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El niño se va a dormir pero para dormir requiere de la ceremonia de la noche; el padre en el que se recuesta, y el libro de cuentos angelical, abierto a dos aguas, una puerta a otro mundo ofrecida por las manos del padre y vivieron felices y colorín colorado.
Entonces al inocente le viene el sueño, propiciado por la creencia de un mundo de fantasía, hermoso, feliz y justo, y aunque el padre sabe que miente como le mentirá, irremediablemente, en muchas cosas más a medida que crezca no le ocasiona ningún sentimiento de culpa. Lo arropa, lo besa en la frente, acerca el Pinocho de tela a la cabecita de su hijo para que le proteja cuando él no esté y apaga la luz. Lentamente sale de la habitación y entorna la puerta, cerrada del todo no, deja un resquicio, quién sabe para qué.
Ya en el living, suspira aliviado de haber cumplido como padre, y ahora es él, ¡por fin!, y enciende un cigarrillo, pero no está solo, lo acompaña el motor de la vieja heladera que cada cierto tiempo se sacude de un espasmo diciendo ratatatán, y trae una cervecita, y como es inevitable, como no puede ser de otra manera, enciende el televisor.
Se tira con todo su peso en el sofá, pobre sofá que lo sostiene, que se deja hundir, que lo soporta todas las noches, y apaga la luz, y cri cri, ¡a la pindonga!, se metió un grillo, pero entonces Hay un camino oscuro Es de noche Se escuchan unos pasos Una muchachita está aterrada y sola. Es una especie de bosque. Está totalmente desprotegida en ese lugar y unos espantosos rugidos se dejan oír, y el ratatatán espasmódico de la heladera que no quiere ser menos se mete en escena, y unos vampiros sufrientes la empiezan a seguir Se le van encima, y ella, pobrecita, qué valé que es que no sale rajando, los enfrenta. Es que la muchachita es policía. Uno de ellos muy terrorífico la agarra y la quiere morder, y lo que quiere es chuparle la sangre, porque de eso se alimenta, y toma un trago de cerveza, y la excitación del miedo y la magia del animé, combinados con la aventura de por fin estar solo, y los efectos de la tele con la luz apagada, de a poco lo envuelve. Es en ese preciso momento en que un tipejo alto, de sombrero y capa larga, velado por las sombras, aparece en el lugar, cri-cri, y ahora un zoom, y ahora un primer plano, y bajo el ala del sombrero hay una sonrisa muy siniestra, de los ojos apenas una chispa y se acerca, se acerca, se acerca Los vampiros lo perciben y le gruñen, ratatatán, y es entonces cuando la chica que se está agarrando a las patadas con el vampiro que la quiere morder, ¡bien, nena!, ¡dale, dale!, este tipejo se acerca y saca una pistola niquelada que toma toda la escena y que tiene el símbolo de una cruz cristiana. La pistola refulge, echa un destello de luz. El tipejo que la muestra así, como diciendo, ahora van a ver, pertenece a la orden de los caballeros protestantes reales, y protege a la reina, y está a cargo de eliminar toda amenaza sobrenatural. El padre lo sabe porque no es el primer capítulo que mira, sabe, que quien entra en escena ahora es ratatatán, Alucard y entonces, cri-cri, para saber quién es este personaje en realidad hay que leer su nombre al revés, pero lo insólito de este tipo es que él mismo es lo más sobrenatural de todo el animé, es vampiro, pero no es cualquiera como los otros, este es uno de los primeros, y trabaja para el gobierno matando vampiros, la pucha es recomplejo, y entonces la mejor escena: un vampiro medio zombi, medio de segunda clase, un vampiro de cuarta, agarra a la nena, y ¡No te acerques Alucard o la muerdo y la transformo en una de nosotros! Pero qué pasa, mirá lo bueno: Alucard le habla en la mente a la muchacha y le dice dame tu permiso para matarte porque sino él se me escapa, y se miran unos segundos, cri-cri, y chúlina, la nena le dice que sí y entonces otra vez en primer plano la pistola con la cruz y apunta y ratatatán le perfora el corazón a la nena y le mata al vampiro que está atrás, la nena cae lentamente al suelo, lentamente, ves como los ojos le cambian, se le ponen blancos y cambia el color de fondo de la escena a un rojo oscuro y se empieza a percibir cierta musiquita de fondo y entonces el padre descubre, para colmo de sus asombros, que son acordes de guitarra de Pío Barrios, y detiene la escena para escuchar mejor, no puede ser no puede ser ¿Pío Barrios? y marcha atrás y escucha tin tin tin tin ¡Sí!, es uno de los movimientos de La catedral insólito, Hellsing y Agustín Pío Barrios, y ¡ndera!, qué orgullo, qué orgullo, y entonces todo continúa y Alucard la muerde para salvarle la vida, no hay otra, se merece vivir como sea, como un vampiro, y la muerde y toma un trago de cerveza para foguear el corazón acelerado y entretenido y entonces, "¡Papi, me hago pipí!" Y el susto del padre, la sorpresa, da vuelta la cara sorprendido y de un insólito codazo echa la cervecita que descansaba en el brazo del sofá, y se pierde la llegada de un helicóptero, y se hace un enchastre en el sofá y en el piso. "¿Ahora?" "¡Sííí! ¡me hago, me hago!".
