Artista que honra a Villeta

Blas Alberto Fretes Ydoyaga es un referente vital de un pueblo que se encuentra a la orilla del río Paraguay. Autor, junto con Jorge Frachi, de la letra de la música más hermosa de los lugareños, o sea Villeta, Polca Patriótica. Blas cuenta que escribió aquellos versos empujado por un sentimiento esperanzador. Transcurrían los años 1957-1960.

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“Yo era secretario de Prensa y Turismo y profesional de la comunicación (locutor, presentador, animador) de distintas emisoras de Asunción; junto con los demás conseguimos espacios en Radio Nacional del Paraguay y luego en Radio Ñandutí, donde difundimos un programa de contenido económico, artístico y cultural. Hacíamos énfasis en las posibilidades territoriales con que contaba Villeta y en su privilegiada geografía para el asentamiento de industrias. Potenciamos su condición de pueblo portuario y buscamos el desarrollo de actividades pesqueras. Era necesario acompañar nuestros propósitos con un mensaje, un himno de fe y esperanza. Entonces empecé a dar vida a la Canción Patriótica Villeta ayudado por las sugerencias de Jorge Frachi, presidente en esa época del Centro Villetano de Residentes en Asunción. Mas la letra tenía que tener música. Y fue el gran Neneco Norton quien le dio la exacta melodía”.

Blas Alberto Fretes Idoyaga nació en Villeta del Guarnipitán, el 3 de febrero de 1938, en el seno de una de las familias tradicionales de la ciudad. Su inclinación por desarrollar su vocación literaria se inicia cuando cursaba sus estudios primarios en la escuela Carlos Antonio López. Se trasladó como comunicador social a Asunción y participó como relator de varias radionovelas, que en las décadas de 50 y 60 se difundían con éxito. Existían en aquel tiempo espacios románticos que se transmitían en varias radioemisoras en las que Fretes era el principal intérprete de obras de escritores y periodistas como Mario Halley Mora, Cirilo R. Zayas, Roberto Víctor Santa Cruz (Rovisa), Chamorro Damus. Participó como periodista radial en Radio Periódico del Pueblo, que bajo la dirección del doctor Víctor Simón se difundía por Radio Mariscal López, clausurado por Alfredo Stroessner.

Blas Alberto Fretes Idoyaga escribió poesías y prosa. Su capacidad para relatar, para contar algunos sucesos villetanos de épocas distantes, pone alas a la imaginación del lector.

ÑA CIRIACA

“Ña Ciriaca Benítez era la delivery —usando la terminología chuchi de esta época—, la que dejaba en casi todos los hogares de mi pueblo la leche pura de vaca, de la que se sentía orgullosa de entregar porque su honestidad no le permitía agregarle agua. Tenía su origen, vivienda y lugar de trabajo en la cercana compañía de Naranjaisy. Su trayecto iba marcado por un sinuoso camino de tierra, quedando como signos de vieja leyenda árboles de naranjos que murieron de tristeza, rara enfermedad que arrasó con la época brillante de contar con naranjas jugosas; naranjas pintadas por el sol y que tuvieron su histórico destino a tierras argentinas como uno de los símbolos de exportación y que diera a nuestro terruño sello y estampa de la ciudad de las naranjas. Ña Ciriaca contaba para el transporte de tan delicioso producto con un burro muy peculiar y hasta diríamos asombroso. Comentaban las chismosas literarias del lugar que de tanto conversar Ña Ciriaca con su manso burro en su trayecto de Naranjaisy al pueblo, el burro aprendió a hablar. A su llegada al Mercado Municipal, las burras rebuznaban enloquecidas al ver llegar al buen parado y pintado animal. Nuestras vidas como la de ella están prendidas a un calendario inexorable que marca nuestro destino.

“Ña Ciriaca enfermó una y otra vez, pero ella tenía la fortaleza de la mujer hecha de tierra roja con ramajes de fuerte Tajy florido , capaz de sobrevivir una y otra vez a cada adversidad que se cruzaba en su camino. Mas un día Ña Ciriaca murió. Ese día Villeta vivió el terremoto alborotado del momento pues la burrera entre todas sus cualidades, tenía la innata pluma de la chismografía de mi pueblo. En cada lugar que llegaba un chisme histórico dejaba y otro chisme llevaba. En su moribunda partida al más allá, en una confundida revelación, creyendo que el enfermero era el cura párroco, entre balbuceos y suspiros confesó al enfermero toda la chismografía referente a la gente de mi pueblo, que para desgracia de unos y deleite de otros, como el enfermero era medio marica, en cada esquina, irónico y amanerado repetía el secreto confesado por Ña Ciriaca”.

Blas Alberto Fretes Idoyaga

VILLETA
POLCA PATROTICA

Por el camino anchuroso
del río del patrio nombre,
una voz de oro y de bronce
en el tiempo se abre paso.
Es voz que lleva el abrazo
de la gente villetana.
Para todas las hermanas
ciudades del Paraguay.
I
Es un mensaje de patria
y va diciendo a los pueblos
que bajo el nativo cielo
ya no caben los rencores.
Y que en cambio los amores,
el limpio apretón de manos,
y el regreso del hermano,
honrarán al Paraguay.
II
Corre el río rumoroso
entre el llano y la floresta,
y cantando va la gesta
de la patria de su nombre.
Y en sus orillas el hombre
creó su pueblo, Villeta:
De amor fraterno, su meta
fuente de luz nacional.

Blas Alberto Fretes Idoyaga

POESÍA PARAGUAYA

VÉRTIGO

No toquéis esta tierra si no tenéis la sangre
dispuesta a ser después antorcha viva,
quemazón de parte a parte.
Mapa descolorido (sol, paisaje)
entre golpes arado por terribles
y secas soledades.
De Norte a Sur, resolanas que salen
por la epidermis como un tufo denso
que al viento se deshace.
El Sur, callado, una corona que abre
como una mano antigua su silencio,
su dolor, por el aire.
Un hedor calcinado de yerbales.
Un verano que acecha entre las ramas
y en el sudor se expande.
El Norte, duro, un combatiente sable
de abierto cortezón y de tanino;
furor de quebrachales.
Lúbricos mediodías que se esparcen
por las grietas escuálidas, sedientas,
que encandilan la sangre.
Y el centro, un corazón quemante,
latido potencial, alforja verde,
crisol de mandiocales.
Encendidos terraplenes, hondos valles,
paren niños con ojos dilatados
y estómagos con hambre.
Desde antiguo esta tierra tiene arranques
de furor que le arañan los raigones
como rayos brutales.
A martillazos forja este linaje
de hombres que tienen la corteza dura,
que en las cortezas laten.
Bordado a lento fuego su ropaje,
nos cubre con su seca virulencia
de calor sofocante.
No la toquéis si no queréis que os claven
su espina roja, su ademán terroso,
su vértigo implacable.
Callada en esta tierra. ¡No la toquéis!
Sus polvaredas arden.

Elvio Romero

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