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Un fuerte dramatismo envuelve el ámbito novelístico con la omnipresencia de la muerte, el intenso pesimismo. La protagonista, Margot, vive un laberinto existencial y el río como símbolo donde flota la muerte, celaje del principio y el fin. La sucesión de episodios trágicos y siniestros, la delirante sucesión de simétricos saltos cronológicos no imponen una fatalidad abstracta, sino resultan, al menos, en parte, precisiones hechas sobre la vida de los habitantes de Puerto Pinasco. No es difícil vislumbrar una cosmovisión amarga y negativa.
Esteban Cabañas, superando el pintoresquismo, resiste a la tentación de presentar un paisajismo edénico, aunque tiene a la vista la vasta selva y el caudaloso río, mira la estrechez del poblado y el tupido bosque que lo encarcela, mira a los pobladores y supera el falso dualismo maniqueo entre buenos y malos, entre justos e injustos y pasando por alto el ingenuo historicismo.
Densa de significado, rebosante de episodios violentos y salvajes, de personajes en los que las fuerzas demoniacas están mezcladas con las fuerzas del bien no en un mero afán de confusión, sino porque el relato llama la atención del lector, en las escasas reflexiones internas; en las que el texto se constituye en un alegato contra la explotación inicua, sin necesidad de discursos largos ni personajes que se expliquen unos a otros. El relator con absoluta autonomía en su creación desarrolla la novela siguiendo el lúcido delirio de Margot, la gringa loca.
La intervención del autor con voz propia en varias ocasiones no interrumpe la secuencia de hechos sino con el afán de actualizarlos y de acercarlos al lector o de crear ambigüedad: “Esta indeterminación obedece a una vacilación del malicioso escribidor, que para no frustrar a sus lectores, sigue manejando el hilo con las imperfecciones de rigor” (42). Lo de escribidor nos recuerda al recurso de Roa Bastos en su obra cumbre.
La ambigüedad como recurso se da cuando Margot intenta resolver sus discrepancias en las relaciones con los miembros de su familia, los disturbios en la comunidad o las discordias de su vida conyugal recurriendo a un ardid; que consistía en elegir una tarjeta de un cajón que había sido preparado por su madre, una especie de horóscopo que le servía de guía, al cual obedecía como a la Biblia.
Distanciamiento total
Geográfico y cultural respecto a la patria perdida. Margot es una extranjera, la gringa que perdió a su patria, a su familia, a sus parientes, vive su soledad, que más bien es incomunicación, se convierte en la extraña: no pertenece a ningún lugar, ha perdido sus raíces y es rechazada en el lugar que eligió para vivir.
El sexo se revela como un recurso válido contra la incomunicación, como un camino que permite la evasión, incluso, de la angustia existencial que en ocasiones se presenta como una enajenación a la protagonista.
La reacción contra los tabúes sexuales, la desmitificación del sexo y su inserción en un contexto, ante la pérdida de las ilusiones y el triunfo del tiempo sobre los proyectos de los personajes. El tiempo marca la degradación de esa sociedad hipócrita que convierte a los habitantes en víctimas del bestialismo y de la violencia. La liberación de los tabúes sexuales trae consigo la liberación de otras formas de opresión social. Otro factor que opera para que los individuos se liberen mediante el contacto sexual es su soledad y su necesidad de evasión psicológica. En un párrafo se lee: “El amor es un condimento ridículo del sexo” (13).
El narrador presenta escenas en que la brutalidad sexual simboliza la degradación de la persona, el machismo y la agresión sexual. Esta novela enlaza la visión desesperanzada del narrador con la condición desgarrada del ser humano, dentro de un discurso novelístico que no pretende ser unívoco, sino que ofrece apertura a varias interpretaciones. En un intento válido de renovación, Cabañas presenta una realidad múltiple, insiste en las ideas de la fatalidad. En Pinasco, la ignorancia hermana a los hombres, la crueldad los destruye, la miseria los aniquila.
La casa como metonimia de sus habitantes
La casa de Margot es su propio reflejo, un desdoblamiento suyo, cada objeto, una parte de ella misma, el escritor no la describe en forma completa, sino que la muestra parcialmente en cada rincón donde ocurren las acciones fatídicas. El relator utiliza eficazmente el temor y la ambigüedad. En los últimos tiempos, sus desvaríos eran continuos, ella veía unas sombras movedizas que la seguían o la acompañaban, reconocíalas como las de su madre, su hijo, o las del mulato, una verdadera paranoia como reflejo de su intuición ante el peligro, siente el horror de las apariciones.
En la casa materna fue abusada por su padrastro y luego su esposo la violó durante cuarenta años. En una de las habitaciones ella prepara la muerte de su nieto, a quien no quiere abandonar ante la huida de sus padres que escapan de Puerto Pinasco, una noche, en búsqueda de su liberación. De ese lugar nadie sale si no se escapa, lo que significa unas veces libertad, otras veces la muerte en manos de los guardianes que recorren a caballo con sus perros para cumplir órdenes de los explotadores.
