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Para hablar del amor a la patria, la devoción al suelo y a sus tradiciones, me permito, con respeto, hacer mías las palabras del Tte. Cnel. (SR) don Dámaso Sosa Valdez, héroe de la Guerra del Chaco: “En cuanto al patriotismo, el hogar fue mi mejor escuela. Allí desde pequeño aprendí a venerar la memoria de nuestros héroes, de las grandes figuras de nuestra historia y, por sobre todas las cosas, el amor a la patria…” (1)
Así también fue mi infancia. El hogar, escuela primigenia del amor a la patria, del culto a los valores supremos del ser humano y del patriotismo, que se transmitían de generación a generación, y al amparo de los cuales, hoy ya septuagenario, cada día que pasa recuerdo con más vehemencia y significación la trascendencia de los mismos.
El amor y veneración a los símbolos patrios: la tricolor bandera, mil veces gloriosa; el Panteón Nacional de los Héroes; el Callejón Histórico; los portentosos cañoneros “Paraguay” y “Humaitá”; a todos los cuales rendíamos devoción y culto los días 14 o 15 de mayo, cada año, niño entonces y de la mano de mi padre y mis primos de la mano de los suyos, acudíamos, como cientos de otros ciudadanos, a ver cómo los citados buques de guerra, anclados en la bahía de la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción, ya a las 6:00, 12:00 y 18:00 rendían tributo y saludaban a la patria con sus 21 cañonazos de salva.
Es por todo lo precedentemente escrito que hoy, cuando veo en los diarios y en la televisión, me duele y me indigna profundamente, y se me empañan los ojos de impotencia y frustración cuando dentro de la(s) sala(s) de sesiones del Congreso de la nación paraguaya, algunos legisladores, sin recato de laya alguna, esos paraguayos al servicio de la patria, ostentan sendos sombreros de todo tipo, los unos, y gorras de distintos tipo, los otros, estando frente a ellos la gloriosa y bendita bandera de la República del Paraguay. (2)
Y hablo de dolor, indignación, impotencia y frustración, porque al referirme a los días patrios de antaño, nuestros mayores, cuando pasaban frente a la amada tricolor bandera, con reverencia y respeto descubríanse de sus sombreros y los llevaban sobre sus pechos, lado izquierdo, a la altura del corazón.
Asimismo, deseo expresar que a lo largo de mis años mozos y habiendo cumplido con orgullo con la ley del servicio militar obligatorio, siendo hoy reservista naval, tuve el inmenso privilegio y el gran honor de haber mantenido, en muchas y en distintas oportunidades, conversaciones con distinguidos y honorables señores jefes y oficiales, todos ellos héroes de la Guerra del Chaco, los cuales, con la sabiduría, inteligencia, la modestia y la bondad que les caracterizaban, me dispensaban el inenarrable placer, para mí, de escuchar de sus labios todas las penurias, sinsabores, enfermedades, incomprensiones, desgracias mayúsculas por las que pasaron en una guerra injusta, criminal y maliciosa, a la cual fueron compelidos estos héroes paraguayos y a los cuales rindo por estas líneas el más grande respeto, gratitud y reverencia por todo cuanto han hecho y sufrido en defensa de la honra y soberanía de la República del Paraguay.
Ellos fueron: general (SR) don Juan B. Ayala, general (SR) don Eduardo Torreani Viera, Dr. don Pedro de Felice, Dr. don Emilio Cubas, Dr. don Hermógenes Rojas Silva, coronel (SR) don Esteban López Martínez, contralmirante (SR) Raúl Gutiérrez Yegros, capitán de Navío (SR) don Heribero Osnaghi, mayor (SR) don Medardo Castagnino, mayor (SR) don Osvaldo Ortiz, capitán (SR) don Alberto Gustale y coronel (SR) don Eladio Caballero.
