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Panambi che raperâme
Resêva re jeroky,
Nde pepo kuarahy’âme tamora´ê añeñoty
(Mariposa del camino
Que brillas bailando al sol,
A la sombra de tus alas
Quiero enterrar mi corazón…)
Nde réra oikóva ku eíra saitéicha che ahy´o kuápe
Ha ombo azukáva che amboy’úvo che resay.
Ku ñuatindýrupi, ñu, ka´aguýre, ne moñahápe,
Iku´ipáva ãnga che pópe huguy syry.
(Siento en mí tu fulgor cual miel silvestre como un consuelo
Que va endulzando mis pobres lágrimas de dolor
Cuando entre espinas por campo y selva sigo tu vuelo
Y entre mis manos tus alas rotas sangran su luz…)
Regüejy haguã che pópe
Aikóva ãnga romuña,
Ha torýpe, torypápe
Che áripi rehasa
(Te persigo porque quiero
Tenerte muy junto a mí
Y con tu volar ligero
Huyes de mi frenesí…)
Panambi, ndeichagua Tupã rymba pipo ku oime iporãva.
Resê yvytúndie che yvotytýre nde saraki,
Remimbi verõ ko che resápe remimbi páva
Tove mba´éna nde rapykuéri ta ñehundi.
(Donde habrá, mariposa, un ser más hermoso que tu en
la tierra
Pero en el viento, sobre las flores, huyes de mí
Tu luz radiante ciega mis ojos mientras te sigo
Para ofrecerte mi último aliento voy tras de ti…)
(Traducción del poema: “Mariposa dorada”, Augusto Roa Bastos)
En noviembre se cumplieron cien años de la primera publicación de los poemas más conocidos de Ortiz Guerrero –Loca, Ofrendaria y Aromas (Revista Letras, octubre y noviembre de 1915)–, pero, sin duda, Panambí Vera es la más alegórica y representativa de las creaciones del poeta guaireño.
Panambí Vera –musicalizado por José Asunción Flores–, como obra de arte, es una poesía abierta que permite varias lecturas o interpretaciones. Muchos críticos literarios afirman que con este poema el idioma guaraní alcanzó su modernidad y demostró ser competente para articular los grandes sentimientos que mueven a la humanidad. Panambí es un poema que se aproxima al ser humano y escarba el afán o los deseos más profundos que toda persona abriga en su vida, como, por ejemplo, la búsqueda de su felicidad, de aquello que piensa que es capaz de satisfacerle plenamente.
La dorada mariposa no es otra cosa que esa idea magna y alada que el hombre pretende realizar en su vida, es su proyecto, el futuro que imagina que en algún momento alcanzará como un pedestal para su felicidad y que se vuelve tan atractivo y tan valioso porque cree que su vivencia le habrá de reportar el bienestar, la prosperidad y la seguridad anhelados. Y, así, el poeta expresa:
Panambi che raperäme resëva rejeroky…
Se refiere a esa regia idea, a esa seductora mariposa que infaltablemente aparece danzando en el camino de los seres humanos.
¿Cómo surge esa grácil y cautivante ilusión? A través de los grandes paradigmas de la sociedad, de la enseñanza y la vida ejemplar de un maestro. También puede surgir a partir del encuentro con una persona modesta a la que admiramos, o puede originarse en las conversaciones con nuestros padres, en la educación familiar, en la lectura de algún libro. Lo cierto es que, sin saber cómo, esa idea se vuelve seductora, atrayente, y se convierte en un profundo anhelo; impregna nuestra fantasía y vitaliza la energía de nuestro diario andar. Y, como lanzando una mirada prospectiva, hacia adelante, la persona siente que su vida marcha rumbo a ese ideal anhelado y sueña que logra alcanzarlo y que lo vive hasta el final de su existencia en este mundo. Y, conjeturando, se pregunta…
Nde pepo kuarahy’äme tamora´ë añeñoty.
En este poema, Ortiz Guerrero exalta la fuerza que tienen las convicciones, la idea-fuerza que alimenta una persona y que la sostiene en las buenas y en las malas, en las duras y en las maduras; y compara ese ideal atractivo con la miel salvaje, porque los grandes sueños suavizan los golpes y rigores de la vida y endulzan la existencia:
Nde réra oikóva ku eíra saitéicha che ahy´o kuápe
Ha ombo azukáva che amboy´úvo che resay.
(Siento en mí tu fulgor cual miel silvestre como un consuelo
Que va endulzando mis pobres lágrimas de dolor
Cuando entre espinas por campo y selva sigo tu vuelo
Y entre mis manos tus alas rotas sangran su luz…)
Cuántos relatos testimoniales de mártires tenemos a la vista, héroes que han atestiguado con su vida su adhesión a su fe, a su ideal… Ortiz Guerrero, para aseverar que el hombre es capaz de perseguir con tenacidad ese ideal, pese a las enormes dificultades que supone su logro, escribió:
Ku ñuatindýrupi, ñu, ka´aguýre, ne muñahápe, Iku´ipáva ãnga che pópe huguy syry.
¿Es acaso fácil realizar el ideal, el gran proyecto de vida? De ninguna manera.
Circunstancias adversas y dificultades de todo tipo (económicas, sociales, espirituales, falta de voluntad…) se presentan en el camino y vuelven, aparentemente, imposible alcanzar ese ideal, que se torna, así, volátil, inaccesible, pero que, siempre, como un imán, sigue atrayéndonos con su magnetismo…
Regüejy haguã che pópe
Aikóva ãnga romuña,
Ha torýpe, torypápe
Che áripi rehasa.
Y al seguir ahondando en el significado del panambi vera del poeta vemos que su aspiración se remonta al Supremo Hacedor y que le atribuye su origen, su filiación (Tupä rymba), y afirma que es Dios quien pone esa mariposa dorada en nuestro camino, y que, cuanto más obstinadamente el hombre la busca, cuanto más ardua se le aparece su conquista, más aumentan su belleza y su fuerza de atracción.
Panambi, ndeichagua Tupã rymba pipo ku oime iporãva
Resê yvytúndie che yvotytýre nde saraki,
Remimbi verõ ko che resápe remimbi páva
Tove mba´éna nde rapykuéri ta ñehundi.
Los poemas de Ortiz Guerrero, a un siglo de sus publicaciones, siguen vigentes, patentizando que fue un auténtico vate. Su nombre asciende en la estima general con cada nueva generación porque, como en Panambi vera, en todos los escritos que integran el abundante conjunto de su obra nos habla de verdades que interesan al hombre y a la mujer de todos los tiempos. Por algo Elvio Romero dijo: «Ortiz Guerrero es el curador del alma del pueblo paraguayo».
catalobogado@gmail.com