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A cuatro manos
Hoy estamos en presencia de uno de estos casos. La novela Amalia al amanecer se trata de un libro escrito a cuatro manos por Mario Halley Mora y Lita Pérez Cáceres. En el prólogo del libro encontrarán una explicación de esta historia. En ella, Lita Pérez Cáceres dice en uno de sus párrafos:
Aproximadamente en el 2000, Mario Halley Mora me llamó porque tenía algo para mostrarme. Hacía años que no veía a mi amigo, el que me había abierto las puertas para trabajar en el periodismo allá por 1988.
Fui hasta su casa y lo encontré muy desmejorado; la enfermedad que lo llevó a la muerte ya se había afirmado en su organismo y el deterioro era visible. Esa mañana Mario me entregó un diskette y me dijo: 'Esta es una novela que estuve escribiendo. No está terminada. Quiero que la leas y si te gusta, que la termines. La vamos a firmar juntos y vamos a editarla. Si aceptás la novela es tuya desde este momento y podés cambiar todo lo que no te gusta y agregarle todo lo que quieras' .
Lastimosamente, Mario falleció antes de ver concluida y publicada la que se ha convertido en su obra póstuma. Pero por otro lado es extraordinario ver la generosidad del escritor que no se aferró a una obra que no podía terminar porque habrá sentido que las fuerzas le iban abandonando poco a poco ante el avance inexorable de la enfermedad. Son pocos los artistas que dan muestras de tal desprendimiento. No se me tome a mal, pero debo reconocer que los escritores mostramos un celo desmedido hacia lo que escribimos, capaces de defender nuestros textos coma por coma, punto por punto y no permitimos que nadie nos altere lo que consideramos la definitiva y verdadera puntuación de cualquier obra.
Consumatum est
De todos modos, la decisión de publicar esta novela, el consentimiento dado por los familiares de Mario Halley Mora y finalmente su presentación al público esta noche,
constituyen algo así como el consumatum est. De aquí en adelante se trata de la obra de estos dos escritores de la que nunca podremos saber qué puso cada quien. Lo importante es medir la obra en su justa dimensión, por lo que dice, por lo que contiene, por los blancos a los cuales apunta, única y exclusivamente por sus valores literarios.
Claro que hay una serie de hechos que no podemos ignorar; hay situaciones, pasajes enteros de la obra, descripciones, diálogos, giros del lenguaje atrás de los cuales nos sonríe, sin lugar a dudas, aquel escritor de observaciones agudas, muchas veces ácido, otras implacable crítico, un autor que oscilaba entre el drama y el humor con notable facilidad.
Halley Mora, a lo largo de toda su obra, y es fácil rastrearlo, demostró siempre un conocimiento agudo de la psicología femenina, tal vez fruto de sus observaciones, tal vez de la simple intuición, porque todo gran escritor, antes que nada, intuye, presiente, presume y luego confronta sus modelos ideales con los modelos reales para constatar que coinciden. Y si la realidad no se adecua a tales modelos, lástima por la realidad.
Todo esto podemos confirmarlo en sus obras, ya sean las narrativas o las teatrales. Como antecedente del diálogo de estas dos mujeres se puede mencionar aquella estupenda obra que fue El juego del tiempo en la que dos mujeres no pueden vivir juntas pero que les resulta inaceptable vivir separadas. El caso es diferente ya que en la obra teatral los dos únicos personajes de la obra, las dos mujeres, ya viejas, sólo tienen adelante su pasado y atrás de él la muerte. Es tarde para hacer cambios, para rectificar rumbos. Los signos de vitalidad fueron dejados hace mucho tiempo atrás.
En esta novela, en Amalia al amanecer las dos mujeres se proponen superar el pasado para poder reconstruir una vida que todavía tiene muchas cosas que darles. Entre ellas, lo principal de cualquier vida, de cualquier persona: la conquista de la felicidad.
La literatura en deuda
Pero vayamos a un nivel más profundo de la obra. Hasta hoy la literatura paraguaya ha estado poco menos que ausente de los grandes acontecimientos de la vida nacional. La dictadura de Stroessner y su posterior derrocamiento que produjo transformaciones esenciales dentro de nuestra manera de vivir, no ha sido tocada por los escritores de ficción. O bien ha sido tocada de manera un tanto ligera y superficial. Es sorprendente ver de qué manera Mario Halley Mora comprendió que aquel golpe del 2 y 3 de febrero de 1989 había provocado algo más que la caída de un régimen dictatorial. También había provocado cambios en todas nuestras vidas. No queda ya lugar para la nostalgia. Hay que seguir hacia adelante por encima de nuestras ideas, nuestras creencias y nuestras expectativas.
Es así como en realidad la novela va mucho allá de tratarse de una historia de dos mujeres solitarias que entre el miedo al abandono y el miedo a reeditar viejos errores, corren el riesgo de encontrar a alguien que les haga compañía, que las hagan sentir como seres humanos, objetos de un amor y de una pasión.
En realidad, la vida de Amalia Sandino de Esquivel, es la historia del país. El hecho de perder a su marido durante el golpe del '89 marca el inicio de una liberación que le alcanza a ella al igual que al país al perder a su dictador. Tanto en uno como en otra se presentan los mismos síntomas, los mismos problemas, la necesidad de tomar decisiones que nunca antes se tomaron, la posibilidad de opinar, la libertad de desplazarse aunque todo ello la enfrente de pronto con los aspectos más sórdidos de la vida y los personajes más perversos que podrían cruzarse en su camino. De todas esas situaciones Amalia sale ilesa, indemne, incólume. ¿Será que nosotros, como país, a quienes Amalia nos representa, podremos superar nuestras dificultades y salir de ellas inmunes, lozanos y fuertes?
Símbolo de un país nuevo
Me atrevería a decir que, a pesar de esta comparación, estos paralelismos, en la novela sale mejor parado el personaje central, el símbolo de un país nuevo, que lo que hemos logrado nosotros, ciudadanos de este país, en todos los intentos que hemos hecho desde entonces por reconstruirlo.
Quizá deberíamos analizar con profundidad las reacciones del personaje que es capaz de llenar su enorme casa vacía de los personajes más dispares que sin embargo logran convivir juntos porque hay un vínculo de amor en el más amplio y profundo sentido de la palabra que los une a todos. Ellos son conscientes que sosteniéndose los unos a los otros hay una posibilidad de redención. Sueltos sólo podrán desbarrancarse.
Paro aquí de hacer citas sobre algunas ideas que me ha sugerido el libro.
Prefiero que cada lector encuentre por sí mismo los mojones que dejaron abandonados los autores a todo lo largo del relato para conducirnos al interior de un mundo que es tierno y duro a la vez, un mundo que es nuestro aunque a veces nos parezca extraño, un mundo que a primera vista rechazamos pero que terminamos aceptando en nuestro fuero interno. Pero como alguna vez dijo Bernard Shaw: El mundo no deja de ser triste porque alguien ría, ni deja de ser alegre porque alguien llore.