Asimismo, rindo mi gratitud y lealtad al Dr. don Efraim Cardozo, quien, junto con el general don José Félix Estigarribia, el Dr. don Cecilio Báez, el Dr. don Luis A. Riart, en la capital argentina, el 21 de julio de 1938, firmó el Tratado de Paz, Amistad y Límites entre las Repúblicas de Paraguay y Bolivia, y quien en mi época de docente en la cátedra de Historia Americana, en el Colegio de San José, y el mismo en la cátedra de Historia de las Letras Paraguayas, en la misma institución, con el cariño que un padre tiene para con el hijo, me llamaba “mi condicípulo”. Grande honor para el que estas líneas escribe.
“El 22 de marzo de 1924, por Decreto del P.E. N.º 17.778, fueron nombrados cadetes de la Escuela Militar (…) Adolfo Rojas Silva”. “El 25 de febrero de 1927, muere alevosamente asesinado por Froilán Tejerina (boliviano), en el fortín ‘Sorpresa’, el Tte. Adolfo Rojas Silva, primer mártir paraguayo en la defensa del Chaco”. “El 31 de marzo de 1936, por Decreto N.º 514 del P.E., se confirió el ascenso póstumo al grado inmediatamente superior al Tte. 2.º de Infantería Adolfo Rojas Silva y se le declara héroe nacional, por ser el primer mártir inmolado de defensa del Chaco paraguayo. En virtud del mismo decreto, se recomienda al Ministerio de Guerra y Marina a adoptar las pedidas correspondientes para erigir un obelisco en el patio de la Escuela Militar a fin de perpetuar su nombre”. (2)
“El 5 de diciembre de 1928, en las primeras horas de la mañana, un destacamento paraguayo al mando del Tte. 1.º Antonio Ortigoza, perteneciente a R.I. 5 De la Guarnición de Bahía Negra, cuyo Cmdte. era el mayor Rafael Franco, por orden del mismo, atacó y tomó sorpresivamente el fortín boliviano de reciente construcción llamado ‘Vanguardia’, que se encontraba en territorio nacional, en la margen derecha del río Negro u Otuquis y a 15 km aproximadamente de nuestro fortín ‘Galpón’”. (3)
Sobre este incidente, en su libro Historia Integral de la GUERRA DEL CHACO 1932-1935, el Tte. Cnel. (SR) Antonio E. González, T I, acota lo dicho por el mayor Rafael Franco: “Hice respetar bajo mi responsabilidad el PABELLÓN NACIONAL…” (Las mayúsculas son mías).
“Por decreto N.º 37.592 del 30 de julio de 1930, se dispuso la denominación de las unidades del Ejército y de la Armada Nacional con los nombres de la Guerra de la Tripe Alianza y de los jefes que se distinguieron en ella…”
“Por Decreto reservado del 17 de junio de 1931 N.º 40.478, fue nombrado el Tte. Cnel. José F. Estigarribia, Cmdte. de la Primera División de Infantería, con asiento en el Chaco”. (4)
El fortín paraguayo denominado “Carlos Antonio López”, fundado el 15 de junio de 1931 a orillas de la laguna de Pitiantuta, fue atacado por tropas bolivianas el 15 de junio de 1932. “La reducida guarnición paraguaya, totalmente desprevenida y por el exiguo número de sus componentes, no pudo hacer frente a los agresores y abandonó el puesto… Los soldados paraguayos Demetrio Benítez, José M. Portillo, Mauricio Quiñónez, Toribio Olmedo y Eustaquio González, escapados de Pitiantuta, llegaron, el 18 de junio, tras un recorrido de tres días de 150 km, sin comida ni agua, e informaron al Cmdte. del R.C. 2 ‘Coronel Toledo’, mayor Tranquilino Ortiz Cabral, de los hechos acaecidos; este, a su vez, dio parte al Tte. Cnel. José F. Estigarribia, quien en fecha 21 de junio expidió la Orden de Operaciones N.