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En nuestro país, el trato que se da a los artistas no pasa de la mera cordialidad. No hay una asimilación de las necesidades económicas, a veces, acuciantes, que sufren. Y es, esa falta de asimilación, un problema de fondo que se debe encarar a través de la maduración de una conciencia cultural. El arte es del pueblo. El pueblo debe mantener vivo el espíritu del arte motivando a sus cultores
Cruzando el río Paraná
En el libro Arribeño y andariego, de Alberto de Luque, puede observarse hasta qué punto, el artista, desamparado en su propia tierra, se ve obligado a tantear fortuna lejos de las fronteras de su país.
Buenos Aires ha sido, durante muchas décadas, el refugio de los intérpretes de la música popular paraguaya. Y también de los mejores hombres de la literatura del Paraguay. Cito a Gabriel Casaccia, Augusto Roa Bastos, Néstor Romero Valdovinos, Elvio Romero, Hérib Campos Cervera.
Como a muchos, a Alberto de Luque le tocó vivir la experiencia de dejar el Paraguay (y a muy temprana edad), movido por la necesidad de cantar; creo, particularmente, que cantar y solamente cantar, fue el leitmotiv de su vida.
Tenía catorce años, y cuando crucé el Paraná tomé conciencia de que me iba en pos de un ideal, de un sueño que en ese momento estaba muy lejos de mis posibilidades: llegar a ser un gran cantante para difundir por el mundo nuestras hermosas canciones, escribe en su autobiografía, que, dicho sea de paso, recoge valiosos testimonios de sus contemporáneos en tierra extranjera.
Con un lenguaje directo, pero preciso en fechas, acontecimientos y personajes, Alberto de Luque, pseudónimo de Vitalino Rodríguez Báez, nos acerca las vicisitudes y los esfuerzos muchas veces no recompensados, pero otras veces sí, de los artistas que buscan consagración. Es que no se rige precisamente por la lógica, sino también por la suerte, el éxito del ser humano.
Hombreando en un frigorifico
En el libro, que contiene fotografías del artista acompañado por personalidades del cine y la canción, hay una foto donde se observa a Humberto Rubín entrevistándolo, y otra del aeropuerto, colmado de gente que fue a recibirlo. Corría el año 1965.
Domiciliado en La Rata
Un pasaje muy importante del libro, que hasta tiene perfiles chistosos, entretiene al lector. En un emocionado encuentro con Augusto Roa Bastos, el escritor exiliado, al enterarse de que estaba frente a un cantante, le promete versos para su melodía. Un tiempo después, Alberto canta su primera guarania con la letra Tu sombra, con textos del autor de Yo El Supremo. Me preguntó acerca de mi domicilio y en medio de la duda le dije que vivía en una pensión ubicada en Defensa casi avenida Belgrano. Cuando me inquirió acerca del nombre no tuve más remedio que confesarle: La rata, escribe Alberto de Luque.
Y continúa: Le dije que tomara asiento en mi cama porque no tenía una silla para ofrecerle. Le ofrecí mate. Como aceptó la invitación, le rogué que se levantara para poder sacar el equipo de mate que estaba debajo de mi cama y, cuando tomamos los primeros sorbos, me preguntó por la guitarra. Le pedí que se levantara porque también la tenía guardada debajo de la cama.
Este es un libro que, entre cientos de anécdotas, nos acerca no solamente la andariega vida de Alberto de Luque, sino las vicisitudes que igualmente hicieron penosa la sobrevivencia de varios compatriotas en la ciudad porteña.
En Europa, tampoco le fue fácil abrirse camino. Pero ha tenido Alberto de Luque, el empeño y la fuerza de voluntad necesarios para tomar cualquier gravedad como simple contratiempo, y unos días de hambre, como voluntario ayuno.
El libro Arribeño y Andariego recoge la inteligente interpretación del periodista Humberto Rubín, en torno de la personalidad del cantante. Alberto de Luque fue quien mejor asimiló la experiencia de los escenarios europeos, puede leerse en una de las páginas de la autobiografía.
A pesar de todo, Europa
Hizo amistad con Arsenio Erico; fue amigo del exiliado político Epifanio Méndez Fleitas. Cuando quiso abrirse camino en el Viejo Mundo (nunca militó en ningún partido político), le fue negado el pasaporte a Europa porque en el consulado y en la embajada del Paraguay en la Argentina, corría el rumor de que era comunista. Pese a una suma abrumadora de contratiempos, llegó a Europa. Fue presentado a Paul McCartey y John Lennon (aquellos muchachos vestidos informalmente con ropas y abrigos de cuero), compartió cartelera con figuras consagradas del canto popular mexicano como Javier Solís y Lola Beltrán en un recital, recibió invitación para cenar por el cómico y millonario Mario Moreno (Cantinflas), que en el brindis nada tiene que ver con su personaje, según cuenta, en su lenguaje directo, Alberto de Luque.
En compañía de importantes escritores
Comenta en un párrafo de su autobiografía, que en una oportunidad, se sentó a la mesa con Gabriel García Márquez, Miguel Angel Asturias, Augusto Roa Bastos y el peruano Raúl Haya de la Torre. Bien vale la pena transcribir estas líneas: En el transcurso de la cena los escritores me hicieron varias preguntas relacionadas con mi presencia en Alemania, mis actividades artísticas, mis planes profesionales, haciéndome sentir como si fuera un personaje importante, cuando que, en realidad, la situación era totalmente al revés. Jorge Luis Borges fue el único que no me hizo preguntas. En cambio se pasó riñendo todo el tiempo con el mozo que atendía la mesa. Daba la impresión de que era un hombre en eterno estado de descontento.
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Alberto de Luque es un artista, que como muchos cultores del arte, no ha podido encontrar en su tierra el respaldo necesario para hacerse conocer en el exterior. Afuera el éxito es posible para quien encara su futuro con voluntad. En el Paraguay, no. A los paraguayos les falta interpretar la necesidad de estímulo sobrellevada por los los hombres que se destacan en las distintas disciplinas del arte.