y el poeta, pese a sus desencuentros y pérdidas, sigue deambulando por ciudades y mercados, que como bien sabemos es la mejor forma de encontrar lo que no buscas: una mirada de soslayo, un olor perdido o el reflejo de cuanto fuiste en los círculos concéntricos de un charco. Así nos lo cuenta el autor en su imprescindible poema Tarde de ciudad, en el que en sus versos finales nos confiesa: Caminando sigo esperando / la vieja promesa del olvido. Caminar para olvidar, escribir para vivir y viceversa, hacer de la vida y del olvido una asignatura siempre pendiente. Fernando Pistilli es poeta de mirada limpia y transparente. Para muestra, su cuarto libro: Un café en Jerusalem, en el que narra su encuentro con un paisaje cargado de historia, de vida y de tradición. Una larga carretera / que olvida la muerte y busca la vida / nos acerca a Tel Aviv. / Para la lluvia, el alma canta… escribe en el poema que dedica a esta dinámica ciudad, en un texto que también es cuaderno de viaje en el que quedan reflejadas las primeras impresiones: olor del mar, árboles, ofrendas, geografía, en un territorio donde todo resulta excepcional, pues como nos cuenta: Cálido mar / aquí a cuatrocientos metros / de otros mares / Mar de sal muerto / yo de sal vivo. Y siempre un verso corto y preciso, fiel al deseo del poeta de que nada sobre.

Llegamos a Quiero y retruco, un sorprendente y jugoso texto que recoge un duelo de alto voltaje erótico entre nuestro poeta y una colega con talento y mucho que exigir. Se alternan así dos voces, y los encendidos requerimientos de ella van encontrando respuesta, con un registro sosegado que es, también, una provocación. Si acertó Paul Verlaine, que no es precisamente un poeta menor, cuando dijo que el arte es ser absolutamente uno mismo, nuestro autor decide ser él mismo desde el primer verso de este diálogo entre amantes conscientes de que amar a corazón desbocado es siempre una práctica de riesgo, imprescindible si quieres que tu vida merezca tal nombre. Buena poesía, novedosa forma de abordar la relación amorosa cuando la pasión manda.

No cabe duda que estamos ante un poeta enamorado del amor, y así lo demuestra en los versos que publicó en 2007: En cada silencio. El amor, que signa nuestra vida, y nos redime, y cambia los muebles de lugar. Amar para vivir, ser amado para reconocer lo perdido. El amor como un desafío permanente, una condena, ese umbral que, alejándose, nos llama. Vivir es un asunto personal erizado de riesgos, al que solamente da sentido la plenitud del encuentro de dos cuerpos, cada uno con sus rincones inéditos, su sal y su pimienta. ¿Qué queda después, qué hubo antes? De ello nos habla el poeta en este libro, corazón en mano.

Cuatro inéditos cierran este volumen, dando cuenta de las nuevas inquietudes del poeta, en las que la evocación familiar es asunto central. Espero que Fernando tenga a bien leer alguno de ellos, dándonos así una sólida pista de por dónde deambula el quehacer poético de alguien que tiene el don y la condena de ser poeta. El don de vivir, el don de escuchar, el regalo de amar, la imperiosa exigencia de no posponer cuanto te acerque a tu verdad. Así debe ser, pues todo concluye siempre antes de tiempo, con las cuentas por saldar; y si la vida es urgente, desentrañar su significado último es noble empeño inalcanzable. La vida se escribe sola y a su aire todos los días. Fernando Pistilli, para suerte de todos, ejerce de notario.

*Poeta y narrador español, es ingeniero, sociólogo y profesor universitario. Tiene publicados los libros de poemas “Los sitios interiores”, “Maneras de volver” y “Las cartas que debía”; las novelas “El grito”, “El corazón del lobo”, “El sueño de Torba” y “Barranco”; y los libros de relatos “El mirador” y “Cuentos de ahora mismo”. Su obra literaria ha sido galardonada con los premios “Ámbito Literario” y “Cáceres” de novela, el premio “Emilio Hurtado” y el del Ateneo para libros y retratos, y el accésit del Premio Juan Ramón Jiménez de poesía.

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