La omnipresencia de la muerte
Los hombres que trabajan en los talleres y en el monte son sorprendidos por la muerte en cualquier momento, viven con la visión minúscula del mundo y son estafados por una gran empresa que pone en primer lugar la ganancia basada en la explotación irracional que envuelve al trabajador en un contexto hipócrita, basado en la mentira, con una fuerte tendencia a ocultar la parte más noble de esos hombres explotados.
La visión sobre la situación de los pueblos indígenas es devastadora, tolderías míseras y hambrientas, hombres, mujeres y niños víctimas de enfermedades endémicas, a quienes asiste Margot como una forma de aliviar sus males, a sabiendas de que su esfuerzo aislado no será suficiente. Ella visita mensualmente a esos diversos pueblos indígenas curando sus enfermedades, vacunando a los niños y madres famélicas, restaurando heridas infectadas y enseñando cómo evitar que se mueran a causa de la suciedad aunque sin éxito, pues lo mismo se mueren. Ella se impone ese deber aunque sabe que la consideran una gringa extraña, una blanca amiga de los explotadores de su territorio ancestral.
El marido muere una noche, luego de haberla poseído brutalmente; ella lo encuentra horas después y en venganza con odio irracional comete necrofilia antes de abandonarlo en la habitación.
Después ella misma inyecta a su nieto inoculándole un fármaco letal, luego lo acomoda en una cesta, lo cubre con una manta, lo besa y lo despide depositándolo a la orilla del río donde ella contempla cómo es arrastrado por la corriente río abajo. El río, siempre el río, testigo de lo fatídico, de la desdicha, de la muerte.
El río como llamando a la muerte, el río como mortaja, el río liberador. Margot se sumerge en sus aguas, camina decidida a entregarse, parece la réplica de Alfonsina, se deja chupar por la corriente y navega flotando aguas abajo. Escenas muy fuertes, escalofriantes con que nos impacta la pluma de Cabañas, una vez más en el río viaja la muerte. Margot viaja hacia un tiempo inacabable.
La espesura también traga a los hombres; en la selva, los indios son asesinados a mansalva, es muy rotunda la denuncia del escritor sobre la matanza de indios en el Chaco. En el cuartel, los soldados reciben órdenes de aniquilar a los indígenas, el novelista nos muestra una escena espeluznante en que un soldado es premiado con la baja anticipada, gracias a que presenta la cabeza de un indígena envuelta con su poncho chorreante de sangre, pasaje escalofriante que interpretó como defensa de la vida y del derecho de nuestros pueblos ancestrales.
En conclusión: la novela trata de una gran variedad de motivos, la discriminación que sufre Margot, la extranjera, el machismo imperante en esa población donde la ignorancia iguala a los pobladores, ven a la extranjera como endemoniada por tener costumbres diferentes. La soledad tanto de Margot como del marido, ambos viven el amor en niveles diferentes, en que no es posible el entendimiento sino el sometimiento de la mujer. La destrucción de tabúes tradicionales como la presentación de todo tipo de escenas de sexo, infidelidad de la extranjera que tomó a un mulato como un objeto de satisfacción sexual, la indiferencia ante la muerte que se presenta a diario y que ocurre de las formas más inesperadas. También el autor hace referencia a las supersticiones, entre ellas a San La Muerte a quien recurre Margot junto con los huesos de un niño muerto; el tema de los huesos del angelito, común entre campesinos, ya había sido tocado por nuestro insigne escritor desaparecido, Helio Vera, en su cuento Angola.
El desvarío de Margot, su locura a causa de haber sido víctima del ataque sexual del padrastro, luego el hombre mayor que la posee después de salvarla de las coces de un asno, detrás de los talleres, luego ella decide quedarse en Pinasco y se casa con ese hombre cuando sus padres retornan a Francia, porque como técnico de los talleres tanineros ya había cumplido su contrato. Luego ocurre la lenta destrucción de su personalidad, pues ella flota permanentemente entre la cordura y la inconsciencia, sumado al gradual desapego de sus hijos por no brindar ni recibir cariño y, por último, su obsesión con su nieto Rolando, a quien considera de su propiedad, erigiéndose en dueña de la vida y de la muerte del niño. En su locura, cree que es necesario matarlo antes que dejarlo vivir sin ella. Locura progresiva, locura posesiva, Margot, enajenada, también decide eliminarse y se cierra la novela con su suicidio.
El lector encontrará en esta obra, sobre el dolor y la angustia, aspectos negativos de nuestra cultura, rasgos dolorosos de personajes bien definidos, referencias a episodios vergonzosos de injusticias contra los pueblos nativos del Chaco, explotación inicua de los trabajadores que se sumergen en el vicio para matar su soledad y su abandono.
Por último, afirmo que la obra de Esteban Cabañas, que ostenta El Premio de Novela 2012 “Augusto Roa Bastos”, es novedosa por la variedad de técnicas, por la claridad del lenguaje, no recurre a rodeos, pues el narrador expresa sin tapujos hasta las escenas más dolorosas. El novelista emplea una prosa que guarda en sí espejos de lirismo, en los que se refleja la imagen poética del escritor, aún para expresar el mal.
Editor: Alcibiades González Delvalle - alcibiades@abc.com.py