º 1 para la retoma del fortín ‘Carlos Antonio López’. En la misma se consigna que un destacamento al mando del Tte. Ernesto Scarone debía comenzar la marcha el día 22… La marcha es penosa para la infantería, porque todo el largo pique se halla cubierto de caraguatás, tunas, algarrobos, troncos de árboles y muchas otras especies de plantas espinosas, que lastiman los pies del infante Fdo. Ernesto Scarone Tte. 1.º de Inf. El 2 de julio, el conductor anunciaba al Tte. Scarone que se estaba preparando un batallón completo, más un pelotón de caballería, ambas unidades al mando del Cap. Abdón Palacios con la misión de reforzar ese destacamento y retomar ‘Carlos Antonio López’… Inició su marcha el día 4 de julio. El 16 de julio, en el Parte N.º 3 del Cmdte. Palacios al Comando de la D.I.I., dio cuenta de que se había combatido en Pitiantuta, hasta las 19:00, quedando las tropas paraguayas dueñas del lugar…” (5)
Cuanta gloria y cuanto honor, en 23 días, fue retomado el fortín paraguayo “Carlos Antonio López”, más aún si se tiene en cuenta que la laguna Pitiantuta tenía 2 km de ancho por 5 km de largo y era de vital importancia para el futuro de las fuerzas paraguayas destacadas en el Chaco. Al decir del mayor Sindulfo Barreto en el lenguaje chamacoco, Pitiantuta quiere decir: “Hormiguero muerto”.
Una anécdota. En el libro Memorias de la Guerra del Chaco del Mariscal José Félix Estigarribia, redacción y anotación del Dr. Pablo Max Insfrán, Imprenta Nacional, año 1972, en las páginas 74, 76 y 77 se lee cuanto sigue: “El 1 de setiembre, temprano por la mañana, llegó a mi Cuartel General de Casanillo, el mayor Manuel Garay, enviado por el presidente Ayala como portador de uno de los más curiosos documentos que se han elaborado en el curso de la Guerra del Chaco.
“El mayor Garay había viajado en hidroavión, desde la capital hasta Puerto Casado, y de aquí se dirigió en autovía y luego en camión hasta Casanillo. En aquel preciso momento yo me disponía a salir para Villa Militar, donde me reuniría con mis tropas”.
El documento de referencia, que le fue entregado al mayor Garay por el Presidente, dice textualmente así: “1.º TOMAR BOQUERÓN”. En la página 75 del libro citado, se hace una exhaustiva descripción de su OBJETO, su EJECUCIÓN, sus CONSECUENCIAS y CONCLUSIONES.
Continúa diciendo el conductor: “El documento no llevaba fecha ni firma alguna y venía manuscrita, aunque no con la letra del presidente. En vista de su forma anónima, primera peculiaridad, expresé a Garay la conveniencia de darle alguna autenticidad, y Garay, de su propio puño y letra, le puso al pie lo siguiente: Entregado el presente documento en propias manos al señor comandante en Jefe de la 1.ª y 2.ª Divisiones, Tte. Cnel. José F. Estigarribia, de orden del señor presidente de la República, Dr. Eusebio Ayala, hoy 1 de setiembre de 1932, en Casanillo (línea Casado). Fdo. M. Garay. mayor”.
El domingo 2 de octubre del año 2011, en el suplemento cultural del Diario ABC Color y bajo el título de BOQUERÓN, escribí en una suerte de síntesis de síntesis los aspectos más sobresalientes, a mi criterio, de dicha batalla, motivo por el cual excúsome ante mis apreciados lectores de seguir escribiendo sobre BOQUERÓN. “Batalla decisiva de nuestra historia y encrucijada memorable de nuestra dignidad nacional…”, al decir del coronel Arturo Bray.