Y así el padre, una vez más, sacrifica la euforia de la fantasía a favor del sabotaje de la realidad.
Entonces al inocente le viene el sueño, propiciado por la creencia de un mundo de fantasía, hermoso, feliz y justo, y aunque el padre sabe que miente como le mentirá, irremediablemente, en muchas cosas más a medida que crezca no le ocasiona ningún sentimiento de culpa. Lo arropa, lo besa en la frente, acerca el Pinocho de tela a la cabecita de su hijo para que le proteja cuando él no esté y apaga la luz. Lentamente sale de la habitación y entorna la puerta, cerrada del todo no, deja un resquicio, quién sabe para qué.
Ya en el living, suspira aliviado de haber cumplido como padre, y ahora es él, ¡por fin!, y enciende un cigarrillo, pero no está solo, lo acompaña el motor de la vieja heladera que cada cierto tiempo se sacude de un espasmo diciendo ratatatán, y trae una cervecita, y como es inevitable, como no puede ser de otra manera, enciende el televisor.
Se tira con todo su peso en el sofá, pobre sofá que lo sostiene, que se deja hundir, que lo soporta todas las noches, y apaga la luz, y cri cri, ¡a la pindonga!, se metió un grillo, pero entonces Hay un camino oscuro Es de noche Se escuchan unos pasos Una muchachita está aterrada y sola. Es una especie de bosque. Está totalmente desprotegida en ese lugar y unos espantosos rugidos se dejan oír, y el ratatatán espasmódico de la heladera que no quiere ser menos se mete en escena, y unos vampiros sufrientes la empiezan a seguir Se le van encima, y ella, pobrecita, qué valé que es que no sale rajando, los enfrenta. Es que la muchachita es policía. Uno de ellos muy terrorífico la agarra y la quiere morder, y lo que quiere es chuparle la sangre, porque de eso se alimenta, y toma un trago de cerveza, y la excitación del miedo y la magia del animé, combinados con la aventura de por fin estar solo, y los efectos de la tele con la luz apagada, de a poco lo envuelve. Es en ese preciso momento en que un tipejo alto, de sombrero y capa larga, velado por las sombras, aparece en el lugar, cri-cri, y ahora un zoom, y ahora un primer plano, y bajo el ala del sombrero hay una sonrisa muy siniestra, de los ojos apenas una chispa y se acerca, se acerca, se acerca Los vampiros lo perciben y le gruñen, ratatatán, y es entonces cuando la chica que se está agarrando a las patadas con el vampiro que la quiere morder, ¡bien, nena!, ¡dale, dale!, este tipejo se acerca y saca una pistola niquelada que toma toda la escena y que tiene el símbolo de una cruz cristiana. La pistola refulge, echa un destello de luz. El tipejo que la muestra así, como diciendo, ahora van a ver, pertenece a la orden de los caballeros protestantes reales, y protege a la reina, y está a cargo de eliminar toda amenaza sobrenatural. El padre lo sabe porque no es el primer capítulo que mira, sabe, que quien entra en escena ahora es ratatatán, Alucard y entonces, cri-cri, para saber quién es este personaje en realidad hay que leer su nombre al revés, pero lo insólito de este tipo es que él mismo es lo más sobrenatural de todo el animé, es vampiro, pero no es cualquiera como los otros, este es uno de los primeros, y trabaja para el gobierno matando vampiros, la pucha es recomplejo, y entonces la mejor escena: un vampiro medio zombi, medio de segunda clase, un vampiro de cuarta, agarra a la nena, y ¡No te acerques Alucard o la muerdo y la transformo en una de nosotros! Pero qué pasa, mirá lo bueno: Alucard le habla en la mente a la muchacha y le dice dame tu permiso para matarte porque sino él se me escapa, y se miran unos segundos, cri-cri, y chúlina, la nena le dice que sí y entonces otra vez en primer plano la pistola con la cruz y apunta y ratatatán le perfora el corazón a la nena y le mata al vampiro que está atrás, la nena cae lentamente al suelo, lentamente, ves como los ojos le cambian, se le ponen blancos y cambia el color de fondo de la escena a un rojo oscuro y se empieza a percibir cierta musiquita de fondo y entonces el padre descubre, para colmo de sus asombros, que son acordes de guitarra de Pío Barrios, y detiene la escena para escuchar mejor, no puede ser no puede ser ¿Pío Barrios? y marcha atrás y escucha tin tin tin tin ¡Sí!, es uno de los movimientos de La catedral insólito, Hellsing y Agustín Pío Barrios, y ¡ndera!, qué orgullo, qué orgullo, y entonces todo continúa y Alucard la muerde para salvarle la vida, no hay otra, se merece vivir como sea, como un vampiro, y la muerde y toma un trago de cerveza para foguear el corazón acelerado y entretenido y entonces, "¡Papi, me hago pipí!" Y el susto del padre, la sorpresa, da vuelta la cara sorprendido y de un insólito codazo echa la cervecita que descansaba en el brazo del sofá, y se pierde la llegada de un helicóptero, y se hace un enchastre en el sofá y en el piso. "¿Ahora?" "¡Sííí! ¡me hago, me hago!".
Y así el padre, una vez más, sacrifica la euforia de la fantasía a favor del sabotaje de la realidad.