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A Daniel Mallorquín lo impulsó a desarrollar una poética de la cicatriz y de la hecatombe, de la memoria de la materia, de la inscripción a fuego, del vestigio, el impacto ante el incendio del supermercado Ykuá Bolaños de Asunción, ocurrido el primero de agosto del año 2004. Conforme al misterioso saber alquímico, explora desde entonces las potencias del ígneo elemento que funciona como factor de transmutación operativo en el mundo sensible, y bordea sus tragedias y peligros, que son, al cabo, los de la –prometeica– humanidad.
Así, Daniel Mallorquín incursiona, a partir del 2008, en el terreno de las artes visuales, terreno en el cual es autodidacta, y toda su obra, desde sus primeras creaciones, lleva ya la impronta de la combustión, de la ceniza, del humo, de la trasmutación y de las ruinas, de los arduos testimonios. En suma, de la destrucción de la materia por el fuego.
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