En el libro titulado GENERAL GARAY, HÉROE DEL CHACO, escrito por el mayor (SR) P.A.M. don Leandro Aponte B., se lee cuanto sigue: “Un día de crudo invierno chaqueño, el 25 de junio de 1934, enteramente empeñado en los trajines impuestos por la responsabilidad que implica comandar una gran unidad, le sorprende una desgarradora noticia que el heroico soldado recibe por teléfono: Comanchaco jheicá ndeve nde rembirecó ndayé omanó… El Comanchaco hace comunicarle que su esposa ha muerto”. El destinatario de tan infausta noticia era el coronel Eugenio Alejandrino Garay, quien con más de 60 años de edad y en las trincheras del Chaco estaba defendiendo nuestra soberanía patria y a su tricolor bandera.
También se lee en el citado libro: “El informante agregaba que el general Estigarribia había ordenado se pusiera a su disposición un avión del Ejercito para que pudiese viajar hasta la capital con la celeridad requerida por el luctuoso acontecimiento”.
El soldado, duro de las refriegas más cruentas, el que jamás temblara ante el peligro… con palabras entrecortadas por el dolor y la emoción contestó: “Diga al general Estigarribia que le agradezco de todo corazón su buena voluntad al hacerme ofrecer el avión, que en otra circunstancia hubiera aceptado complacido… Que en todo caso, me permito rogarle quiera conceder el permiso correspondiente a mi hijo Juan Federico, para que pueda bajar a la capital a fin de cumplir con su madre el postrer deber de darle cristiana sepultura”.
Dejo a cargo de mis apreciados lectores sacar sus conclusiones de este sin parangón acontecimiento protagonizado por el coronel Eugenio Alejandrino Garay, héroe de Yrendagüe en la más cruenta guerra en América Latina del siglo XX.
Se sigue leyendo en el libro citado: “El coronel Garay, no obstante su avanzada edad, soportó los tormentos de la sed; pero con dolor y sin término ni medida vio caer en torno suyo gran parte de sus huestes gloriosas, vencidas en el trágico drama de la sed”.
El propio coronel Toro (boliviano) estampa en Mi actuación en la campaña del Chaco las siguientes reflexiones: “Evidentemente no se podía admitir que toda una división hubiese avanzado más de 50 kilómetros por sendas, en solo el lapso de 12 a 14 horas, eludiendo seguir los caminos existentes y la vigilancia de los puestos de seguridad instalados en nuestra retaguardia.
“Aquella marcha gigantesca realizada bajo las órdenes del viejo guerrero, al decir a sus tropas en la dulce lengua nativa: ‘Os pido que soportéis dos horas más esta marcha para ir a morir todos juntos en Yrendagüe”.
No todos murieron y victoriosa fue la batalla de Yrendagüe, conseguida por la gloriosa VIII División, del II Cuerpo de Ejercito, el día 8 de diciembre de 1934. Después de la guerra, en esta fecha se festeja el Día de la Infantería.
La Guerra del Chaco y la sed
Para describir este tormento que padecieron nuestros combatientes en la guerra, me permito transcribir partes del libro PRIMICIA DE SANGRE, del coronel Arturo Bray.
