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SELECCIÓN ALEATORIA
Si ese sutil intelecto que fue el ateniense Sófocles, uno de los más grandes trágicos griegos, viviera hoy y, en estas fechas de fin del 2013 d.C. y de inminente estreno del 2014, tuviera ocasión de hundirse cuan largo fuere, sidra en ristre y empuñando un pan dulce, en alguna pileta, bañera, pelopincho o afín para lanzar su penetrante mirada, en un racconto, un flash-back, una retrospectiva sociohistórica, a los productos con que esa moderna maquinaria que Adorno y Horkheimer, en su Dialéctica de la Ilustración, llamaron «industria cultural», ha alimentado la fantasía navideña de las últimas generaciones en la sociedad de masas, volvería a escribir esas palabras del coro de su Antígona, «Muchas cosas terribles hay en la tierra, pero ninguna tan terrible como el hombre», presionando con más fuerza que en ningún otro momento histórico el bolígrafo (o equivalente). Y si, como probablemente haría, eligiese analizar el rubro más lucrativo de esta industria, el tipo de producto más consumido entre los que, al menos en un sentido lato, cabe llamar «artísticos», entonces, además del carácter de «terrible» que ya le reconoció en sus días, podría predicar del ser humano algunos otros atributos igualmente impresionantes. Sí, vale la pena arrojar una mirada investigadora sobre ese fenómeno sociocultural que ha marcado nuestra época desde la segunda mitad del pasado siglo XX: los discos de música producidos ex profeso para estos días festivos. Y como no cabe escucharlos en un medio impreso, estudiemos sus valores gráficos, que tanto revelan sobre la evolución de nuestra civilización occidental, cuyos últimos dos mil quinientos y pico años el pobre Sófocles, por haber nacido en la Antigüedad y tenido, por ende, que vivir y morir en la polis más fecunda en arte y en pensamiento de la Hélade, Atenas, la cuna de Occidente, ¡ay de él!, se perdió por completo.
Veamos algunas tapas especialmente interesantes: cada una es un verdadero desafío a la razón y un irresistible reto a la imaginación, y ninguna deja de plantear esos enigmas insondables que fascinan al filósofo.
KICO: CHRISTMAS WITH KICO
¿Es posible que en nuestra cultura, en la que se nos repite, desde que saltamos de la cuna, que en Navidad, en Año Nuevo, en Reyes Magos y en todos estos días hay que mostrar alegría, derrochar buena onda, olvidar el mal humor, fingir que uno se sacude por un rato la apatía, lanzar a todo bípedo que se nos cruce en la ruta miradas amistosas, repartir felicitaciones, salpicar con buenos deseos a propios y extraños, forzar para todos sin excepción una sonrisa; es posible, insisto, que en semejante contexto nadie le haya avisado a Kico nada de esto? Observen que de Kico no emana el entusiasmo que se estila para vender un disco; es más: Kico niega tácita pero decididamente las promesas de emoción y diversión comercialmente más recomendables. ¿Es Kico un budista, o está lobotomizado? ¿Qué explicación asombrosa de semejante fenómeno se esconde tras esos párpados ataráxicos?
THE KINGSTON TRIO: THE LAST MONTH OF THE YEAR
Estamos ante un simbolismo evidentemente complejo, probablemente de índole iniciática, y tal vez vinculado a la Cábala u otra forma (¿neopitagórica?) de numerología; en todo caso, la inocencia es aquí engañoso camuflaje. ¿«El último mes del año» o el último de la fila, o el que ríe al último ríe mejor, o el último apaga la luz, o al último nadie le toca la oreja? Si observan la imagen verán que el último (a la izquierda) está claramente molesto y frustrado porque nadie le está tocando la oreja a pesar de que él sí cumple el noble deber de tocar la oreja al prójimo, lo cual es una descarada injusticia; en claro contraste con la visible amargura de este miembro del trío, privado de las dichas del toque auricular, está el júbilo de los otros dos, que las disfrutan. El más delirantemente feliz de los tres es el primero (a la derecha), primero por ser el más próximo a la puerta (un muy conocido símbolo iniciático), tanto que, en vez de una mera oreja, él ya toca algo más: la cerradura; quiere decir que está ad portas del misterio, a punto de cruzar el Umbral de quién sabe qué placeres, placeres que –como el del toque en la oreja, tan intenso que al primero, como se aprecia en la foto, está a punto de hacerle perder el control de la mente y de la vejiga–, los profanos no iniciados no podemos entender.
THE SURFERS: CHRISTMAS FROM HAWAII
Si The surfers son surfistas, ¿por qué reman en canoa? Ese árbol de navidad tan barato que no puede tener la tecnología necesaria para remar, ¿tiene la necesaria para poder guiarlos desde la proa? ¿Y a dónde los está guiando ese pino cubierto de papel brillante y purpurina, al shopping? ¿A la fábrica de plásticos? ¿O a Melmack, Kriptón o como se llame el planeta de que vino el diseñador gráfico? Esta portada de The Surfers está llena de trampas conceptuales. Qué decir sino que surfeamos en un mar de dudas y corremos las olas de lo incognoscible.
WHITE CHRISTMAS
Como se puede observar, todos los textos de esta portada están en hangul. Ante el usual desconocimiento de ese alfabeto para la mayoría de nosotros, un medio para dilucidar los sentidos que encierra la tapa de White Christmas es aprovechar las fechas, oh manirroto lector, oh lectora dadivosa, y hacer del disco el obsequio ideal para tu coreano, que nos podrá aclarar si el cantante de la foto: (a) se está esforzando intensamente para potenciar la voz y sostener una nota muy alta, (b) acaba de pillarse la piel al subirse el cierre del vaquero, o (c) un hipopótamo le está pisando los callos.
THE CLANCY BROTHERS: CHRISTMAS
Esta tapa es una lección para los hermanos desnaturalizados y de corazón de piedra que no pasan todas las fechas festivas alrededor de mamá o, si, como en esta conmovedora escena, mamá ya no está con ellos, alrededor de su foto, y, obviamente, todos con el mismo pulóver. Saludable declaración de principios, sí señor: quien sienta verdadero amor fraterno no caerá jamás en las aberrantes costumbres de esos malos hermanos que van todos vestidos con ropas diferentes.
FINALMENTE, LLEGA EL 2014
Son algunas de las imágenes que hacen de estas fiestas de fin de año lo que son en la cultura contemporánea. ¿Imaginan los lectores cuántas cosas más habría dicho Sófocles, que en el siglo V a.C. lo llamó «terrible», acerca del ser humano si hubiera visto todo esto?
En fin. Aprovechamos este último número del 2013 del Suplemento Cultural para decir, tenga relación con lo anterior o no –porque a los buenos deseos nadie les censura lo incoherente–: ¡un feliz 2014 para todos!
montserrat.alvarez@abc.com.py