“Si es verdad que allende los dominios de esta vida terrenal existe un infierno para los malvados y si en ese infierno hay tormentos físicos, a buen seguro que el de la sed ha de estar reservado para los más grandes pecadores… No hay tortura, física o moral, que pueda igualar o compararse siquiera a la agonía horripilante del sediento. La falta de agua altera el cerebro con una suerte de locura agotadora, que entumece todas las inclinaciones nobles y buenas, destruye el dominio de sí mismo y convierte al hombre más reposado en una fiera, que ruge, brama y se enfurece ante la sola visión, real o imaginaria, de una gota de agua que humedezca su lengua. Quien haya visto un ser humano padeciendo de sed bien puede reclamar para sí el triste privilegio de haber presenciado la escena más dolorosa que ofrece el melodrama de vida… Es la más atroz de las agonías y la más ingrata de las luchas, porque casi siempre se lleva las de perder…
Es la más grosera manifestación de la humana miseria, fría y repelente como el espumarajo de muerte que arrojan los labios del sediento. No impresiona, sino que horroriza; no inspira lástima, sino que infunde pavor… Los hombres se tienden boca arriba, abandonan a ratos al fusil y así permanecen como extasiados, en actitud de pedir al cielo un remedio para sus males o un fin más cercano y menos doloroso, o de cara a la tierra, succionar el suelo en busca de una veta, que saben no está ni puede estar allí; o escarban con sus manos para dar con el hipotético YBY-á, pulposo tubérculo con que los aborígenes suelen calmar la sed… Arroyitos de mi pueblo, arroyitos cristalinos de mi valle, rumorosos manantiales de mis pagos, clama la imaginación… Sus labios están amoratados y entreabiertos, dejando ver la lengua que muy hinchada y de color azul subido, asoma entre las comisuras sombreadas de espuma amarillenta; el rostro desfigurado por la mueca de una tortura indecible… los ojos saltones, como queriendo fugarse de las órbitas… otros, en el paroxismo de la enajenación, se incorporan a duras penas y tratan de hechar a correr hacia las líneas enemigas porque alguien lo ha dicho que allí hay agua en abundancia… Más allá, un sargento de línea se abraza a una planta de cactus y roe desesperado las fibras de su tallo, sin reparar en las espinas que se clavan en su rostro, en sus manos, en su pecho desnudo ha perdido por completo la lucidez de su entendimiento y en su desvarío alterna sollozos con palabras incoherentes, errante el cerebro; de sus labios surge, sin embargo, una exclamación, un llamado de esos que sirven de plegaria al hombre en los momentos de suprema orfandad: “Mamá… che mamita!”.
Otra anécdota: “Estando el Cnel. Franco en su puesto de Comando de Picuiba, le dijo Estigarribia: ‘Escuche, Rafael. Le voy a devolver enseguida su Octava División al mando de Eugenio Garay, que tan magníficamente actuó en el Carmen. Ud. Rafael, ¿qué piensa hacer?, ¿qué necesita en especial?’. A lo que Franco respondió: ‘Agua, mi general, porque mis tropas desde hace seis días sufren sed, como Ud., bien lo sabe; por consiguiente, mi objetivo no puede ser otro que reconquistar los pozos de Yrendagüe’. ‘Eso es exactamente lo que tiene usted que hacer, como primer objetivo fundamental. En segundo lugar, debe Ud. despachar sus tropas hacia 27 de Noviembre y tratar de tomar el fortín para abrir las rutas del Parapití y de Ingavi. La Octava División se la enviaré directamente sobre Yrendagüe.
Sobre el camino de maniobras de Toro. Ataque Ud. de frente, para tratar de amarrar al enemigo, y maniobre por la derecha, para cortarle su marcha a Mister Long y 27 de Noviembre. Sé que el viejo Garay es capaz de realizar el esfuerzo que le pediremos”. Y así fue como en una marcha increíble, de sesenta kilómetros, sin agua, con un sol abrasador, Garay logró retomar Yrendagüe, llevando en punta a su legendario Batallón 40 el día 8 de diciembre de 1934. (6)
El coronel Rafael Franco y el coronel Eugenio Alejandrino Garay fueron los jefes condecorados personalmente por el Gral. José Estigarribia; ambos recibieron de manos del conductor “La Cruz del Chaco”.
Otra anécdota más: “Cabe destacar al capitán norteamericano Frederic Dent Sharp, que fue agregado militar de la Embajada de su país en Asunción y quedó incondicional amigo y admirador de nuestra causa tras ver, en una de sus visitas al frente de la batalla del Chaco, al R.I. 5 Gral. Díaz, que se incorporaba cantando al Segundo Cuerpo de Ejército, para la batalla de Toledo, tras una marcha agotadora… Dijo: ‘Un ejército tan sufrido y abnegado, que después de realizar tanto esfuerzo, entra cantando a combate no puede perder la Guerra’… A partir de allí y por propia iniciativa comenzó su campaña pro Paraguay ante el Pentágono… Hizo variar gradualmente la opinión de ese alto organismo y del mismo presidente Roossevelt respecto a nuestro país. Incluso pudo el presidente Ayala, en forma secretísima, entregar a Estigarriba, después de Camacho, donde ya nos quedábamos a ciegas respecto a la topografía del Chaco, hasta la Cordillera Aguaragüe, los mapas confidenciales de los proyectos de explotación de la Standard Oil. Lo que fue vital para Estigarribia, dado que nosotros no teníamos ni un mal croquis de esa zona”. (7)
“Mientras en el lejano Chaco se jugaba el destino de la patria, en la retaguardia el destino del Ejército estaba en manos de los niños que, habiendo dejado los útiles, pasaron a trabajar en las fábricas y en las chacras; y en manos de las mujeres se lograron años de verdadera bonanza en la producción agrícola, pues aquellos productos estaban regados con el sudor y las lágrimas de la madre, de la novia o de la hermana del humilde verde’o, que en los cañadones, en los asaltos frontales, o en las picadas se jugaba al todo o nada, al vencer o al morir”. (8)
Con anterioridad al Desfile de la Victoria, el general Estigarribia le dice a su ayudante personal y secretario confidencial, Tte. 1.º de Reserva Dr. Edmundo Tombeur Ferraro: “Tte., saque usted los clarines; esto no es un triunfo romano, es el pueblo de agricultores y soldados paraguayos de siempre, que regresa después de tres terribles años de lucha, hambre, sed, fatiga y agotamiento, a sus valles, para seguir trabajando en el engrandecimiento de nuestra tierra guaraní”. (9)
El desfile
“Con motivo del próximo Desfile de la Victoria, por realizarse en la capital y con el propósito de agasajar y homenajear a los defensores del Chaco, la Municipalidad nombró una Comisión integrada por el Ing. Gustavo Crovato y los señores Emilio Prieto, Pedro Marés, Julio Petersen, Manuel Ferreira y Mauricio A. Berthomier, con la presidencia del primero de los nombrados.
“A las 9:00, se inició el Desfile de la Victoria, en el cual participaron grupos de todas las unidades del Ejército y de los Servicios que actuaron en distintos frentes de operaciones del Chaco. La larga columna de aproximadamente 7000 hombre, encabezada por su Cmdte. en Jefe, el Gral. José F. Estigarribia, su Estado Mayor y su ayudante el Tte. Edmundo Tombeur, recorrió en 2 horas y 30 minutos 11.265 metros. Pasando por las siguientes arterias de la capital: Avda. Colombia (hoy Mcal. López), Brasil, Eligio Ayala, Antequera, 25 de Mayo, Méjico, 14 de Julio (hoy Mcal. Estigarribia), y Palma hasta Colón. La misma pasó bajo tres arcos de triunfo ubicados en la Avda. Colombia y Vice Pte. Sánchez, Antequera y Eligio Ayala, y Palma y Chile.
“La inclemencia del tiempo no fue óbice para que una inmensa muchedumbre, calculada en más de 50.000 personas, desde las primeras horas de la mañana, acudiera a situarse a lo largo de ambas aceras de las calles por donde debían pasar los soldados de Chaco. Sostenidos aplausos, vivas frenéticos y gritos patrióticos se oían por todas partes; impresionante era la lluvia de flores arrojadas a los vencedores. La larga columna verde oliva pasaba en medio del pueblo de donde había salido; se percibía en el ambiente el sello inconfundible de la unidad nacional. Cada paraguayo sentía hermano de sus conciudadanos, era el Paraguay eterno que vibraba hasta las más íntimas fibras de su ser, consciente de haber cumplido con su deber”. (10)
(1)(6)(7)(8) Testimonio Veteranos. Beatriz R. A. de González Oddone.
(2)(3)(6)(5)(10) Mauricio T. Osuna. Benigno Riquelme García. Osvaldo Masi. Pusineri T I
y T II.